¿Qué hace un banco [central] en provincias a finales del siglo XVIII?

admin 2 comentarios

De Francisco Cebreiro Ares

La primera parte del Conde de Montecristo –que es realmente la parte importante– ilustra de una manera tan fidedigna –como desapercibida– los fundamentos de la banca comercial del final del Antiguo Régimen (las letras de cambio domiciliadas): Morrel debe lograr que sus barcos lleguen a salvo a Marsella si quiere que Danglars pague en su nombre letras de cambio en París. Por otro lado, y como ilustra Dantés, nada motiva más a un banquero que un cofre lleno de oro y plata (aquí desde el minuto 15).

Para responder a la pregunta lo antes posible diremos que lo que hace un banco [central] a finales del siglo XVIII en provincias es –como en la capital– ganar dinero, pero quizás –y casi sin pretenderlo– sentar las bases para la posterior formación de un mercado monetario más integrado en el siglo XIX, tal y como han demostrado otros trabajos recientes (aquí y aquí). Lo que puede resultar algo más sorprendente es que el Banco de San Carlos (1782), institución pretérita al moderno Banco de España, decidiese a los pocos años de su apertura, abrir una oficia en A Coruña, como en más de dos docenas de otras villas y ciudades de la península.

Las mercancías y la plata, o para hacerlo más complicado, la mercancía como plata junto con otras mercancías, determinan los juegos del intercambio durante más de trescientos años desde China hasta Estambul pasando por Potosí o Zacatecas (aquí). Por razones obvias, el imperio Hispánico jugaba un rol capital en este proceso, pero la historiografía tradicional presenta su papel en este negocio –llevado por genoveses, portugueses y franceses– como el de una estructura incapaz de proveerse de los medios financieros necesarios para lograr sus objetivos. La investigación en torno a este supuesto subdesarrollo de los mecanismos bancarios en la península –en especial aquellos vinculados a la formación del Estado Moderno– es un tema en el que se están realizando substanciales contribuciones en los últimos años.

En el contexto de un esfuerzo económico de grandes proporciones encaminado a proveer la hacienda de Carlos III del capital necesario para encarar una guerra con Inglaterra (1779), un joven y desconocido banquero francés –François Cabarrús– propone a Floridablanca la creación finalmente del primer banco de la Monarquía Española: El Banco de San Carlos (1782), una iniciativa aquí. La historia es bastante más compleja –intento de papel moneda de por medio–, digna también de su producción en Netflix pero, sobre todo, el rey castellano ya había tenido un banco –por cierto muy exitoso, con el Marqués de la Ensenada– denominado el Real Giro desde 1748. Cabarrús escribía unas bonitas cartas, pero como todos los franceses a lo largo del siglo XVIII lo que quería era la plata española, y la consigue dos años después en 1784 como nadie la había conseguido antes, en régimen de monopolio.

Porqué Cabarrús y toda la finanza europea quieren la plata española también necesitaría una larga explicación pero diremos tres cosas: 1) que existía un significativo beneficio entre el valor facial –en España– de los pesos de a ocho de plata y su valor como mercancía para el comercio con China; 2) que el sistema financiero de compensación de pagos mercantiles estaba en buena medida sustentado sobre que la parte del negocio de la plata funcionase bien, simplemente por su volumen e importancia; 3) porque las fábricas de moneda de toda Europa, y en consecuencia los sistemas monetarios europeos, dependían de ella para emitir su moneda.

Antes de continuar con este relato, es posible que muchos lectores no estén de acuerdo en considerar al Banco de San Carlos como un banco central. Esta visión, por otro lado, bien sustentada en la ortodoxia teórica, nos sitúa en la diatriba de crear una nueva categoría analítica para describir lo que hicieron el Riksbank, el Wisselbank o el Bank of England antes del desarrollo de los mercados monetarios nacionales tal y como los conocemos en el siglo XX. Lo más importante por el momento es asumir que todos ellos hicieron cosas distintas, en diversos escenarios y, sobre todo, situándose sobre estructuras económicas y de circulación monetaria diversas. La idea aquí es que las funciones desempeñadas por el Banco de San Carlos desde su fundación estuvieron condicionadas por los caracteres originales de la circulación monetaria en la España del siglo XVIII y, en consecuencia, por el establecimiento de una amplia y densa red de oficinas y agentes. Este temprano desarrollo provincial de la banca nacional española la singulariza de sus convecinas europeas (más detalles aquí).

Superada esta primera tormenta, queda una segunda todavía más paradójica: ¿por qué Cabarrús quiere establecer una oficina en un pueblo marítimo de 14.000 habitantes situado además a la cabeza de una región eminentemente rural y donde los mecanismos de mercado apenas tenían un papel relevante? La respuesta fácil es siempre la misma, la plata. Sin embargo, el marco en el cual llegaba alguna plata hasta A Coruña es más complejo. Tal y como ha estudiado Luis Alonso Álvarez, la concesión de los Correos Marítimos en 1764-1767 con La Habana y el Río de la Plata, y antes la creación del departamento marítimo y Real Arsenal de Ferrol, había conformado una pequeña burguesía foránea en el puerto gallego que traficaba con productos coloniales (aquí). Además del hecho de que los comerciantes coruñeses hiciesen mayor o menor negocio, los buques correos estaban autorizados a remitir caudales de cuenta de particulares entre las dos orillas, por lo que las costas gallegas se convirtieron en una segunda vía de entrada de los beneficios mercantiles generados por los comerciantes del Imperio Español. Paradójicamente ­–o no– la mayor parte de estos caudales (el 70%) eran debidos a comerciantes de Cádiz. Esto convirtió al puerto gallego en un “micromercado” de metales preciosos.

La otra parte de este asunto es que nuestros Morreles coruñeses deben pagar sus saldos por letras de cambio europeas a los Danglares madrileños. Es decir, que las mercancías europeas importadas por los mercaderes gallegos, para distribuir en el mercado interno o reexportar a las Indias, no eran pagadas directamente por estos a los proveedores, sino que se daba una compensación de pagos entre los banqueros europeos –por parte de los exportadores– y los banqueros madrileños –por parte de los importadores gallegos–. Esto fue también demostrado –y ha pasado también desapercibido– por M. Zylberberg aquí hace muchos años.

¿Cómo se configura Madrid en el centro [incompleto o imperfecto] de pagos por letra de cambio de España a lo largo del siglo XVIII? Es otra historia, pero hasta el Apóstol de Santiago tuvo algo que ver en ello... Si volvemos a los primeros años de la década de 1780 en A Coruña tenemos un tráfico directo de mercancías con las Colonias que esencialmente es pagado vía letras de cambio en Madrid, un flujo de remisiones de efectivo a través de los Correos Marítimos y un francés con un banco en Madrid.

La clave de la primera etapa del banco en la ciudad es un doble movimiento: Por un lado, ofrece por ventanilla al público letras de cambio a pagar en Madrid al 0,5% –bastante barato– así como a algunas ciudades europeas –al principio solo París y Ámsterdam y muy caras, porque esto no interesa a los Danglares madrileños. Por otro un acuerdo entre el Banco de San Carlos y la Renta de Correos para trasladar los caudales llegados en los barcos para los comerciantes de Madrid y Cádiz. El resultado es una estructura de “lavado de pesos” que cambia la moneda que llega de Indias y la que se emplea en el pago de letras de cambio, para ser directamente exportada como mercancía a Bayona (Francia) junto con un raudal de letras a pagar en Madrid desde Galicia. El interés por mantener el flujo de exportación de plata hizo que los directores no subiesen el precio de las letras, aunque el director de la oficina coruñesa se lo insinuaba de manera constante. Por cierto, este era sobrino del Marqués de las Hormazas, director del Banco entre otras cosas, todo queda en casa. La paradoja viciosa es que los Danglares de Madrid eran los directores del San Carlos y los principales clientes en su negocio gallego, pues llevaban al menos veinte años pagando sus letras domiciliadas. El interés por prestarse a sí mismos un servicio barato y por aumentar sus beneficios en la exportación de plata tuvo, hasta 1790, el resultado de facilitar de una forma barata y pública transferencias de capital desde las provincias a Madrid.

La historia del hundimiento de la Hacienda Borbónica, los Vales Reales, y los bloqueos marítimos van a generar una fuerte inflación, al mismo tiempo que desaparece la moneda efectiva en circulación, lo que va a tener por resultado: a) Que el nuevo ministro Lerena embarque al banco en una política de servicios y préstamos a la Hacienda que serán su ruina y b) que sea incapaz de mantener los equilibrios de la circulación monetaria interna que había pretendido orquestar en su propio beneficio. En este sentido, el sistema tal y como estaba configurado en Galicia, tenía otros efectos secundarios además del “abaratamiento” de las transferencias a Madrid: el descenso de moneda de calidad en circulación, primero exportada hacia Francia en pesos de plata, luego transferida en forma de capital a Madrid, pero el Banco, incapaz de funcionar como verdadera caja de compensación nacional, hará envíos directos de caudales a Madrid para pagar con la misma moneda empleada en Coruña, la letra pagadera en Madrid.

La historia de la oficina coruñesa del Banco de San Carlos es la de cómo se puede conseguir colocar 2.376 acciones en una sociedad provincial, cómo se puede transferir 14,3 millones de pesos de plata a Europa pero, sobre todo, de cómo se transfieren casi 180 millones de reales de vellón en pagos por letra de cambio entre Galicia y Madrid en más de 10.000 letras de cambio durante veinte años. La historia del Banco de San Carlos es quizá la de cómo la élite financiera madrileña logró durante un corto periodo de tiempo –y solo con el interés de maximizar sus propios beneficios– abaratar el coste financiero de los flujos de capital con Madrid y articular un proto-mercado nacional.

_______________

Francisco Cebreiro Ares es investigador post-doctoral de la Universidade de Santiago de Compostela. Su libro El Banco de San Carlos en Galicia (1783-1808). Periferia financiera, plata hispánica y final del antiguo régimen monetario acaba de ser publicado por Éditions Hispaniques.

Hay 2 comentarios
  • Es muy interesante, no obstante me he enterado de más bien poco por mi ignorancia en el funcionamiento de un banco y todos eso productos y flujos mencionados.
    Podrías indicarme alguna referencia que de forma simple y amena explique el funcionamiento de un banco y sus productos. La verdad, me interesa mucho saberlo. Es una pena que desde la escuela apenas enseñen este tipo de cosas.

    Saludos.

    • Estimado Jose,
      Muchas gracias por tu interés. Lamento no haber sido más claro, seguro que se puede explicar mejor, pero es cierto que algunos mecanismos tienen cierta complejidad. La pregunta que trasladas es pertinente, pero no creo que se pueda resolver fácilmente así que te voy a facilitar varias referencias para intentar cubrir diversos frentes.
      Hay una iniciativa online para la compresión de los fundamentos económicos (Core-Econ). Puedes ir a la versión española, capítulo 10, Banca: (https://www.core-econ.org/the-economy/book/es/text/10.html). Sobre los asuntos monetarios en el pasado, la obra de C. Cipolla es extremadamente relevante y amena, es un libro relativamente fácil de conseguir: "El gobierno de la moneda, ensayos de historia monetaria, Crítica, 1994.". Un poco más denso pero muy relevante para tener una visión más panorámica que alcance la actualidad: KINDLEBERGER, C.P. "Historia financiera de Europa" Critica 1988. En la línea de lo anterior puedes ver también, P. VILAR " Dinero y moneda en la Historia" 1450.1920, Ariel, 1982. Finalmente, si lo que quieres es ver un trabajo donde se explique más y mejor el funcionamiento de la banca comercial del siglo XVIII en España espero que puedas encontrar: MAIXÉ ALTÉS, Comercio y Banca en la Cataluña del siglo XVIII, 1994.

      Muchas gracias de nuevo y un saludo,

Los comentarios están cerrados.