Entrevista a Joaquín Almunia

Queridos lectores: jugando a Hari Seldon, si están leyendo esta entrada es que se me están acabando las vacaciones (snif). Para superar el final de la canícula agosteña bien está leer, acompañados por su bebida favorita, esta entrevista de Sara de la Rica al Comisario Europeo Joaquín Almunia en el libro Testigos, coordinado por Jesús Fernández-Villaverde y editado por Fedea. Reproduzco aquí la respuesta a la primera pregunta, sobre la descausalización de los contratos temporales. Es una buena muestra de cómo medidas pretendidamente transitorias se convierten en permanentes (el pasado día 2 se cumplieron 27 años).

Sara de la Rica. Primera pregunta: 1984, descausalización del contrato temporal. Supongo que usted, como Ministro de Trabajo tuvo mucho que ver con este cambio de regulación. De hecho, como dice en sus memorias, el contrato temporal sirvió para tratar de rebajar la llamada TPI que llamaba usted “Tasa de Paro Insostenible”. Pero estos contratos temporales han tenido efectos secundarios. Visto desde 2011, con los importantísimos problemas de dualidad que este contrato ha causado, ¿cree que este cambio en la regulación de los contratos temporales fue una decisión acertada? ¿Por qué esa decisión y no otros posibles cambios? ¿Se manejaron otras posibilidades concretas que finalmente no sucedieron pero que hubieran sido positivas?

Joaquín Almunia. Una decisión de esa naturaleza hay que analizarla en 2011 retrotrayéndonos a las circunstancias de la época. Estamos hablando de un lapso de tiempo de 26 años. En 1984 la situación era muy diferente. Empezábamos a salir de un largo periodo de ajuste de la economía, un ajuste muy fuerte. La economía española había estado durante décadas muy protegida frente al exterior y necesitaba reducir esa protección para acercarse a los requisitos y condiciones del ingreso en la entonces llamada Comunidad Económica Europea. Era una economía que todavía tenía un peso de la población agraria muy superior al que sabíamos que iba a ser el punto de equilibrio; era una economía con sectores industriales en espera de una reestructuración profunda, que habían sido seriamente afectados por la crisis de los años 70.

Y era una economía donde la mayor parte de los agentes, de los empresarios, de los que debían tomar decisiones económicas en el tejido productivo, aún estaban en pleno proceso de adaptación a un nuevo entorno: la existencia de sindicatos libres, una negociación colectiva libre, huelgas que no eran inmediatamente reprimidas por la policía, todo tipo de turbulencias e incertidumbres propias de los años de la Transición. Por lo tanto, percibíamos un bloqueo a la hora de tomar decisiones de crecimiento de las empresas, decisiones de inversión, sobre todo decisiones de contratar nuevos trabajadores. Y, a la vez, una buena parte de la mano de obra empleada, sobre todo en la industria, en el sector abierto, eran trabajadores con una formación baja, que habían sido formados la mayoría de ellos para un puesto de trabajo que ya no existía o que se sabía que iba a dejar de existir. Por lo tanto, en aquel momento había que desbloquear la situación e incentivar a los empresarios para que se atreviesen a crecer, a invertir y a generar empleo. Había que abrir puertas a nuevos empresarios, a nuevas iniciativas empresariales, y facilitar al máximo la asunción de riesgos en un país donde la aspiración máxima de la mayoría de los padres era que sus hijos fuesen funcionarios. Todavía entonces la imagen del empresario era una imagen muy vieja. Había que abrir puertas a los innovadores, a los emprendedores, a las pequeñas iniciativas y, a la vez, había que evitar que si se abrían las compuertas del mercado de trabajo por el lado de la extinción del contrato de trabajo, se produjese una avalancha de despidos. Por lo tanto, en aquel momento abrir la compuerta de la contratación temporal parecía lógico; no era obviamente la solución ideal pero sí la solución menos mala de todas las posibles.

No he vuelto a leer el preámbulo del decreto que facilitó la contratación temporal en una serie de supuestos, pero estoy prácticamente seguro de que en él se hacía mucha insistencia en una frase que decía algo así como: “en tanto perduren las actuales circunstancias del mercado de trabajo”. Nunca pensamos que aquella regulación representase el modelo de mercado de trabajo que necesitaba España en una perspectiva de medio y largo plazo. Pero sí es verdad que en aquel momento, la apertura de compuertas en la contratación temporal como vía de incentivar nuevos empleos, junto a otras medidas de liberalización (como el famoso Decreto Boyer) era coherente con la expectativa de entrar ya en la Unión Europea el 1 de enero de 1986 y con el inicio de la recuperación económica que ya se atisbaba. Por eso produjo resultados muy positivos.

Es cierto que la segunda mitad de los 80, ya en la Unión Europea, con una economía más ajustada y corregidos toda una serie de desequilibrios, con unas tasas de crecimiento del 5%, hubiera sido el momento más adecuado para haber cerrado esa compuerta. Incluso diré más, hubiese sido un complemento muy positivo en unas negociaciones con los sindicatos que estaban siendo muy difíciles y que desembocaron finalmente en la huelga general del 14 de diciembre de 1988. ¿Qué ha sucedido desde entonces? La contratación temporal se ha enquistado hasta convertirse en un problema endémico del mercado de trabajo, que nos genera mucha ineficiencia.

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P.S. (S.B.) Éste es el texto de la Ley 32/1984, de 2 de agosto, sobre modificación de determinados artículos de la Ley 8/1980, de 10 de marzo, del Estatuto de los Trabajadores. Su preámbulo dice, en efecto, “Por otra parte, la utilización del contrato temporal como medida de fomento del empleo, y en tanto subsistan las actuales circunstancias …”. Se complementó con el Real Decreto 1989/1984, de 17 de octubre, por el que se regula la contratación temporal como medida de fomento del empleo.

Hay 2 comentarios
  • Gracias por colgar la entrevista. Ojeándola, he visto la mención a los dos años de cotización para cobrar pensión. Es el caso, más o menos, ella cotizó algo más, de mi madre, que lleva jubilada 23 años. Naturalmente, ultimamente se me queja de que le quieran congelar el chollo, perdón, quise decir la pensión.

  • Muy interesante aunque tambien asustante, que diria la sra Sinde. Y en cuanto a que hace 27 años lo ideal para los padres es que sus hijos fuesen funcionarios da que pensar...y es que esta claro que 20 o 30 años no es nada sobre el mercado de trabajo en España. Solo que ahora supongo que añadirian autonomicos o locales, dado que cobra mas, se quedan enfrente de casa y ademas los contactos y las relaciones familiares sirven mas por aquello de la proximidad.

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