Sé que es inútil. "Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano", que decía Schiller. Pero lo voy a intentar a ver si sonara la flauta:
- No existen los medicamentos homeopáticos, porque no curan nada más allá de lo que lo hace un placebo.
- Autorizar la venta de estos productos que dicen curar cosas es literalmente autorizar una estafa.
- La única regulación que hace falta con estos productos es prohibir su venta en farmacias, y autorizarla sólo en establecimientos como el del dibujo.
- La incultura científica hace estragos y permite que una banda de charlatanes como los vendedores de homeopatía se forren a costa de los incautos.
- Prefiero pensar que los que creen en la homeopatía y otras sandeces por el estilo, y los que lo toleran, son incultos científicamente y no que estoy rodeado de idiotas como Scar, pero si es así hay que imponer la tolerancia cero con la falta de cultura científica.
Hala, ya me he quedado a gusto, y si quiere leer por qué digo todo esto, y de paso aprender sobre lo que es un ensayo doble ciego, cómo esos ensayos demuestran que la homeopatía es una estafa, y alguna mención a otras maneras de robar el dinero a incultos, incautos e insensatos, siga leyendo. Y si usted cree en la homeopatía o estupideces parecidas, sáltese el texto porque nada de lo que diga le va a convencer, y vaya directamente a los comentarios a ponerme a parir.
El alegato que acabo de hacer tiene su origen en esta noticia con la que me tropecé el mes pasado: Sanidad va a regular los productos homeopáticos en España. Parece ser que pese a que hace muchos años que se venden, en particular en las farmacias, nunca se habían evaluado ni registrado y, según la noticia, hasta hay productos a la venta que no tienen nada que ver con la homeopatía. Acompañaba la noticia una entrevista con la Directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en la que ésta sostenía una serie de afirmaciones a cuál más pintoresca, como por ejemplo que "no todos los medicamentos homeopáticos tienen que demostrar su eficacia" y que "la calidad y la seguridad no se tienen que demostrar con un ensayo clínico". Y ahí fue cuando ya no pude más; he estado aguantándome un mes a ver si se me pasaba, pero no, no se me ha pasado, y de ahí este post. Ya he roto mis propósitos de año nuevo...
Que la homeopatía no cura nada se sabe desde hace casi ciento ochenta años, en concreto desde que otra persona, cabreada como yo, hizo un estudio "doble ciego" para probarlo. En un post de hace ya algún tiempo, Antonio explicó brevemente lo que eran los ensayos aleatorizados, y aunque muchos lectores de NeG ya lo saben, dado que el post va de cultura científica, creo que conviene detenerse en lo que es un ensayo "doble ciego".
El indignado en cuestión era, según cuenta M. Stolberg en su artículo "Inventing the randomized double-blind trial: the Nuremberg salt test of 1835" [J R Soc Med 99 (2006) 642–643], el responsable de salud pública y hospitales de Nuremberg, un tal Friedrich Wilhelm von Hoven, que tras escribir una furibunda crítica de la homeopatía, se enzarzó en una polémica con Johann Jacob Reuter, por entonces timador/homeópata de la aristocracia bávara. Reuter desafió a von Hoven a experimentarlo por sí mismo, y von Hoven no dejó escapar la oportunidad. Ayudado por el propietario del Allgemeine Zeitung von und für Bayern, George Löhner, convocó a la ciudadanía al primer ensayo "doble ciego" (que yo sepa), y que ilustra a la perfección este procedimiento, que paso a describir.
Se hizo una invitación pública a los interesados en participar, estableciéndose que si no había un mínimo de 50 personas no se haría el ensayo, pero la participación superó todas las expectativas cuando aparecieron 120 voluntarios en la taberna en la que se había convocado. Se prepararon dos lotes numerados de botellitas, en la mitad de las cuales se puso agua de nieve destilada, y en la otra mitad se puso la disolución C-30 de Reuter: 1 grano de sal ordinaria disuelto en 100 gotas de agua de nieve destilada, y luego diluído 29 veces en una tasa de 1 a 100. Se anotó en qué botellas iba cada preparación y se guardó la lista en un sobre sellado. A continuación, una comisión que no había intervenido en el proceso hasta el momento repartió las botellitas a los voluntarios que finalmente se decidieron a participar en el ensayo, anotando los correspondientes números. Esta es la razón del nombre "doble ciego": los que administran el agua o la C-30 no saben lo que están administrando (ciego número 1), con lo cuál no pueden transmitir información voluntaria o involuntariamente a los participantes en en el ensayo; el ciego número 2 es el de los propios participantes, que no saben si reciben una cosa o la otra.
Tres semanas después, los participantes volvieron a informar, bien en persona, bien por correo, sobre si habían experimentado algún efecto inusual. Se obtuvieron 50 respuestas, y sólo ocho indicaron que habían notado efectos. Al ir a comparar con la lista de los que habían recibido cada cosa, se encontró que tres habían recibido agua, y cinco C-30, por lo que se concluyó, acertadamente, que Reuter estaba equivocado y que los efectos del C-30 eran indistinguibles de los del agua. La conclusión es posible precisamente por la naturaleza doble-ciego del ensayo y la distribución aleatoria de los dos productos, que permite descartar ningún tipo de correlación o influencia de factores ocultos. En cuanto al resultado en sí, tres contra cinco, entra efectivamente dentro del error estadístico (técnicamente, diríamos que "la diferencia no es significativa", y ojo, porque hay que ser cuidadoso, véase por ejemplo "Statistics done wrong"). Compárese como ilustración el resultado con el del famoso ensayo de la vacuna de Salk contra la polio:
La diferencia entre los que recibieron la vacuna y los que no es claramente significativa: los números hablan por sí sólos. Gracias a ese ensayo, se decidió emplear la vacuna de Salk masivamente y, pese a que hubo algunos problemas posteriores con la vacuna de Salk y la de Sabin, que serían largos de contar aquí, finalmente la polio se ha erradicado en el mundo occidental.
Volviendo ahora a la homeopatía, quiero insistir en la frase que he dicho antes: "los efectos del C-30 eran indistinguibles de los del agua". Fíjese, amigo lector, que yo no he dicho que el C-30 no tenga efectos; todo lo que digo es que el agua causa los mismos efectos. Esto va por todos los que sostienen disparates del tipo "a mí la homeopatía me ha curado el...". No niego que hayan tomado el producto y se hayan curado; pero se han curado por efecto placebo pura y simplemente, y si les hubieran dado agua sin decírselo (que, por otra parte, es lo que le han dado, si el producto era una de esas disoluciones repetidas, no lo olvidemos) se hubieran curado igual. Y esto no es una conclusión que saque sólo del ensayo de Nuremberg de 1835, no se crea; se han hecho centenares, miles de ensayos doble-ciego similares con distintos productos homeopáticos, con idéntico resultado: la homeopatía es indistinguible del placebo. Ni uno sólo ha dado como resultado una diferencia significativa entre ambos. Ni uno.
Lo cuál me lleva al principio de nuevo: a la incultura científica. Estoy convencido de que todos aquellos creyentes en la homeopatía que hayan leído hasta aquí seguirán creyendo. No aspiro a haber convertido ni uno sólo, y es que para creer en semejante bobada hay que ser un ignorante científico de aurora boreal. Y ahora me dirán que los ensayos no prueban nada y que la ciencia "oficial" es sólo "una manera de ver las cosas". No, señor creyente, se equivoca usted: es la única manera que funciona, la que nos ha llevado hasta dónde estamos. No hemos viajado al espacio ni inventado los ordenadores ni la red a través de la que me lee gracias a los alquimistas, los homeópatas, los curanderos, los naturistas ni a ningún charlatán. No. Ha sido la ciencia, la investigación sistemática, los ensayos doble-ciego y demás procedimientos que la ciencia ha estandarizado desde Galileo los que han permitido esos avances. Y si no que se lo pregunten a Steve Jobs, el más sorprendente estúpido del que tengo noticia.
Así las cosas, no me queda otro remedio que volver a mi petición al Ministerio de Sanidad. Parece ser que en ese Ministerio hay cierta tendencia a creer en milagros como el de la multiplicación de los panes y los Jaguars, pero aún así. No conozco ningún ensayo doble ciego sobre milagros por lo que no entraré en el tema, pero sí tenemos suficientes datos para prohibir el término "medicamento homeopático", porque los medicamentos curan y la homeopatía no. Y si se permite seguir vendiendo en la farmacia este tipo de cosas (¡y permitiendo a algunos médicos que los receten!), que dicen que curan enfermedades, se estará simple y llanamente permitiendo la estafa. Así de claro se lo digo, señora Directora de la Agencia de Medicamentos y Productos Sanitarios. No sirve que diga que "son inofensivos". No hacen lo que prometen, y sabemos que no lo hacen; por tanto estamos ante una estafa tolerada con prefiero no saber qué fin. Déjense de milongas y prohíban la venta de estas cosas, prohíbanles decir que tienen aplicaciones terapéuticas y si quieren venderlos en farmacias, colóquenlos donde los cosméticos (de los que también podríamos hablar, por cierto). Más en general, adhiéranse al manifiesto "No sin evidencia", que va en este sentido y más allá.
Este no es el único caso en el que la incultura científica permite que tomen el pelo a un montón de idiotas. Se podrían poner muchos otros ejemplos, como el de los complementos alimenticios o nuevos alimentos, por ejemplo, del que se ocupa muy a menudo (junto con otros temas como la quimiofobia o el marketing pseudocientífico) el estupendo blog "Scientia", ya citado al hablar de las vacunas, que recomiendo vivamente por su rigor y por su ácido humor (esta entrevista con Luis Alfonso Gámez, del programa "Escépticos", es muy interesante también). Otro menos dañiño es el de todos aquellos que hacen cola ante Doña Manolita o La Bruixa D'Or por que ahí toca más la lotería: lógico, porque venden muchos más décimos. Pero no me quiero alargar, y ya que hablé de la vacuna de la polio, quiero terminar con una cosa mucho más peligrosa: los ignorantes científicos de las vacunas. Pocas cosas han tenido más éxito que las vacunas (véase este post de Microsiervos sobre como han transformado las causas de muerte). Sin embargo, en los últimos tiempos, los estúpidos han propagado todo tipo de especies sobre las vacunas, desde que son un puro negocio para las farmacéuticas hasta que, peor todavía, causan autismo. Todas esta sarta de mentiras ha sido desmontada por cuántos estudios rigurosos se han hecho del tema. Todas. Pese a ello, sigue habiendo imbéciles que se niegan a vacunarse y/o a vacunar a sus hijos basándose en su acientificismo. Pues esto no puede ser. Ni libertad individual ni gaitas, porque esas decisiones idiotas tienen consecuencias. Para los niños que no se vacunan. Para la población en general, como en los casos en que se empiezan a detectar repuntes de enfermedades que habían sido erradicadas con las vacunas (muchos en Estados Unidos, donde los idiotas gozan de gran predicamento, y son promovidos por el sector más ultramontano del Partido Republicano y del Tea Party pese a ser un país de lo más avanzado en investigación). Señores estúpidos e incultos científicos: ¿a ustedes les dejan emborracharse y conducir (como querrían algunos)? ¿O disparar aleatoriamente una pistola por la calle? ¿Verdad que no? Pues se ponen ustedes las vacunas, y se las ponen a sus hijos, y se acabó la historia. Lo dicho: tolerancia cero con los estúpidos, incultos científicos y demás ralea.
Actualización: hay un muy buen artículo hoy en Materia sobre cómo la medicina china está dando nuevos medicamentos y avances en medicina... haciendo las cosas bien, claro, como manda la ciencia: Aquí el enlace.
Hay 103 comentarios
Yo estoy de acuerdo de que la homeopatía es efecto placebo, pero me parece de gran interes ya que como casi el 50% de la sintomatologia que padecen los individuos tienen un origen psicosomático, el no permitirle disponer de este placebo aumentaria el sufrimiento de la población. Ya existe el precedente de un cirujano ingles del siglo XIX que administraba grageas de pan bañadas en jarabe de fresa para el tratamiento de las cefaleas y obtuvo un exito extraordinario. Cuando lo dsenmascararon dejo de suministrar esas grageas y muchos individuos con cefaleas siguieron padeciendola. No todo es absoluto. Todo tiene su parte de relatividad. Tambien de la medicación suministrada en farmacia muchos de sus efectos son placebo.
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