De Pedro Rey (@pedroreybiel)
Llevaba tiempo queriendo recomendarles el libro "Misbehaving" de Richard Thaler, ex-presidente de la American Economic Association, del que ya les he hablado en alguna ocasión (aquí y aquí). Sin embargo, he estado esperando a que apareciera traducido al castellano bajo el título "Todo lo que he Aprendido con la Psicología Económica" (publicado recientemente por Deusto aquí y disponible también en versión electrónica). Coincidiendo además con que durante mi visita anual a UCSD me han asignado el despacho que Thaler tiene aquí como "visitante distinguido", y que me enseñaron aquello de que "de bien nacido es ser agradecido", escribo desde su escritorio para promocionarle un poco (aunque obviamente no le haga falta). Ahora en serio, si alguna vez les ha interesado lo más mínimo eso de la "Economía del Comportamiento" (expresión que prefiero de largo a "psicología económica") o si creen que los economistas podrían preocuparse por problemas cotidianos con una perspectiva un poco menos robótica, no corran, vuelen, a adentrarse en sus páginas.
Descubrirán que la inteligencia del autor comienza ya en el título. "Misbehaving" podría traducirse como "portándose mal" o mejor aún "saliéndose de la norma", lo que supone un ingenioso juego de palabras que alude a los dos objetivos del autor. Por un lado el libro trata sobre cómo la Economía del Comportamiento se ha ocupado de enriquecer el estudio de la motivaciones que tenemos los individuos para decidir como realmente lo hacemos frente a la visión mucho más pobre que la economía tradicional tenía sobre los agentes económicos. De esta forma, los seres humanos, motivados no sólo por nuestro propio bienestar, sino por nuestros impulsos, emociones y contradicciones e incapaces de tomar siempre la mejor decisión de acuerdo a nuestros intereses, nos hemos salido de la norma de lo que los economistas han llamado hasta ahora agentes económicos, seres aburridos respecto a sus motivaciones y perfectos en la consecución de sus objetivos. Esto ha provocado un tremendo avance en la amplitud de temas que trata y en las calidad de las respuestas que la Economía puede dar como ciencia. Pero es que además, la historia que cuenta Thaler es también la de la lucha de unos pocos economistas académicos, conjunta con sus colaboradores Amos Tversky y el premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, por romper con los preceptos establecidos, por salirse también de la norma de su disciplina e incorporar la Psicología y los experimentos al estudio del comportamiento "económico". Como cuenta Thaler, ha sido una batalla larga, más de cuarenta años, pero que se ha ganado... y tanto la economía académica como la ciencia en general, aunque se resistiesen, han salido ganando con ello.
El libro está escrito además de una forma tremendamente amena. Más que una simple colección de anécdotas y resultados, Thaler guía al lector por la insatisfacción con la incapacidad de la teoría economía tradicional en explicar comportamientos humanos recurrentes y no triviales, como motivación de todos los estudios que propone. Al contrario que en su anterior libro de éxito "Nudge" (traducido de forma creativa como "un Pequeño Empujón"), aquí no se trata tanto de contar pequeños trucos para conseguir que la gente se comporte de la manera que uno quiere (por lo que han acusado a Thaler de paternalista en el pasado) sino de mostrar cómo surgen las nuevas y buenas ideas y cómo se pueden trasladar a experimentos controlados, tanto en el laboratorio como en empresas y otras instituciones, para ser corroboradas.
Por ello, si bien en su día ya les dije que me parecía fundamental que todo estudiante de doctorado leyera la biografía de John Nash escrita por Sylvia Nassar "Una Mente Maravillosa" para entender lo que es una carrera académica, hoy añado que todo joven investigador, incluso aunque no le interese la Economía del Comportamiento, debería leer este libro para conocer la intrahistoria (!y algunos cotilleos!), las dudas, los desagravios y las dificultades que siempre aparecen cuando se tiene una buena idea que potencialmente puede cambiar la forma de pensar sobre un tema. Toda buena y nueva idea, precisamente por serlo, tiene dificultades por ser aceptada en un primer momento. Thaler muestra que se sufre mucho, pero también se permite escribir orgulloso aquello de "!Se me ocurrió a mí!"... aunque en más de una ocasión, como con los experimentos con el "juego del ultimatum", se le ocurriera, sin saberlo, después que a otros como Werner Güth.
No les quiero chafar la lectura del libro. Si necesitan algún "spoiler" más para motivarse lean las historias que aparecieron en el suplemento Verne de El País hace unos días. Simplemente para abrirles el apetito, les invito a que me contesten en los comentarios a la siguiente pregunta: ¿le parece una buena estrategia de negocio que Amazon haya doblado el precio de los discos de Bob Dylan ahora que la academia sueca le ha puesto, parece que a su pesar, tan de moda? En el libro, y si quieren en los comentarios o en el mismo blog del libro, encontrarán la respuesta.
Hay 11 comentarios
Como soy algo mayor, aún recuerdo aquellos exámenes en que solo aprobaba 1 de 40. El caso es que en el siguiente aprobábamos bastantes, más con lo cual podríamos deducir que el problema no era tanto del profesor como nuestro. Leyendo la primera página del libro me entero que ese problema no existe en las universidades americanas, con una curva en la que a la media se le pone un notable. Con ésto, ¿cómo van a querer nuestros estudiantes reválidas o deberes si todo es relativo?
Y luego además en los rankins universitarios se valora el número de aprobados.
Lamentable. Y ese parece que es nuestro futuro.
Gracias por el comentario LLAMAME ALFREDO. Celebro que se haya lanzado a leer, al menos, la primera página del libro 🙂
Estuve tentado de contar el primer ejemplo del libro sobre cambios en la escala de puntuación de los exámenes para hacer que los estudiantes protesten menos, al no saber interpretar igual de bien la "media". Pero decidí dejarlo para los lectores que se animen a leer el libro.
El problema con las notas, las tasas de aprobados y demás en nuestra universidad es tremendo. Por muchas razones creo que la solución debería incluir el que las notas simplemente fueran un ranking dentro de la clase, y así nos dejaríamos de etiquetas absurdas que son difíciles de comparar. En todo caso, hasta ahora, los que hemos propuesto cambios de este tipo hemos tenido poco éxito.
Bueno, si contamos el prólogo y el prefacio ya son 24 :). Lo cierto es que es un libro estupendo que me recuerda que Jesús hace tiempo que nos tiene prometido un post con su valoración -entiendo que no tan favorable como la tuya- de este programa de investigación. Creo que ahora o nunca. Y luego Pedro a ver como la bailas.
Gracias. Jesús es hueso duro, pero creo que en el fondo estamos bastante de acuerdo sobre el fondo del asunto. Me encargaré de recordarle que haga su valoración sobre Economía del Comportamiento, para poder empezar un buen debate.
Pedro, si ya has leído 'Thinking, Fast and Slow', 'Nudge' y versiones pop como 'Predictably Irrational', ¿aún compensa leer también este libro?
Creo que sí, Samuel. Desde luego si no los has leído creo que éste es el libro por el que empezar y el que más merece la pena para un académico, precisamente por ser menos sobre anédoctas y más sobre cómo surgieron las ideas y cómo se testaron.
Creo que la parte de historia de la profesión y los experimentos concretos van a interesarte también aunque hayas leído los otros libros.
Hace tiempo el profesor Cabrales comentó en estás páginas que, seguramente, sobre la media los profesores de economía eran políticamente más de derechas que el resto, o si no queremos cargar tanto el término, más promercado. En la medida que la premisa básica de la behavioral economics es que los hombres nos comportamos la mayoría de la veces en formas que no son consistentes con las previsiones de la corriente principal de la economía. ¿Podriamos decir que los “behavioral economics” sois la izquierda de la profesión?
Gracias ANTOÑANZAS, No estoy de acuerdo en "que la premisa básica de la behavioral economics es que los hombres nos comportamos la mayoría de la veces en formas que no son consistentes con las previsiones de la corriente principal de la economía". Enriquecer las motivaciones del os individuos y estar más abiertos a los sesgos cognitivos, no supone que no sepamos apreciar la metodología clásica, que no la utilicemos ni que gran parte de sus enseñanzas sean empíricamente correctas.
Sí que es cierto que, al estar más abiertos a cuestionar las consecuencias de los mercados cuando en ellos operan individuos "reales", puede considerarnos "progresistas". Empíricamente es una pregunta cuya repuesta me gustaría conocer, pero, aunque sea de forma anecdótica, sí tengo la impresión, de que entre la gente de mi área la proporción de gente que se consideraría lo que usted llama "de izquierdas" puede ser un poco más alto.
El asunto de los precios es un curioso ejemplo de misbehaving en el que las apariencias engañan. Fíjese en el caso que comentaba el otro día Mankiw en su blog. Las entradas para ver el musical Hamilton se venden en "taquilla" a precios entre 200 y 500 dólares y todas las funciones cuelgan el cartel de no hay billetes. Cuando las entradas salen a la venta, se produce una lotería entre distintos algoritmos que tratan de comprarlas para luego revenderlas por precios de entre 1000 y 3000 dólares en Stubhub (Mankiw pagó 2500 por cada entrada). Como resultado, el teatro y la promotora están subsidiando una industria que no genera ningún valor simplemente para evitar que haya quien les tache de usureros por cobrar precios desorbitados! Esos mismos consumidores que se "quejan" están contribuyendo a que menos teatros se lancen con productos arriesgados y nos producen un gran perjuicio a los demás.
Mankiw describe lo que siempre fue la reventa en los toros: alguien se queda la concesión a precios "populares" (de los que puede sacar pecho los propietarios municipales de la plaza), a los que luego es imposible encontrar entradas para las corridas buenas que se venden, en la reventa, "a lo que valen".
Gracias DANIEL. No entiendo dónde está el comportamiento que se sale de la norma en su ejemplo. Es más, me parece un caso clásico de gente que aprovecha los mecanismos del mercado para obtener un beneficio. Otra cosa es que el teatro esté perdiendo la posibilidad de vender directamente sus entradas a un precio mayor, por el que parece haber demanda. Y, por supuesto, otra discusión distinta es si el precio de la cultura debe estar regulado para dar acceso al mismo a todo tipo de rentas. Este no es mi tema, por lo que, al menos hoy, no me meto.
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