- Nada es Gratis - https://nadaesgratis.es -

Los ciencinazis, la wifi y la meditación

sorcerer1Vivimos tiempos oscuros, amigo lector. No acabo de entender por qué, pero en el mundo que hemos creado a base de ciencia, tecnología y, sobre todo, pensamiento crítico y método científico, el acientificismo (incluso el anticientificismo) gana adeptos por momentos. En las últimas semanas he visto cosas como que Vitoria-Gasteiz ha declarado ciertas zonas, en particular las infantiles de las bibliotecas, zonas libres de wifi. Invoca para ello el principio de precaución, que dice que si una actividad "representa una amenaza o un daño para la salud humana hay que tomar medidas incluso cuando la relación causa-efecto no haya podido demostrarse científicamente de forma concluyente". La moción salió adelante por unanimidad de los grupos políticos. Todavía estoy frotándome los ojos. Claro, eso debe ser porque soy un ciencinazi.

Sí, amigo lector, ciencinazi, y si me está leyendo ande con ojo porque lo mismo usted también lo es. Yo al menos me siento aludido por este artículo que leí en El Confidencial, periódico en general bastante alejado de mis ideas pero que leo porque no me gusta leer solo lo que me gusta. Es cierto que como dice el autor del artículo me pongo bastante faltón cuando la emprendo con los anticientíficos, pero es que como decía más arriba, soy incapaz de comprenderlos. Pero hoy no. Hoy voy a mantener la sangre fría, y voy a intentar explicar qué los científicos no aceptamos las cosas porque sí ni estamos cerrados a aceptar aquello que en principio podría parecer extraño. Tenemos la poderosa herramienta del método científico que, hasta donde yo sé, es lo único que proporciona evidencias sólidas y contrastables en favor de una cosa o de otra. Si alguien sabe de otra manera, que por favor nos lo diga.

Tras leer el artículo de la Wikipedia, no me veo capaz de mejorar su descripción, así que aprovechando que es de dominio público lo voy a citar tal cual:

El método científico está sustentado por dos pilares fundamentales. El primero de ellos es la reproducibilidad, es decir, la capacidad de repetir un determinado experimento, en cualquier lugar y por cualquier persona. Este pilar se basa, esencialmente, en la comunicación y publicidad de los resultados obtenidos (por ej. en forma de artículo científico). El segundo pilar es la refutabilidad, es decir, que toda proposición científica tiene que ser susceptible de ser falsada o refutada (falsacionismo). Esto implica que se podrían diseñar experimentos, que en el caso de dar resultados distintos a los predichos, negarían la hipótesis puesta a prueba.

Entiendo que puede ser deformación profesional, pero a mí me parece que esto, como la manzana de Newton, se cae por su propio peso, y si no por la fuerza de la gravedad. Es pura lógica (de la buena, no de la del chiste de la pecera): si queremos saber si algo es verdad, lo probamos repetidas veces para comprobarlo, y en el momento en que una falle, es mentira. Y se puede aplicar a todo. Y cuando digo a todo, es a todo. De esto va continuamente este blog, en el que siempre se defiende que las decisiones deben tomarse siempre sobre la base de la evidencia.

Así que le voy a poner un ejemplo que quizá le sorprenda: la meditación. En los últimos tiempos, la meditación se está poniendo cada vez más de moda como técnica de relajación, además de que se le atribuyen numerosas y esotéricas propiedades. Entre el pijerío de hoy, se ha desatado la fiebre de la meditación con el nombre de mindfulness (que por supuesto mola mucho más). Yo, la verdad, se la recomiendo. Reconozco que la practico poco y que mi profesor de tai chi y chi kung se enfada conmigo, pero es que soy muy mal alumno. Pero cuando lo hago, la verdad, noto bastantes efectos.

A estas alturas imagino que ya no da usted crédito, amable lector. Pues no lo digo de broma, es verdad, y como dicen los defensores de la homeopatía y otras cosas, a mí me funciona. Pero no he dejado de ser un científico, así que también le diré que sus efectos sobre mí no prueban absolutamente nada. Lo que sí prueba que la meditación tiene efectos sobre el cerebro es la neurociencia. Desde hace bastantes años, y al contrario que muchas otras prácticas englobadas en lo que llamamos pseudociencias, los monjes budistas colaboran con los científicos para entender qué pasa cuando una persona medita. Uno de los que más ha trabajado en este sentido es Matthieu Ricard, a quién vemos en la foto de abajo meditando mientras se registra su actividad cerebral (tomada de este artículo de Investigación y Ciencia).

articleImageThumbnailDe esta forma, con estudios publicados en revistas científicas como decía antes (ejemplos aquí, aquí y aquí; aquí, un review publicado hace unos meses en Nature Reviews Neuroscience, que a su vez contiene 180 referencias) se ha podido ver que la meditación ejerce efectos notables sobre el cerebro, se han podido identificar varios de esos efectos y se trabaja sobre los mecanismos que inducen los cambios cerebrales observados. Así, se sabe que hasta ocho regiones cerebrales se ven alterados de manera consistente en los meditadores, incluyendo el córtex sensorial y la ínsula, relacionados con la percepción del cuerpo; el hipocampo, que tiene que ver con la memoria, o el giro cingulado, involucrado en la regulación del yo y de las emociones. La importancia de esta investigación va más allá de entender la meditación; en los últimos años se ha pasado de una imagen del cerebro totalmente estática al concepto de neuroplasticidad, de un cerebro cambiante y adaptativo; en este contexto, la investigación sobre la meditación no es más que una de las direcciones en las que se trabaja para entender ese cerebro plástico.

Fíjese que este ejemplo pone de manifiesto dos cosas: primera, que con el método científico se puede estudiar todo (otro buen ejemplo es el trabajo de la reciente premio Nobel de medicina 2015, Tu Youyou, basado en la medicina tradicional china). Es muy interesante leer el review citado arriba y ver cómo está lleno de frases que dicen cosas como esta (la traducción es mía): "El trabajo futuro debe replicar los hallazgos descritos y comenzar a desvelar cómo los cambios en la estructura neuronal se relacionan con los cambios en bienestar y comportamiento", "debido a que estas interpretaciones se basan en una comprensión todavía fragmentaria de la función de las regiones cerebrales involucradas, investigaciones futuras tendrán que examinar y elaborar estas hipótesis", o "muchas otras áreas cerebrales están involucradas en la práctica del mindfulness y requieren más investigación usando diseños aleatorizados y controlados". Y es que esta es la segunda cosa que el ejemplo muestra: que contra lo que muchos piensan, los científicos no nos creemos en posesión de la verdad. Lo que sabemos es lo que creemos que es verdad a día de hoy, pero seguimos investigando, y nuestras ideas cambian, como en el caso del cerebro estático. Por eso se retiran artículos de revistas, cosa que siempre citan los que atacan al método científico diciendo: "¿Veis? Si es que es lo que publicáis está mal" (pero luego no recuerdan que el tristemente famoso artículo sobre las vacunas y el autismo fue retirado también). Lo que no nos sirve son argumentos del estilo de los de la gráfica siguiente:

CRM0difW8AA5x--.png_large

Y esto, por desgracia, es el tipo de evidencia que maneja la gente que, como el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz cree que la wifi le hace daño. Recientemente una mujer francesa ha ganado un caso en los tribunales para que se le reconozca que tiene alergia a la wifi, lo que le ha reportado una pensión de 800 euros, además. Es el único caso reconocido, pero ha causado indignación entre la comunidad científica porque no existe ni un estudio científico elaborado con el método idem donde se muestre que hay efectos de la wifi sobre las personas (o sobre nada). De hecho seguramente esta pobre mujer, que de verdad sufre problemas importantes, sea un caso de efecto nocebo, lo contrario del efecto placebo: nos enfermamos porque pensamos que algo nos va a hacer mal (lo cuenta muy bien en este vídeo José Antonio Pérez, @mimesacojea). Y entender mejor este efecto es lo que puede ayudar a curarla, no quitarle la wifi a ella y a un montón de otras personas.

Por eso, decisiones del tipo de la del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz son un error descomunal. No dudo de que sea bienintencionado, pero error al fin y al cabo, ya que es dar pábulo a rumores sin la menor base científica. Que en este caso puede ser simplemente la incomodidad de no tener wifi, pero es que además la pseudociencia mata. Y mata también a los que no somos acientíficos, cuando por ejemplo las enfermedades se propagan porque no suficiente gente se vacuna. Así que no se puede tolerar que nuestras instituciones tomen decisiones que no se basan en la evidencia porque no se puede ceder ni un centímetro de terreno. Ni es admisible que decisiones que requieren unos ciertos conocimientos de ciencia y tecnología y estar bien informado se tomen por votación popular (aquí es dónde me van a llover las tortas, pero es que si no lo digo reviento). Ni se puede tolerar que se ponga la religión al mismo nivel que la cultura científica en nuestra enseñanza. Así que habrá que seguir luchando contra las pseudociencias y los que las fomentan o las toleran. En el terreno de la ciencia y sus consecuencias sociales, retroceder, ni para coger impulso, aunque nos llamen ciencinazis.

En cualquier caso, amigo lector, este post es otra evidencia más de los efectos saludables de la meditación. Con un ratito meditando, una sentadita, que dice mi profesor, he logrado escribir todo el post sin insultar a nadie de los anticientíficos. ¿No le parece extraordinario? ¡Anímese y practique! Y luego, ya de paso, contribuya a la ciencia ciudadana, y participe en algún estudio serio sobre los efectos de la meditación.