De Alexander Ludwig, Universitat Autònoma de Barcelona; Goethe Universität Frankfurt; SAFE; CEPR
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Como economista científico que reside temporalmente en Barcelona y observa desde la barrera el actual debate político en España, siento que el enfoque casi exclusivo en la perspectiva epidemiológica de la crisis del coronavirus que domina el debate merece más comentarios. Mi reacción inmediata, a aquéllos que están totalmente de acuerdo en que la continuación de una política estricta de confinamiento es el único camino por delante durante un período de tiempo desconocido, es que rara vez en la Teoría Económica una solución extrema conduce a un resultado óptimo. Claramente abrir gradualmente -pero urgentemente- la economía tal y como he propuesto con mis coautores en este blog y en este artículo no está libre de riesgos. Pero tampoco está libre de riesgos continuar con la actual política estricta de confinamiento. Como proponíamos en ese artículo, nuestra propuesta para avanzar sería resolver el trade-off entre el riesgo de una nueva ola de infecciones y el riesgo de graves consecuencias económicas y sociales que comportaría un confinamiento prolongado, minimizando ambos riesgos.
Dado que me parece que muchos responsables políticos aún no se han dado cuenta, quiero poner el énfasis en los tres elefantes que hay en la habitación. Tienen que ver con las consecuencias perjudiciales distributivas de un confinamiento prolongado.
Redistribución intra-generacional. Sin dudas, el bloqueo tiene enormes costes económicos agregados, pero claramente afecta a diferentes hogares e individuos de manera muy diferente. Los más afectados son los trabajadores poco productivos, los autónomos, los propietarios de pequeñas empresas y las personas que se ganan la vida con actividades económicas en el mercado negro. Un problema no tenido en cuenta en el debate es que una política de confinamiento prolongado conduce a una doble ineficiencia económica: reduce la base imponible general (menor recaudación fiscal) y al mismo tiempo aumenta el número de beneficiarios de asistencia social (mayor gasto social). Por lo tanto, financiar el pago de transferencias a través de instrumentos fiscales que crean distorsiones adicionales en la economía será muy costoso.
Aún más alarmante es que el 18% de la población afectada negativamente por la política de confinamiento son niños (menores de 18 años), entre los cuales más del 30% están en riesgo de pobreza y exclusión social, ver aquí. Estos niños ahora no reciben suficiente educación ni suficiente tiempo y espacio para el ejercicio físico con consecuencias nefastas para su futuro bienestar social y económico, y para su salud. Esto conducirá a consecuencias negativas a largo plazo sobre los resultados educativos y la distribución de los ingresos en la sociedad.
Redistribución inter-generacional. Combatir las crisis sanitaria mediante un confinamiento total para proteger especialmente a los ancianos y débiles, que son los que tienen los mayores riesgos de salud y la tasa de mortalidad más alta, conlleva enormes costes económicos y sociales para los jóvenes. Sin duda, adherirse a una perspectiva Kantiana requiere todas las medidas necesarias para proteger a los ancianos y débiles. Aún así, esto no implica que una solución extrema sea óptima. Teniendo en cuenta las pérdidas de utilidad potencialmente enormes señaladas anteriormente, en particular para los jóvenes y entre ellos para los niños de hogares socialmente desfavorecidos, tenemos que analizar también la perspectiva utilitarista. Esta perspectiva podría sugerir que las pérdidas de utilidad para los jóvenes con elevada esperanza de vida son mucho mayores que las ganancias de salvar unos pocos años de vida de los más ancianos. Sin embargo, estoy convencido de que no es necesario que haya que resolver un trade-off aquí. Con un enfoque prudente para desbloquear la economía y con la confianza de que la mayoría de la población cumplirá con todas las medidas de precaución, la sociedad minimizará el riesgo de una nueva ola de infecciones (y por lo tanto protegerá a los ancianos y débiles), y al mismo tiempo minimizará los costos sociales y económicos de la crisis (y por lo tanto protegerá a los niños y jóvenes).
El enfoque en las implicaciones para la redistribución inter-generacional también es de particular interés, porque hay límites para la distribución de los ingresos como se enfatizó anteriormente. Por lo tanto, los pagos de transferencias tendrán que financiarse asumiendo una nueva deuda pública. Al mismo tiempo la crisis llevar a una enorme reducción de la producción económica. Como resultado, la economía española experimentará un fuerte aumento de la relación deuda/PIB (consulte nuestro artículo anterior por un cálculo optimista). Financiar esta deuda significará mayores impuestos o menores gastos del gobierno en el futuro, golpeando nuevamente a los jóvenes y generaciones futuras. Podría ser también que parte de la carga económica adicional se financiará mediante la reducción de las pensiones actuales. Sin embargo, es muy probable que este efecto sea menor que la carga impositiva adicional sobre las generaciones más jóvenes. Por lo tanto, no solo existe una doble ineficiencia económica causada por la distribución entre las generaciones que viven hoy o en los próximos años, sino también una doble fuerza negativa de redistribuir los recursos económicos de los jóvenes a los más viejos.
Distribución entre países. Finalmente, uno puede argumentar que no hay ningún problema en absoluto mientras los vecinos europeos ayuden. Sin embargo, existen límites severos para este argumento, como lo demuestra no solo la discusión en curso sobre los coronabonos (deuda solidaria) y otras transferencias de rentas. Primero, hay restricciones políticas que limitan la distribución entre países y esta ayuda – en caso de darse – nunca es gratis. Segundo, Europa en su conjunto se enfrenta a una restricción inter-temporal de recursos y aún no sabemos si los países menos afectados se verán afectados más tarde. Tercero, después de todo, dada la naturaleza inter-temporal (diacrónica) del problema, alguien tiene que pagar la factura, es decir, las generaciones jóvenes y futuras.
Conclusión. Si bien desbloquear la economía no está exento de riesgos, seguir una política estricta de confinamiento también es arriesgado y costoso. Para resolver este trade-off o dilema, España tiene que comenzar una política prudente para desbloquear la economía desde ahora.