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Convergencia entre escuelas macroeconómicas

La presentación de un trabajo en una excelente conferencia académica a la que asistí la semana pasada me ha hecho pensar que las escuelas de análisis macroeconómico han convergido mucho en las últimas dos décadas.

Caricaturizando, entre mediados de los años 40 y mediados de los 70 del siglo XX, en la llamada Síntesis Neoclásica promovida por John Hicks, Paul Samuelson, James Tobin y otros, se captaban las relaciones económicas mediante funciones agregadas con base en el comportamiento de los agentes económicos, es decir las empresas, los gobiernos y los hogares (p. ej. la función de consumo basada en los trabajos de Milton Friedman y Franco Modigliani), pero sin una derivación rigurosa. La especificación de las relaciones dinámicas entre variables (p. ej. entre el empleo este año y el año pasado) era muy simple y sin fundamento teórico claro. Las expectativas sobre el futuro, que son esenciales en economía, se captaban simplemente a través de medias ponderadas de los valores pasados de las variables.

En parte como herencia de John Maynard Keynes, se daba gran importancia a la rigidez de los precios y los salarios (en concreto su lenta respuesta a la situación económica, especialmente a la baja) y se enfatizaban como causantes del ciclo económico las perturbaciones (cambios inesperados o shocks) de la demanda (p. ej. del consumo, la inversión, o el gasto público) frente a las de oferta (p.ej. de los precios del petróleo o tecnológicas).

En la segunda mitad de los años 70, por los shocks de precios del petróleo, hubo una crisis generalizada de las economías reales y de la macroeconomía académica, que trajo cambios importantes. Primero se impuso una formulación rigurosa de las expectativas, aportación de Robert Lucas y otros, en forma de “expectativas racionales” (las personas saben cómo funciona la economía y lo usan para predecir), luego se destacaron las perturbaciones de oferta, especialmente el cambio tecnológico, y después se exigió que los modelos tuvieran fundamentos microeconómicos, es decir, que las variables resultaran de agregar de forma coherente decisiones tomadas por agentes económicos racionales optimizadores (que maximizan alguna función objetivo; la felicidad o “utilidad” en el caso de los hogares y los beneficios en el caso de las empresas). La dinámica de los modelos se debía derivar, en fin, de la dinámica de las perturbaciones económicas y de las fricciones (p. ej. los costes de variar el capital).

Este proceso ha durado décadas y, pese a que pueda parecer razonable (a algunos no se lo parece) y lineal, en realidad ha dado lugar a agrias y enconadas disputas entre economistas (si se nos pincha, también sangramos). En esas disputas, uno de los actores principales ha sido Edward Prescott, profesor durante muchos años en la Universidad de Minnesota, quien negaba totalmente la validez de las aportaciones del enfoque keynesiano y defendía que los ciclos económicos se debían solo a perturbaciones de productividad –la llamada teoría de los ciclos reales o “Real Business Cycles” (RBC)–, ignorando completamente la rigidez de precios y salarios. Mantener posturas muy cerradas y contar con un grupo de discípulos convencidos y muy competentes le ayudó a ganar muchas batallas.

En parte por la tozudez de los datos en imponer disciplina a los modelos económicos, ese proceso es ya historia. En los últimos 20 años ha habido una gran convergencia. Ya todo modelo macroeconómico que se precie tiene fundamentos microeconómicos y expectativas racionales (aunque la Economía de la conducta está minando este pilar). Economistas de la corriente RBC empezaron a considerar la rigidez de precios como potencialmente relevante para entender los ciclos económicos (p. ej. Chari, Kehoe y McGrattan, 1996) y a incluir perturbaciones de demanda. Y en los trabajos de la llamada Macroeconomía Neokeynesiana hay fundamentos microeconómicos y perturbaciones de oferta junto a la rigidez de precios y salarios.

Volvamos al principio. La conferencia que mencionaba es la V REDg Dynamic General Equilibrium Macroeconomics Workshop. Con ese nombre de espías, la REDg promueve la investigación en economía dinámica centrada en problemas de política macroeconómica y su actividad demuestra el buen nivel de la investigación económica en España.

En esta reunión José Víctor Ríos-Rull, un excelente economista (entre los 400 mejores en este ranking), de la Universidad de Minnesota (y colaborador de NeG), cuya tesis doctoral dirigió Prescott, presentó su trabajo “Demand Shocks as Productivity Shocks” (el enlace es a las transparencias). En él hay un modelo  de una economía muy especial (recordemos que los modelos son parábolas). En ella solo hay perturbaciones de demanda (en las preferencias de los hogares), pero un economista que la estudiara con un modelo tipo RBC concluiría erróneamente que lo que hay son solo pertubaciones de la productividad (medidas por el llamado residuo de Solow). En su presentación José Víctor dice “Hemos estado buscando shocks de productividad durante treinta años con poco éxito”.

Puede resultar irónico acordarse de las perturbaciones de demanda justo ahora. Desde 1945 muchas recesiones en EEUU fueron causadas por perturbaciones de demanda, en concreto por la política monetaria de la Reserva Federal en sus intentos de atajar la inflación. Sin embargo, la “Gran Recesión” de 2007-2009 no ha tenido ese origen y podría atribuirse a un shock tecnológico, la innovación financiera (que no estaba en ningún modelo macro). Sea como fuere, a mí, que soy solo un aficionado a la macro y no un practicante, esta presentación me parece una buena señal de convergencia entre enfoques macroeconómicos.