No mejorará el bienestar de nuestra especie en un planeta que enferma. Y sin pretender contribuir al subgénero de ciencia-ficción ‘la tierra se muere’, con precursores tan destacados como H.G. Wells y su Time Machine, si conviene recordar algunos hechos, para comentar sobre la importancia y vulnerabilidad de las tendencias a que apuntan, así como las propuestas más importantes para afrontarlos.
En la era geológica del Antropoceno, en la que vivimos desde hace unos años, la actividad humana se ha convertido en la influencia dominante en el planeta. En el último informe del Intergovernmental Panel on Climate Change (IPPC) sobre las implicaciones de simplemente 1.50C de calentamiento queda claro que la vida continuará pero no como la conocemos ahora. La actividad humana ya ha originado, en estos momentos, 1.00C de calentamiento sobre los niveles pre-industriales y con alto nivel de confianza llegará al 1.50C entre 2030 y 2052 si continua el actual ritmo de aumento de CO2, diez veces superior al conocido en los anteriores 800.000 años, y a los 3-40C en 2100. Para estabilizar el 1.50C de aumento, las emisiones netas globales de CO2 deberán ser nulas hacia 2040 y otros detonantes del cambio climático –como el metano y el óxido de nitrógeno- deberían asimismo bajar. Retrasar las emisiones netas globales de CO2 nulas al 2055 consolidaría un aumento del 2.00C, escenario mucho más catastrófico según el informe citado del IPPC.
Entre los hallazgos científicos de las dos últimas décadas destacan dos empresas colectivas, la que permitió secuenciar el genoma humano y los descubrimientos del Intergovernmental Panel on Climate Change. Nadie cuestiona el primero y existen, en cambio, muchos negacionistas del segundo, entre otras cosas porque el DNA no perjudica intereses creados y el cambio climático sí. Excelentes resúmenes de la ciencia del cambio climático pueden encontrarse en el Journal of Economic Perspectives, en diversas entradas de Anxo Sánchez en NeG (aquí, aquí y aquí entre otras) y en ésta de Humberto Llavador, también en NeG.
El calentamiento global requiere una actuación por parte de todos los países para cambiar nuestro sendero de inversión y crecimiento. Países más o menos ricos, más o menos poderosos, más o menos responsables. Actuaciones aisladas para disminuir las emisiones de CO2 se traducen en difícilmente solubles problemas de acción colectiva. Pactar la contención del calentamiento global puede requerir, tal como Llavador, Roemer, y Silvestre afirman (aquí y aquí), cambiar los argumentos de nuestras funciones de bienestar social y acordar tasa y tipo de crecimiento; podría suponer incluso considerar la fecha de convergencia entre el ‘Norte’ y el ‘Sur’, más concretamente entre EE.UU. y China. Difícil. No en vano el término que definió el pasado 2018, según el Financial Times, fue la trampa de Tucídides, historiador que describe como Atenas ante el miedo que la pujanza de Esparta le provocó y el temor a ver suplantada su posición hegemónica declara unas guerras, las del Peloponeso, que en 30 años llevarían a la destrucción de ambos Estados. El historiador Graham Allison utilizó este término en 2012 al afirmar que el orden mundial en las décadas venideras vendrá definido por la respuesta a la pregunta: ¿Pueden China y EE.UU. escapar de la trampa de Tucídides?
En el Antropoceno, una humanidad miope puede ver amenazada su supervivencia como especie. Y una tasa de descuento adecuada constituye la mejor corrección de la miopía. El poder de la capitalización y los largos horizontes involucrados en el cambio climático significan que la elección de la tasa de descuento es muy importante cuando se comparan las políticas entre sí. Gran parte de las diferentes conclusiones, en relación a los costes del cambio climático, entre Nordhaus –Nobel 2018 y el primero en sugerir limitar el calentamiento a un máximo de 2.00C- y Stern se debió principalmente al uso de diferentes tasas de descuento. Tyler Cowen se pregunta si es éticamente aceptable salvar una vida hoy a costa de 132 dentro de un siglo (tasa de descuento del 5% para vidas humanas).
La salud humana y la de los sistemas naturales de nuestra planeta se mueven en sentidos opuestos. Nuestra actividad está provocando cambios biofísicos a unas tasas mucho más pronunciadas que las conocidas en la historia de nuestra especie. Y estos cambios se producen en seis dimensiones fundamentales: 1/ perturbación climática; 2/ amplia contaminación del aire, el agua y los suelos; 3/ pérdida de biodiversidad; 4/ reconfiguración de los ciclos biogeoquímicos, incluyendo los del carbono, el nitrógeno y el fósforo; 5/ cambios generalizados en el uso de la tierra; y 6/ escasez de recursos, incluyendo el agua y la tierra cultivable. Cada dimensión interactúa con las restantes alterando la calidad del aire que respiramos, el agua a la que accedemos y los alimentos que producimos. Estos cambios en las condiciones de vida afectan nuestra salud y bienestar, en aspectos nutricionales, enfermedades infecciosas y crónicas, así como mediante migraciones y conflictos. La salud pública se vuelve planetaria para incluir la gestión de los sistemas naturales, el urbanismo, la producción de energía, la alimentación y la protección de la biodiversidad.
Diversos economistas europeos han realizado propuestas acerca de cómo acometer las tremendas inversiones precisas para la transformación energética. Piketty y otros, en su Manifiesto para la Democratización de Europa, proponen la creación de un parlamento europeo y un aumento de la presión fiscal de los gobiernos europeos (recargo sobre IRPF del 1% para los más ricos, impuesto sobre patrimonios superiores a un millón) así como una tasa de 30€ por tonelada emitida de CO2, para conseguir €800.000 millones por año que se dedicarían fundamentalmente a la transición energética. Poco después, Varufakis y otros, en su Green New Deal Democracy in Europe 2025, proponen la emisión de deuda comunitaria por importe de €500.000 millones para invertir con la misma finalidad que Piketty. Impuestos o deuda, dilema político.
Beijing abandonó en 2017 su resistencia a considerar el cambio climático como problema al suscribir una declaración conjunta con la Unión Europea reconociendo en el mismo una causa fundamental de inestabilidad. De alguna manera, China explota el vacio de liderazgo creado tras el retiro efectivo de la administración Trump del Acuerdo de París.
China ya es uno de los países con mayor escasez de agua en el mundo, y en las próximas décadas se proyecta que esta escasez empeorará mucho más a medida que el flujo de los ríos alimentados principalmente por aguas de deshielo disminuya considerablemente hacia fines del siglo. En el plano interno, los peligrosos niveles de contaminación del aire se han convertido en una de las principales quejas de la clase media urbana. Se han realizado esfuerzos para mejorar la calidad del aire en las ciudades y se han adoptado políticas para reducir la importancia del carbón, lo que ha permitido la desaceleración en el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Beijing ha creado el mayor mercado de carbono del mundo, ha inyectado aproximadamente el doble de dinero en energías renovables que Estados Unidos y ha superado a EE.UU. en términos del número de vehículos eléctricos en la carretera y el número de estaciones de carga disponibles al público. China, al igual que EE.UU., se resiste a adoptar políticas climáticas que puedan limitar su crecimiento económico. Las energías renovables están absorbiendo el crecimiento de demanda, pero en su mayor parte no están desplazando la capacidad fósil. El punto clave, desde la perspectiva del cambio climático, es que si bien Pekín ha adoptado cada vez más la posición de que el cambio climático representa un riesgo, esta postura aún no se ha traducido en reducciones reales en las emisiones del país, y mucho menos en la dramática transformación económica necesaria para alejar el mundo de un calentamiento desastroso.
En Estados Unidos, la izquierda del Partido Demócrata también propone un Green New Deal… mientras aumenta la demanda de petróleo y la industria mundial de la energía plantea inversiones multimillonarias para satisfacerla. Según ExxonMobil, la demanda mundial de petróleo y gas aumentará en un 13% para 2030. Recuérdese que según IPPC, la producción de petróleo y gas debe disminuir en un 20% en 2030 y en un 55% en 2050, para detener la temperatura de la Tierra en el 1.5 ° C por encima de su nivel preindustrial. Las empresas energéticas saben que los rendimientos financieros del petróleo son más altos que los de las energías renovables. Por ahora, la demanda mundial de petróleo está creciendo en un 1-2% al año, similar al promedio de las últimas cinco décadas.
Alternativamente cabe gravar las emisiones de CO2, como plantea la propuesta de los 3508 economistas estadounidenses (27 Nobeles y 4 ex-presidentes de la Reserva Federal incluidos). Se trataría de un impuesto –poderosa señal de precio que aprovecha el mercado para dirigir a los actores económicos a un futuro bajo en carbono- que aumentaría cada año y sería neutral en los ingresos para evitar debates sobre el tamaño del gobierno. Para maximizar la imparcialidad y la viabilidad política de un aumento del impuesto sobre el carbono, todos los ingresos deberían devolverse directamente a los ciudadanos de los EE. UU. por medio de reembolsos iguales de suma global. La mayoría de las familias estadounidenses, incluidas las más vulnerables, se beneficiarán financieramente al recibir más en ‘dividendos de carbono’ de lo que pagan en el aumento de los precios de la energía.
Tal como opina Martin Wolf, el debate estadounidense sobre el cambio climático se está calentando y los dos planes citados para atacar el problema podrían combinarse en un compromiso viable: El mecanismo de precios propuesto por los 3508 economistas resulta ciertamente potente pero no será suficiente si, primero, no se combina con alguno de los elementos de intervención pública del New Green Deal, y, segundo, no se generaliza a todo el mundo.
No se podrá mejorar la salud de las personas en un planeta enfermo. El bienestar ha pasado a ser planetario y el Estado de Bienestar es la institución clave para mejorar esa armonía social imprescindible para que el término ‘capitalismo democrático’ no sea un oxímoron.
En cualquier caso mucho antes de nos demos cuenta, la revolución genética –fruto del otro gran descubrimiento científico colectivo de las dos últimas décadas- transformará el mundo. Las tecnologías genéticas están diseñadas para cambiar la forma en que hacemos a los bebés, la naturaleza de los bebés que hacemos y, en última instancia, nuestra trayectoria evolutiva como especie. Se ha propuesto una moratoria en el uso de técnicas de edición genética CRISPR pero todo quedará en un mero registro de las mismas por la Organización Mundial de la Salud. No hay que descartar, por tanto, que los Morlocks de H.G.Wells diseñen los Elois que les convengan en un mundo poco habitable. En grupos pequeños los humanos hemos sabido sobreponernos a situaciones históricas en donde se salvaban todos o no se salvaba nadie (de ahí la presencia de ‘castigadores altruistas’ entre nosotros). Con un grupo de 7200 millones, y creciendo, la cooperación con extraños se ha vuelto tan complicada como necesaria.
Hay 12 comentarios
La gasolina en España ya incluye un 57% de impuestos. Eso supone unos 0.69 euros por litro. Como quiera que las emisiones de un vehículo de gasolina medio son 2.3 kg de CO2 por litro, YA pagamos un impuesto pigouviano de unos 300 euros por tonelada emitida.
Tal vez pagar 330 en vez de 300 tenga un efecto sobre el consumo pero lo más probable es que no (estaría bien saber de donde sale esa hipótesis sobre elasticidad). Pensar que lo que no funciona para 300 funcionará para 330 es sólo una esperanza, ¿y si hacen falta 600 euros por litro y no los 330 que se plantean?.
Si el estado ingresa 300 euros por litro de gasolina consumido pensar que la recaudación aumentará cuando se reduzca el consumo de gasolina tampoco me parece que tenga ningún sentido. Si ingresar 330 por litro en lugar de 300 consigue reducir el consumo de gasolina un 10%, la recaudación del estado no aumentará. Y si no consigue reducir el consumo entonces la introducción de esa tasa no servirá de nada.
En cualquier caso conviene observar la "esquizofrenia" de querer cobrar más por el consumo de combustible mientras "regalamos" las carreteras a los conductores de vehículos. ¿No seria más fácil cobrar a quien usa esa infraestructura lo que cuesta construirlas y operarlas?. ¿O dejar de subvencionar el consumo de carbón nacional como se hace ahora?.
Bajo la batuta de las "inteligencias centrales" las incoherencias absurdas se acumulan.
Gracias José Pablo por sus contribuciones. Creo que -tal como ha comentado en otras entradas- hay mucho que mejorar en la 'inteligencia central' empezando por fundamentar las distintas alternativas propuestas, incluídas las suyas, en Europa, China y EE.UU.
En mi opinión, la mayor dificultad se centrará no tanto en el diseño del comportamiento más racional para la 'inteligencia central' sino en cómo formular objetivos positivos (no la evitación de males), cercanos en el tiempo y que resulten socialmente admisibles.
Una reacción tipo 'chalecos amarillos', unida a la dificultad de la acción colectiva entre países, puede llevar al traste cualquier atisbo de racionalidad.
Añádase que si las catástrofes se olvidan en 25 años (https://doi.org/10.1038/s41467-019-09102-3), ¿qué no podrá pasar con las que aún no han llegado?
Gracias Vicente. Los plantemientos más frecuentes, incluido el de la entrada, olvidan una premisa básica: el freno a las emisiones pasa por una reducción del consumo per capita.
Cuando esa verdad no se esconde en los juegos de trileros del "pagarán otros" (al estilo de Piketty, Varufakis o el Green New Deal) o en las falacias de las "supertecnologías" (tan convenientes para los "cazadores de subvenciones al I+D") se pone de manifiesto la auténtica magnitud del problema:
1.- las personas no quieren reducir su consumo per cápita, por eso queman París si se sube la gasolina o votan dos veces contra la tasa al CO2 en Washington.
2.- ¿quienes son los europeos para decirles a los chinos que no emitan cuando ellos se pasaron el último siglo emitiendo lo que pudieron y consumen 5 veces más per capita?. Toda la reducción de emisiones (y más) debería venir, en "justicia", de reducciones en bienestar de los ciudadanos "occidentales" (que viven mucho mejor que el resto del mundo). Buena suerte buscando una solución "justa" y aceptada a este reparto!.
Los votantes adoran el "feel good" de estas cosas mientras les salen gratis (y mejor aún si pagan "los malos") ; pero lo que lo valoran "de verdad" se demuestra cuando tienen que echar mano a la cartera. Entonces la tasa de descuento de ese futuro catastrófico que predicen los científicos (con el mismo método que sirvió para predecir que no habría comida en 1880) se vuelve infinita (digan lo que digan los estudios "racionales").
José-Pablo,
Creo que encontraremos puntos de acuerdo. La entrada, efectivamente, no menciona la reducción del consumo per cápita pero sí se apoya, debidamente citado, en el muy destacado libro de Llavador, Roemer y Silvestre [Sustainability for a Warming Planet. Harvard Univ Press, 2015] que precisamente aborda lo que comentas: Tanto el cambio necesario en el tipo de consumo -más tocar el piano a cuatro manos con cena gourmet de la propia huerta y menos borrachera en compañía de pago por mucho PIB que se genere incluso con los accidentes derivados- como el imprescindible pacto en cuanto a tasas de crecimiento entre Norte y Sur.
No estamos hablando (espero) de "imponer" el "cambio en el tipo de consumo" que los más "cerebrados" de entre nosotros estimen "razonable".
Estamos hablando de introducir mecanismos que permitan "internalizar" el coste de las emisiones. Los individuos responderán como estimen oportuno y buscarán minimizar el impacto en su bienestar. Dudo mucho que dediquen más tiempo a tocar el piano porque a la mayor parte de nosotros nos aburre mortalmente.
De hecho, dudo que tengan ganas de renunciar a ningún consumo a juzgar por su reacción en París, en Washington, en los valles mineros de Leon o Asturias o en España si se introdujera el cobro por el uso de infraestructuras de transporte (que tiene todo el sentido económico y ecológico ...). Prefieren el riesgo de estar renunciando al futuro.
Y buena suerte con ese acuerdo Norte-Sur y Este-Oeste para repartir emisiones!!
Aceptando las condiciones de contorno de la libertad individual para elegir y de la "soberanía nacional", no hay solución. Todo lo que planteemos es un ejercicio de estilismo y un canto al sol (en realidad una vocación por reeditar un falso esquema de buenos y malos que provoque movilización política).
¿A qué condición de contorno de esas dos está planteando renunciar?. Espero que no a la primera y no veo como llegar a la muy deseable meta de eliminar la segunda y crear un "gobierno planetario" que separe a tanto vividor/ladrón actual de su poltrona nacional (o sub-nacional).
Apreciado José-Pablo,
Cambiar hacia otro tipo de inversión y crecimiento es técnicamente posible pero políticamente inviable bajo un cumplimiento estricto de las dos condiciones que de forma impecable e implacable define: Ni renuncia a la libertad individual ni a la soberanía nacional. Nada digo de cómo mitigar la segunda condición pues también veo muy difícil la cooperación entre naciones.
¿Pasaríamos de ‘políticamente inviable’ a ‘extremadamente difícil’ con alguna de las diversas propuestas –las del último informe del IPPC por ejemplo- que se han formulado, canalizadas por la vía del ‘paternalismo libertario’, para hacer individualmente atractivas las elecciones socialmente convenientes?
Si así fuera, si cupiera pensar en la solución como ‘extremadamente difícil’ habría que intentarlo. Sería vergonzoso no hacerlo o fiarlo todo a que nuestros descendientes tuvieran suerte adaptativa- hackeando a Darwin [Jamie Metzl] o creando robots como los de la última novela de Ian McEwan [Machines like me].
Gracias por todos los comentarios y perdón por las referencias literarias. Ayer celebramos el día del libro… y la vida vicaria en general.
En mi opinión este es uno de los hilos más interesantes que he leído por aquí en los últimos temas, y que hace énfasis en los verdaderos desafíos a los que nos enfrentamos.
Tal como se apunta al final, es posible que ante la magnitud del problema las élites terminen apostando por una salida para unos pocos. Además de ser a nivel ético una atrocidad, tampoco está claro que pueda tener éxito a nivel práctico, cuando entre los más se extienda la sensación de estar siendo abandonados.
Una solución cooperativa global sería desde luego el óptimo, pero para ello debemos empezar a trabajar ya seriamente, puesto que se nos está agotando el tiempo y me temo que no somos conscientes de lo que se nos viene encima.
Gregorio,
Totalmente de acuerdo. Conocerás la historia de los dos campistas en la península de Kenai que, entrado el otoño, ven como un oso hambriento se apresta a cargar. Donald T se calza rápidamente las zapatillas y David (Attenborough) le recuerda que un oso siempre correrá más que ellos. No se trata de que yo corra más que el oso, replica Donald, me basta con correr más rápido que tú.
La tentación de soluciones individuales [clases sociales, geografía...ya que Nigeria e India estarán mucho más afectados que Suecia y Noruega] siempre estará presente y costará darse cuenta de que los efectos del cambio climático suponen unos problemas más en la línea de 'nos salvamos todos o no se salva nadie' que de península de Kenai.
Estoy de acuerdo con este artículo, pero, como dice Jose Pablo, a menos que confiemos en que se va a producir algún salto cualitativo en energías renovables, cosa más que dudosa, no hay otra que agarrar por los cuernos el toro del decrecimiento.
Cosa difícil, sobre todo si tenemos en cuenta que, para el discurso público de los políticos y de los economistas "de la corriente principal", el crecimiento es algo sacrosanto y además es condición sine qua non para un nivel aceptable de empleo.
¿ No deberíamos empezar a tomar en serio la denuncia de los "Bullshit jobs" que hace Graeber? En efecto, no se puede concebir hoy una solución más eficaz al problema de la contaminación y las emisiones de carbono que erradicar el sinnúmero de empleos absurdos, actividades que consumen energía (es decir, emiten CO2 y contaminan) y no crean valor alguno.
Apreciado Jaime,
Gracias por referenciar los empleos sin sentido (Bullshit Jobs) de David Graeber, cuyo libro de 2018 veo ha tenido una gran repercusión internacional, extendiendo un ensayo de 2013. Lo desconocía por completo. Una cata rápida de sus ideas anima a conocer más su trabajo –objeto de numerosas reseñas- que desde la Economía tal vez pueda emparentarse tanto con el neohobbesiano de Sam Bowles como con la perspectiva de los costes de transacción.
Incertidumbre ciertamente sobre cambios cualitativos en energías renovables…y en, por ejemplo, técnicas de captura de CO2.
¿Y si en lugar de decrecimiento habláramos de mejora del bienestar? Hace más de 40 años que conocemos el efecto marco: Las propuestas siempre en positivo, sobre mejoras de bienestar. En la estela que marca Amartya Sen desde hace décadas y que ha llevado a informes como el de Sen-Stiglitz-Fitoussi del 2009, todos bajo la clara idea compartida de ‘Más allá del PNB’.
Gracias, Vicente, por su respuesta.
La eliminación de actividades absurdas (bullshit jobs), que no crean ningún valor, es la mejor manera que tenemos hoy de aumentar el bienestar total. Desde luego, no está claro que sea fácil eliminar estas actividades e instituir una renta básica para los que ahora las realizan. Pero lo primero es tomar conciencia del problema. Si las personas influyentes no toman conciencia del problema y siguen creyendo en los cuentos de hadas del modelo neoclásico, es absolutamente imposible que se le ponga remedio.
Un ejemplo de persona influyente es Robert Solow, que famosamente ha denunciado la “paradoja de la productividad” sin darse cuenta de que la tecnología ha impulsado espectacularmente la productividad REAL, como no podía ser de otra manera y es patente y manifiesto para cualquiera que tenga ojos, aunque no sepa nada de micro ni de macroeconomía. ¿Alguien recuerda cuando había que escribir documentos en máquina de escribir y duplicarlos con papel de calco? ¿O cuando había que citarse con la gente con gran antelación, en lugares y horas extraordinariamente precisos, porque no había móviles? La productividad REAL no tiene nada que ver con la que miden los políticos y los economistas “de la corriente principal”, pues no incluye los ‘bullshit jobs’ en su cómputo. O sea, que no hay ninguna paradoja.
Apreciado Jaime de B.,
Gracias, de nuevo, por insistir en los bullshit jobs y plantear otros dos grandes temas, el de la renta básica universal y el de la productividad.
Me percaté del trabajo sobre bullshit jobs gracias a su contribución (y ya me ha sido útil para rechazar una oferta que implicaba, sobre todo, mucho box-ticking bajo apariencia sesuda). Entiendo que la supresión de eso tipo de tareas mejoraría el bienestar …siempre que las alternativas, como ir al desempleo, no fueran peores. Algunos de esos puestos de trabajo pueden cumplir funciones neohobessianas [Bowles en AER 1985; 75(1): 16-36] y, en cualquier caso, son costes de transacción inmunes a la competencia por las razones que sea.
Sobre la medida de la productividad y sus paradojas existen muy buenas entrada en NeG, y a ellas me refiero. Valga la de Matilde Mas de 5 de marzo del 2018 que me ha parecido proporciona un excelente panorama tanto de paradojas como de medidas.
También sobre renta básica universal, el colectivo de integrantes anónimos Abraham Zacuto publicó un par de entradas en NeG en enero y marzo del 2015, que junto con sus 75 comentarios, caracterizan el problema. Dado que en los cuatro años transcurridos se han producido nuevas experiencias, y tal vez se han valorado, convendría retomar el asunto.
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