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En busca del buen personal docente E investigador

Como el curso esta a punto de empezar (en mi universidad, el lunes que viene), quizá sea un buen momento para comentar un interesante artículo de Aurora García-Gallego, Nikolaos Georgantzis, Joan Martin-Montaner y Teodosio Perez Amaral que acabo de recibir. En él se habla de la relación observada en una universidad española entre la investigación de sus profesores y la satisfacción docente que producen. A grandes rasgos, lo que encuentra el artículo es que los malos investigadores son percibidos como malos docentes. Y, hasta cierto punto, los buenos investigadores producen más y mejor docencia. Creo que es un buen comienzo para un debate que debemos afrontar basándonos sobre todo en la evidencia.

Digo esto porque cuando hemos hablado de la calidad en nuestra universidad algún comentarista nos ha dicho que solamente nos fijamos en la calidad investigadora, o que nuestro sistema de oposiciones solamente premia la investigación, y como consecuencia no se presta atención a la docencia que se resiente por este descuido. Para reforzar esa afirmación se nos dice que uno o muchos profesores conocidos son buenos investigadores pero pésimos docentes.

Mi reacción a esas afirmaciones siempre ha sido de escepticismo. Las mejores universidades del mundo, aquéllas a las que los estudiantes más brillantes se pelean y hacen grandes sacrificios por ir, son sin excepción universidades en las que los profesores tienen perfiles investigadores impresionantes. ¿Tanto se están equivocando estos estudiantes? Pero no divulgué mucho mi escepticismo porque me doy cuenta de que es una cuestión importante y hace falta tener más datos para contestar. El artículo de hoy es un buen primer paso para hacerlo.

Los datos se refieren a 604 profesores de una universidad española entre los años 2002-06, y comprenden 69 variables académicas: 23 índices docentes, 32 de investigación y 14 sobre gestión. Los profesores pertenecían a 25 departamentos de todas las disciplinas: humanidades; ciencias sociales, biomédicas y naturales; e ingeniería. En el artículo la investigación se mide, entre otros, por un índice elaborado por la universidad para cada profesor, que cuenta los artículos publicados en revistas con comité de selección y libros con ISBN. Como cualquier índice de investigación hay muchos profesores con poca investigación y muy pocos con una gran cantidad, de manera que el rango está entre 0 y 247, la media es de 21,6 y la desviación típica es de 23. La efectividad docente se mide por las evaluaciones docentes del profesor, en un índice que va de 0 a 9, con una media cercana a 5. La cantidad de docencia es el número de cursos que enseña cada profesor. Hay también un indicador que señala los cargos docentes “pesados” y “ligeros” que cada profesor desempeñó.

Los autores estiman un modelo de panel con efectos aleatorios por mínimos cuadrados generalizados, en el que se intenta explicar la calidad docente por el resto de variables (investigación, cantidad de docencia, gestión) y se permite que el efecto de la calidad investigadora y la cantidad de docencia sean no lineales. Los resultados se pueden ver en la siguiente tabla.

El resultado de mayor interés, desde mi punto de vista, es que los mejores investigadores tienen mejores evaluaciones docentes, pero la mejora de las evaluaciones con la calidad investigadora solamente llega hasta un valor del índice de investigación igual a 57,55, a partir del cual esta relación se invierte. Es decir, los malos investigadores son percibidos como peores docentes, y al revés, pero sólo hasta cierto punto.

A mí me cuesta darle una interpretación causal al resultado (el estudio es cuidadoso y los autores tampoco toman una posición en este asunto). Es difícil demostrar sólo con estos datos que la buena investigación da lugar a una mejor docencia. Es probable que haya alguna sinergia, ya que es imposible enseñar algo que no se conoce, y al menos en principio los conocimientos deben estar en la frontera del conocimiento. Pero me parece al menos tan plausible una interpretación según la cual los buenos investigadores son más inteligentes o esforzados que la media, y estos factores dan lugar al mismo tiempo a una buena docencia y a una buena investigación.

Cuál de las dos interpretaciones sea la correcta tiene importancia para algunas implicaciones de política, pero no para otras. Desde el punto de vista de la selección del profesorado con la que empezamos el artículo, por ejemplo, el énfasis en la investigación quizá no sea dañino si la calidad docente va en la misma dirección, sea por el motivo que sea.

Pero esto no es cierto de manera universal. Imaginemos que ya tenemos a los profesores más inteligentes del mundo en la universidad. Ahora se trata de que hagan un buen trabajo en todas las tareas. Para ello es natural dotarlos de incentivos. Si la buena investigación es la que causa la buena docencia, entonces no hay peligro en incentivar solamente la investigación. Pero si la asociación empírica que hemos encontrado no es causal, sino solamente refleja que la gente inteligente es más productiva en todas las dimensiones, el problema es más complejo.

Porque un sistema de incentivos demasiado sesgado puede hacer que el buen investigador no preste suficiente atención a la docencia y ésta se resienta. Aún así ese profesor inteligente puede generar más satisfacción que el incapaz en todas las dimensiones. Usain Bolt nos ganaría a la mayor parte de nosotros en los 100 metros aunque solamente se entrenara para los 200, pero esto no quiere decir que deba entrenar sólo para la distancia más larga si quiere ganar en las dos.

Otro motivo para tomar con precaución los resultados es que como ya he comentado alguna vez, las encuestas docentes son una medida imperfecta de calidad, y me gustaría que se utilizaran otras para estar seguro del resultado. No es que quiera escurrir el bulto con tantas precauciones (alguno pensará “como siempre con Cabrales”), simplemente me parece un problema importante y creo que será fructífero seguir debatiendo sobre el mismo. Va ser un curso intenso para todos, así que valor, esfuerzo y que la suerte nos acompañe.