De Leticia Arroyo Abad (CUNY & CEPR) y Noel Maurer (GWU)
Mientras que transitamos la eterna lucha –que es cruel y es mucha como dice un tango argentino—contra el coronavirus, Estados Unidos eligió a un nuevo presidente. Una experiencia dramática y traumática, si la hubo, para la población estadounidense dadas las disputas del partido republicano de los resultados electorales. La polarización del sistema político estadounidense no es un fenómeno reciente pero estas elecciones agregaron un factor especial: la crisis sanitaria del coronavirus. Aunque todavía no tenemos respuestas precisas, al parecer, los municipios con más incidencia de COVID, expresaron, a través de su voto, su predilección por el presidente Trump.
Dada la severidad de la crisis y la incompetencia de la administración del presidente Trump, uno se pregunta, ¿cómo es posible? ¿Es posible que las elecciones hayan sido inmunes a la pandemia? Quizás podemos aprender del pasado…esta no es fue la primera elección pandémica en Estados Unidos. En 1918, en pleno auge de la gripe española, este país eligió diputados y gobernadores (Gráfico 1).
Gráfico 1: Tasas de mortalidad de tres epidemias en Estados Unidos
Los obstáculos logísticos de la pandemia se superaron con ingenio y esfuerzo por parte de las autoridades electorales. Por lo tanto, las elecciones de 1918 se llevaron a cabo sin grandes sorpresas. La participación electoral no sufrió muchos cambios a pesar de un período electoral que desafió a los manuales de campañas políticas. En general, el partido gobernante, los Demócratas, perdió terreno en prácticamente todas las contiendas electorales. Los Republicanos ganaron control de ambas cámaras poniendo fin a la agenda progresista del presidente Woodrow Wilson. ¿Pero fue voto castigo por la gripe?
La gripe española, que sepultó a más de 600.000 personas en Estados Unidos desde septiembre a noviembre de 1918, comenzó con el ‘paciente cero’ en Fort Devins, Massachusetts. La devastación de esta pandemia se esparció radialmente en todo el país (Gráfico 2), atacando no sólo a la población más vulnerable sino también a adultos en plena edad productiva. Dada la magnitud de esta crisis, es lógico esperar que haya tenido un efecto en las elecciones de 1918 y de 1920.
Gráfico 2: Difusión de la epidemia
Nosotros descubrimos que el impacto de la epidemia fue muy acotado. Nuestro análisis se basa en datos a nivel municipal: los resultados electorales de 1918 en las carreras electorales (para los cargos de gobernadores estatales y diputados) y las tasas de exceso de mortalidad de la gripe. Si bien el partido en el poder –los Demócratas—fue castigado por los votantes, la severidad de la epidemia tuvo un impacto mínimo. Para ponerlo en números, la duplicación del exceso de mortalidad atribuido a la gripe implicaría una pérdida de participación del partido demócrata de medio punto porcentual en las contiendas de gobernadores y de un punto y medio en las contiendas de la cámara baja en una elección donde la reacción en contra de los demócratas fue, en promedio, de cuatro puntos porcentuales.
Gráfico 3: Efectos de la incidencia de la gripe española en la proporción de votos demócratas
Nuestros lectores escépticos podrán decir que esto es una correlación, no causalidad. Y claro, la plaga de la endogeneidad puede invalidar nuestros resultados. Para disipar estas dudas, utilizamos métodos econométricos que intentan aislar el efecto de la gripe. ¡La buena noticia es que nuestros resultados no cambian! (Gráfico 3) Primero, probamos con un método común en economía, el enfoque de variables instrumentales. Básicamente, la idea es encontrar una variable que esté correlacionada con la tasa de exceso de mortalidad pero que no tenga relación con los resultados electorales. Este ejercicio nos brinda un poco de tranquilidad ya que confirma los resultados iniciales. Sin embargo, también nos debemos preguntar si la población electoral reaccionó a la situación epidémica de los municipios lindantes. Sabemos que según la primera ley de geografía elaborada por Tobler dice: “Todas las cosas están relacionadas entre sí, pero las cosas más próximas en el espacio tienen una relación mayor que las distantes.” Es por ello que tuvimos en cuenta las interacciones espaciales ya que los virus no respetan límites políticos.
Permítannos ilustrar este punto en el estado de Nueva York (Gráfico 4). Por ejemplo, la incidencia de la gripe en Manhattan en la ciudad de Nueva York sólo afectó los resultados electorales de unos pocos municipios lindantes (Brooklyn, Queens y Long Island). A la gente del interior del estado les importó muy poco qué pasó en la ciudad de Nueva York. Pero si lo comparamos con Syracuse, en el interior, la situación es muy distinta. Es decir, la situación epidemiológica afectó el comportamiento electoral de los municipios lindantes y no tan cercanos, de manera decreciente, pero el impacto fue mucho más generalizado. En resumen, a los votantes en la ciudad de Nueva York les importó muy poco el impacto en el interior y viceversa.
Gráfico 4: Efectos espaciales secundarios
Ya que los hemos convencido de la validez de nuestros descubrimientos, pongámosle un poco más de color a estos resultados. (Pero si tienen más dudas o quieren saber más de este tema, pueden leer nuestro artículo aquí.) Hay varios mitos que nos gustaría disipar sobre esta epidemia en Estados Unidos. El primero es que la censura durante la guerra impidió que los votantes supieran la severidad y magnitud de la pandemia. El segundo es que el gobierno se mantuvo de brazos cruzados en la pandemia.
Los orígenes del primer mito es una entrevista al afamado experto sobre la gripe española John Barry. El sostiene que los periódicos sólo reportaban noticias sobre la guerra y muy poco sobre la pandemia. Nuestro análisis de casi 500 periódicos locales indica lo contrario: a medida que la pandemia seguía avanzando en el país la cobertura periodística sobre la gripe se intensificó y superó las referencias a la guerra (Gráfico 5).
Gráfico 5: Referencias a Gripe / Guerra en periódicos
En segundo lugar, el gobierno (a nivel nacional y local) adoptó políticas dinámicas y oportunas –considerando las limitaciones de la época sobre la naturaleza epidemiológica del virus. El departamento nacional de salud imprimió millones de panfletos con recomendaciones para frenar el contagio (Gráfico 6). A nivel estatal y municipal, las medidas fueron variadas incluyendo confinamiento de los infectados, prohibición de reuniones públicas, horarios escalonados para los comercios, uso de tapabocas, cierre de escuelas, para nombrar las principales (Gráfico 7). Los estados de Nueva York e Illinois invirtieron millones de dólares en el desarrollo de una vacuna. Desafortunadamente, la ignorancia sobre la naturaleza de la enfermedad implicó la vacunación contra una bacteria asociada con la gripe, no contra la gripe per se.
En resumen, si nos han acompañado hasta aquí, hemos descubierto que la gripe española no fue decisiva en las elecciones estadounidenses de 1918. Es un resultado bastante inesperado que nos invita a reflexionar. Este resultado no implica que a los votantes no les importó la devastación de la epidemia, sino que otros factores fueron más determinantes. Nosotros sospechamos que algo similar aconteció en estas elecciones. Pero para saberlo con seguridad, debemos esperar a una nueva camada de estudios. Es muy probable que en las elecciones presidenciales del 2024, para los votantes, la pandemia que estamos viviendo caerá en olvido.
Hay 1 comentarios
Buen artículo, muchas gracias.
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