De Samuel Bentolila y Marcel Jansen
Esta es una versión ampliada de un artículo publicado hoy en El País.
Quo vadis oeconomus? En unos años, cualquier alumno de economía podría ser capaz de traducir esta frase al castellano, pero muchos de ellos podrían tener necesidad de un curso de iniciación a las matemáticas. De hecho, si prosperan las últimas enmiendas (de la 741 a la 743) a la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), los futuros alumnos de economía podrán llegar a la universidad sin haber cursado ninguna asignatura de matemáticas en el bachillerato.
La propuesta
La LOMCE unifica los actuales bachilleratos de Humanidades y Ciencias Sociales (CCSS), y estas enmiendas de última hora implican que las asignaturas de Latín (I y II), troncales hasta ahora en el bachillerato de Humanidades, serán obligatorias para todos los alumnos del nuevo bachillerato. También devalúan la asignatura de “Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales”, actualmente troncal en el bachillerato de CCSS, al nivel de optativa.
Nada más conocer estas enmiendas, la Asociación Española de Economía (AEE) se ha dirigido por carta al Ministro Wert para transmitirle su preocupación por estos cambios de última hora y pedirle que se corrijan durante el trámite parlamentario. También ha habido un comunicado de once asociaciones relacionadas con la economía o las matemáticas, presentado en rueda de prensa el lunes pasado. Varias asociaciones han promovido en change.org una petición dirigida a los grupos parlamentarios en el Senado para que se revisen estas enmiendas; se puede firmar aquí y animamos encarecidamente a los lectores a hacerlo.
Sin embargo, la noticia ha recibido muy poca atención en la prensa, a excepción de este artículo en El Mundo. Desde aquí queremos unirnos a la iniciativa de la AEE y pedir una rectificación.
Un regreso al pasado
La propuesta es muy inoportuna y si finalmente prosperase supondría una vuelta al pasado. Desde el principio de la crisis, no nos hemos cansado de pedir reformas que mejoren el sistema educativo español. La prioridad absoluta es la reducción de la tasa de abandono escolar. Siguiendo el ejemplo de otros países, España tiene que adoptar todas las medidas posibles para lograr que las futuras generaciones de jóvenes al menos obtengan algún título de educación secundaria postobligatoria --bachillerato o formación profesional equivalente-- antes de entrar al mercado de trabajo.
Sin embargo, las necesidades de mejora no se limitan al aumento de la titulación alcanzada por los jóvenes. Tanto la oferta de títulos como los contenidos de los programas educativos deben ajustarse a las demandas de un mundo cada vez más complejo, dinámico y digital. Ya no basta con la mera transferencia de conocimientos de los profesores a los alumnos. Lo que tienen que aprender nuestros jóvenes es la capacidad de procesar la información y de analizar y resolver problemas y, como nos recordó Luis Garicano en este artículo, para esto es indispensable un buen conocimiento matemático.
Y ahí topamos con otra debilidad del sistema educativo español. El informe PIACC de la OCDE (equivalente al Programa PISA, en este caso para evaluar las competencias cognitivas básicas de los adultos en 23 países), encuentra que los adultos españoles ocupan el último puesto en matemáticas, como se muestra en este gráfico:
El estudio reconoce los avances de las últimas décadas, pero los datos del último informe del Programa PISA, de 2009, indican que seguimos teniendo problemas. En matemáticas los adolescentes españoles ocupan el puesto 34 de entre 65 países. Y no es probable que los resultados de la próxima oleada del PISA, que se harán públicos el mes que viene, vayan a cambiar mucho las cosas.
Además, si miramos a los países con los mejores resultados observamos que estos países se vuelcan en las matemáticas de la educación secundaria. Corea del Sur acaba de revisar totalmente los contenidos de matemáticas a todos los niveles, para fomentar la creatividad y la capacidad de resolver problemas de los alumnos. Y en Finlandia las matemáticas son una materia obligatoria para todos los alumnos que cursan el equivalente del bachillerato español, aunque como aquí hay distintos niveles. Por tanto, lo que necesita España es una intensificación --y probablemente también una profunda modernización-- de la enseñanza de las matemáticas, en vez de una devaluación de esta materia a favor de asignaturas como el latín.
Esta conclusión es válida para cualquier joven que curse el bachillerato, pero es aún más relevante para quienes estén pensando en estudiar economía. La economía es una ciencia que utiliza en manera muy intensiva herramientas formales como la estadística o las matemáticas --el idioma de la ciencia--. Para terminar con éxito la carrera de economía hacen falta sólidos conocimientos previos de matemáticas. Sin ellos, la carrera se vuelve un calvario para muchos alumnos, como observamos con preocupación todos los días en nuestras aulas. De hecho, no somos pocos los que pensamos que el nivel que habría que exigir a los alumnos es el correspondiente al bachillerato de Ciencias y no el de CCSS.
Ciertamente, la LOMCE no obliga a las universidades a aceptar a alumnos en economía que no hayan cursado matemáticas en el bachillerato. Las universidades tendrán la potestad de establecer criterios de entrada y uno de ellos podría ser la exigencia de haber cursado al menos la asignatura de Matemáticas Aplicadas a las CCSS.
Sin embargo, esta solución no nos parece adecuada. A la edad de 16 años muchos alumnos todavía no saben bien qué carrera van a elegir y a veces tampoco saben valorar la importancia de las matemáticas. Por tanto, habría alumnos que se encontrarían con que no podrían estudiar economía por no haber hecho una elección adecuada de materias en el bachillerato.
En segundo lugar, no está garantizado que todas las facultades aplicasen la exigencia de las matemáticas del bachillerato y, de hecho, la competencia por tener más alumnos (y más fondos públicos) podría llevar a una devaluación indeseada de la calidad de la enseñanza de la economía en muchas universidades.
En tercer lugar, como siempre, nada es gratis. Esta solución obligaría a todos los alumnos a cursar latín en vez de dedicar esas horas lectivas a asignaturas de su libre elección.
¿Qué se puede hacer? Pensamos que unificar los bachilleratos de Humanidades y Ciencias Sociales no tiene mucho sentido, pero si se va a hacer de todas formas y no se quieren imponer a todos los alumnos las matemáticas como asignatura troncal, entonces como mínimo debería haber dos asignaturas troncales entre las que elegir, el latín y las matemáticas aplicadas a las CCSS.
Todo intento de devaluar las matemáticas envía la señal equivocada a nuestros jóvenes. La LOMCE aspira a mejorar la calidad de la enseñanza y, se ponga como se ponga el Ministro, este objetivo no se va a consiguir empollando latín por mandato divino.