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Sobre los sistemas de contratación y acreditación en las universidades españolas

La autora, Eva Ferreira, ha sido la Directora de UNIBASQ durante los últimos cuatro años.

Durante el pasado verano pudimos leer en prensa varios artículos críticos contra los criterios de acreditación establecidos en 2015 aquí. Estos criterios regulan la acreditación nacional para el acceso a los cuerpos docentes universitarios, fueron desarrollados por los comités de ANECA y están publicados aquí.

Sin embargo, existe un colectivo de profesoras y profesores que se sienten afectados, al no haber obtenido la acreditación solicitada, y considerarse con méritos sobrados para tenerla. Existe incluso una página web aquí denominada Profesor anecado, Foro de discusión para todos los profesores que estuvieron, están o estarán en proceso de acreditación de la ANECA. Ejemplos de situaciones concretas que han llegado a la prensa los podemos leer aquí y aquí. En estas situaciones, la queja fundamental es la incapacidad del sistema para acreditar como personal docente e investigador a personas con perfiles mayoritariamente investigadores. Por otra parte, la complejidad burocrática del proceso de acreditación de méritos no ayuda a la eficiencia del sistema.

Esta es una situación idónea para poner en tela de juicio la necesidad de los sistemas de acreditación. Así, se alzan voces a favor de la desaparición de los mismos. El que fuera rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Andradas, aquí  enuncia que “Ya es momento de que se supriman las acreditaciones” ya que entiende que supone “un reconocimiento implícito de la incapacidad de (y la desconfianza en) las universidades para seleccionar cabalmente a su profesorado con calidad”, y que “investigadores españoles que hayan partido al extranjero para estancias posdoctorales tienen muy difícil su acreditación para las figuras establecidas”. Cabe destacar que en el artículo no se proponen medidas alternativas que incentiven la mejora de los procesos de contratación en las universidades.

Nos encontramos en un momento en el que el debate está en la mesa política y, por tanto, los órganos de decisión tienen una alta responsabilidad sobre las consecuencias de cualquier cambio que altere las reglas de juego actuales.

La propuesta más radical es la eliminación de la acreditación. Las razones se apoyan fundamentalmente en i) la responsabilidad de las universidades en la calidad de la contratación y ii) la disminución de la burocracia en los procesos de acreditación.

Efectivamente, eliminando la acreditación disminuimos la burocracia. Sin embargo, no parece que eliminar los requisitos para acreditarse vaya a aumentar la calidad de la contratación. No, si no se proponen medidas alternativas que incentiven a que las universidades contraten buenos perfiles. O las exigencias mínimas de perfiles las hace un organismo externo o la universidad que contrata. Hasta la fecha, pocas universidades han requerido perfiles más exigentes para optar a una plaza que los requeridos para la acreditación de la figura correspondiente.

Así, la experiencia nos evidencia que la configuración de la carrera académica, evaluada por organismos externos, ha aumentado la calidad del profesorado. Un ejemplo muy ilustrativo lo tenemos en el valor añadido de los sexenios sobre la calidad de la investigación universitaria.  La Figura 1, extraída de aquí refleja claramente que el aumento a partir de la puesta en marcha de CNEAI no se explica únicamente por la evolución de la financiación. Nadie cuestiona el efecto positivo de este sistema y es obvio que su mera eliminación no proporcionaría ningún aumento de la calidad investigadora.


Figura 1

Actualmente, la carrera más habitual en una universidad pública supone el desarrollo de un perfil docente e investigador. Por ejemplo, pensemos en Miren, una recién doctorada que quiere hacer carrera académica en la Universidad del País Vasco. Después de doctorarse, sus investigaciones deben tener proyección más allá de la tesis, con publicaciones o visibilidad académica reconocida en su área. Para ello, necesitará algún contrato postdoctoral que le permita tender ese puente entre la tesis y la consolidación de sus resultados. Con ello, se podrá acreditar como ayudante doctora (ANECA) o como adjunta (UNIBASQ), y acceder a un contrato de cuatro años que le permitirá afianzar su carrera investigadora y docente. En el caso de que los resultados sean adecuados, tanto en docencia como en investigación, no debería tener problemas para acreditarse como titular de universidad, si quiere ser funcionaria (ANECA), o como agregada si sigue la vía laboral (UNIBASQ). Si su carrera docente e investigadora es muy exitosa, podrá promocionar a catedrática o plena.

Así, Miren tiene que conocer muy bien las reglas de juego y el inicio de la carrera postdoctoral debe tener una tendencia clara. El proceso de acreditación para adjunta es rápido y sencillo, basado en muy pocos méritos, los indispensables para considerar que se tienen las herramientas necesarias para desarrollar una trayectoria docente e investigadora adecuada. Miren, para poder acreditar su valía como adjunta, ha publicado varios resultados de su investigación y ha realizado una estancia postdoctoral fuera. Ahora tiene un contrato de adjunta en la universidad para los próximos cuatro años.

Puede que Miren se haya quedado en una universidad extranjera después de su estancia postdoctoral. Después de cinco años, quiere incorporarse a la UPV/EHU, pero no ha dado clases nunca. Existen perfiles de personal investigador, que no requieren capacidad docente. En el País Vasco existen las figuras de doctor investigador (homologado en salario a agregado/titular) y de profesor investigador (homologado a pleno/catedrático), si bien estas categorías no están contempladas en las acreditaciones de la ANECA. Sin embargo, la ley de la ciencia provee de otras figuras como la de profesora distinguida. Dependerá de su currículum investigador y de las prioridades de la universidad la dotación de una plaza adecuada a su perfil. Ahora bien, si Miren quiere acceder a una figura docente e investigadora, deberá acreditar méritos docentes e investigadores.

También puede que Miren no haga una carrera académica al uso, y que desarrolle una carrera profesional que quiera compaginar ayudando en la formación del alumnado de ciertas titulaciones. Existe la figura de profesora asociada, pero la realidad nos muestra que esta figura no resulta nada atractiva para los y las profesionales que querríamos ver en nuestras universidades.

Por supuesto que el sistema actual tiene mucho margen de mejora. En mi opinión, hay dos cuestiones importantes que hay que revisar. En primer lugar, el proceso de acreditación debe ser muy dirigido a la constatación de cumplimiento de mínimos de acceso a la figura correspondiente. Por tanto, la evaluación debe basarse en un compendio acotado de méritos, articulados en solicitudes muy sencillas.

En segundo lugar, los perfiles de las figuras deben promover las distintas carreras académicas que se quieren impulsar. Al inicio de la carrera académica se deberían promover contratos puente de corta duración que permitan que gente joven, integrada en grupos de investigación con una tesis doctoral reciente, tengan un tiempo para acreditar su adecuación para realizar una buena carrera docente e investigadora. Pero también necesitamos promover más carreras intensificadas en investigación y figuras flexibles que faciliten la transferencia y la colaboración docente de profesionales. Debemos impulsar la diversidad de perfiles y no la uniformidad de un perfil disperso.

En todo caso, la solución a los problemas detectados por la rigidez de las figuras no descansa en la mera eliminación del sistema de acreditación. En esta línea se pronuncian también aquí. Si lo único que hacemos es eliminar la acreditación en ciertas figuras, no hará falta una gran imaginación para augurar el futuro de la universidad española. Será la universidad española del siglo pasado. No será ninguna universidad de referencia del siglo XXI.