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¿Son las mujeres menos arriesgadas que los hombres?

Ayer por la tarde estaba con mis hijos al borde de un canal de Birmingham dando de comer a los patos. Un"ganso" (varón) salió del pub contiguo, pegó un salto y acabó en una islita en medio del canal, entre aplausos del público. Luego dio otro salto para volver al pub. El salto quedó unos centímetros corto, resbaló en el borde y acabó con medio cuerpo dentro del canal. Además se golpeó la boca y perdió media docena de dientes. Los aplausos desaparecieron y se quedó con un único amigo ayudándole a limpiar la boca sangrante.

Cuando repasábamos el asunto, la reflexión de mi mujer y mi hija fue: "una mujer no habría hecho una tontería así." Hay una amplia literatura en economía y psicología sobre la diferencia de actitudes frente al riesgo entre los sexos. Estas diferencias podrían tener un fundamento biológico. El número de descendientes del individuo (la función objetivo de la evolución para entendernos) aumenta potencialmente con los recursos económicos, pero el límite superior para las hembras de mamíferos es  bastante inferior que para los machos. Por tanto el valor de una  unidad de recursos  extra es menor para una hembra, pasado un cierto umbral. Esto generaría efectos parecidos a los de la aversión al riesgo.

Si esta diferencia realmente existiera podria tener consecuencias económicas importantes, ya que podría dar lugar a discriminación estadística, con efectos importantes para el éxito de las mujeres en el mercado laboral. La percepción de que las mujeres son menos propensas al riesgo que los hombres se ha llegado a citar como una razón para la existencia de "techos de cristal" ya que no se confía en que las mujeres tomen las decisiones arriesgadas que son necesarias para el éxito empresarial (ver Schubert et al. 1999).

Y, sin embargo, la percepción podría ser incorrecta. La evidencia sobre las actidudes frente al riesgo de hombres y mujeres no es en absoluto concluyente. La evidencia de campo puede estar sesgada por falta de controles sobre las características de los individuos (las mujeres invierten en activos menos arriesgados, pero también tienen menos riqueza). Eckel y Grossman (1999), después de revisar la literatura experimental concluyen que aunque la evidencia experimental no contradice completamente a la evidencia de campo, hay suficiente "contraevidencia" como para ser cautos.

Por otro lado, el hecho de que un hombre no promueva a una mujer porque "no se confía en que tome las decisiones arriesgadas que son necesarias para el éxito empresarial" me parece muy sospechoso. Si una cosa está quedando clara en la presente recesión es que la percepción del nivel de riesgo necesario para el éxito empresarial estaba muy distorsionada. Y así hemos acabado, con un montón de dientes rotos. Quizá va siendo hora de un poco de aversión al riesgo "femenina" en el puesto de mando.