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Políticas activas de empleo: qué funciona y qué se consigue

594px-Max_Slevogt_Francisco_d'Andrade_Zeitung_lesend_1903De Samuel Bentolila y Marcel Jansen

Ahora que empezamos a atisbar débiles señales de estar saliendo de la recesión, es prioritario plantearse cómo ayudar a encontrar empleo a los 5.9 millones de parados. Como ya indicamos aquí, las políticas activas de empleo deben ser uno de los instrumentos. Incluso el Gobierno parece haberse enterado. Pero, ¿qué políticas funcionan y qué efectos tienen?

La dificultad de la tarea de reducir la enorme cifra de parados que sufre España es aún más evidente si recordamos que algo más de la mitad de ellos solo acabó, como mucho, la educación secundaria obligatoria. Y también que casi seis de cada diez de ellos llevan parados más de un año, de los cuales dos tercios llevan más de dos años.

Como nos recuerda una entrada reciente de Barbara Petrongolo, el paro de larga duración es un problema gravísimo, porque los parados ven deteriorarse su capital humano --tanto en la realidad como en la percepción de los empresarios-- y reducen su esfuerzo de búsqueda. Por ambos motivos, a más duración menor es la probabilidad de reemplearse. A la vez, también se reduce su bienestar físico y mental. Por otra parte, al desvincularse estos trabajadores del mercado de trabajo, dejan de ejercer una presión moderadora sobre los salarios, lo que contribuye a elevar el nivel y la duración del paro. (Este artículo de Stephen Machin y Alan Manning repasa todos estos efectos.)

Desgraciadamente, no hay una cura mágica para el paro de larga duración. ¿Hasta qué punto nos pueden ayudar las políticas activas de empleo? Conviene empezar reconociendo que aún no sabemos demasiado al respecto, pero un artículo reciente (aquí en abierto) de David Card, Jochen Kluve y Andrea Weber avanza en la contestación. (Kluve tiene otro artículo similar, centrado solo en Europa.)

Los autores hacen un "metaanálisis", es decir, un análisis estadístico de muchos estudios a la vez, teniendo en cuenta sus características, para destilar una conclusión lo más sólida posible sobre el efecto de las políticas. En total analizan 199 estimaciones provenientes de 97 trabajos relativos a 15 años y 26 países (tres son sobre España: este, este y este).

Cabe señalar que se trata de una área de estudio muy reciente, la mayoría de los trabajos datan del año 2000 en adelante. Y solo el 9% de los estudios son experimentales --que a menudo tomamos como el ideal, aunque hay cierta polémica al respecto--, el resto simplemente compara a personas que han sido objeto de estas políticas con otras que no lo fueron --teniendo en cuenta algunas de sus características-- sin una asignación aleatoria.

Hay tanta variación en los efectos estudiados en estos trabajos que los autores finalmente decidieron analizar principalmente si el efecto hallado era positivo, nulo o negativo. Un primer resultado llamativo es que las políticas tardan en mostrar todos sus efectos. A corto plazo --hasta un año después del tratamiento-- solo se hallan efectos positivos en un 40% de los casos, ¡con resultados negativos en la cuarta parte! Tranquiliza un poco que a medio plazo (hasta dos años) los positivos suban al 45% y los negativos bajen al 10% y que a largo plazo (tres años) los positivos alcancen el 53% y los negativos se reduzcan al 6%. No obstante, incluso a largo plazo hay un 40% de los programas examinados que no sirven para lograr los objetivos medidos en los estudios.

¿Cuáles son esos objetivos? Resulta que las políticas activas son efectivas sobre todo para reducir el número de parados registrados, normalmente con prestaciones por desempleo. Sin embargo, cuando se restringe la definición del objetivo a salir del paro al empleo --y no a la inactividad-- los resultados son menores. En tal caso, como también recuerda Petrongolo, la bondad del resultado es ambigua, pues si bien se reduce el gasto en prestaciones, quien deja de recibirlas normalmente también se desvincula más del mercado de trabajo, con la consiguiente caída de su probabilidad de reempleo.

¿Qué políticas son más efectivas? Principalmente la ayuda a la búsqueda de empleo, seguida por la formación en las aulas o en el trabajo. También se halla que la formación aparece como menos efectiva cuando se miden sus efectos a corto plazo pero gana en impacto al alargar el plazo. Las políticas menos efectivas son la creación de empleos en el sector público y, en segundo lugar, en el sector privado. Este resultado es muy importante para España, donde prácticamente todo el gasto en políticas activas se destina a subsidios a la creación de empleo privado. En cuanto a los parados que son objeto de los programas, funcionan mejor los que no se orientan específicamente a ningún grupo de edad o sexo. Tampoco se observan grandes diferencias en cuanto a su duración.

Un último "no resultado" a destacar es que los autores dicen que la inmensa mayoría de los trabajos que revisaron no contenían información sobre el coste de las políticas. Dada la heterogeneidad de los efectos encontrados y la probabilidad no despreciable de que estos sean inexistentes, parece esencial llevar a cabo análisis que comparen el beneficio con el coste de las políticas, a fin de no malgastar recursos en aquellas que son inútiles.

Aunque, como hemos señalado, estas evaluaciones son aún relativamente preliminares, España debería aprender de la experiencia internacional en el rediseño de sus políticas activas, especialmente en un momento en que los recursos son tan escasos. En próximas entradas insistiremos con las políticas activas de empleo, indicando cuáles deberían ser las prioritarias en España y discutiendo en detalle las más importantes: estímulos y ayudas a la búsqueda de empleo, formación y prestaciones en el empleo. Pensamos que, en gran medida, predicamos en el desierto. Por eso vale más la pena.