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¿Es ciego el amor de los padres?

Es de todos conocido que cada uno de nosotros es el más guapo, inteligente, simpático, etc. a ojos de sus padres. O como dicen los napolitanos: “ogni scarrafone è bello a mamma soja” (cada escarabajo es guapo para su madre). Sin embargo, la capacidad de los padres para tomar las decisiones adecuadas sobre la educación de sus hijos depende de manera crucial de su capacidad para entender el talento de sus hijos. Pensemos en el caso de aquellos padres que se niegan a aceptar que su hijo necesita un profesor de apoyo, o que lo cargan de actividades extraescolares porque creen que su hijo puede con todo cuando no es así. También podría haber padres que no responden ofreciendo clases extra cuando sus hijos demuestran habilidades especiales para la música o los idiomas.

A nivel internacional hay un debate sobre la “libertad para educar”. Sus defensores mantienen que los padres son capaces de tomar las decisiones adecuadas para sus hijos, incluyendo la elección del colegio, los programas o la edad a la que deben iniciar el colegio. De mis conversaciones con madres españolas he deducido que estos temas son también motivo de conflictos entre padres y autoridades educativas en España. La literatura económica existente hasta el momento ha estudiado si los padres están bien informados sobre temas comunes a todos los niños, como el beneficio de la educación para el mercado de trabajo, la calidad de los colegios y otras características del sistema educativo (aquí, aquí o aquí), pero ha prestado relativamente poca atención al tema de la información sobre cada hijo en concreto. Este es el tema de un reciente artículo de investigación que he escrito junto con la profesora Nadia Campaniello de la Universidad de Essex.

Que nosotras sepamos, existen dos artículos que tratan el tema de la calidad de la información que tienen los padres sobre el rendimiento académico de los hijos: Kinsler et al. (2016) y Dizon-Ross (2014). Kinsler et al. (2016) usan datos de Estados Unidos para demostrar que las creencias de los padres sobre cómo les va a sus hijos en el colegio respecto al resto de los niños de su edad depende de cómo les va a sus hijos respecto a los niños de su mismo colegio. Es decir, si el niño va a un colegio relativamente bueno, sus padres pensarán que el niño es peor de lo que es, y viceversa. Estas creencias son importantes en la práctica porque el estudio revela que determinan la inversión que realizan los padres en la educación de sus hijos, en particular en clases de apoyo. Dizon-Ross (2014) realiza un experimento en Malawi, donde informa a padres seleccionados de manera aleatoria de las notas de sus hijos. Este trabajo encuentra que los padres, especialmente los más pobres y con educación más baja, no saben en realidad cómo les va a sus hijos en el colegio, pero una vez se les informa, invierten de manera más eficiente en su educación.

En nuestro artículo investigamos si los padres “saben lo que hacen” cuando deciden la edad a la que empezar a mandar a sus hijos a escuela. Para ello explotamos una circunstancia casual que se da en Italia: los padres pueden empezar a mandar a sus hijos al colegio un año antes (es decir, año que cumplen 5 años en lugar del año que cumplen 6) sólo si éstos han nacido entre el mes de enero y el de abril. Muchos padres optan por esta alternativa, posiblemente motivados porque así sus hijos llegaran al mercado de trabajo un año antes, porque creen que así vendrán estimulados de compañeros de clase más mayores y eso puede tener efectos positivos a largo plazo o porque así dejan de pagar guardería un año antes. En este sentido, empezar un año antes el colegio sería comparable a ir a un colegio con nivel más alto, escoger asignaturas más difíciles, etc. Nosotras analizamos si los niños seleccionados para empezar antes son los más preparados para este reto. En este sentido, nuestro estudio difiere de los anteriores porque en lugar de centrarnos en lo que los padres declaran que creen sobre sus hijos, aprendemos de sus decisiones, pero sobre todo, porque estudiamos lo que los padres creen antes de que sus creencias se vean influenciadas por los resultados académicos (cuando deciden a qué edad entrar al colegio los padres aún no disponen de notas).

Nadia y yo utilizamos datos provenientes del test Invalsi, un test estandarizado que se hizo obligatorio para todos los colegios italianos en 2009 (aunque los datos se hicieron públicos sólo a partir de 2011) y que se imparte en segundo, quinto, octavo y decimo año de escuela obligatoria. Para diseñar nuestra estrategia empírica, partimos de toda una literatura que nos muestra que existe un efecto de la edad medida en meses en el rendimiento escolar, y que dicho efecto es lineal. Es decir, los alumnos que son un mes más jóvenes tienen un rendimiento escolar más bajo en media, y dicha diferencia se mantiene constante de un mes a otro. Este patrón ha sido observado en Suecia, Noruega e Inglaterra (Fredriksson and Ockert (2005), Black et al. (2011) and Crawford et al. (2010)) y lo observamos nosotras en Italia para los niños nacidos entre Mayo y Diciembre en las siguientes figuras (una para el test de italiano y otra para el de matemáticas). En dichas figuras se observa que para los niños nacidos a partir de mayo, ser un mes más joven conlleva una reducción en los resultados del test, siendo esta penalización constante de un mes a otro.

A continuación, estimamos los resultados de test eliminando el efecto de la edad medida en meses, y calculamos los resultados que hubiesen obtenido aquellos que empiezan a los 5 años, si hubiesen empezado a los seis años. Nuestros resultados indican que aunque los niños que empiezan el colegio un año antes tienen notas más bajas que el niño medio de su edad porque hacen los exámenes un año antes, estos niños han sido seleccionados para empezar antes porque son los mejores. Esto se observa en las figuras de abajo donde aparece que los resultados de los niños que empezaron antes si hubiesen empezado “en su momento” (línea “antes si normal”) hubiesen sido mucho más altos que los demás niños (línea “normal”).

Esto es importante porque empezar antes el colegio es una decisión que puede beneficiar a los niños mejor dotados para los estudios pero podría incluso perjudicar seriamente a aquellos que tienen dificultades (podrían ser estigmatizados y quedar rezagados durante todo el periodo escolar). El hecho de que los padres están eligiendo aquellos para los que empezar antes el colegio no supone una gran pérdida en terminos de resultados nos indica que los padres conocen el tipo de hijo que tienen. Es decir, que el amor de los padres no es ciego.