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Los países son como las personas: reciprocidad y cooperación

Hace casi cuatro años, escribí un post sobre uno de los mecanismos más importantes para la comunicación humana: la reciprocidad. No voy a repetir aquí toda la historia, pero sí que me parece necesario recordar en dos palabras este concepto, por lo demás bastante evidente. La idea es que cuando tenemos que interaccionar frecuentemente con otra persona acabamos cooperando con ella, en la mayoría de los casos porque si dejamos de hacerlo la otra persona nos castigará con la misma moneda. De esta forma se llega a una situación en la que esa posibilidad de que nuestras malas acciones sean reciprocadas hace que mantengamos una actitud cooperativa, que además va en beneficio mutuo. Hasta aquí no creo que lo que estoy diciendo sorprenda a nadie.

El motivo por el que vuelvo sobre este tema es un artículo que acaba de aparecer en la revista Science Advances, titulado "Detecting reciprocity at a global scale" que recoge la investigación realizada por M. R. Frank, N. Obradovich, L. Sun, W. L. Woon, B. L. LeVeck e I. Rahwan. Por si no quiere seguir leyendo, amigo lector, le adelanto la conclusión del trabajo: el mecanismo de reciprocidad funciona también para mantener la cooperación bilateral entre países. Y le voy a adelantar también lo que a mí me sorprende más: me fascina que entidades abstractas como los países, cuyos gobiernos están formados por muchas personas, acaben teniendo un comportamiento colectivo que es básicamente como el de una única persona.

Vayamos ahora al detalle. Lo primero que puede estar usted preguntándose es como se mide reciprocidad entre países. Los autores del trabajo se basan en datos del World-Wide Integrated Crisis Early Warning System (Sistema Mundial Integrado de Alerta Temprana de Crisis), ICEWS. Los datos son propiedad del Departamento de Defensa de los Estados Unidos pero una parte de ellos han sido desclasificados y hechos publicos en el Harvard Dataverse. Los que se utilizan en este trabajo son interacciones, registradas de acuerdo a un cierto código, entre actores sociopolíticos, o sea, acciones cooperativas u hostiles entre individuos, grupos, sectores, naciones, etc., entre 1995 y 2015. Cada evento recibe un valor, llamado valor Goldstein, que es un número comprendido entre -10 y 10, siendo -10 los más conflictivos y 10 los más cooperativos. Con este número, ya podemos tener una aproximación cuantitativa al problema: los autores proponen calcular, para cada par de países, el promedio del valor Goldstein de los eventos sucedidos en ese día. En la figura siguiente se muestra un ejemplo de la serie temporal resultante, eso sí, suavizada con promedios móviles sobre períodos de 30 días para eliminar ruido.

La figura muestra el valor Goldstein promedio de los eventos dirigidos desde Estados Unidos hacia Rusia, y viceversa. Vemos que la mayor parte del tiempo lo que ha ocurrido entre ambos países ha sido positivo, no mucho, pero positivo, hasta los últimos años de la presidencia de Obama cuando las relaciones entre ambos países se deterioraron rápidamente.

Pero ¡no tan deprisa! Estas series nos dicen cosas sobre las acciones de un país hacia otro, pero la reciprocidad va más allá. La reciprocidad necesita causalidad, es decir, que se pueda argumentar que las acciones de un país responden a acciones anteriores del otro país. Y medir causalidad es de las cosas más complicadas en el análisis de datos. Uno de los test más utilizados en este terreno es el del premio Nobel de Economía en 2003 Clive Granger (que ya mencionó Gerard en este post). Los autores de este trabajo utilizan otro llamado convergent cross mapping (CCM), que según ellos es más versátil y potente que el de Granger. Lo que hacen es coger pares de países, aplicar el CCM a la serie de Goldstein del uno respecto al otro y viceversa, y si en ambos casos obtienen un valor de CCM superior a 0.25, establecen que hay reciprocidad entre ambos países; es decir, que las acciones de uno causan las del otro, y al revés. El resultado final es que obtienen 47 parejas de países entre las que se detecta reciprocidad, y que se pueden resumir en la siguiente red, que nos permite apreciar que las relaciones obtenidas tienen bastante sentido:

El último paso, una vez que ya sabemos entre qué países podemos estar viendo reciprocidad, es estudiar si realmente hay un comportamiento similar al de las personas. Para ello necesitamos la siguiente gráfica:

Lo que se muestra aquí es la probabilidad de que, una vez que ha ocurrido un evento de un país hacia otro, el otro actúe hacia el primero en función del número de días transcurrido desde el evento desencadenante. En la gráfica A, arriba a la izquierda, lo que se representa es la probabilidad de que a una acción cooperativa del país X hacia el Y le suceda otra también cooperativa del Y hacia el X. (En realidad los valores pueden ser negativos porque la probabilidad se compara con la probabilidad de cooperar en general, sin venir dada por un evento del otro país, y por eso si la probabilidad decrece aparecería como un valor negativo). Cuando uno examina las gráficas, la conclusión es que la probabilidad de cooperar con el otro país es más alta si hay reciprocidad con él que si no, y la probabilidad de que haya un conflicto tras un acto cooperativo del otro es menor también si hay reciprocidad. Sin embargo, la gráfica D muestra que la probabilidad de responder a un acto de conflicto con otro acto de conflicto es mayor si tenemos reciprocidad con ese país. Es decir, estamos a grandes rasgos ante la famosa estrategia tit-for-tat (ojo-por-ojo) de cooperar si el otro ha cooperado antes y responder a la falta de cooperación con otra similar, volviendo luego a la cooperación. La cosa que a mí me fascina como adelanté es que ahora no estamos viendo a dos personas interaccionando, ni los programas de ordenador que compitieron en el torneo de Axelrod, sino a países. Los gobiernos no son una única persona (normalmente), por lo que estamos viendo un ejemplo en el que la superposición de un sistema (habitualmente complejo) de decisión al final produce un comportamiento que viene a ser como el de una única persona. ¿No es impresionante? Yo al menos esperaría comportamientos más sofisticados, pero no, acabamos en el ojo por ojo de las actuaciones individuales.

Hemos visto que esta reciprocidad existe entre 47 pares de países, pero es importante darse cuenta de que es una cota inferior al número de pares que tienen, al menos durante algunos momentos, una relación de este tipo, porque nos estamos fijando en un período entero y no estamos teniendo en cuenta que puede haber reciprocidad mas efímera, que aparece y desaparece con el tiempo. Por otro lado, como también reconocen los autores del trabajo, aquí no estamos hablando de cooperación multilateral, solo bilateral, y habría que buscar otros métodos para detectar y entender estos procesos. En cualquier caso, hay más información relevante que surge de este análisis. Así, vemos que los países más poderosos ejercen mayor influencia y sobre más países que los que no, lo cual no por esperable deja de ser interesante (estamos detectando esto sin tener en cuenta ese poder de los países, solo listados de acciones). Pero por otro lado esa influencia es muy a menudo reciprocada, y los países menos poderosos responden a las acciones de los más poderosos con la misma moneda. Finalmente, citando directamente a los autores (la traducción es mía):

Nuestra evidencia sugiere que la reciprocidad conduce a cooperación estable incluso aunque se vea afectada por transgresiones menores, lo que destaca el beneficio de esos posibles costes de una relación recíproca a través de estrategias que perdonan. Por tanto, incluso los políticos de países poderosos deberían ser conscientes de que la no-cooperación unilateral en áreas como el comercio o el medio ambiente pueden generar una respuesta negativa y costosa de muchos de los países con los que interaccionan regularmente.

Si usted, amigo lector, ve en esas líneas un recado para algunos políticos, creo que acierta. Realmente parece un poco absurdo que necesitemos análisis de datos para llegar a esta conclusión, y de hecho seguramente para alguien como Donald Trump el que este consejo venga avalado por la ciencia le concede aún menos probabilidades de éxito, pero es lo que hay. Sea como sea, en un mundo donde una proporción amplia de la gente reciproca, parece evidente, y este trabajo confirma, que tomar decisiones agresivas incondicionales es una receta para el conflicto indefinido, y eso probablemente no es una buena idea. Un conflicto indefinido que se origina en la estrategia del ojo-por-ojo que responde a una agresión con otra, por lo que salir de la sucesión de conflicto y represalia exige que alguien dé un primer paso (usando la llamada estrategia tit-for-two-tatspor ejemplo, que solo responde a la segunda agresión consecutiva), y cada vez parece que hay menos gente dispuesta a hacerlo. Veremos dónde acabamos...