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¿Tiene la polarización política efectos económicos? Sobre las expectativas, sí

Por Octavio Medina

La intensidad de la polarización política es una preocupación frecuente (y creciente) entre economistas y científicos sociales. Una sensación compartida es que todo debate público tiene siempre los mismos bandos, y que esto dificulta la respuesta a problemas importantes como las políticas sobre el COVID, la reforma de la administración pública, o incluso la respuesta al cambio climático. ¿Qué hay de cierto en esta idea?

Hoy reseñamos un artículo que sugiere que esto puede ser así: cuando una sociedad está más polarizada, la hostilidad generada por nuestra ideología política acaba trasladándose a nuestras expectativas y percepciones sobre la economía.

La polarización en América y otros sitios

En el campo de la ciencia política americana (American politics) el aumento de la polarización en las últimas décadas es probablemente uno de los fenómenos más estudiados y mejor documentados. Algunas conclusiones que emergen es que los legisladores votan cada vez más en clave partidista, y que nuestras preferencias sobre un sinfín de temas (economía, cultura, derechos civiles) son cada vez más predecibles en función de a quién votamos.

Esto tiene efectos sobre el resto de nuestras vidas. Por ejemplo, el aumento de la 'polarización afectiva' (I y II) provoca que las divisiones políticas afecten a nuestras amistades, relaciones de pareja, las decisiones de comprar una marca u otra, o incluso el salario que estamos dispuestos a aceptar.

Es fácil dar por sentado que la polarización afecta a todos los países. Pero las diferencias entre sistemas políticos importan, y hay poca investigación en contextos más allá del estadounidense (I y II, por ejemplo). Un trabajo reciente de Luis Guirola se centra en esta perspectiva comparada para entender el efecto de la polarización sobre la economía.

Sesgo partidista y expectativas

La polarización no solo cambia nuestras preferencias políticas, sino también nuestra percepción de la realidad. Esto suele ocurrir a través de algo llamado el sesgo partidista, o el hecho de que nuestra identidad política puede inducirnos a ver el mismo fenómeno de forma muy distinta.

Por ejemplo, la identidad política está correlacionada con las percepciones económicas. Sin embargo, hasta hace poco se disputaba que nuestra ideología causara estas diferencias en percepciones económicas. Por ejemplo, los votantes ricos pueden ser más optimistas sobre la economía y a la vez simpatizar con partidos más conservadores, mientras que los votantes más pobres experimentan la situación opuesta.

Una forma de evaluar si el efecto existe es utilizar los cambios de gobierno. Durante un cambio de gobierno, la simpatía de la gente hacia el gobierno cambia de forma asimétrica (algunos se alegran, otros se ponen tristes), pero sus circunstancias económicas lo hacen de forma simétrica. Es decir, si Pere y María apoyan a distintos partidos pero trabajan en el mismo sector, tienen el mismo nivel educativo, y la misma situación económica, entonces el cambio les afectará de manera similar en lo económico. Por lo tanto, si sus expectativas cambian en sentidos opuestos, esto se puede atribuir a sus preferencias políticas.

En general se ha encontrado bastante evidencia de que nuestras gafas partidistas alteran nuestras percepciones económicas, e incluso cambian nuestras decisiones individuales de consumo y la actividad económica a nuestro alrededor.

La polarización predice los cambios en expectativas

Si el sesgo partidista existe, tiene sentido esperar que un contexto de polarización lo acentúe. La estrategia que sigue el paper de Guirola es esta: utiliza tres décadas (el periodo 1993-2019) de encuestas en 27 países europeos para evaluar los cambios de gobierno como un evento exógeno que afecta de forma distinta a la gente de izquierdas y de derechas independientemente de sus características "fundamentales" (como la educación, edad, género o empleo). Los resultados se pueden ver en este gráfico:

Gráfico 1.

Cada uno de los puntos muestra la distancia entre una persona de izquierdas y de derechas en el eje Y, una vez que se han tomado en cuenta características como la educación, el género, o la situación laboral. Las líneas verticales señalan cambios de los partidos en el gobierno. Son rojas cuando el gobierno se mueve a la izquierda, y azules cuando lo hacen a la derecha. El sesgo partidista es aparente, dado que en la mayoría de los casos hay saltos en la línea de puntos alrededor de los cambios de gobierno. Los cambios son especialmente visibles en países como Macedonia del Norte, Francia o España, pero también es evidente que esos saltos varían mucho según el país.

¿Qué explica las diferencias de un sitio a otro? El principal hallazgo del paper es que estas diferencias se pueden explicar en gran medida por la intensidad de la polarización.

Para medir la polarización, el artículo utiliza dos indicadores para evaluar cada cambio de gobierno:

Las diferencias se pueden visualizar bien en esta serie de gráficos:

Gráfico 2:

Gráfico 3:

El gráfico 2 muestra que el cambio en el pesimismo económico de la oposición es más alto cuando se trata de cambios entre gobiernos monocolor, y que desciende cuando los cambios son en categorías más altas de cooperación (cambio entre coaliciones, o cambio bipartisan).

El segundo, que la intensidad del pesimismo correlaciona fuertemente con la distancia ideológica entre el gobierno saliente y el entrante. Estas correlaciones se mantienen para toda clase de indicadores de percepciones, pero son especialmente fuertes en nuestras expectativas sobre el mercado de trabajo de nuestro país, y la economía en general.

¿La polarización afectiva o la ideología económica?

Hasta ahora hemos dado por sentado que se trata de la hostilidad o simpatía hacia políticos propios y ajenos (la "polarización afectiva") la que genera este sesgo en las expectativas. Sin embargo, podría ser también que esto refleje distintas ideas sobre cómo de bien va a gestionar el gobierno la economía. Por ejemplo, la gente conservadora esperará que su gobierno baje los impuestos y por tanto la economía mejore. Es posible que distintas personas esperen distintos efectos sobre políticas que aún no han sucedido. En ese caso, no es tanto la simpatía hacia el gobierno, sino diferencias de opinión genuinas sobre el efecto de las políticas --podríamos llamarlo la 'ideología económica'. Aquí tal vez hay un desacuerdo de tipo ideológico sobre la economía, pero este no es artificial: simplemente refleja distintas ideas.

Para descartar esta explicación, el artículo hace dos cosas. En primer lugar, considera una medida de la posición izquierda-derecha que separa la dimensión "social" (p.ej. postura sobre el aborto o el matrimonio igualitario) de la "económica” (impuestos). Guirola encuentra que cuando los votantes ven que un partido con preferencias sociales alejadas de las suyas llega al poder, tienden a volverse más pesimistas respecto a la economía, lo cual es difícil de explicar si el canal son las preferencias económicas. Esto ocurre incluso cuando el partido tiene posiciones económicas idénticas al anterior.

En segundo lugar, el artículo examina el efecto sobre variables que no estarían afectadas por la acción futura del gobierno. Estas incluyen cosas como la situación económica actual (no futura), o la de la Unión Europea en su conjunto. Al mirar estas variables, sigue existiendo una relación empírica fuerte, lo que permite descartar que el pesimismo de los encuestados anticipe solo distintos cursos de política económica. Como vimos en el gráfico anterior, la correlación es más baja para el indicador de la situación actual de la economía de la UE, pero existe.

Where next

Ante la pregunta de si la polarización afecta a las expectativas económicas, Guirola encuentra que sí, y que la correlación es fuerte. Cuando hay más distancia ideológica entre cambios de gobierno (y menos cooperación entre gobiernos entrantes y salientes), los cambios en expectativas son más grandes. Esto refuerza la hipótesis de que la polarización política es una fuente de conflictos que pueden distorsionar fuertemente nuestras propias expectativas subjetivas, incluso cuando el conflicto o debate en cuestión no está relacionado con cuestiones económicas.

Además de aportar un estudio de 27 países y tres décadas de cambios de gobierno contribuir a una literatura que pecaba de EEUU-centrismo, el artículo encuentra heterogeneidades importantes entre países y contextos, y apunta a mecanismos que lo podrían explicar. En particular, el diseño institucional (y cuánto favorece o desincentiva la cooperación entre actores políticos) puede tener consecuencias importantes como facilitador o freno de la polarización afectiva y todas sus consecuencias .