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La violencia en las escuelas: Diferencias de género

En vísperas del día Internacional de la Mujer, me viene en mente la reflexión que realizó Iñaki Gabilondo en 2017 con motivo de este día en su programa de la Ser (ver aquí): “¿Por qué, salvo clamorosas excepciones, no hay mujeres que ataquen a hombres? ¿Por qué no hay bandas de mujeres que acorralen y abusen de hombres? ¿Por qué no hay bandas de delincuentes juveniles violentas compuestas por chicas? ¿Por qué nunca son chicas las que protagonizan destrozos o barbaries, como prender fuego a mendigos, etc.? ¿Es que acaso no hay millones de mujeres desesperadas, no hay mujeres celosas, mujeres abandonadas, no las hay desarraigadas, enloquecidas por las drogas o el alcohol, en familias desestructuradas, en guetos inflamados de violencia? Entonces, ¿qué nos pasa a los hombres que no les pase a las mujeres?”. Aunque sí existen mujeres que han ejercido violencia incluso extrema (ver aquí), los casos de violencia son menos frecuentes entre mujeres y a mí las preguntas del periodista, y en particular la última, me parecen muy buenas preguntas que merecen atención.

Para entender un fenómeno social, es clave identificar el origen. Por ello me pregunto: las diferencias de género en la propensión a ejercitar violencia, ¿se observan desde la niñez o se desarrollan más adelante, quizás en la adolescencia tras el desarrollo hormonal? La respuesta a estas preguntas puede ser útil para entender cómo contrarrestar la violencia.Los datos sobre violencia en la escuela son escasos y están sujetos a mucho error de medida, como ocurre con cualquier información declarada por los individuos implicados, pero aún más cuando se trata de temas peliagudos como la violencia. Por fortuna, tengo acceso a datos de encuestas realizadas a todos los alumnos de quinto de primaria de las escuelas Italianas en el año 2013/2014 donde se incluyeron una serie de preguntas sobre violencia en la escuela. Dadas las similitudes culturales entre Italia y España, es probable que estos datos sean informativos sobre las diferencias de género en la violencia en la escuela en ambos países. Aunque al ser declarados por los alumnos, estos datos están afectados por la subjetividad propia del fenómeno, al menos se trata de datos representativos.

En el cuestionario se recoge información sobre cuatro fenómenos relacionados con la violencia ejercitada o sufrida: haber pegado o ser pegado por compañeros (alguna vez o a menudo), haber insultado o haber sido insultado, haber tomado el pelo o que te hayan tomado el pelo, y haber aislado o haber sido aislado. Esto es interesante porque nos permite analizar la hipótesis de que la propensión a la violencia sea la misma entre los dos géneros pero el masculino quizá elige ejercitarla más explícitamente a través de la violencia física, mientras que el femenino hace uso de tipos de violencia más sutiles como la verbal o la psicológica.

En el siguiente gráfico podemos observar la proporción de niños y niñas en función de si han pegado o han sido pegados a lo largo del año escolar. Lo primero que llama la atención es que tres veces más niños que niñas han pegado alguna vez (27% de niños frente al 9% de niñas). Si miramos cuantos han sido pegados (la suma de los triángulos verde y amarillo), observamos que son significativamente más que los que pegan (triángulos amarillo y azul). Además, en términos de la diferencia entre niños y niñas vemos que el ratio disminuye cuando hablamos de los que son pegados (el 42% de niños han sido pegados frente al 25% de niñas). Es decir, el fenómeno de la violencia está muy extendido en general a los diez años, y se aprecia cierta diferencia de género en que las niñas son relativamente más propensas a sufrirla que a ejercitarla. Podríamos pensar que un fenómeno tan extendido puede no tener consecuencias importantes en el bienestar de los niños. Por ello restrinjo a continuación mi observación a los casos de niños y niñas que declaran pegar o ser pegados a menudo (por lo menos una vez a la semana). Estos casos podrían ser indicadores de situaciones de acoso o “bullying”. Los niños que declaran pegar a menudo son el 4% mientras que las niñas son el 1%. En el otro lado, los que son pegados son el 5% de los niños y el 1.5% de las niñas. De nuevo, las niñas son relativamente más propensas a ser pegadas que a pegar con frecuencia.

El fenómeno de la violencia a los 10 años es complejo porque en realidad “pegarse” puede ser interpretado como un modo de comunicación entre los niños en ciertos contextos. Además, el ser pegado puede tener implicaciones muy diferentes para el futuro dependiendo de si el niño se defiende o no. En este sentido, los niños que declaran pegar y ser pegados algunas veces (triangulo amarillo) son el 19% y las niñas el 5%. Los que declaran pegar y ser pegados a menudo son el 2% de los niños y el 0.5% de las niñas. Por otro lado, los que son pegados a veces pero no pegan son el 23% de los niños y el 20% de las niñas (3% de los niños y el 1% de las niñas son pegados pero no pegan a menudo). Es decir, entre los niños y niñas que son pegados, los niños son mucho más proclives que las niñas a pegar a su vez.

A continuación vemos la diferencia entre el patrón de violencia física por géneros y el patrón de otros tipos de violencia como la verbal (insultos o tomar el pelo) y la más sutil (el aislamiento social). Los tres siguientes gráficos son el equivalente al anterior para las preguntas relativas a insultar/ser insultado, tomar/ser tomado el pelo y aislar/ser aislado, respectivamente.

Se observa que todos los tipos de violencia están muy extendidos, siendo el más extendido el “tomar el pelo” (afecta a más de tres cuartos de los estudiantes). En cuanto a la diferencia de género, a medida que disminuye el grado de violencia explícita (se pasa de la física, a la verbal y psicológica) la participación de niños y niñas se hace más similar, hasta que prácticamente desaparecen las diferencias de género en el caso del aislamiento.

Otra pregunta relevante es si las diferencias de género en la violencia física son algo innato en el ser humano o hay alguna posibilidad de que la sociedad pueda modificarlas. Aunque con los datos disponibles no soy capaz de responder a esta pregunta, podemos intentar entender algo más sobre los potenciales determinantes de estas diferencias de género, analizando distintos grupos sociales. A continuación reproduzco las diferencias de género en la violencia en la escuela entre las regiones del norte, centro y sur de Italia. En el sur de Italia la sociedad es más tradicional y enfocada en la familia y la economía es más pobre. Así lo evidencian un gran número de indicadores incluyendo el nivel educativo medio, la salud, el acceso a internet o la baja participación de las mujeres en el mercado laboral. Los siguientes gráficos replican los mostrados anteriormente para la violencia física de niños y niñas para cada una de las regiones italianas.

En ellos se observa que a pesar de las enormes diferencias culturales, sociales y económicas entre las tres regiones, no se aprecian diferencias en la violencia física en la escuela entre ellas.

A continuación, analizo las diferencias en la proporción de niños y niñas que ejerce y sufre la violencia física según el nivel educativo de la madre: educación obligatoria, bachiller y universidad.

En este caso observamos algunas diferencias interesantes entre los distintos grupos. La proporción de niños y niñas que pegan disminuye cuando las madres han estudiado al menos bachillerato. Esto parece indicar que madres más instruidas consiguen que sus hijos no ejerzan violencia. Como los niños parten de un nivel de violencia más alto que las niñas, la menor propensión a pegar de aquellos con madres instruidas se aprecia más en los niños que en las niñas. Existe sin embargo un lado negativo de tener una madre más instruida para los niños (aunque no para las niñas): los niños con madres graduadas en la universidad son más propensos a ser pegados y no defenderse.

En general, podemos ver que las diferencias en la proporción de estudiantes que sufren y ejercen violencia entre niños y niñas es tal que la violencia afecta siempre más a los niños. Además, estas diferencias son significativas y se mantienen para distintas culturas y estratos sociales. El entorno familiar parece ser el único factor con potencial para disminuir la propensión al ejercicio de la violencia en la escuela, sobre todo para los niños.