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¿Qué pasa con los suicidios en España?


Las enfermedades mentales están muy extendidas en la mayoría de países. Existen iniciativas y esfuerzos para visualizarlas —Gerard Llobet, por ejemplo, ha escrito sobre la (mala) salud mental de los estudiantes de doctorado en economía (pueden leerlo aquí)— pero, en general, son un tema silenciado. En el post de hoy, analizaremos las cifras de suicidios de algunos países de la OCDE e ilustraremos la evolución de los suicidios en la España de los últimos 18 años según el género, el grupo de edad y el nivel educativo.

Las enfermedades mentales, además de los costes de tratamiento, generan costes difíciles de cuantificar, como la pérdida de productividad de la persona enferma o el peso psicológico y financiero sobre los familiares de los enfermos (que también ven su salud afectada y reducen su productividad), entre otras consecuencias. En algunos casos, las personas con enfermedades mentales logran llevar una vida relativamente estable, pero en otros casos, la enfermedad puede llegar a acabar con su vida, con muertes a menudo autoinflingidas.

La OMS define suicidio como un acto deliberadamente realizado por una persona en pleno conocimiento o expectativa de su fatal desenlace. Como veremos a continuación, los suicidios son una causa importante de muerte en los países desarrollados y, dada su naturaleza, me parece que los responsables políticos deberían tomarse en serio este tema y plantear más medidas (y más financiación) para prevenir este tipo de desenlace.

Como se puede observar en el gráfico 1, la tasa de suicidios en varios países de la OCDE es relativamente alta, si bien varía mucho según el estado. Por ejemplo, en 2015, en Bélgica, se suicidaron 15,8 personas de cada 100.000, mientras que en México o Italia esta cifra se situaba entre 5,5 o 5,7 personas por cada 100.000, respectivamente. Está claro que este tipo de comparaciones entre países resultan complicadas porque existen diferencias en los métodos de registro de las muertes. Por ejemplo, dependerá de si es o no obligatorio practicar autopsias. En España la cifra se sitúa en 6,9 suicidios por cada 100.000 personas: el tramo «bajo» de los países de la OCDE.

Estas tasas medias, sin embargo, esconden importantes desigualdades por género. El gráfico 2 muestra las tasas de suicidio para los mismos países, pero divididas por género (la tasa relativa a cada género se divide por 100.000 personas de ese género). En prácticamente todos los países, vemos que la tasa de suicidios es tres o incluso cuatro veces más elevada para los hombres que para las mujeres.

Por otro lado, no solo los valores absolutos son importantes, sino también la evolución de los suicidios en los últimos años. Quizás sea una conducta que decrece en el tiempo y, por tanto, podemos suponer que estamos haciendo las cosas bien para evitar este tipo de muertes.

Si nos centramos en el caso español respecto a los últimos 18 años, los microdatos de mortalidad por causa de muerte del INE nos muestran, en el gráfico 3, que entre 1999 y 2012 el número de suicidios se mantuvo relativamente estable con 3.200-3.500 casos al año. No obstante, en 2013 y 2014 los suicidios aumentaron hasta llegar a los 3.900 casos. Y, aunque se redujeron en 2015 y 2016, el número seguía siendo más elevado que la media del período 1999-2012.

Si utilizamos esos microdatos para ver la evolución en alguna subcategoría, podemos valorar (de manera descriptiva) en qué subgrupo de la población se concentra ese enorme aumento en el número de suicidios durante los últimos siete años. En el gráfico 4 vemos que los suicidios aumentan tanto para hombres como para mujeres; ahora bien, como hemos visto antes, en varios países de la OCDE el número de suicidios es más elevado en el caso de los hombres.

Cuando analizamos los datos por grupo de edad, en el gráfico 5 observamos que el mayor aumento se produce en la población entre 41 y 65 años. En los jóvenes, el número de suicidios se reduce de manera progresiva entre 1999 y 2016, y esta disminución se da tanto para los más jóvenes (0-25 años) como para los (digamos) jóvenes adultos (26-40 años). El grupo de los más mayores (65 años y más) tiene una evolución relativamente estable en el número de personas que se suicidan, alrededor de 1.200 anualmente.

Finalmente, el gráfico 6 muestra los datos divididos por nivel educativo. Los microdatos de mortalidad con causa de muerte del INE solo incluyen la variable “nivel educativo” desde 2012. A pesar de ello, los resultados me parecen igualmente interesantes. Para las personas con un nivel educativo más bajo (educación primaria como máximo), se produce una caída progresiva en el número de suicidios, sobre todo en 2015 y 2016. En cambio, para las personas con nivel educativo medio (secundaria y formación profesional) y alto (formación superior), se observa un incremento entre 2012 y 2013. Además, solo se registra una caída en el número de suicidios en el caso de personas con un nivel educativo medio (en 2016), mientras que, para las personas con estudios superiores, el número de suicidios se mantiene estable después del aumento de 2013.

 

Obviamente, con estos datos descriptivos no es posible identificar las causas del aumento observado en 2013. Los estudios en economía han demostrado en varias ocasiones, y para diferentes países, que existe una relación negativa entre el crecimiento económico y los suicidios; es decir, en épocas de crecimiento económico se reduce el número de suicidios, mientras que, en épocas de recesión, los suicidios aumentan.

Esta evidencia es coherente con el aumento observado en el caso español en 2013, ya que la tasa de paro alcanzó su máximo precisamente aquel año. Sin embargo, a mi parecer, esta explicación no es aplicable a la evolución de los suicidios entre 1999 y 2012.  Además, en 2012 se introdujeron varios cambios políticos (en materia laboral y social) en forma de leyes y real decretos que también podrían explicar, parcialmente, el aumento en los suicidios durante 2013.

Es evidente que se trata de una temática de enorme impacto social, económico y personal que requiere de equipos multidisciplinares que identifiquen los motivos que llevan a las personas afectadas a tomar esa decisión e incidan a distintos niveles. Dado que parece poco cuestionable que puede mejorarse la prevención desde las políticas públicas, resulta clave profundizar en la identificación de las causas de esta evolución. Una primera aproximación puede consistir en dar voz a aquellas personas que han conocido o sufrido de manera cercana algún caso de suicidio. Apelo pues al conocimiento que sobre este tema puedan tener algunos de nuestros lectores.