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¿Está Bolonia incubando la próxima generación de corruptos?

Hace unos días me llevé un gran disgusto. Me di cuenta de que nuestra historia reciente ha construido una narrativa sobre el éxito muy tóxica: sólo los deshonestos triunfan. Y desgraciadamente esta narrativa ha calado hasta en mi propia familia. Los amigos me recuerdan que la narrativa no es correcta, o menos de lo que imaginamos a veces. Pero como mostraré en la entrada de hoy el ejemplo de los corruptos tiene externalidades terribles no solo en mi anécdota familiar porque es contagioso, incluso en las academias militares. Y esto me hacer reflexionar sobre una posible consecuencia indeseada del proceso de Bolonia, que es como se suele llamar al proceso de estandarización de la educación europea o EEES (Espacio Europeo de Educación Superior).

Comencemos por la corrupción y mi familia. Al oírnos hablar de la sucesión en la cúpula del Santander durante la cena, mi hijo de doce años preguntó: “¿Y cómo se llega a consejero delegado?” Mi mujer contestó sin dudarlo ni un microsegundo: “Siendo inteligente y estando bien preparado.” Y con la misma rapidez el preadolescente contestó: “Venga, mamá, en serio”. Me fui a la cama muy, pero muy, deprimido.

Afortunadamente uno tiene amigos, y Samuel me recordó que mi mujer tiene razón: “Las ecuaciones de salarios son tozudas y siempre muestran coeficientes grandes, positivos y significativos en esas variables. Las tasas de paro son fuertemente decrecientes con la educación. Por supuesto, el porcentaje de varianza que explican es mucho menor de lo que debería, pero no es despreciable.” Le dejaré a Samuel que se lo explique con su habitual elegancia didáctica cuando tenga un rato, pero ya les anticipo que es verdad y me tranquilizó algo.

Pero la parte pesimista de mi naturaleza siguió incordiando y me recordó un estudio que muestra que la corrupción es contagiosa. Ese estudio, de Carrell, West y Malmstron muestra el efecto en terceros de las trampas estudiantiles en las academias militares americanas. Y esto me llevó a la reflexión con la que cerraré esta entrada. Pero antes, déjenme que les explique el estudio.

Los datos del estudio provienen de 4900 encuestas enviadas a una muestra aleatoria de los graduados de las tres academias militares americanas (tierra, mar y aire) entre 1986 y 2005, a la que contestaron 2600 (un 42%). En estas academias estudian unos 4200 estudiantes al año, alrededor de un 13% de los que solicitan entrar en ellas. Los estudiantes reciben una beca completa para los estudios y su mantenimiento, que pagan sirviendo al menos cinco años como oficiales en las fuerzas armadas después de su graduación. Es importante hacer notar que las academias militares tienen un código de honor muy estricto que cubre las actividades académicas y este código se toma muy en serio. La instrucción incluye clases sobre el honor, el comportamiento honorable y el propio código. Las violaciones del código se investigan por un comité de cadetes (alféreces), una junta de cadetes estudia los resultados del comité y propone los castigos, que pueden incluir la expulsión de la academia.

En la encuesta se preguntaba a los graduados sobre sus actividades y actitudes con respecto al código de honor, durante sus estudios en la academia así como en la secundaria. Hay varios problemas con unos resultados sobre comportamiento inadecuado obtenidos de una encuesta. El más obvio es que resulta probable que algunos individuos que han hecho trampas no digan la verdad en la encuesta (quizá también al revés, aunque parece menos probable). Para descartar que esto afecte a los resultados los investigadores comprobaron que las tendencias estadísticas de los datos de la encuesta sobre corrupción son iguales a los de datos de casos que llegan a las comisiones de honor (formalmente, las dos series están. cointegradas). Asimismo los que responden pueden no ser representativos. En este caso, por ejemplo, parece que los mejores alumnos están sobrerrepresentados. Los autores hacen un test reduciendo la ponderación de estos estudiantes y el efecto es incluso algo mayor. Finalmente como las encuestas son sobre actos pasados, puede que los que responden tengan una visión “rosácea” del pasado. Este problema se puede controlar observando si los resultados dependen de la distancia en el pasado sobre la que se responde, y parece que no es así.

El efecto de contagio social siempre es complicado de estudiar porque convergen varios problemas. El primero es que una persona se contagia de otra, pero su comportamiento puede a su vez reforzar o aumentar el efecto del contagiado (esto se llama a veces el problema de “reflexión” de Manski). Este problema se puede controlar mirando primero el efecto de alguna variable de contagio exógena, en concreto, el hecho de que alguien hiciera trampas en la secundaria. El otro problema importante es que “Dios los cría y ellos se juntan” así que podemos no saber si alguien hace trampas porque tiene malas compañías o eligió las compañías porque tenía propensión a las trampas.

Los resultados se pueden ver en la tabla que sigue. Para distintas especificaciones (las columnas 2 a 5 son las que controlan la endogeneidad) en la segunda fila el efecto de tener un “tramposo” adicional en los otros estudiantes. El resultado, que es bastante consistente entre especificaciones nos dice el efecto directo de esa persona. Pero lógicamente es posible que una vez introducido el “virus” haya un efecto multiplicador. Si cada nuevo tramposo “infecta” aproximadamente a 0,6 personas como sugiera la estimación, y la población es grande se puede llegar a 1/(1-0.6), o sea alrededor de 2,5 personas. Vaya, que los corruptos pueden llegar a tener un efecto externo mucho mayor de lo que su maldad original sugiere.

cheating

Ya sé que todo esto es un poco traído por los pelos, y la aplicabilidad de unos resultados de cadetes americanos sobre nuestra corrupción es como mínimo dudoso. Pero solo por un momento imaginen que algo de esto hay, aunque sea cualitativamente. Entonces entenderán mi preocupación por un fenómeno que ha venido acompañando al proceso de Bolonia. Uno de los pilares de este sistema es dar mayor peso a la “evaluación continua” y al “trabajo de fin de grado”.

En algunos casos los sistemas de evaluación continua dependen de trabajos en casa donde el control de la autoría es complicado. Pero incluso cuando la evaluación se hace en clase hay muchas más posibilidades de hacer trampas cuando hay muchas pruebas. El grado de control simplemente no puede ser tan exhaustivo como cuando hay un único examen al cuatrimestre y se pueden extremar las precauciones. Me consta que hay muchos profesores preocupados y algunas universidades están comenzando a pulir sus propios “códigos de buenas prácticas”. Esto está muy bien, pero dadas las externalidades negativas que el mal comportamiento ocasiona, y la dificultad de localizar a los tramposos, tendremos que ser muy serios y castigar de manera fulminante a los que encontremos. Sería bien triste que cuando mi hijo le diga al suyo que tiene que estudiar para sacar buenas notas este le conteste: “venga, papá, en serio….”.