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Sobre el voto populista y la participación política no electoral: Cinco lecciones que hemos aprendido

Andrea L. P. Pirro y Martín Portos

A estas alturas, a pocas personas les suena ajena la palabra “populismo”. De hecho, muy pocos países permanecen inmunes al avance de fuerza políticas comúnmente denominadas populistas de derechas. Estas aglutinan la mayoría de votos en los parlamentos nacionales de países como Bulgaria, Hungría, Italia o Polonia. El reciente auge de Vox y Chega! parecen haber puesto fin incluso al “excepcionalismo ibérico”, pues hasta entonces no habían arraigado con fuerza partidos con estas características ni en España ni en el país luso.

Con un trasfondo claramente peyorativo en el contexto europeo, el término populismo ha estado a menudo asociado con la xenofobia o posiciones contrarias a los inmigrantes. Pero ha trascendido las barreras ideológicas de la derecha: es común catalogar como populistas a la corriente chavista en Venezuela o Podemos en España, por ejemplo. El populismo, en esencia, reduce la sociedad a un conflicto moral entre dos grupos homogéneos y antagonistas, el pueblo honrado y las élites traidoras, y sugiere que la política sea expresión de la voluntad general del pueblo. En último término, los partidos y movimientos populistas aspiran a poner remedio al degrado de la soberanía popular, que se entiende corrompida por las élites corruptas, egoístas y malintencionadas (esta entrada de Eva Anduiza y Guillem Rico arroja luz sobre varias características y confusiones habituales sobre el populismo). Desde esta perspectiva, es una ideología delgada (“thin-centered ideology”) susceptible de ser complementada con valores nativistas, socialistas o liberales (Mudde, 2004).

En los últimos tiempos hemos aprendido mucho acerca de las aspiraciones de los partidos populistas europeos a izquierda y derecha, así como acerca del comportamiento de sus votantes (por ejemplo, Rooduijn, 2018 o van Kessel, 2015), también en el caso español (véanse esta entrada de Hugo Marcos-Marné o el libro de José Rama, Lisa Zanotti, Stuart J. Turnbull-Dugarte y Andrés Santana sobre Vox). Sin embargo, todavía desconocemos si, cómo y cuánto la gente que apoya a fuerzas populistas se moviliza más allá de las elecciones. ¿Los votantes populistas participan en mayor medida en actividades de protesta, consumismo político, firma de peticiones o activismo digital? ¿Cómo influyen los valores autoritarios, actitudes hacia la distribución y los migrantes en la participación de los votantes de fuerzas populistas más allá del voto?

Precisamente, en nuestro artículo “Populism between voting and non-electoral participation”, recién publicado en West European Politics, tratamos de responder a estas cuestiones; en él estudiamos el nivel de participación política no-electoral de los votantes populistas (de izquierda y derecha). Utilizamos datos de una encuesta en nueve países europeos (Francia, Alemania, Grecia, Italia, Polonia, España, Suecia, Suiza y Reino Unido), que consta de una muestra representativa de al menos 2.000 individuos por país en 2015. El nivel de participación política no-electoral es un índice aditivo y ponderado que engloba información de hasta dieciséis formas distintas de participación no-electoral en los últimos doce meses, como haber participado en huelgas, haber hecho boicots, haber ocupado espacios públicos, haberse enfrentado con la policía por motivos políticos, haber seguido a una organización política en redes sociales, etc. Es decir, cuanto más alto sea el valor del índice, en más actividades políticas no-electorales habrá participado el individuo en el último año. En línea con la literatura y la clasificación de partidos europeos más establecidas, en total identificamos como populistas a 21 partidos políticos en nuestros nueve países europeos, incluyendo a partidos de izquierdas, como el alemán Die Linke o el griego Syriza, y de derechas, como los Demócratas Suecos (SD) o el polaco Ley y Orden (PiS)— véase la PopuList de Rooduijn et al. (2019).

Con el fin de estudiar cómo afecta el voto populista sobre la participación no electoral, y sus interacciones con actitudes autoritarias/libertarias, sobre la inmigración y redistribución, nuestro diseño empírico se basa en análisis estadísticos con modelos de regresión (controlando por factores socio-demográficos, actitudes políticas y capital social; con efectos fijos por país). En el artículo desarrollamos cinco resultados principales:

1) En primer lugar, los votantes populistas participan más en política que los votantes de partidos no-populistas. Los partidos políticos populistas no solo tienden a favorecer la participación a través de movimientos de base, sino que también son instrumentales en el desarrollo de una identidad política anti-establishment. La existencia de agravios e identidad compartidos facilita la movilización política.

2) La segunda lección que hemos extraído es que los votantes de partidos populistas de izquierdas participan más en actividades políticas al margen del voto que los votantes de derechas. Sin embargo, los votantes de fuerzas populistas de derecha no están desmovilizados: de hecho intervienen mucho más en formas no-electoral de comportamiento que los votantes a fuerzas no-populistas de derechas y, en general, están tan movilizados como los votantes de izquierdas (véase Gráfico 1). Entonces, ¿los electores que optan por partidos de derechas intervienen menos en actividades políticas? No todos, solo los que votan a fuerzas no populistas.

Gráfico 1: Predicción de valores de la escala de participación política no-electoral en función del voto populista. Fuente: Pirro y Portos (2021).

3) En tercer lugar, confirmamos que los individuos de izquierda y con actitudes partidarias de las libertades individuales predominan entre la gente que participa en la política de contienda en general, y las protestas en particular. Los individuos que votan a fuerzas de izquierda y tienen actitudes libertarias son los más movilizados (véase el Gráfico 2). Pero añadimos un matiz: entre los encuestados que refieren actitudes autoritarias— un índice que mide el grado de apoyo a la ley y el orden, la apertura hacia colectivos como mujeres u homosexuales, etc.—, encontramos que los votantes de fuerzas populistas de derechas son los que más participan en actividades políticas al margen de las elecciones.

Gráfico 2: Predicción de valores de la escala de participación política no-electoral en función de posicionamientos autoritarios/libertarios y del voto populista. Fuente: Pirro y Portos (2021).

4) En cuarto lugar, cuando las visiones hacia los inmigrantes son negativas, en la derecha del espectro ideológico, los votantes populistas tienden a movilizarse más que los no-populistas; cuando, al contrario, las visiones hacia los inmigrantes son positivas, los votantes populistas de izquierdas tienden a aumentar su movilización más allá de las urnas electorales.

5) Por último, cuando los votantes de partidos populistas de derechas abrazan posiciones redistributivas e igualitarias en el plano socioeconómico, los niveles de participación no-electoral son semejantes a las personas que votan partidos ubicados en el espectro ideológico de la izquierda (sean populistas o no).

La creciente politización del populismo conlleva implicaciones fundamentales para entender la relación entre partidos, participación no electoral y el funcionamiento general de nuestras democracias. Este asunto ha cobrado notoriedad— y urgencia— tras la insurrección y asalto colectivo al Capitolio en Washington el pasado 6 de enero por parte de seguidores del expresidente Trump y el movimiento MAGA (“Make America Great Again”), comúnmente asociados al populismo radical de derechas. Ni los votantes populistas de derechas son apáticos en términos políticos, ni la protesta o las revueltas son repertorios de acción exclusivos de la izquierda. Aunque quizás hasta ahora haya permanecido en un segundo plano de cara a la opinión pública, los simpatizantes del polaco Kaczyński, el italiano Salvini, o la francesa Le Pen (y los de Orbán, Bolsonaro y, como ha quedado de manifiesto, Trump) también se organizan y participan políticamente fuera de los colegios electorales. Y esto puede socavar los principios básicos que distinguen a las democracias contemporáneas europeas.


Andrea L. P. Pirro es Assistant Professor en la Scuola Normale Superiore de Florencia. Es coeditor de la revista académica East European Politics, coordinador del grupo especialista en Extremismo y Democracia del European Consortium of Political Research (ECPR) y coeditor de la serie homónima de la editorial Routledge. Twitter: @AndreaPirro

Martín Portos es profesor e investigador CONEX-Plus Marie Curie en la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, fue galardonado con el Premio Juan Linz a la Mejor Tesis Doctoral en Ciencia Política y ganó la Competición Mundial para Jóvenes Sociólogos de la ISA. Twitter: @mportosg