Hoy no recomiendo un libro; hoy recomiendo el extraordinario episodio “The hidden costs of cheap meat” del podcast del gran Ezra Klein del NYTimes. Extraordinario y muy duro por lo muy bien que cuenta las crueles realidades del ‘proceso productivo’ del que obtenemos la carne que comemos. Aunque no es un podcast exclusivamente animalista, algunas de las partes más duras, aquellas en la que explica la forma en la que se trata en macro granjas industriales a los animales (en particular, los pollos y los cerdos), sí lo son. También detalla los muchos otros costes ‘ocultos’ que afectan directamente al bienestar humano. [El podcast es en inglés, pero el link incluye la transcripción completa]
La industria de la carne podría a priori verse como un caso de ‘éxito’ por la evolución de sus precios y lo que supone en términos de opciones de compra por las personas: el precio del pollo, por ejemplo, ha pasado en los últimos 50 años de 15$ a 4$ el kg en términos reales. La causa: las economías de escala en la producción ganadera industrial en masa. El ‘éxito’ de este modelo productivo, sin embargo, lleva implícita la externalización de muchos costes. El precio final es ficticio: no captura correctamente los costes totales reales del proceso productivo.
¿Cuáles son estos costes externos? Voy a ser breve en su mención, sin pretender hacer justicia a la magnífica y aterradora exposición que llevan a cabo Ezra Klein y su invitada, Leah Garcés, presidenta de la ONG animalista Mercy for Animals. Aportaré solamente unos pocos de los muchos datos que proporiconan.
- Bienestar (malestar) animal. La cría tiene lugar en fábricas o almacenes (no tiene sentido llamarlas granjas) en las que los pollos, modificados genéticamente para que produzcan más carne y más rápido (en 6 semanas llegan al máximo tamaño, lo que les provoca problemas óseos y cardiovasculares), son criados en condiciones de superpoblación, casi sin movilidad alguna, y soportando un enorme sufrimiento. Más del 90% del total de la cría de animales para el consumo humano en el mundo (80 mil millones al año) se lleva a cabo de manera industrial.
- Uso masivo de antibióticos. Aproximadamente, el 70% de los antibióticos importantes para la medicina humana se vende para su uso en animales de granja, a menudo de forma preventiva, pues sin ellos muchos de los animales criados en condiciones de hacinamiento no sobrevivirían. Las consecuencias en términos de salud pública pueden ser devastadoras por su contribución a la resistencia bacteriana a los antibióticos (problema éste ya tratado con anterioridad en este blog aquí)
- Riesgo creciente de pandemias. Las condiciones de superpoblación en las granjas industriales, el hacinamiento y la falta de higiene, son un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de enfermedades zoonóticas, es decir, las que se transmiten de animales a humanos, como la gripe aviar y la porcina. Las prácticas actuales de ganadería industrial favorecen en gran manera la aparición de futuras pandemias de origen animal con efectos también potencialmente devastadores.
- Impacto en el cambio climático. La ganadería industrial genera gran parte de los gases de efecto invernadero. Además, un tercio de las tierras cultivables se usa para producir alimentos para el ganado, en lugar de para las personas, lo que sería más eficiente. Por si fuera poco, el modelo de ganadería industrial induce la deforestación masiva, especialmente en el Amazonas, donde la tala para cultivar soja destinada al ganado destruye hábitats naturales y desplaza especies – contribuyendo de forma añadida al cambio climático.
- Daños medioambientales locales. La contaminación del aire es otro coste oculto. Las granjas industriales emiten grandes cantidades de partículas tóxicas, reduciendo la calidad del aire en áreas cercanas, por lo general comunidades rurales y de bajos ingresos (con menos recursos para enfrentarse a la industria). Estas zonas sufren más enfermedades respiratorias, cáncer y otros problemas de salud.
Todos estos costes externos intrínsecamente ligados al modelo productivo no están incluidos en el precio al que compramos la carne. Es éste por lo tanto un caso de libro de texto de fallo de mercado: compramos y consumimos carne en exceso. ¿Qué significa esto? En economía solemos tomar las preferencias de la gente como dadas y no entramos a evaluarlas (al menos de momento, dadnos tiempo…): no tenemos nada que decir, por ejemplo, al respecto de si una vida dedicada al consumo y hedonismo es mejor o peor que otra austera y dedicada a la meditación.
Si decimos que un bien se consume en exceso es porque su precio no cubre los costes totales de producción: el valor que se obtiene del consumo es inferior a su coste social. Y éste es precisamente el caso de la producción de carne mediante la ganadería industrial, tal y como se explica en el podcast. Por supuesto, hay otros ejemplos de este fenómeno, como el sector textil y el del transporte aéreo, en los que las empresas y los consumidores no internalizan tanto como deberían los costes externos medioambientales.
Como indiqué al principio, el podcast es altamente recomendable ya que nos presenta de manera vívida, detallada y rigurosa una realidad que merece ser conocida. Sin embargo, ¿debemos aceptar todo lo que se expone en él? Desde una perspectiva de pensamiento crítico, podríamos analizar la fiabilidad de sus fuentes, considerando el posible sesgo de la activista Leah Garcés en favor de los animales. Aun así, el prestigio de Ezra Klein y del New York Times aporta, a mi juicio, suficiente credibilidad. Además, lo planteado en el podcast no es realmente novedoso en términos generales, lo que refuerza su plausibilidad.
Ante el panorama descrito, la conversación concluye destacando la necesidad de cambiar radicalmente el modelo de ‘producción de carne’, yendo a un sistema extensivo y respetuoso con los animales y el medio ambiente, para conseguir que el precio final de la carne incluya todos los costes reales de producción. Sí, esto encarecería la carne y reduciría su consumo, lo que a su vez sería beneficioso tanto para la salud humana como para el medio ambiente. Y también, dicho sea de paso, mejoraría la posición moral de nuestra sociedad. Se dice a veces que las generaciones futuras nos verán y juzgaran igual que nosotros hacemos con las sociedades esclavistas del s. XIX: con incomprensión y desdén. A lo largo del podcast, sin embargo, hay momentos en los que asalta la duda de si tales generaciones futuras existirán.