Los medios de comunicación (véase aquí o aquí como ejemplo) se van haciendo eco del crecimiento de las universidades privadas, tanto en número de centros como en número de alumnos. A algunos esto le parece preocupante porque consideran que las universidades privadas tienen matrículas más caras y peores estándares de calidad y que, fundamentalmente, facilitan el acceso a títulos con menores niveles de exigencia a la vez que una red de contactos. También preocupa desde un punto de vista de la igualdad de oportunidades dado que los precios de matrículas en universidades privadas superan con mucho los precios de las universidades públicas.
Antes de entrar en ese debate y la cuestión complementaria – cuál es el mix adecuado público-privado en educación terciaria – creo que es útil entender a qué se debe ese crecimiento. Para ello, voy a empezar a mostrar algunos datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, que ya se mostró en este post de J. Paniagua.
Gráfico 1: Evolución de la población universitaria en España
Para no repetir lo que allí se decía, solo mencionaré que en el curso 1985-86 las universidades públicas recibían el 96.29% de los estudiantes, cifra que ha caído al 81,54% en el curso 2022-23. Cabe preguntarse si el aumento de estudiantes en las universidades privadas se debe a un aumento en el porcentaje de jóvenes que quieren completar estudios superiores. Pues no es siempre el caso.
Gráfico 2: Población universitaria como porcentaje de la población entre 18 y 23 años (a julio de cada año).
El Gráfico 2 muestra la población universitaria como porcentaje de la población entre 18 y 23 años. Ese porcentaje aumenta en el tiempo, como cabe esperar, pero comienza a caer en 2017. Esto es extremadamente grave para el futuro de nuestro país. En un contexto de revolución tecnológica el porcentaje de jóvenes cursando estudios universitarios debería aumentar, no disminuir. Se puede aducir que quizá está aumentando el número de estudiantes en los grados de FP superior. No se si está aumentando tanto como para revertir la tendencia del Gráfico 2, pero creo que se puede afirmar que, a partir de 2017, el aumento de estudiantes en centros privados no se debe a una razón estrictamente demográfica.
Para saber qué tipo de titulaciones atraen a los estudiantes a los centros privados empezamos por ver la distribución estudiantil por grandes áreas de conocimiento.
Gráfico 3: Distribución de estudiantes (en todas las universidades) por áreas de conocimiento.
El Gráfico 3 muestra una gran estabilidad en el porcentaje de alumnos que estudian Ciencias Sociales, Artes y Humanidades y Ciencias. La evolución de la fracción de alumnos en Arquitectura e Ingenierías se parece sospechosamente a la del precio de la vivienda en España. Lo más interesante, sin embargo, es la evolución de la rama de Ciencias de la Salud que mantiene una tendencia ascendente desde 2007. Para entender mejor el aumento de estudiantes en centros privados debemos mirar al Gráfico 4.
Gráfico 4: Porcentaje de estudiantes de cada rama que cursan sus estudios universitarios en centros privados.
El análisis conjunto de los Gráficos 3 y 4 sugiere dos grandes tendencias (1) el porcentaje de estudiantes universitarios en Ciencias Sociales es estable pero un porcentaje creciente de ellos opta por una universidad privada. (2) el número de estudiantes que opta por la rama de Ciencias de la Salud está creciendo moderadamente desde 2007 pero el número que opta por universidades privadas está creciendo rápidamente desde 1996 (pasa del 5.9% en 1996 al 14.8% en el curso 2000-01) con un punto de inflexión en el periodo 2000-04. Es curioso que las pendientes de las líneas amarilla (Ciencias de la Salud) y azul oscuro (C. Sociales) tienen una pendiente muy parecida desde el curso 2005-06 (en el Gráfico 4).
Por tanto, el crecimiento de las universidades privadas se concentra en esas dos ramas. Estos gráficos sugieren una hipótesis sencilla: el aumento de estudiantes en centros privados se debe a la falta de plazas públicas. Para explorar la plausibilidad de esta hipótesis voy a usar dos infografías de la publicación “Estadística de Universidades, Centros y Titulaciones”, que muestra algunos indicadores interesantes para las universidades públicas presenciales (la gran mayoría). Los conceptos son: La tasa de ocupación (porcentaje de las plazas ofertadas de nuevo ingreso que son cubiertas), la tasa de preferencia (número de preinscripciones en primera opción por cada plaza ofertada, en tantos por cien) y la tasa de adecuación o porcentaje de los matriculados que habían elegido el estudio en primera opción. Los datos, mostrados en el Gráfico 5, se refieren al curso 2023-2024 y son muy elocuentes.
El análisis de estas tres tasas de forma combinada nos permite lanzar hipótesis acerca de las titulaciones para las que hay un exceso de demanda (tasa de preferencia) sobre la oferta (tasa de ocupación). Según la información del Ministerio, la tasa de ocupación en Medicina es del 101.6%. Es decir, que aprietan un poquito a los alumnos en las aulas. Es lo mínimo, porque por cada plaza pública ofertada hay 106 estudiantes que quieren estudiar Medicina. La tasa de adecuación es del 86.9%. Las titulaciones que tienen un mayor exceso de demanda son, con mucho, las de la rama de Ciencias de la Salud. Curiosamente, Matemáticas y Estadística se alza en segundo puesto, posiblemente por el auge reciente de la Ciencia de Datos y la puesta en valor por las empresas del Big Data. Las Ciencias Sociales clásicas (Derecho, Economía y Empresariales) no destacan por el exceso de demanda ni por tener una tasa de preferencia alta.
Estas diferencias sugieren que el crecimiento de alumnado en universidades privadas obedece a razones distintas en cada rama. En el caso de Ciencias de la Salud los datos apuntan a la falta de plazas públicas, la hipótesis inicial. Sin embargo, no parece que sea el caso de Ciencias Sociales, dado que la tasa de ocupación de plazas públicas se queda por debajo del 100%. Quizá, como apuntan J. Paniagua y J. Dolado en este blog, se deba al “white flight”.
Gráfico 5: Tasas de ocupación, preferencia y adecuación por ámbitos agrupados de estudios
Creo que hay que tratar separadamente el caso de Ciencias de la Salud del resto de ámbitos de estudio por dos razones. La primera es que el mercado de servicios sanitarios, a diferencia del mercado de servicios financieros, está plagado de externalidades y problemas informacionales. La segunda es que, en nuestro país, la demanda de servicios de salud se satisface fundamentalmente a través del sistema público de sanidad, que compone el grueso de la demanda de profesionales del ramo. Para entender el crecimiento de las universidades privadas y sus consecuencias sociales hay que tratar estos dos casos separadamente. En el resto de este post voy a centrarme en el caso de Ciencias de la Salud.
Por supuesto, cada uno es libre de decidir dónde quiere estudiar, pero hay una decisión política que es el número de plazas públicas que se oferta de cada titulación. Las preguntas pertinentes son: (1) ¿Por qué está aumentado la preferencia por estudios en Ciencias de la Salud?, (2) ¿por qué no se crean más plazas en universidades públicas?, y (3) ¿cuáles son las consecuencias sociales de lo anterior?
En lo que sigue, voy a exponer posibles respuestas a estas preguntas, pero quiero enfatizar que todas ellas están relacionadas. La respuesta obvia a (1) es que la demanda de servicios sanitarios está aumentando tanto por el aumento en el nivel de renta (a mayor renta, más gasto en prevención sanitaria) como por el envejecimiento de la población. Es decir, se demandan más doctoras, enfermeros, fisioterapeutas, logopedas, etc. Este aumento de demanda no está acompañado por un aumento de las dotaciones sanitarias públicas, o al menos eso se desprende de las largas listas de espera que tanto nos preocupan. Según García-Prado y González (2024) los seguros privados han aumentado un 3.8% entre 2016 y 2021. Por tanto, la demanda de servicios en el sector privado aumenta lo que a su vez aumenta la demanda de empleo en la sanidad privada y esto aumenta el número de jóvenes que deciden cursar estudios en la rama de Ciencias de la Salud.
La segunda pregunta es por qué no se crean más plazas en esa rama en las universidades públicas. Este artículo de prensa es ilustrativo de lo que sucede en el caso particular de Medicina. Las universidades públicas están ahogadas y el caso de la Comunidad de Madrid es paradigmático. Crear más plazas sin un aumento paralelo de recursos y profesorado es imposible y no es de extrañar que las universidades públicas madrileñas aumentaran el cupo de plazas el curso pasado a regañadientes. Es decir, preguntarse por qué no se crean más plazas universitarias públicas equivale a preguntarse por qué no aumenta el presupuesto de las universidades públicas. Este presupuesto es responsabilidad directa de las Comunidades Autónomas que son las instituciones que tienen la capacidad de permitir la apertura de universidades privadas en su territorio. En el caso concreto de Medicina, no se está creando más plazas públicas, pero las CCAA están permitiendo que se creen universidades privadas. Véase aquí, aquí, aquí, o aquí, por poner algunos ejemplos. Es decir, hay una apuesta, más o menos planificada, de aumentar el peso de las entidades privadas en la educación superior. Esto es algo que también está ocurriendo en Formación Profesional (véase aquí, aquí o aquí). Lo cierto es la demanda de educación no obligatoria (ciclos superiores de FP y estudios universitarios) está aumentando y no está recibiendo respuesta pública. Quizá se deba a la falta de ingresos impositivos. Si las CCAA se enzarzan en una carrera impositiva a la baja, los recortes llegan y lo hacen en forma de la disminución del servicio público en relación a la población. Los recortes en sanidad de la última década también dificultan la capacidad del sistema para crear nuevas vacantes en el sector público, lo que se traduce en el crecimiento de las listas de espera. De ahí el crecimiento de los seguros privados. De hecho, el recorte simultáneo en gasto sanitario público y en plazas públicas universitarias lleva a un cambio de modelo en sanidad y educación no obligatoria que las Comunidades Autónomas están llevando a cabo sin gran debate público.
Para contestar a la tercera pregunta, las consecuencias sociales del crecimiento de las universidades privadas en esta rama, hay que tener en cuentas el estado actual de nuestro Sistema Público de Salud. Como describen García-Prado y González (2024), la presión de los profesionales sanitarios del sector público ha llevado a las Comunidades Autónomas a suprimir la clausula de exclusividad de los médicos, lo que les permite la práctica dual. Como argumentan las autoras, no parece que la queja de los profesionales fuera exclusivamente el sueldo, aunque sí que parece que el sector privado ofrece un esquema de incentivos salariales más sensible a la productividad individual que el sector público. La práctica dual, si no está bien regulada, permite lo que la literatura de Health Economics llama cream-skimming y que consiste en derivar pacientes del sector privado al público y viceversa, así como la manipulación del sistema público de listas de espera. Estas distorsiones abren la puerta en nuestro ya maltrecho sistema público a las soluciones que el sector privado aplica para enfrentar el problema informacional de selección adversa: el que paga más recibe mejor atención y la recibe antes. Las autoras mencionadas arribas, así como profesionales del sector, también señalan que nuestro sistema público debe ser reformado para asegurar la calidad de prestación. No existe, por ejemplo, la recertificación de los médicos y los problemas del MIR ya han sido señalados en este blog (aquí, aquí y aquí).
Debemos recordarlo. Tenemos un sistema de sanidad pública no solo porque nos duela que las familias con menos recursos tengan peor salud. Lo hacemos porque sabemos que los sistemas de seguro privado limitan el acceso, o directamente excluyen, a las personas con menos recursos. Y la salud tiene externalidades enormes. De igual manera, un buen sistema público de enseñanza superior, donde las familias paguen precios públicos, permite que las personas con talento y sin recursos puedan ser más productivas y contribuir más a su propio bienestar y al social (pagando más impuestos, por ejemplo). El sistema público de enseñanza de calidad, además, minimiza los problemas de información asimétrica en educación superior: dificulta que se vendan contenidos educativos deficientes. El aumento descontrolado del peso de la oferta privada en ambos sectores (educación y sanidad) multiplica los efectos negativos. Si solo las universidades privadas aumentan las plazas en Salud, con precios de matrícula elevados y sin un sistema vigoroso de becas, y sin el freno de la EVAU como sistema de control de entrada, el efecto social es mucho peor.
Yo creo que la sanidad privada es un complemento de la sanidad pública. Particularmente, en los servicios con mayor elasticidad al nivel de renta. Pero también creo que un sistema privado de salud es tan bueno como el sistema público con el que compita. Esto también vale para las universidades.