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El efecto de las horas de estudio en las notas universitarias

Creo que esta entrada es de las que me costará algún disgusto. Y es que vengo a decirles que un artículo científico ha demostrado que las horas de estudio de los universitarios hacen que sus resultados mejoren. Ya estoy escuchando a alguno decir: “¿Pero os pagan por averiguar estas perogrulladas? Pues quiero que el gobierno me devuelva el dinero público que se invirtió en eso”. Pero otros muchos pueden reaccionar como aquellos periodistas que me miraban incrédulos cuando les decía que dos tercios de la variación en la prueba C.D.I. (un examen estandarizado que hacen en Madrid los chicos de sexto de primaria y tercero de secundaria) no se puede explicar por variables observables, y que yo pensaba que esto que no observamos es sobre todo el talento y el esfuerzo de estudiantes y profesores.

Las dos reacciones son naturales, así que voy a explicarme un poco antes de entrar en detalle para no perder a estos críticos. A los que piensan que el estudio era innecesario, por obvio, quiero decirles que lo que parece obvio no siempre es cierto (¿cuántos milenios costó entender que la tierra no es plana, ni el centro del universo?) y sobre todo que incluso si estuviera fuera de toda duda lógica que el esfuerzo tiene resultados, el saber exactamente cuánto importa nos permite tomar decisiones (personales y de política pública) de manera mucho más informada. Tampoco es extraño que alguna gente se sorprenda cuando se afirma que el esfuerzo es muy importante en los resultados. Han oído decir tantas veces que el entorno socioeconómico es fundamental para explicarlo que han acabado pensando que es determinante. No se trata de decir que el entorno no es importante, porque esto sería también falso, sino de mostrar con más precisión lo que pesa cada factor.

Hay una explicación metodológica para comprender por qué mucha gente ha acabado convencida de la dominancia del entorno socioeconómico en los resultados académicos. Medir ese entorno, por ejemplo el nivel de educación de los padres, es mucho más fácil y preciso que saber cuánto estudia un chico. Y, además, con el entorno no tenemos ningún problema de causalidad inversa o variables omitidas: los buenos resultados de los hijos es difícil que causen el nivel educativo de los padres. Y sin embargo es perfectamente posible que un chico inteligente estudie muchas horas porque le gusta, y que los resultados se deban a que es inteligente, y no a las horas que le echa al asunto. Por esto el artículo que vamos a comentar esta semana resulta tan interesante, porque aprovecha un experimento natural y una encuesta particularmente rica para entresacar la respuesta metodológicamente robusta.

El artículo de Ralph y Todd Stinebrickner examina un experimento natural realizado en Berea, una pequeña universidad de Kentucky, consistente en que los alumnos eran asignados compañeros de habitación de manera completamente aleatoria si no habían solicitado a algún compañero previamente. La encuesta es el estudio de panel de Berea, que analiza de manera muy exhaustivo los hábitos y características de los estudiantes. La parte crucial para nosotros es un diario que realizaban los estudiantes para determinar cómo usaban su tiempo. El estudio se concentra en los 210 estudiantes de primer curso la cohorte del 2001 que vivían en una residencia del campus, que no solicitaron un compañero específico (y por tanto el que tenían se les asignó al azar) y que participaron voluntariamente (como alrededor del 85% de los estudiantes) en la encuesta.

La asignación aleatoria de compañeros de habitación nos permite resolver un problema serio que suele existir para comprender los efectos de emparejamientos entre estudiantes. Si dos malos estudiantes son amigos, es difícil saber si los malos resultados ocurren porque van juntos, o si las características que dan lugar a malos resultados (por ejemplo, un menor esfuerzo) es la razón por la que se hacen amigos.

El primer resultado compara las notas de aquellos estudiantes que fueron asignados al azar con un estudiante que trajo consola con las de otros estudiantes emparejados con alguien que no la trajo. El efecto es devastador. Haber recibido en la lotería un jugador baja la media de su compañero (el GPA, o Grade Point Average, que en América se calcula sobre 4 puntos transformando la nota A en un 4, la B en 3, la C en 2 y la D en 1) en 0.3 puntos. Teniendo en cuenta que la media es 3 y la desviación típica es de 0.6, esto representa aproximadamente media desviación típica. En la tabla 2 se puede ver que el efecto negativo de que el compañero tenga juegos de ordenador (la columna 2 correspondiente a RGAME) o una consola (la columna 3 correspondiente a RCONSOLE)

El siguiente paso es averiguar los canales por los que puede llegar este efecto en los resultados. Hay varias posibilidades y el estudio se encarga de ver cuál es la más plausible. Las divide en 3 categorías: asistencia a clase, cantidad de horas de estudio, y efectividad de las horas de estudio. Para averiguar esto ayuda la encuesta, que tiene información muy detallada respecto a las actividades de los estudiantes. Por ejemplo, descartar que el efecto de los jugadores venga de faltas de asistencia a clase es fácil. Como puede verse en la tabla 4a ni las horas de asistencia a clase, ni la proporción de horas de clase (columna 2) ni las que se asiste (columna 3) parecen verse afectadas por tener un compañero de habitación jugador.

En cambio, la tabla 5a muestra que las horas de estudio se reducen de manera considerable, del orden de 0.6 horas, de 3.5 a 2.9 horas al día por tener un compañero jugador.

Otro candidato para las diferencias de resultados es la eficiencia de las horas de estudio. Este parece ser el más difícil de controlar de manera perfecta, pero la encuesta proporciona algunas pistas. Por ejemplo, las horas de estudio pueden ser más o menos efectivas dependiendo de cuán cansado estés. Pero las columnas 4 y 5 de la tabla 4a que reproducimos más arriba muestran que los estudiantes que tienen jugadores en la habitación duermen las mismas horas que los que no los tienen y se van a la cama aproximadamente a la misma hora. Asimismo en la tabla 4b se puede ver que el porcentaje de horas que se estudia en la habitación (columna 2), que se estudia en la habitación con la tele puesta (columna 3), que se usa el ordenador para cuestiones académicas (columna 4) y que se está de fiesta (columna 5), no se ven afectados por tener un jugador en la habitación. Los autores discuten éstas y otras posibles vías por las que la eficiencia de las horas de estudio pueden ser diferentes entre los grupos, y aunque es imposible descartar de manera absoluta que la eficiencia sea distinta, parece que no hay ningún indicio que nos lleve a pensar que el efecto de los jugadores sobre sus compañeros venga determinado por otra cosa que no sea la reducción significativa en las horas de estudio.

Y esto nos lleva a la última regresión que condiciona resultado en horas de estudio, utilizando como variable instrumental la asignación de compañeros de habitación. Como se puede ver en las regresiones de la tabla 7a una hora de estudio adicional aumenta el GPA entre 0.3 y 0.5 puntos (es decir entre 0.5 y 0.8 desviaciones estándar). Para comparar, el efecto de ser una persona afroamericana tiene un efecto de aproximadamente el mismo tamaño. Dado que no hay regresores de estatus socioeconómico, esta variable de raza captura probablemente los efectos típicos de las variables económicas.

Mi lectura de este artículo es tremendamente optimista. En el contexto que estudian los autores (ciertamente restringido) basta una hora de estudio al día para deshacer el efecto de siglos de opresión y discriminación, al menos por lo que hace a los resultados escolares. Está claro que sería mucho mejor que la igualdad de oportunidades hubiera eliminado estos efectos para empezar, y seré muy feliz cuando la variable raza, sexo o estatus socioeconómico de los padres deje de ser significativa en este tipo de regresiones. Pero en todo caso es bueno saber que hay indicios razonables de que el esfuerzo cuenta y que las cosas malas que nos pasan en la vida son condicionantes pero no determinantes. Esperaremos a más investigaciones para confirmar el tamaño y el signo de estos efectos; pero por si acaso voy a asegurarme como cada día de que mis hijos acaban sus deberes y de que están bien hechos.