Como otros veranos, al volver siempre creo que debo escribir sobre cambio climático; además, he comprobado que hace tiempo que no lo hago, así que vamos allá. Este año, la verdad, no me puedo quejar del calor de Madrid, aunque septiembre se está poniendo un poquito pesado. Mi experiencia horrible de este verano fue a finales de julio en Cambridge, Inglaterra: tres días en Inglaterra con máximas de 35ºC no se los deseo a nadie, sobre todo porque eso, que en Madrid sería llevadero, es insoportable porque nada está preparado para esos calores. De hecho, el verano de 2018 ha sido tan tremendo en Reino Unido que tiene hasta una entrada en Wikipedia (en inglés).
El verano ha sido similar en mayor o menor medida en buena parte del norte de Europa. De acuerdo al informe de los National Centers for Environmental Information de Estados Unidos, Noruega y Finlandia registraron temperaturas máximas en julio por encima de 33ºC, incluso en zonas por encima del círculo polar ártico. En Suecia se registró un gran número de incendios forestales, que también han dado lugar a una entrada en Wikipedia (en inglés). El calor en Estados Unidos también ha causado numerosos incendios, y cuando escribo hay activos 89 fuegos en 12 estados.
¿Cuál es el origen de todas estas anomalías? La respuesta simple ya la hemos dado muchas veces en este blog: el clima está cambiado debido a la acción del hombre, y la temperatura media del planeta sube continuamente desde el último cuarto del siglo pasado, como muestra la figura adjunta, tomada de la NASA. Observe, por cierto, el acelerón que muestran los datos en los últimos años. Pues hala, ya, ya está este con su matraca habitual, pues ya no tengo que seguir leyendo. ¿O sí?
Si me lo permite, amigo lector, yo seguiría leyendo, porque hoy quiero ir un poco más allá de ese diagnóstico de grano grueso, y quiero hacerlo en dos direcciones, aunque sea de manera un poco telegráfica: por un lado, no solo estamos cambiando el clima, estamos cambiando su propia dinámica, con consecuencias poco menos que impredecibles; por otro, lo que a nivel global es calentamiento, a nivel local puede ser cualquier cosa. Vamos por partes.
En un post reciente en Politico, el especialista en física oceánica Stefan Rahmstorf intenta literalmente explicar el tiempo "friki" que se ha experimentado en muchos sitios este verano. Para ello, nos presenta la gráfica de las temperaturas medias en Potsdam, cerca de Berlín, donde está el Instituto de Investigación sobre el Impacto del Clima:
En esta gráfica, la línea roja representa un promedio suavizado de la desviación de la temperatura respecto al promedio entre 1893 y 1922, y podría entenderse como la parte de las anomalías que observamos que se debe al cambio climático. Cada barra gris corresponde a la anomalía anual, y la diferencia con el promedio suavizado podría deberse a muchas cosas, podríamos incluso considerarla puro azar. Sin embargo, el pico de este año llama la atención, porque a una anomalía de más de 2ºC debida al cambio climático une otra de otro tanto. Rahmstorf apunta dos posibles causas (no excluyentes) de estas altas temperaturas. Una es el debilitamiento de la corriente llamada Jet Stream (en realidad de la del norte, hay otra mas al sur, y sus equivalentes del hemisferio sur).
Esta es una corriente de aire que está controlada por la diferencia de temperaturas entre los trópicos y el Ártico. Por tanto, al calentarse el Ártico, la corriente se debilita y se desestabiliza, volviéndose menos predecible (aquí es cuando recuerdo que el caos se descubrió en modelos simplificados del clima, por supuesto). Desde 2015 hay evidencia de este debilitamiento, que consiste sobre todo en un enlentecimiento de la corriente. De esta manera, al evolucionar la atmósfera de manera más lenta, el clima se vuelve más persistente, y las olas de calor (o de frío) duran más. Por otro lado, y siempre de acuerdo con Rahmstorf, hay otro factor involucrado, nada menos que la Corriente del Golfo. Esta también se está debilitando, debido a alteraciones causadas por el aumento del nivel del mar en la densidad de las aguas y en su salinidad, los motores de ese inmenso regulador térmico que es la Circulación Termohalina. Como resultado, el agua en zonas subpolares árticas está más fría, lo que se sabe que causa veranos más calientes en Europa. Rahmstorf concluye diciendo (voy a poner comillas no sea que me acusen de plagio, porque este es uno de los dos mensajes importantes que quiero transmitir y quedaría feo):
"El cambio climático no significa simplemente que todo se está calentando de manera gradual: está cambiando las circulaciones oceánicas y atmosféricas más importantes. Esto hace que el clima sea cada vez más raro y más impredecible. La realidad del cambio climático se hace cada vez más evidente, y ya no es un problema para las generaciones futuras. Debemos prepararnos para más sorpresas desagradables en los próximos años, y necesitamos limitar urgentemente las emisiones para no seguir desestabilizando el sistema climático."
Así pues, no estamos calentando el planeta: estamos desestabilizando el clima. Vamos ahora a por mi segundo mensaje. Como expliqué en otro post, uno de los efectos del cambio climático, precisamente por la desestabilización del sistema, es la aparición de mayores fluctuaciones y más eventos extremos. Pero que el planeta se caliente globalmente no quiere decir que ese sea el efecto en todos los sitios. Quizá el ejemplo más famoso es el warming hole (agujero de calentamiento) del sureste de Estados Unidos, correspondiente con la zona en azul de la figura adjunta.
La figura está tomada de este artículo reciente, Spatially Distinct Seasonal Patterns and Forcings of the U.S. Warming Hole, de Partridge y colaboradores. Se ve muy claramente como el cuadrante sureste de Estados Unidos ha experimentado un enfriamiento en vez de un calentamiento. Los autores del trabajo encuentran que, de nuevo, esto está asociado a cambios en la ubicación de la Jet Stream en esta zona del continente, mostrando que de hecho su curso se modificó en los años cincuenta al empezar el agujero, y haciendo así que los vientos del norte traigan are frío y temperaturas más bajas. Los investigadores van más lejos al lograr entender que la zona de enfriamiento es estacional, estando ubicada más hacia el Medio Oeste durante el verano y el otoño.
En este sentido, además de insistir en que el cambio climático es eso, cambio, y que puede ser calentamiento (en la mayoría de sitios) pero también enfriamiento (en otros), hay que darse cuenta de que estas diferencias regionales generan diferentes creencias sobre la realidad del fenómeno. Esto ha sido analizado en otro artículo del año pasado, concretamente Spatial heterogeneity of climate change as an experiential basis for skepticism, de Kaufmann y colaboradores. Lo que se encuentra en este trabajo es que estas desviaciones del comportamiento global son una de las causas de que la gente sea, en esas zonas, más escéptica respecto al cambio climático, lo que se traduce en mayores problemas a la hora de comunicar los posibles impactos del mismo. Esto, que por otro lado no es tan sorprendente, apunta en la misma dirección que este post: el cambio climático es un fenómeno muy complejo y presentarlo como calentamiento global no ayuda. Es necesario hacer un trabajo de pedagogía en profundidad para transmitir que, básicamente, lo que estamos haciendo siguiendo en el business as usual es hacer el clima más impredecible, más extremo, y más complicado de entender. Y si es más complicado de entender y de predecir, es mucho más complicado prepararse para sus efectos. Y como decía más arriba, esto ya no es un problema para el futuro, es para ahora, y tenemos que prepararnos. Así que es urgente, no, urgentísimo, adoptar medidas para impedir que vayamos más allá de los 2ºC (lo cual es ya bastante complicado) y no desestabilizar más el sistema de lo que ya está. No será por no haberlo dicho... unos cuántos miles de veces!
Nota: Mala noticia para terminar el post, y es que vamos para atrás como los cangrejos. Australia acaba de convertirse, después de laminar a varios primeros ministros que intentaron hacer algo en la buena dirección, en el segundo país después de Trumpland que abandona (al menos, de facto) el acuerdo de París. Y no será por falta de sequías, incendios, y demás efectos del cambio climático... Qué pena, de verdad.