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El miedo del delantero ante el penalti

No, no he confundido el título de la novela de Peter Handke (o la película de Wim Wenders). Son ellos los que se confundieron. Piénsenlo bien, tres cuartas partes de los penaltis que se tiran se convierten en goles. Un portero que para un penalti es un héroe de dimensiones cósmicas. Los abrazos y elogios a Iker Casillas después de parar el penalti a Paraguay son una expresión reciente del fenómeno. No, el que está realmente aterrorizado es el delantero. Y como veremos esto tiene consecuencias, que además me parece se pueden extrapolar a otros ámbitos de la vida.

Comienzo retomando el hilo de la discusión de la semana pasada sobre las preocupaciones por la carrera de los futbolistas en un evento de esta magnitud. Con una cita del (ex?)-seleccionador brasileño Dunga (aquí) que me pasó Facundo Albornoz: “Sabíamos que si tenés 90 minutos malos te volvés. El Mundial es la oportunidad para muchos de cambiar la historia profesional y eso genera un nerviosismo lógico”. Pues eso, imagínense jugando delante de casi cien mil personas allí mismo y algunos centenares de millones en todo el mundo. Tu vida entera puede quedar marcada por un acierto o un error inmediato. ¿Quién no sentiría la necesidad imperiosa de salir corriendo en dirección opuesta al balón? Y en tales circunstancias es natural que fallen la concentración, los reflejos o el generador de números aleatorios que hace que unas veces tiremos a la izquierda y otras a la derecha para no ser demasiado predecibles.

Esto es justamente lo que encuentran José Apesteguia e Ignacio Palacios-Huerta en un artículo reciente que está por aparecer en la American Economic Review. El campeonato del mundo, al igual que muchos otros torneos eliminatorios, después de una primera fase de liguilla se decide en partidos singulares entre los últimos participantes. Si el partido llega al final empatado, se añade un tiempo de prórroga. Si la prórroga acaba empatada, entonces el partido se decide por penaltis. Lo interesante del asunto es que el equipo que tira primero se decide de manera aleatoria. El árbitro lanza una moneda al aire y el equipo que gana lanza el primer penalti. Por tanto, se trata de un experimento aleatorio perfecto. Si recogemos todas las observaciones de lanzamientos de penaltis en finales, y hay una diferencia estadística significativa a favor o en contra del equipo que tira primero, la causa se puede atribuir sin lugar a dudas al hecho de que lanzó primero.

Y, como quizá esperaban, la diferencia es a favor del equipo que lanzó primero. El equipo que comenzó a tirar marcó el 75.6% de los penaltis que lanzó y el que tiró segundo marcó nada más que el 68.6%. Cuando se falla un penalti puede ser porque el portero parara, o porque el lanzador falló. En este caso entre el equipo que tiraba primero y segundo la diferencia en porcentaje de tiros parados por el portero es muy pequeña (del 17.1% al 16.8%). En cambio la diferencia de tiros fallados (definidos como aquellos que van a los palos o salen de la portería) es del 7.3% al 14.6%, exactamente el doble de fallos. Además, el análisis estadístico de los autores sugiere que la diferencia de errores viene fundamentalmente de momentos en los que el segundo equipo va por detrás en el marcador. Es decir, si el primer jugador falla o le paran el balón, el porcentaje de errores del segundo no es superior a la media.

Hasta que no se hagan análisis biométricos de los deportistas y otras pruebas complementarias no podemos tener una seguridad completa de cuál es la causa última para este resultado. Pero de momento la hipótesis más razonable para explicar el fenómeno es que incluso deportistas de alto nivel competitivo, que se enfrentan cotidianamente a situaciones de alta presión cometen más errores de lo habitual en circunstancias extremas.

¿Y qué se puede hacer? Una posibilidad es dedicarnos a la ciencia de los penaltis. En un penalti la pelota viaja hacia la portería más deprisa de lo que un ser humano tiene para reaccionar. Por tanto, no cabe esperar a ver donde tira el jugador para que el portero decida a qué lado se lanza. Y esto hace del penalti lo que los teóricos de juegos llamamos un juego simultáneo entre portero y lanzador. Además es un juego de suma cero con un equilibrio en estrategias mixtas. Para entendernos, si un jugador tira siempre hacia la izquierda ya sabes adonde te tienes que tirar como portero. Y si un portero se tira siempre al mismo lado, el delantero ya sabe dónde lanzar para marcar. En un artículo anterior publicado en Econometrica, Ignacio Palacios y Oscar Volij ya habían investigado sobre los penaltis. Y habían averiguado que, por lo general, los jugadores profesionales son extremadamente hábiles evitando ser adivinados. Pero esto no es una ciencia absolutamente exacta y por tanto hay margen para mejorar. Luis Garicano me ha hecho ver que el Financial Times se hace eco de algunos consejos de Ignacio sobre penalties (y aquí otra referencia mediática al trabajo de Ignacio y compañía que me envía Facundo Albornoz). Y no me sorprendería que por una tarifa adecuadamente alta nuestro experto (u otros) estén dispuestos a asesorar a cualquier equipo o selección.

Esta es mi conclusión sobre este asunto, como en tantos otros. No hay problema, que no pueda ser aliviado (si no resuelto) si dedicamos recursos suficientes a la investigación científica y el desarrollo técnico. Ni siquiera el miedo del delantero frente al penalti. De ahí mi frustración por la falta de sensibilidad ante la ciencia que demuestra nuestro país.