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Altruismo basado en la evidencia

Distribución de la población mundial bajo distintos umbrales de la pobrezaLa Navidad es una época que despierta el altruismo en muchísima gente. ¿Cuál es la mejor manera de ser altruista, de forma que tengamos el mayor impacto posible? Esta es la pregunta que se hicieron hace unos años un grupo de filósofos en Oxford, encabezados por William MacAskill e inspirados en gran parte por la obra de Peter Singer. Para darle respuesta, se organizaron y crearon una serie de espacios de reflexión y organizaciones de caridad alrededor de lo que hoy se conoce como el movimiento del altruismo efectivo. Hoy en día, las organizaciones de altruismo efectivo manejan fondos por un valor de alrededor de 46 billones de dólares. Estos fondos han crecido un 35% anualmente desde 2015, y cada año financian donaciones por un valor de 420 millones de dólares.

Los argumentos detrás del altruismo efectivo tienen paralelismos muy interesantes con el estudio de la economía -el aparato analítico es muy parecido- y la defensa de las políticas públicas basadas en la evidencia con independencia de las intenciones. Los altruistas efectivos se toman muy en serio su objetivo, léase maximizar el impacto de cada euro donado sobre el bienestar de la humanidad. Igual que la evaluación del bienestar en la mayoría de modelos económicos, los altruistas efectivos son utilitaristas, y asumen que la utilidad marginal de cada euro es decreciente. Esto les ha llevado a priorizar el impacto de las donaciones sobre la reducción de la pobreza extrema a nivel global.

Maximizar este impacto requiere cuantificar el efecto de cada donación a partir de la mejor evidencia causal posible, además de considerar su coste de oportunidad y la ventaja comparativa de cada uno. Una vez evaluado el impacto de todas las acciones posibles, se trata de priorizar a la más efectiva. Igual que ocurre a menudo con los modelos económicos, esto puede llevar a conclusiones inesperadas. Por ejemplo, que la mejor forma de combatir la pobreza no pasa necesariamente por dedicarse a combatirla en primera persona, sino tal vez por dedicarse a tiempo completo a la profesión en que uno pueda ganar más dinero, para posteriormente donarlo a la causa más efectiva. Una de las causas más efectivas resulta ser una intervención relativamente simple como la desparasitación, que requiere medicamentos de bajo coste cuyas patentes ya han vencido y tiene efectos importantes sobre la calidad de vida y la productividad en países pobres. Varias organizaciones del movimiento también apuestan por transferencias directas de dinero a los más pobres (por ejemplo, GiveDirectly). Estos principios son el tema central del primer libro de MacAskill, "Doing Good Better: Effective Altruism and How You Can Make a Difference".

Un punto fuerte de los altruistas efectivos es el nivel de concreción al que llegan a la hora de abogar por varios tipos de donaciones en función de su efectividad, buscando siempre la efectividad máxima, no solo un impacto positivo. Consideran todas las evaluaciones de impacto de las donaciones de forma conjunta y las comparan para tomar decisiones. Este tipo de agregación ocurre menos a menudo en las evaluaciones de políticas públicas - una excepción en este sentido es este artículo de Hendren y Sprung-Keyser, que cuantifica el valor marginal de los fondos públicos necesarios para más de 100 políticas públicas e identifica las más efectivas. Es posible que esto sea porque los altruistas efectivos son responsables de gestionar millones de dólares de ayuda. En cambio, en la mayoría de los casos, los académicos que evalúan (evaluamos) las políticas basándose en la evidencia o aconsejan a los políticos suelen tener una conexión más débil con el proceso de toma de decisiones.

Un punto débil de los altruistas efectivos, por otro lado, es que no suelen tener en cuenta los efectos de equilibrio general, por ejemplo, debidos al cambio de incentivos para los beneficiarios (y para otros donantes y gobiernos) que supone saber que van a recibir donaciones. Sin embargo, las condiciones materiales de la población de interés son de pobreza extrema y es razonable pensar que esta preocupación seguramente tiene menos relevancia práctica de lo habitual.

Por otra parte, en los últimos tiempos, el movimiento ha cambiado progresivamente de objetivos y ha dejado de priorizar la pobreza extrema. Las preocupaciones se han movido hacia riesgos existenciales para la humanidad a largo plazo, que hipotéticamente supondrían una mayor pérdida de bienestar que aliviar la pobreza hoy en día. Estos planteamientos se tratan en detalle en el último libro de MacAskill, "What We Owe the Future". Se trata, sobre todo, del riesgo proveniente de la manipulación genética de patógenos que podrían acabar con la humanidad, y de la posibilidad que la inteligencia artificial desborde el control de los humanos con consecuencias catastróficas. Estos escenarios apocalípticos tienen una probabilidad bajísima de ocurrir (aunque tal vez en las últimas semanas, tras la aparición de ChatGPT, la preocupación por las implicaciones de la inteligencia artificial haya aumentado). Sin embargo, el valor esperado de evitar que ocurran es percibido como mayor que el de hacer frente a otros retos de la humanidad, incluido el cambio climático. Sin entrar a evaluar la idoneidad de centrarse en estos riesgos, este giro inesperado les ha conllevado varias críticas y ha puesto de relieve la importancia y dificultad de evaluar escenarios extremos e improbables (o de probabilidad incierta). Aunque la toma de decisiones en base a la evidencia es un principio con un gran atractivo y que puede parecer relativamente sencillo de seguir, su práctica requiere tomar decisiones complicadas al evaluar la incertidumbre y el horizonte temporal que hay que tener en cuenta. Estas cuestiones de difícil respuesta interpelan de forma directa a cualquiera que apueste por políticas públicas basadas en la evidencia.

Finalmente, en los últimos días, el movimiento ha ganado atención mediática por el arresto de Sam Bankman-Fried en Bahamas, acusado de fraude en la administración de un hedge fund de criptomonedas que él mismo había creado. Bankman-Fried es un altruista efectivo que creó este fondo con el propósito de ganar mucho dinero para donarlo, y cuyo objetivo se había alejado paulatinamente de la pobreza para centrarse en los retos de largo plazo mencionados anteriormente. Aunque este episodio es reciente y faltan muchos detalles por esclarecer, es posible que los altruistas efectivos hayan subestimado la evidencia acerca de la inconsistencia temporal: la idea de ganar para donar debería anticipar la tentación enorme de cambiar de opinión en el momento justo entre el ganar y el donar, sobre todo cuando esa decisión recae sobre un solo individuo.

En resumen, el altruismo efectivo es un movimiento del cual los economistas pueden aprender mucho, y viceversa. Es especialmente interesante que el debate a su alrededor venga de una comunidad sociológicamente ajena a la economía académica pero que al mismo tiempo se guía por un aparato analítico teórico y empírico muy similar.