El mercado nos hace parecer malos

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Los economistas no tenemos buena prensa. Una razón para ello puede ser que cuando los políticos se empeñan en decir que “España va bien”, que hay brotes verdes, o que España no tiene un problema con las pensiones, los que decimos que esto no es así nos convertimos unos agoreros malvados. Pero hay más motivos para la reputación de la “ciencia lúgubre”. Nuestros modelos y libros de texto han estado poblado hasta hace poco de gente egoísta, y es razonable pensar que esto era porque el ladrón cree que todos son de su condición. Hoy les mostraré que ni los modelos son ya así, ni los libros de texto lo van a ser. Pero curiosamente también les diré que a veces no importa: el mercado nos hace parecer malos, tanto a los que evidentemente lo somos, como a los que no lo son.

Como les decía, los modelos ya no son así hace tiempo. La razón es que la evidencia experimental y de campo, alguna de la cual les voy a describir en breve, se ha ido acumulando en contra de un modelo en el que los agentes son exclusivamente egoístas. Y como consecuencia algunos libros de texto (como éste ) lo han ido incorporando. Se me puede decir que son libros de texto especializados, que no estudian todos los economistas, y que los textos introductorios ignoran este asunto, o como máximo refieren a ello de manera tangencial. Pero hasta eso está a punto de cambiar. El proyecto Core Economics para renovar el currículo de economía (ya ha tenido un cierto impacto en los medios ) introducirá las motivaciones no egoístas desde el principio.

Una de las evidencias más claras que han motivado a los economistas a estudiar estos problemas en profundidad viene de un juego de negociación muy simplificado, conocido como el Juego del Ultimatum . En él hay dos participantes, uno que hace una propuesta y otro que responde. El que propone tiene una dotación inicial, por ejemplo de 10 dólares, y ofrece una división de esta cantidad al otro. Por ejemplo: “x para mí, 10-x para ti”. Después de observar la oferta, el que responde, acepta o rechaza la propuesta. Si la oferta es rechazada, ninguno de los individuos recibe nada. Por el contrario, si la oferta es aceptada, se realiza la división y cada participante se lleva a casa su cantidad.

Un jugador debe aceptar cualquier oferta si es egoísta. La razón es que algo, no importa cuán pequeña sea la oferta, siempre es mejor que nada. En un mundo de egoístas racionales, los que proponen podrían anticipar que el otro aceptará cualquier oferta y, por tanto, ofrecería la cantidad mínima posible. Pero, como se pueden imaginar esta predicción no coincide con los datos experimentales.

Los gráficos (amablemente proporcionados por Daniel Hojman, quien escribe el capítulo 4 de Core Economics) muestran los resultados experimentales para una población de estudiantes universitarios chilenos.

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Los participantes en el experimento eran estudiantes de grado de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Chile , durante 2012-2014. La cantidad a dividir era el equivalente de 10 dólares. Los resultados son cualitativamente similares a los obtenidos en poblaciones de estudiantes en otras universidades americanas y europeas.

La principal observación experimental es que la mayoría de las personas no aceptan ofertas que son demasiado bajas. En esta población, la oferta mínima aceptable promedio es del 34 por ciento del total, tres cuartas partes de los sujetos sólo aceptan ofertas que son 30-70 o mejor. Pero los resultados también muestran una heterogeneidad significativa en la población, lo que es importante para algo que contaré después sobre los mercados: una minoría de los estudiantes están dispuestos a aceptar ofertas por debajo del 20 por ciento de la cantidad total. Por otro lado el individuo modal no sólo exige una oferta relativamente alta, sino que exige una división igualitaria.

Esta evidencia es difícil de conciliar con que las personas se preocupen exclusivamente de la maximización de los resultados materiales. Es consistente en cambio con personas con diferentes tipos de motivaciones sociales. Por ejemplo, el rechazo de una oferta baja puede ser un signo de reciprocidad negativa: un individuo que considere una oferta como abusiva podría estar dispuesto a sacrificar bienestar material para castigar al que propone. La aversión a la desigualdad es compatible con normas de igualdad de división que parecen estar arraigada en muchas sociedades humanas. Y como consecuencia las ofertas que hacen los que proponen son también bastante equitativas aunque de nuevo con alguna variabilidad, como se observa en el siguiente gráfico.

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Hemos mencionado que las preferencias sociales pueden explicar un comportamiento en los juegos de ultimátum que se aparta de lo que haría individuo egoísta. Pero, como suele suceder, las cosas son más complicadas. Compare las ofertas de la figura anterior con los que podemos ver en la siguiente:

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Los círculos representan las ofertas medias en experimentos como el descrito hasta ahora en esta entrada. Las cruces, el comportamiento en experimentos con un protocolo similar, pero donde hay dos participantes que proponen y sólo uno que responde respuesta, y pueden tomar cualquiera de las dos ofertas (y el oferente cuya oferta no es aceptada se queda sin nada). Los triángulos y los cuadrados representan situaciones con sólo una propuesta y tres (triángulos) o cinco (cuadrados) personas que pueden aceptarla, y basta una que acepte para que esa propuesta tenga efecto (si varios aceptan solamente uno de ellos escogido al azar se lleva la cantidad correspondiente, y el resto no recibe nada). Está claro que la competencia hace que las observaciones estén más cerca de las que se obtendrían si el mundo estuviera compuesto sólo de egoístas. Una posibilidad para explicar esta observación es que la competencia (y, por extensión, los mercados) cambian las preferencias de la gente (algunos dirían que nos corrompen).

Pero otra explicación alternativa utiliza la observación de que, como los otros experimentos muestran claramente, las preferencias de las personas son muy diversas para empezar. A algunos les gustaría que el mercado o el resultado contractual fuera el “justo” precio/contrato, y estarían dispuestos a evitar que la parte infractora que ofrece un precio/contrato “injusto” se beneficiara de él. Pero otros no son tan exigentes, y están dispuestos a tomar la oferta “injusta” (desde el punto de vista de los otros). Lo que significa que, al final, el resultado será “injusto” y el sacrificio de la persona con preferencias pro-sociales habría sido inútil. Y una cosa es ser pro-social, y otra distinta es ser tonto, así que igual ellos mismos aceptan la oferta para no quedarse fuera de juego.

Esto es importante porque cuando se estudian predominantemente interacciones competitivas de mercado, como hacen la mayor parte de los textos de economía, no es un grave error hacerlo “como si” las personas fueran egoístas. Pero esto no significa necesariamente que lo sean, y aunque en ese capítulo no se produzcan errores, sí que lo harán en otros entornos en los que la gente tenga más capacidad de conseguir que sus preferencias tengan consecuencias. Y es importante que al menos los futuros estudiantes de economía lo tengan en cuenta.

Hay 18 comentarios
  • Muchas gracias por la entrada!
    Con Behavioral Economics siempre me queda la duda de si es buena para las decisiones pequeñas pero (más) irrelevante con decisiones más grandes. Siguiendo el ejemplo del ultimatum game, imagino que la recompensa es pequeña, con lo cual "castigar" al que hace una mala propuesta no tiene mucho coste. Si el juego fuera con 100,000 euros no estoy seguro que los que tienen que decidir sobre una división 1-99 rechazaran (y que los que proponen sean conscientes de ello). Es cierto que el 1-99 tampoco es completamente racional, pero se aproxima bastante. Es decir, a veces me da la impresión que el comportamiento tiende al modelo racional con la importancia de la decisión.
    Si esto es así, la pregunta entonces es si tomamos muchas decisiones no muy importantes (siendo poco racionales) como para que entenderlas sea realmente importante.

    (Esto no es una critica a Behavioral Economics, puesto que creo que es sumamente interesante, es más bien una pregunta sobre como entender sus resultados)

    • Gracias a ti. Se han hecho experimentos en los que cantidad a repartir se correspondían a dos meses de sueldo y aún así los rechazos eran parecidos. Por otro lado piensa que a medida que se tiene más riqueza el valor marginal de la misma es más pequeño. No estoy seguro de que rechazar 10 dólares para un estudiante sea mucho más fácil que rechazar 1 millón para Bill Gates.

      • Creo que no esta planteando ofrecerle 1 millon de dolares a Gates,
        Sino que posiblemente no sea la misma respuesta si a una persona de la calle le ofrecen 10 dolares de un total de 100; que si le ofrecen 100.000 dolares de un total de 1.000.000.

        Si son cantidades despreciables no solo valoramos lo justo del reparto, sino que aplicamos si merece la pena aceptar esas condiciones por esa cantidad.

        Cuando se nos cae 1 céntimo al suelo no hacemos lo mismo que si se nos cae un billete de 500 euros. (al parecer el hombre racional debería comportarse igual en ambos casos)

  • Buen articulo Antonio,
    Me recuerda mucho al argumento del libro "Is behavioral Economics Doomed?".
    Sin embargo creo que el termino "egoista" esta mal usado aqui. Seria mas acertado decir que los individuos que rechazan ofertas positivas son "vengativos" (spiteful).
    De hecho se puede rechazar una oferta positiva y ser egoista. Lo que es peor, no se podria rechazar una oferta positiva si se fuera muy "altruista", dado que no solo reduzco mi pago, sino el pago del otro jugador.
    Se que es solo retorica, pero hay muchas formas de ser "irracional" y no solo dejando de ser egoista...
    Un saludo

    • Tienes razon. Igual todo esto no es mas que un esfuerzo en redefinir el altruismo y el egoismo. Yo mas que vengativo lo llamaria envidioso, pero eso sigue siendo nominalismo. En todo caso espero que quede claro el tipo de comportamiento que se describe.

      • Lo de vengativo o envidioso no se puede distinguir aqui porque la cantidad total es fija. Esto es, por cada euro que se queda el oferente es un euro menos que se queda el receptor. Entonces no se puede distinguir si el rechazo viene porque el oferente se queda con muchos euros (envidioso) o si es porque el receptor se queda con pocos euros (vengativo).
        Un juego similar pero con la cantidad total repartida dependiera de la cantidad ofrecida nos permitiria distinguir estas dos motivaciones.
        Por ejemplo yo elijo una cantidad x entre 0 y 10, que es la cantidad que me quedo, pero tu no te llevas (10-x), sino que te llevas 1.5*(10-x), de esta manera la cantidad total repartida varia entre 10 (x=10) y 15 (x=0).

  • Antes de empezar a estudiar economía participé en este juego en clase. El resultado fue que se rechazaron muchas ofertas. Esto me sorprendió y expliqué a la clase por qué estaban siendo irracionales (ojo, yo en aquel entonces no tenía ni idea de economía ni de agentes racionales ni de nada, hablaba con naturalidad). Eran 5 euros a repartir. Les dije que la pregunta que les estaban haciendo era si querían dinero o no. Que aunque fueran 50 céntimos lo lógico era cogerlos. El resultado al volver a hacer el experimento inmediatamente después fue que empezaron a aparecer bastantes más Síes. De hecho esa vez me tocó a mí hacer la oferta y propuse 4 para mí, uno para el otro, creyendo haber convencido a mi compañero, y la aceptó. Su propuesta de la anterior ronda había sido más justa que la mía (no sé si 50-50 ó 60-40 a su favor).

    Al margen de las anécdotas, quiero señalar que en el mercado los individuos/empresas que más dinero mueven están muy seleccionados, y bien podría (debe) ser un sesgo hacia el comportamiento "racional". Esa sería otra razón por la que son útiles estos modelos.

    • La última observación es interesante, Manuel Bagüés tiene una entrada reciente sobre el efecto de la selección en el mundo financiero, que hace que las mujeres que llegan arriba se comportan de manera más arriesgada de la media entre las mujeres. Y desde luego el sesgo de selección en las élites debe ser grande. Sobre convencer a los compañeros, no me sorprende demasiado, las normas de reciprocidad son muy dependientes de la cultura como muestra este interesantísimo artículo, por lo que es posible cambiar el "marco" cultural como hiciste tú.

      • Gracias Antonio, te lo curras. La verdad es que está muy bien la entrada de Manuel Bagüés. Me interesan muchísimo todos esos sesgos, en principio involuntarios, que están por todas partes. El funcionario español parece que debe ser capaz de dedicar mucho, mucho tiempo a memorizar, con lo que ello implique (que no sé qué es). En los partidos, tendrá que primar la lealtad al jefe. En la Universidad, al menos aquí, quienes han aceptado poner lo que el profesor quiere leer, aunque tengan otra opinión. La lista podría seguir indefinidamente y de ello dependerá mucho el comportamiento de las organizaciones.
        Respecto al artículo del marco, lo leeré este fin de semana a más tardar.

  • Existen pruebas convincentes que las elecciones individuales no se hacen ignorando a los demás. Las decisiones económicas son parte de un entorno social que están alejadas de un puro análisis coste-beneficio. Muchas elecciones no admiten intercambios (trade-off) (preferencia lexicográfica). Los efectos dotación, el descuento hiperbólico, aversión a la perdida, el efecto marco , etc, son importantes para saber como tomamos decisiones, que son completamente raciones, pero no en el sentido que nos señala la teoría económica neoclásica. Por ejemplo las perdidas pesan más que las ganancias en las decisiones, pero se prefiere arriesgar mucho más cuando una perdida segura se compara con una perdida contingente mayor, en ese momento se busca el riesgo (teoría de la perspectivas).

  • Otro tema muy interesante y que es otro de los supuestos en los que se basa la economía que se enseña en las clases es el del ser racional. El homo economicus que calcula fríamente las alternativas y opciones disponibles para elegir siempre la mejor opción. En este sentido recomiendo el libro de "Thinking, Fast and Slow" de Daniel Kahneman.

    Y por cierto si los economistas tienen mala fama es porque el público general confunde las decisiones políticas con decisiones económicas. Y bueno, todos sabemos de que se suele hablar en la TV...

  • Algo que me hace tener la mosca detrás de la oreja cuando oigo algo de los experimentos de la psicoeconomía es que son eso: juegos. Dan resultados muy espectaculares pero son juegos. No olvidemos que no son reales, insisto. Los hombres distinguimos enormemente entre juegos y realidad.
    Es como si para hacer teoría económica me baso en el comportamiento observado en los Sims -creo que se llama así a esa realidad virtual, o sea, falsa - y llego a concluciones disparatadas que jamás se aplicarían en la realidad.
    En general prefiero casos reales aunque no sean tan meridianamente claros - o sea, la Historia - a experimentos con moneda que no vale nada o con riesgos que no arriesgan nada o con esfuerzos sin sudores.
    Solo es una puntualización a modo de advertencia.

  • "Why more is less" de Barry Schwartz es un libro que plantea problemas similares relacionados con la teoría de la decisión.

  • Las objeciones a la validez del juego del ultimátum basadas en que las cantidades que se manejan no son relevantes o en que los jugadores no están sometidos a situaciones de extrema necesidad incurren en un error, No entienden que la exclusión de esas situaciones extremas es deliberada pues lo que se pretende con el juego es medir actitudes y respuestas basales no condicionadas en exceso por factores ambientales. Por esto se explica que personas de condiciones sociales, edades, o lugares muy distintos tengan respuestas bastantes convergentes. Yo he realizado en clase el juego del ultimátum , con fines pedagógicos y de formas simulada , sin dinero, durante tres años con estudiantes de titulaciones tan diversas como Historia, Trabajo social, Fisioterapia o Agronomía y la media de no aceptación de las propuestas esta en 33%, muy parecida a la media del experimento cuando se realiza con dinero. Esta indistinción en los resultados del juego , haya dinero o simulación por medio, da pistas sobre la motivación primaria que se puede medir en este tipo de experimentos.

  • Muy interesante planteamiento. Me cuadra mucho con la idea que la naturaleza nos dota de instintos para adaptarnos a muy diferentes situaciones (juegos). Me parece muy racional, no creo que haya que confundir racional con individualista. Entendiendo racional como coherente con una lógica. Lógicas hay muchas y este racionamiento cuadra con una lógica biológica evolutiva coherente. El siguiente paso sería pensar que objetivos serían pues optimizados por que planteamientos (juegos) dada esa capacidad adaptativa.
    Un saludo.

  • En este juego repetido indefinidamente entre dos agentes racionales, egoístas e idénticos, ¿sería el equilibrio un contrato 99/1, pero en contra del ofertante?

  • Me temo que la lógica perder-perder que ejemplifican estos experimentos no es cosa de un juego que no se pueda extrapolar a situaciones reales. En las situaciones reales esta lógica aparece por doquier, y por sí sola alimenta la mayor parte de los ingresos de los abogados, además de haber causado todas las guerras de la historia.

    Actualmente, se nos aparece en la coyuntura mundial, bajo la forma de países que juegan a ser austeros para fastidiar al vecino, aun sabiendo (¿o no lo saben?) que esto los hundirá también a ellos. Así, el rencor y la envidia más irracionales afloran hoy en cierta opinión pública alemana, no minoritaria, que se indigna ante nuestros AVE, nuestras redes de autovías o nuestro nivel futbolístico, y encuentra en todo ello motivos inapelables para asfixiarnos bajo la losa de la austeridad.

    ¡Ah, cuánto mejor estaría el mundo si fuéramos más racionalmente egoístas, en lugar de dejarnos arrastrar por emociones ruines!

    Y es que la «ciencia lúgubre» no es la economía, sino la antropología.

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