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La tasa de paro estructural... ¿o desestructurada?

REPAIRING_THE_VIADUCT_(1922-24)Hoy hemos sabido que a finales de 2014 la tasa de paro era del 23.7%. La cifra en sí es muy mala y nos recuerda que, si bien hemos salido de la recesión, seguimos en situación de emergencia nacional. Para muestra, el paro juvenil es el 52%. Pero no deja de ser también una buena noticia, pues son dos puntos porcentuales menos y 478 mil parados menos que hace un año, si bien hay solo 416 mil empleados más. Con medidas (alguna hoy mismo) y evoluciones favorables (como la del precio del petróleo), parecemos estar en una senda de recuperación sostenida. Cabe preguntarse entonces hacia qué valor podríamos converger a medio plazo, es decir, cuál es nuestra tasa de paro estructural.

¿Sabemos cuál es la tasa de paro estructural?

Los datos favorables de la coyuntura no deben confundirnos. Durante 2014 el empleo medio creció un 1% con respecto a 2013, mientras que el PIB creció un 1.4%. Si bien es deseable que el empleo crezca mucho por cada punto de PIB extra (aunque en el caso del año pasado suponga un pequeño aumento de la productividad aparente del trabajo), esas cifras muestran la extrema variabilidad del empleo en nuestro país (especialmente debida a la temporalidad) y no necesariamente la tasa de crecimiento del empleo esperable a medio plazo, que es lo realmente importante.

La tasa de paro estructural (TPE) es aquella a la que tiende la economía a largo plazo. Se da en una situación en que se hayan estabilizado las tasas de inflación de precios y salarios, y se corresponde con la tasa de crecimiento de la producción (PIB) a largo plazo. Depende de factores tales como la capacidad productiva y las instituciones económicas. Así, las desviaciones de la tasa de paro con respecto a la TPE se deben al ciclo económico y no a la tendencia de crecimiento a largo plazo.

La TPE nació como la tasa natural de paro (de Milton Friedman y Edmund Phelps), descrita en el párrafo anterior. Luego se reorientó siguiendo la idea de que cuando la tasa de paro es mayor que la TPE los precios y los salarios deberían caer (la oferta es mayor que la demanda). Esto llevó a definiciones basadas en la Curva de Phillips (que relaciona paro e inflación), como la NAIRU (tasa de paro no aceleradora de la inflación, por sus siglas en inglés) y después la NAWRU (tasa de paro no aceleradora de los salarios), basada en modelos neokeynesianos (ver este trabajo de Jordi Galí).

En sus estimaciones más recientes, la Comisión Europea calcula que nuestra TPE (ver este trabajo), junto con la tasa de paro observada, es la siguiente:

paroestructural

La TPE cae del 17.5% en 1993 al 12% en 2005, para luego volver a subir hasta el 20% en 2014 y la Comisión predice que seguirá subiendo hasta el 21% en 2019. A mi juicio, ni la caída durante la expansión fue tan grande ni la subida posterior tan acusada. El componente cíclico de esta tasa supuestamente estructural es excesivo. De hecho, la mayoría de los economistas académicos no considera fiables las estimaciones de la TPE.

Una estimación alternativa la presentaron aquí Javier Andrés y Rafael Doménech, que reproduzco:

Presentación11

Esta tasa es mucho más estable, alrededor del 14%, hasta 2006 --muy cercana al 14.5% que estimamos hace años Juan F. Jimeno y yo de forma rudimentaria, para 2001--, pero luego sube hasta el 18% en 2012 (la banda sombreada es un intervalo de confianza que revela la incertidumbre acerca de su valor). La subida podría basarse en la desviación de recursos hacia el sector inmobiliario durante la burbuja y la pérdida de capital humano que ha supuesto, frente a la mejora del capitual humano y de la investigación que habrían sido necesarias para responder a retos como el progreso tecnológico o la globalización. Por otra parte, los cambios demográficos también pueden afectar a la TPE y algunos de ellos, como la emigración de jóvenes y extranjeros, podrían reducir, no elevar la TPE.

En fin, una versión simplista es constatar que la tasa de paro media en España en los últimos 35 años, entre 1980 y 2014, es el 17% (y no varía en más de medio punto si partimos de 1995). Sea como fuere, ese 17%-18% podría ser una referencia creíble de TPE, lo que significaría que necesitamos más reformas estructurales simplemente para reducirla a niveles tolerables.

La tasa de paro estructural y la reforma laboral

En sentido opuesto está la posible reducción de la TPE derivada de las reformas laborales de 2010-2012. ¿Qué aspectos podrían haberla afectado? En cuanto a la protección del empleo, ha habido reducciones de las indemnizaciones por despido pero también un aumento de la incertidumbre y los costes asociados al despido colectivo. Aunque en términos netos el coste ha caído, no cabe esperar un efecto importante sobre la TPE, pues la extensísima literatura teórica y empírica relevante no ha encontrado una relación clara entre los costes de despido y la tasa de paro.

Sí es probable que el cambio de la regulación de la negociación colectiva haya contribuido a reducir la TPE. Las reformas de 2011 y 2012, sobre todo la segunda, dieron prioridad a los convenios de empresa sobre los de nivel superior, limitaron a un año la ultraactividad de los convenios, facilitaron ligeramente los descuelgues del convenio y permitieron, bajo ciertas condiciones, la reducción unilateral del salario por parte del empresario.

Estos cambios han elevado el poder de negociación de los empresarios frente a los trabajadores, generando una mayor flexibilidad interna, de forma que, ante perturbaciones negativas en las empresas, se acuerden cambios de las condiciones de trabajo en vez de despidos. Antes las reducciones salariales en situaciones negativas afectaban casi solo a los empleados --principalmente temporales-- que cambiaban de empleo (ver este artículo de Jorge De la Roca y esta entrada de J. Ignacio García-Pérez, Marcel Jansen y Sergi Jiménez), mientras que ahora también se observan en quienes siguen en la misma empresa (ver otra entrada de estos autores).

Un aumento de la flexibilidad salarial "real", es decir la mayor respuesta de los salarios al paro, tiende a reducir la tasa de paro a través de los costes laborales. Por otra parte, también puede hacer caer el empleo por reducir la demanda agregada (ver este artículo de Galí). Pienso que en España domina el primer efecto y que la TPE es ahora varios puntos menor que antes de la reforma de 2012, pero falta aún evidencia empírica para confirmarlo.

No obstante, el modelo actual es inestable. Ha reducido la cobertura de la negociación colectiva del 91% del empleo asalariado privado en 2009 al 39% en 2014, creando una mayor individualización de las condiciones de trabajo. Esto se ha reforzado con la reciente sentencia del Tribunal Supremo por la que al acabar la ultraactividad de un convenio vencido, en ausencia de otro de nivel superior, se incorporan las condiciones preexistentes al contrato de trabajo individual.

¿Vamos hacia una negociación descentralizada de tipo anglosajón? Quizá, pero hasta ahora solo ha habido cambios parciales, que no conforman un marco legal para un sistema coherente. Podríamos ir hacia un modelo de negociación colectiva más flexible, en que la extensión de los convenios no sea automática, sino sujeta a umbrales de representatividad reforzados (como propusimos aquí) o hacia otras alternativas. Lo que no parece ideal es mantener un modelo roto, con consecuencias imprevisibles de desprotección y desigualdad (no son situaciones hipotéticas, ya se dan malas condiciones de trabajo en muchos casos).

Las instituciones laborales no son en absoluto la única barrera a un mayor crecimiento potencial del empleo. Las mejoras en la educación, la investigación y el desarrollo, y la competencia en los mercados --véase NeG-- son cruciales. Pero no quiero acabar sin mencionar otros cambios institucionales que ayudarían a reducir la TPE. Por una parte, se debería vincular (de verdad) la percepción de prestaciones por desempleo a la participación en políticas activas de empleo. No olvidemos que el paro de larga duración (más de un año) es actualmente el 61% del total. Por otra parte, se necesita reformar esas políticas a fondo: hoy son en su mayoría inútiles y constituyen una fuente de corruptelas.

Por ejemplo: (1) Desligar a los sindicatos y a las organizaciones empresariales de estas políticas. (2) Elevar su presupuesto --el gasto previsto por el Estado para 2015 implica una caída del 40% con respecto a 2011 en términos reales--. (3) Dar formación e incentivos a los empleados de los servicios públicos de empleo para que realmente vigilen y ayuden a los parados. (4) Subcontratar la formación y, a partir de determinada duración del paro, la colocación con agencias privadas elegidas mediante concursos transparentes y sujetas a remuneración condicionada a su efectividad. (5) Evaluar rigurosamente estas políticas proporcionando los datos a académicos de prestigio.

A mi edad no me hago ilusiones, ya sé que estas cosas no sucederán --aunque algunas se supone que están en marcha hace tiempo--, son meros deseos piadosos para el año nuevo.