Tierras comunales y capital social en un pueblo andaluz: Las Hazas de Suerte de Vejer

Por Daniel Oto Peralías

Fuente: https://explorelatierra.com/es/

Vejer de la Frontera es un pintoresco pueblo gaditano cercano a la costa que guarda una peculiar tradición. Cada 22 de diciembre en año bisiesto se sortean entre los vecinos las rentas que generan 232 hazas de tierras de labor comunales, que ascienden a 3.400 hectáreas. Esta práctica, con algunas modificaciones, se remonta al siglo XIII, cuando esta zona de Cádiz fue conquistada por el Reino de Castilla. En un trabajo reciente investigo si la existencia y continuidad de estas tierras comunales en Vejer, denominadas Hazas de Suerte, ha favorecido la creación de capital social en la población.

El capital social es un tema recurrente en este blog (por ej., aquí y aquí). El concepto hace referencia a creencias y valores compartidos que ayudan a una comunidad a alcanzar objetivos socialmente deseables (Guiso et al. 2010), y se divide en dos dimensiones principales, la confianza (interpersonal e institucional) y la participación (social y política).

Dada la importancia atribuida al capital social, se ha generado mucho interés en explicar sus causas, incluyendo sus determinantes históricos (un ejemplo aquí). De hecho, varios trabajos relacionan la existencia de bienes comunales con la generación de capital social (aquí o aquí). La gestión colectiva de los bienes comunales incrementa las interacciones sociales, la resolución de disputas y la consecución de objetivos comunes, lo cual, de manera acumulada en el tiempo, se espera que genere capital social. En el presente trabajo contribuyo a la literatura haciendo un análisis en profundidad de un caso destacado de pervivencia de bienes comunales, para así entender mejor y con más riqueza de matices la posible relación entre bienes comunales y capital social.

Un poco de historia

La repoblación de Vejer y los alrededores se enmarca en el contexto de la Batalla del Estrecho (1274-1350), un largo periodo de 75 años en el cual castellanos, por un lado, y granadinos y benimerines, por otro, se disputaron el control del Estrecho de Gibraltar, sometiendo a todo el territorio a una cruenta guerra fronteriza. Para atraer a pobladores a enclaves tan peligrosos como Vejer, los reyes concedían amplias franquezas y lotes de tierra, pero aun así muchos de los colonos abandonaban estos lugares. En estas condiciones de abundancia de tierras y escasez de pobladores, se generó una práctica espontánea por el Concejo de Vejer consistente en sortear tierras de labor vacantes cada tres años (luego cada cuatro) entre los vecinos de la villa.

Así surgieron las que más tarde se denominaron Hazas de Suerte, para cuyo disfrute los vejeriegos han tenido que luchar durante siglos, principalmente contra el señor de la villa, el Duque de Medina-Sidonia. Como pionero de estas luchas, ocupa un lugar destacado en la memoria de este pueblo Juan Relinque, un plebeyo que asumiendo un gran riesgo personal y financiero convenció a sus convecinos para iniciar un largo pleito contra dicho duque, gracias a lo cual ha sobrevivido este patrimonio comunal (Morillo Crespo y Muñoz Rodríguez, 2017). Este ilustre vecino, homenajeado con una calle, una escultura y una placa, forma parte del imaginario colectivo de los vejeriegos como ejemplo de entrega y lucha por el bien común.

Placa en homenaje a Juan Relinque en el Arco de la Segur, Vejer.

La gestión de las Hazas de Suerte ha sabido adaptarse a los diferentes periodos históricos que le ha tocado vivir. Durante gran parte de su existencia, hasta el siglo XIX, las hazas se sorteaban entre aquellos con recursos suficientes para cultivarlas, quedando excluidos jornaleros y pobres. Con la publicación del Reglamento de Hazas de 1868, el derecho al disfrute de las rentas se universaliza y se trata de evitar la acumulación de hazas por los grandes labradores. Otro cambio notable lo supuso la reforma de 1948, que establecía el arriendo de por vida a pequeños agricultores, para mejorar los incentivos de estos a invertir en las hazas. Se creaban así dos sorteos, uno para repartir las rentas entre los vecinos con residencia continuada en el pueblo y otro para los agricultores interesados en cultivar las hazas.

Los historiadores y antropólogos que se han interesado por esta institución comunal han subrayado la importancia que ha tenido en el plano socioeconómico y cultural. En el primero, ha contribuido a desarrollar una clase media campesina mayor que en otros pueblos, con el consiguiente freno al latifundismo y la pobreza rural. En el segundo, ha impactado en la cultura local, donde las hazas forman un elemento identitario y se considera un patrimonio común que hay que preservar. No en vano, la Junta de Hazas inició en 2013 el proceso para tratar de inscribirlas en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.

Hazas y capital social: Un estudio de caso

Para investigar si la existencia de las Hazas de Suerte ha favorecido la creación de capital social entre los vejeriegos, realizo una encuesta en la que comparo a los residentes de Vejer con los de los municipios de alrededor (Medina-Sidonia, Benalup-Casas Viejas, Alcalá de los Gazules, Conil de la Frontera y Tarifa). Estos municipios son, con mucha probabilidad, el mejor grupo de control para Vejer, dada la proximidad geográfica y los orígenes históricos compartidos (repoblados en la misma época histórica y bajo las mismas circunstancias).

Tanto los datos del Censo de 2001 como los de la propia encuesta muestran que Vejer y el grupo de control son muy parecidos en variables relevantes tales como la edad media de la población, la tasa de autoctonía y el nivel educativo. Es interesante observar que la agricultura tiene algo más de importancia en el empleo en Vejer, hay más empresarios y autónomos y la incidencia del latifundismo es menor. Podría decirse que estas diferencias se deben a la propia existencia de las Hazas, las cuales favorecieron el desarrollo de familias campesinas y limitaron la presencia de latifundios, como se apuntó antes.

Los resultados del análisis se pueden dividir en cuatro puntos. Primero, los vejeriegos confían más en sus convecinos, participan más en asociaciones cívicas-culturales, muestran más altruismo “local”, se interesan más y tienen más información sobre la política local, parecen conocer más la historia de su pueblo y le dan más importancia a los bienes comunales. Segundo, este mayor capital social solo se observa para los vecinos que tienen fuertes raíces familiares en el pueblo, lo cual indica que el efecto distintivo de los bienes comunales en la cultura local se transmite a través de socialización familiar.

Tercero, las diferencias anteriormente señaladas entre Vejer y los pueblos de alrededor son moderadas. Todos estos pueblos son similares, también culturalmente. Por ejemplo, un 73% de los vejeriegos con raíces familiares afirman confiar algo o completamente en sus vecinos, mientras que en los otros pueblos lo hacen el 67%. Las diferencias son mayores en otras dimensiones más directamente relacionadas con la pervivencia de bienes comunales. Así, el 64% de vejeriegos conoce la jurisdicción del municipio en el Antiguo Régimen mientras que solo el 47% de los entrevistados en los otros pueblos. El efecto moderado encontrado para variables centrales de capital social en un caso donde estos bienes son un elemento particularmente destacado de la colectividad llama a la cautela en cuanto a encontrar efectos grandes en otros análisis de temas similares.

Cuarto, el origen local y comunitario del capital social (es decir, la gestión y defensa colectiva de tierras comunales) ha generado una forma local del mismo pero no ha evolucionado hacia un capital social más “generalizado”. En este sentido, la confianza interpersonal general (más allá de la comunidad local), la confianza en las instituciones, conductas altruistas que traspasan lo local como la donación de sangre, etc., no son mayores en Vejer que en los municipios de alrededor. Por tanto, como se expone en esta entrada reciente, el capital social tiene muchas dimensiones y vertientes, las cuales no siempre están fuertemente correlacionadas.

Finalmente, la naturaleza de un estudio de caso como este presenta limitaciones. Podría ser que las diferencias que se observan entre Vejer y los pueblos vecinos no se deban a las Hazas de Suerte sino a otro rasgo distintivo del municipio. En el artículo discuto esta posibilidad y la considero poco probable, ya que los pueblos incluidos en la muestra presentan un origen histórico común y muchas similitudes dada su proximidad geográfica. También podría argumentarse que el mecanismo clave para explicar el efecto de las tierras comunales en el capital social es en realidad la contención del latifundismo y, por consiguiente, la reducción de la pobreza y el conflicto rural. Mientras que seguramente esto juega algún papel, en otro trabajo muestro que la desigualdad en la distribución de la tierra se relaciona negativamente con el capital social, pero el de carácter general y evidenciado en la propensión a donar sangre. En cambio, el capital social distintivo de los vejeriegos es de carácter local y no hay diferencias en dicha propensión.

Cuando los lectores de este blog visiten este singular municipio -seguro que más de uno lo hará este verano-, recuerden la rica historia y la centenaria tradición que guarda. Si algo ha demostrado la ya consolidada literatura sobre persistencia histórica es que el pasado no solo se refleja en el legado material, monumental y arquitectónico, sino también en la economía y la cultura, y que muchas de las características actuales de nuestras sociedades hunden sus raíces en la historia.