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Trade-off, información veraz y decisiones óptimas en tiempos de COVID

José E. Boscá*,+, José Cano* y Javier Ferri*,+

* Universidad de Valencia, + Fedea

La Economía se basa en dos pilares básicos: las decisiones que se toman a nivel individual o colectivo tienen siempre asociado un coste: “nada es gratis”, y los agentes económicos reaccionan a los cambios en su entorno para tratar de acomodar de la mejor forma posible la nueva situación a sus intereses. Ambos pilares soportan el diseño de las políticas óptimas.  El post de Jose Ramón Paño es un ejemplo de las diferencias en la forma de pensar de un magnífico profesional de la sanidad y de un economista académico. Para un economista pensar en términos del denominado trade-off entre economía y salud es fundamental: las decisiones de salud pública que restringen la movilidad y la actividad afectan a la economía, con efectos importantes en el bienestar de los individuos. Es por ello, que aun estando de acuerdo con muchas de las cosas que se indican en la entrada de J. R. Paño, con algunos matices que a detallaremos más abajo, pensamos que el mensaje fundamental de nuestro post del pasado 19 de julio no se ha terminado de entender.

Nuestro razonamiento principal es que las características de la pandemia han ido variando de unas olas a otras y, en consecuencia, las decisiones de las autoridades políticas y sanitarias no pueden seguir siendo las mismas que al principio, ya que se deberían ir adaptando para evitar, en la medida de lo posible, los efectos externos negativos sobre la economía (y el bienestar de los individuos) que provocan. No es de extrañar que, sin tener en cuenta estos trade-off (o más precisamente, otorgando un peso de cero a cualquier variable distinta del número de contagiados en una función de bienestar social), el mensaje de la mayoría de los epidemiólogos, virólogos y personal sanitario se haya mantenido virtualmente inalterables durante toda la pandemia: restringir al máximo las interacciones sociales.

Como economistas, compartimos plenamente la idea de que no se deben de confundir los deseos (wishful thinking) con la realidad. Y de la misma manera que en situaciones de incertidumbre se pueden producir sesgos de valoración optimistas, también sucede con los sesgos pesimistas. De ahí la importancia de disponer (y de transmitir) la información del mejor modo posible. La situación que estamos viviendo tiene mucho de enorme experimento social. En la economía experimental (al contrario de lo que sucede en el campo de la psicología) el engaño de proporcionar a los participantes información falsa o incompleta (deception) para tener un mejor control sobre el experimento se considera contraproducente porque distorsiona el comportamiento de los agentes, y por el daño reputacional que provoca, dejando al margen cuestiones éticas. Es decir, una cosa es informar verazmente de las reglas del juego y, otra, informar de forma engañosa o errónea sobre la verdadera naturaleza de la situación. Es por ello, que en numerosas ocasiones hemos criticado en este Blog la paupérrima calidad de los datos sanitarios, lo que nos hace pensar que hay un enorme margen para avanzar en este frente desde el punto de vista epidemiológico. La impresión que se traduce es que muchas de las afirmaciones que han vertido y vierten expertos epidemiólogos y virólogos en los medios de comunicación no tienen aparentemente un sustrato basado en datos.

En ningún momento en nuestro anterior post hemos pretendido dar por zanjado el problema epidemiológico actual. Nuestra intención ha sido argumentar que el número de contagiados, o la Incidencia Acumulada a 14 días, dan hoy en día en la quinta ola una información sensiblemente distinta a la que proporcionaban en, por ejemplo, la tercera ola. Nunca hemos afirmado que el virus actúe ahora como el de un catarro. Atribuirnos esta afirmación es, como mínimo, utilizar alegremente la “falacia del hombre de paja”. Lo que sí hemos dicho es que el número de casos en los que esto ocurre es ahora mucho mayor.

A continuación, realizamos una serie de reflexiones sobre el estado de la pandemia que, sin ser especialistas en la materia, pero con la obsesión de los economistas en anclar sus afirmaciones en la mejor información disponible, nos permiten matizar algunos de los puntos expuestos por J. R. Paño.

1) Atendiendo a los informes que publica regularmente el Instituto de Salud Carlos III o el Ministerio de Sanidad, el virus tiene una tasa de asintomáticos que se ha mantenido cercana al 50% en todas las olas, excepto la primera, y en estos momentos se acerca al 70%. Es por ello, que es muy improbable que el virus haya afectado hasta el momento sólo al 10-15% de la población. En un post de hace un tiempo, algunos de nosotros ya estimábamos que en la primera ola el número de contagiados tenía que estar por encima de los 2 millones de casos, por lo que hoy en día, es muy probable que el número de contagiados supere el 20% de la población.

2) También se puede matizar mucho sobre el dato del importante porcentaje de población susceptible todavía de vacunar y sobre su efecto en hospitalizaciones, ingresos en UCI y muertes. Con datos de 30 de julio, la población por encima de los 60 años que cuenta con la pauta completa está muy por encima del 90%, de 50 a 59 años el 87,8% tiene también las dos dosis. ¿Qué pasa en las edades inferiores? En la tabla 5 del informe epidemiológico del Instituto de Salud Carlos III el siguiente grupo de edad más "vulnerable" es el de 40 a 49 años que ofrece los siguientes datos: se hospitaliza el 4,5% de los infectados, ingresa en UCI el 0,4% de los mismos y muere el 0,1% de los infectados. Cualquier muerte es un drama sin paliativos, pero alejándonos de cuestiones emocionales, no son datos aterradores comparados con la mortalidad de esta franja de edad por otras causas. Obviamente, no queremos minimizar las cifras, ni hacer una llamada a que la crisis sanitaria está superada. Ni mucho menos. Es por ello, que compartimos la preocupación por los casos de infectados que han recibido las dos dosis de la vacuna. Pero, de nuevo, la pregunta relevante es ¿cuál es el porcentaje de hospitalizados (en planta o UCI) que están vacunados? ¿Cuál es su tasa de mortalidad? Si las vacunas tienen un porcentaje de casos en el que no funcionan, ¿se puede hacer algo para corregir dicha situación? ¿Ayudarían los test de anticuerpos? Hoy en día ya sabemos (hace un par de meses no) que la vacuna minimiza síntomas y la gravedad en caso de contagio del virus.

3) En cuanto a la importancia de la variante delta en España, algunos datos de los últimos 14 días: ha habido 326.127 casos declarados, de los que 108.985 presentaron síntomas (66.59% de asintomáticos) y se han producido 323 fallecimientos (0.099% de los contagiados), gran parte de ellos, desgraciadamente, mayores de 80 años en los que la vacuna parece no haber tenido los efectos deseados, o no ha podido contrarrestar otros problemas graves de salud. Nótese que 323 fallecidos en los últimos 14 días, sería el equivalente a 8421 muertes anuales, cifra que parece a todas luces muy alejada de los más de 80.000 muertos oficiales contabilizados desde el principio de la pandemia hasta principios de julio.

4) Para poner esta cifra en el contexto de las muertes estimadas por gripe, el propio Instituto de Salud Carlos III junto al Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), estimaban que en la campaña 2017-18 hubo cerca de 15000 muertes relacionadas con la gripe y en la campaña 2018-19 (ver última página del informe) unas 6300 defunciones atribuibles a la misma.

5) Desde que comenzó la quinta ola de la variante delta en España hace un mes aproximadamente (29 de junio), las camas en planta ocupadas por pacientes Covid son del 8.24% y en UCI del 18.31% (el 13.87% sin contar a Cataluña). Estas últimas cifras no se acercan ni de lejos a los datos de las olas anteriores, en las que nosotros mismos vimos como las capacidades de UCI eran muy elásticas. Según el Ministerio de Sanidad en el conocido como "semáforo" de la COVID-19 en nuestro país, se debe superar el 15% (10% y 5%) de capacidad hospitalaria y el 25% (20% y 15%) de ocupación de las UCI para considerar de riesgo extremo (alto y medio) la situación, lo que todavía no ocurre en España si quitamos al outlier, Cataluña, que obviamente necesita una política distinta al resto.

6) No compartimos las reflexiones del J. R. Paño en referencia a que el sistema sanitario tiene un umbral significativamente menor para saturarse que hace 18 meses y que, en consecuencia, absorbería mucho peor cualquier aumento de demanda. En primer lugar, porque nuestros excelentes profesionales sanitarios tienen un aprendizaje brutal en los últimos meses de cómo tratar adecuadamente a los pacientes, por lo que los protocolos de actuación están mucho más estandarizados. Por otra parte, en olas anteriores hubo que anular de forma bastante masiva visitas de pacientes oncológicos, intervenciones quirúrgicas y otro tipo de tratamientos. Sin embargo, con los datos actuales de ocupación hospitalaria, es cierto que puede haber estrangulamientos puntuales en algunos centros hospitalarios, pero no lo es para el global del sistema sanitario de prácticamente ninguna Comunidad Autónoma (excepción posiblemente de algunas zonas sanitarias de Cataluña). Las autoridades sanitarias deben organizar las cosas mucho mejor que en el pasado para evitar las saturaciones, derivando pacientes a otros hospitales o centros de especialidades para proseguir sus tratamientos. Aparentemente, el sistema privado de Salud ha avanzado más en el tratamiento de otras enfermedades durante la pandemia que el sistema público si atendemos al grado de presencialidad en sus consultas. ¿Cuál es la razón de que esto haya sido así? ¿Qué porcentaje de los médicos de hospitales, centros de atención primaria y centros de especialidades han estado realmente en primera línea? ¿Se ha recuperado ya la presencialidad en los centros de salud públicos? No estaría mal que las autoridades sanitarias dieran cifras concretas para responder a estas preguntas.

7) Una gran transmisión comunitaria como la que genera la variante delta, que implica gran cantidad de SARS-CoV-2 replicando en la comunidad, implica un mayor riesgo de mutaciones. Pero ¿cual es la probabilidad de que esto ocurra?¿es este un argumento sólido para restringir actualmente la movilidad de los ciudadanos? En cuanto a este virus particular, tenemos entendido que los coronavirus son de los que menos capacidad de modificación y creación de distintas cepas tienen. Además, en una pandemia global, España sólo represente una pequeña cantidad de los contagios que hay en el mundo y que habrá en los próximos meses. Es mucho más probable que la mutación venga de fuera (delta viene de la India) que seamos nosotros los que la propiciemos. Este asunto reclamaría seguramente una coordinación internacional que no existe. Utilizar este argumento para imponernos como país más restricciones sería concedernos demasiada importancia y proporcionar ventaja a otros países.

8) Estamos totalmente de acuerdo en que hay que pensar en establecer una política sanitaria-prudencial para hacer frente de la mejor forma posible a futuras crisis. Eso no significa que no se deba de buscar el diseño óptimo, igual que se hace, por ejemplo, con la política macro-prudencial. Lo que no parece lógico es que la receta, en estos momentos, siga siendo que todos nos tengamos que quedar en casa para prevenir futuras posibilidades de contagio. En cualquier caso, han pasado cien años desde la última gran pandemia global. Tampoco es probable que esto vaya a tener la frecuencia de las crisis financieras. Cualquier política sanitaria-pridencial óptima habría de ponderar por probabilidades de ocurrencia de sucesos.

9) Estando de acuerdo en que la mayoría de los gobiernos del mundo tuvieron falta de previsión para abordar con mayores garantías el nuevo problema, dentro de los malos, los ha habido mejores y peores, como ilustramos en otro post en el que, precisamente ponderábamos resultados sanitarios y económicos.

10) Tampoco estamos de acuerdo con poner en pie de igualdad la mala gestión por parte de los políticos (en todos los niveles de gobierno afectados), con la responsabilidad de la población en general. Creemos que los ciudadanos han estado muy por encima de sus políticos. Un ejemplo son los jóvenes, que han tenido una actitud por lo general ejemplar cuando sabían que sus decisiones podían tener importantes efectos externos negativos sobre sus mayores. Una parte (no la totalidad) de los efectos externos que su comportamiento conlleva han desaparecido o se han mitigado. Además, otro de esos trade-off que nos preocupa a los economistas tiene que ver con el efecto de las restricciones sobre la salud mental de la población en general y de los jóvenes en particular. Como han recogido los medios de comunicación, las restricciones de la pandemia están provocando un alarmante incremento de las tentativas de suicidio, muy significativa entre las personas jóvenes.

11) Nuestra recomendación es que, dado que las vacunas están haciendo su trabajo, se deben de ajustar los criterios que utiliza el Ministerio de Sanidad (el semáforo) para valorar de forma más adecuada la evolución de la pandemia y sus repercusiones en la economía (y, por ende, en la salud económica de individuos y empresas). En algunos países, como Italia, ya se ha empezado a aplicar lo que nosotros proponíamos en nuestro post y otra nación acaba de levantar totalmente las restricciones (Inglaterra).

Tras estas dos entradas publicadas hoy iniciamos en Nada es Gratis la habitual parada estival. Estaremos puntualmente de vuelta en septiembre con importantes novedades editoriales y renovadas energías. Hasta entonces, les deseamos que pasen un buen verano.