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El valor añadido de los directores de escuela

Este viernes pasado se celebró en FEDEA un workshop sobre educación, en el que discutimos artículos que se convertirán en capítulos de una monografía (siguiendo la estela de ésta, ésta o ésta). Ya hablaremos de la monografía cuando llegue el momento, pero el artículo que presentó Eric Hanushek no estará incluido y vale la pena comentarlo ahora porque toca un asunto crucial del que hemos hablado poco: la importancia de los directores de escuela.

Algo de lo que sí que hemos hablado es de la relevancia de la autonomía de los centros. Pero esta autonomía la debe gestionar alguien. Y el estudio de las organizaciones, tanto teórico como empírico, sugiere que la selección de los gestores será crucial para el rendimiento de las mismas. Lo sorprendente es que pocos de estos estudios se refieren al impacto de los directores de escuela. El propio Hanushek, que se ha pasado tanto tiempo hablando de la importancia de los profesores, nos reconoció que no había pensado en este problema hasta hace poco y le ha llamado la atención la magnitud del impacto que tiene un buen director y que se refleja en el estudio que nos presentó.

Como explican Hanushek y sus coautores (Branch y Rivkin), la dificultad de conocer el impacto de cualquier directivo en los resultados de una organización es separar su impacto del de otros factores que la llevan a tener buenos resultados. Por esto utilizan un par de técnicas diferentes para tener más seguridad sobre los resultados y unos datos de gran calidad.

Se trata de una serie de paneles de datos en los que pueden seguir a directores, profesores y estudiantes en todas las escuelas públicas de Texas, y que contienen los resultados de estudiantes en exámenes estandarizados anuales, algunas características de los estudiantes e información de profesores y estudiantes. Para que se hagan una idea de la magnitud del estudio, se observan a 7420 directores durante los seis años de 1995 a 2001 (y aproximadamente dentro de un año tendrán una versión del artículo con información hasta el 2012). De los profesores y los directores se saben la raza, el sexo, la experiencia, estudios, salario, la asignatura que enseñan y el tamaño de su clase. La información sobre los estudiantes indica su raza, sexo y si tienen beca de comedor, un indicador de renta muy usado en los estudios americanos. Además para cada estudiante se conocen las notas en exámenes estandarizados en matemáticas y lengua para cada año entre el curso tercero y el octavo, y quiénes fueron sus profesores.

Una primera observación descriptiva de los datos es que los directores cambian frecuentemente. En la tabla que sigue las columnas indican la proporción de directores que llevan solamente un año y los que llevan seis o más. Las filas distinguen entre el cuartil superior e inferior tanto de renta (proporción de alumnos con beca de comedor) como de resultados en matemáticas. Entre un quinto y un sexto de las escuelas tienen directores nuevos y solamente un tercio tienen directores con seis años o más en la escuela. Además, los directores en escuelas con mejores resultados y menos alumnos con becas de comedor tienen una menor tasa de rotación.

Como ya dijimos anteriormente el desafío principal es distinguir el efecto de los directores frente al de otros factores no observables que afectan a la escuela. El primer tipo de análisis es una regresión del rendimiento del estudiante en su rendimiento pasado, más otros factores observables y la identidad del director. El efecto, como se puede ver en esta tabla es realmente grande. En un solo año cambiar un director en una escuela por uno que sea una desviación estándar mejor, mejora el rendimiento en 0.2 desviaciones estándar en media (es decir, sustituir un director del cuartil inferior con uno de la media, ¡mejora los resultados un 8 por ciento al año!). Otra forma de ver la importancia de este número es que es del orden de magnitud del efecto de un profesor en una clase. Pero mientras que el profesor afecta a un grupo, ¡el director afecta a toda la escuela! El impacto es algo menor en las escuelas del cuartil con más estudiantes con becas de comedor (0.16), y algo superior (0.26) en el cuartil con menos estudiantes necesitados.

Este efecto puede estar sobrestimado porque, por ejemplo, se envíe a los mejores directores a las escuelas con mejores estudiantes (en dimensiones no capturadas con las variables observables). Una manera de eliminar este efecto es hacer una regresión del resultado de los estudiantes explicada por las variables observables más un efecto fijo (una constante distinta) para cada escuela y un efecto fijo para cada director. Esto elimina el problema anteriormente mencionado y será correcto en la medida en que el cambio de director no esté correlacionado con un cambio en la calidad de estudiantes. Los efectos son menores en este caso como se puede ver en la tabla siguiente, que tiene la misma estructura que la anterior y compara los estimadores con efectos fijos de escuela (tercera columna) y sin ellos (segunda columna). Pero siguen siendo muy grandes, teniendo en cuenta que el orden de magnitud de los efectos de un buen profesor son del orden de 0.2 desviaciones estándar (ver aquí) pero mientras que un profesor afecta a su clase, el efecto de un director es ¡para toda la escuela!

La pregunta del millón, claro está, es qué hace un director más efectivo. La conjetura más razonable, dado lo que sabemos de otros tipos de organización es que toman decisiones de personal más adecuadas. Aunque los datos no son perfectos para contestar la pregunta, el artículo estudia si la tasa de rotación de profesores en escuelas con peores resultados se reduce en escuelas con mejores directores. La siguiente tabla muestra que esto es así, aunque solamente es significativo para el cuartil de más elevada calidad de directores.

Como se suele decir, y nunca mejor que en este caso, hace falta más investigación (y como les decía los autores están comprometidos a realizar un estudio con el triple de datos en un año), pero este primer paso nos da una llamada de atención muy poderosa. Es imperioso que nuestros directores de escuela sean autónomos en sus decisiones, pero también que haya un control de calidad exhaustivo para que solamente los mejores permanezcan en sus puestos. El impacto acumulativo que suponen incluso las estimaciones más bajas de Hanushek y sus coautores sugieren que la decisión no se puede dejar al azar. También sugiere que es muy mala idea que los directores de escuela (o los rectores de universidad) sean elegidos por los mismos profesores, especialmente si la razón por la que los directores son útiles es que pueden librar a las escuelas de los profesores menos efectivos.