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El futuro de nuestros inmigrantes: la educación

España ha recibido del orden de cinco millones de inmigrantes en alrededor de una década (del 1998 al 2008). Y hemos pasado de ser uno de los países con menos inmigrantes a uno de los países con más inmigrantes en Europa. Algunos de ellos se han marchado con la recesión, aunque no es fácil saber cuántos porque para el nuevo censo falta tiempo y el padrón contabiliza bien las entradas, pero menos bien las salidas (porque hay incentivos para apuntarse, los servicios públicos, pero no los hay para desapuntarse). En todo caso mi predicción es que una mayoría se van a quedar para siempre. Y por tanto, nos conviene pensar en las consecuencias del fenómeno y en la probable evolución futura de este colectivo. Para no hacer la entrada demasiado larga, me voy a ceñir a la educación (y así a lo mejor alguien se anima con el mercado de trabajo, por ejemplo).

Respecto a la situación actual en España, la mejor referencia reciente es un artículo de nuestros compañeros Natalia Zinovyeva, Florentino Felgueroso y Pablo Vázquez con los datos de PISA. Una conclusión fundamental del artículo es que si bien los inmigrantes tienen un peor resultado medio que los nativos, la diferencia se hace más pequeña una vez se controla el nivel socioeconómico de sus padres. Algo parecido encontramos Brindusa Anghel y yo con unos datos de la comunidad de Madrid, pero al ser nuestra muestra algo mayor y más reciente podemos constatar que estas diferencias de resultados académicos, controlando por nacionalidad, no son en absoluto homogéneas entre distintos grupos nacionales. Algunos de ellos tienen mejor nivel que españoles con padres del mismo nivel socioeconómico, y otros bastante peores. Los resultados que obtenemos Brindusa y yo sobre los distintos resultados de nacionalidades variadas no son exclusivos de Madrid. Glick y Hohmann-Marriott obtienen resultados parecidos para los Estados Unidos, incluso al nivel de las naciones afectadas.

Pero una pregunta importante es cómo van a evolucionar las siguientes generaciones de estos inmigrantes en España. El artículo de nuestros compañeros (Zinovyeva et al.) muestra que puede haber una tendencia positiva. Pero nuestra experiencia es muy corta, y los datos escasos, de modo que para tener una idea cabal conviene revisar la evidencia de países con más tradición de recibir inmigr. Un artículo de Algan, Dustmann, Glitz y Manning nos enseña de manera más clara lo que debemos esperar. En el artículo se analizan los resultados académicos (y laborales) de varios grupos de inmigrantes en Alemania, Francia y el Reino Unido. La tabla 2 muestra las diferencias medias (respecto a los nativos) en el número de años de educación que reciben inmigrantes de distintos grupos nacionales (controlando por año de nacimiento, región y año de observación). Por tanto un número negativo es malo (reciben menos años) y uno positivo bueno (reciben más años).

La heterogeneidad entre países para una generación y sexo dados no es muy significativa, dado que los datos no controlan por origen socioeconómico. Lo más importante es que hay una heterogeneidad muy sustancial entre países para las diferencias entre primera y segunda generación. Si nos fijamos en los hombres en Francia, por ejemplo, podemos ver que tanto magrebíes como los europeos del sur y turcos comienzan con sensibles diferencias negativas respecto a los franceses. Y mientras que los del sur de Europa acortan (sin anular) las diferencias negativas, los magrebíes las mantienen y los turcos, que comenzaron en la peor situación, son los únicos que anulan las diferencias con los franceses. En cambio, los africanos de primera generación tienen, y mantienen entre generaciones, una diferencia positiva notable, mientras que los europeos del norte no mantienen la diferencia positiva entre generaciones. Fenómenos similares ocurren en otros países, pero también hay sorpresas llamativas. Los turcos en Alemania se comportan de manera muy distinta a los turcos en Francia. Los ciudadanos de Bangladesh en el Reino Unido comienzan con una diferencia negativa muy grande, y pasan a una positiva, grande y significativa.

Si alguien piensa que las diferencias entre generaciones desaparecen una vez que se controla por el nivel socioeconómico de los padres, basta ver un estudio de
Marks
que muestra lo contrario con datos de PISA. Como se puede ver en su tabla 4, incluso con controles por nivel socioeconómico se mantienen diferencias muy serias entre generaciones que varían con los países. Una cuestión importante aquí es que las diferencias entre generaciones no son iguales si se habla en casa la lengua del país o no, pero no siempre de forma homogénea. Por ejemplo, los inmigrantes de Bélgica no mejoran su comportamiento en los exámenes de matemáticas si la lengua que se habla en casa es la del país, y sí mejoran cuando la lengua no es la del país. En el Reino Unido es justamente al revés.

Pero no solamente es diferente el comportamiento entre generaciones. La progresión dentro del sistema escolar de miembros de distintas nacionalidades es también muy distinta. En otro artículo de Dustmann, Frattini y Theodoropoulos en su figura 5 podemos ver en el eje vertical las diferencias (respecto a los nativos) de notas medias por nacionalidades y en el horizontal se varía la edad a la que se hace el examen (6/7, 10/11, 13/14 y 15/16). Es claro que efectivamente hay muchas diferencias en términos de esta progresión entre países.

La conclusión de toda esta evidencia es que no podemos dar por descontado que simplemente por el paso del tiempo y las generaciones los inmigrantes van a pasar a hacerlo mejor en la escuela. Como hemos visto, los ciudadanos de algunos países pueden mejorar, otros empeorar y otros no moverse en absoluto. Por el momento no sabemos muy bien de qué dependen estas diferencias, pero es importante averiguarlo y también cómo evitar que las que sean negativas permanezcan en el tiempo. Les recuerdo que ahora mismo los inmigrantes son más del 10% de nuestra población y además tienen una tasa reproductiva más elevada que los nativos, por lo cual incluso sin nuevos flujos migratorios sus hijos pueden ser una proporción aún mayor de nuestra población. Esto implica que su integración es un problema de primer orden para nuestro país al que se debe prestar una atención especial.