Por Helena Hernández-Pizzarro y Laia Maynou
Los beneficios de la actividad física tanto en la salud física como en la salud mental están bien documentados (ver aquí). Numerosos estudios han demostrado que hacer ejercicio de forma regular reduce los niveles de ansiedad y depresión, mejora la calidad del sueño, previene la diabetes, la hipertensión y el sobrepeso, además de aumentar el bienestar general. Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para adultos sugieren al menos 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada a la semana, o 75 minutos de actividad vigorosa, o una combinación de ambos, junto con ejercicios de fuerza, para integrar más actividad física en la vida diaria y para reducir el sedentarismo (ver aquí). Sin embargo, pese al conocimiento generalizado de estos beneficios, muchas personas tienen dificultades para incorporar suficiente actividad física en su vida cotidiana. Menos del 60 % de las mujeres y del 70 % de los hombres son físicamente activos en Europa, donde los estilos de vida sedentarios son cada vez más comunes y los problemas de salud mental van en aumento. Este problema se agudiza en la población que sufre enfermedades crónicas, ya que muchos de los diagnósticos más comunes (como la diabetes o la hipertensión) están asociados a tasas más bajas de actividad física y más riesgo otros problemas de salud, en comparación con la población general/sana (ver aquí y aquí).
Ante esta realidad, algunos sistemas sanitarios, como Inglaterra o Países Nórdicos, han empezado a integrar la prescripción de actividad física en la atención primaria. Involucrar a los profesionales sanitarios recomendando la práctica de actividad física regular, se presenta como una estrategia prometedora, proporcionando orientación estructurada y supervisión para quienes de otro modo no practicarían ejercicio regularmente. Pero ¿hasta qué punto estas iniciativas pueden mejorar la salud?
En un estudio reciente, evaluamos esta cuestión analizando el impacto del Plan de Actividad Física, Deporte y Salud (PAFES) en Cataluña sobre la salud mental. Esta iniciativa, lanzada en 2007, tenía como objetivo promover la actividad física entre adultos con alto riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV) mediante la integración de la prescripción de actividad física en la atención primaria. Nuestro estudio proporciona evidencia convincente de que prescribir actividad física reduce significativamente la probabilidad de padecer problemas de salud mental, especialmente entre las mujeres. Estos hallazgos subrayan el potencial de los programas de prescripción de actividad física como una herramienta rentable y escalable para mejorar la salud mental de la población.
El programa PAFES en Cataluña formó a profesionales sanitarios de atención primaria para sensibilizar a la población sobre la importancia de la actividad física, prescribirla y desarrollar planes de actividad física en el ámbito local, a través del Departamento de Deporte. El PAFES priorizaba personas adultas sedentarias (hombres de más de 45 años y mujeres de más de 55 años) con dos o más ECVs y/o diabetes tipo 2. Los participantes del programa realizaron programas de ejercicio estructurados de seis meses bajo la supervisión de profesionales del deporte en centros deportivos locales. Al integrar la orientación sobre actividad física en la atención sanitaria habitual, PAFES buscaba generar cambios de comportamiento en su población objetivo y promover la adherencia a la actividad física de forma regular. Para 2014, el programa ya se había expandido a todos los centros de atención primaria de Cataluña, generando un valioso conjunto de datos para evaluar sus efectos a largo plazo en la salud física y mental.
Utilizando datos de la Encuesta de Salud de Cataluña (ESCA) 2011-2016, hemos evaluado el impacto del programa en la salud mental. El estudio abordó tres cuestiones clave: si la prescripción de ejercicio reducía el riesgo de padecer problemas de salud mental, si la intervención generaba un aumento medible en la actividad física y si existían diferencias de género en la efectividad del programa. Para medir la salud mental, se utilizó Cuestionario de Salud General (GHQ-12), que evalúa síntomas autoinformados de ansiedad, depresión y estrés, y para medir el nivel de actividad física el International Physical Activity Questionnaire (IPAQ-7). Además, como análisis de robusteza, utilizamos otros indicadores de salud mental validados, como el SWEMWBS, el PHQ-8, e indicadores de utilización del sistema sanitario como visitas al médico y consumo de medicamentos.
Para obtener resultados causales del efecto del PAFES sobre la salud mental, explotamos la variación a lo largo del tiempo del número de médicos de atención primaria (GPs) formados por cada 10.000 habitantes bajo el programa PAFES en cada Área de Gestión Asistencial (AGA). Nuestros datos muestran que existe variabilidad entre las 43 AGAs que conforman el territorio catalán. El promedio entre 2011 y 2016 es de 1 médico formado en PAFES por cada 10.000 personas, aunque el rango varía de 0 a 5,7, con una mediana de 0,8. En nuestro modelo, esta variable se introduce con un rezago de un año, dado que los beneficios de la actividad física no son inmediatos y, por tanto, la variable refleja la probabilidad de recibir una prescripción de actividad física el año anterior a la encuesta. Además, demostramos la exogeneidad del PAFES, mostrando que la formación de estos médicos se ha hecho de forma aleatoria en el territorio y durante el periodo de análisis y que no depende de las características de los individuos. El modelo empírico está ajustado por las características individuales (demográficas, mercado laboral, características del hogar, estado de salud y estilo de vida), efectos fijos temporales y errores estándar agrupados a nivel de AGA. El efecto que medimos es un Intention-to-Treat (ITT), ya que en nuestros datos no podemos identificar a los pacientes a los que se les prescribió actividad física, solo a pacientes potenciales que definimos como grupo objetivo.
Tal y como muestra la Tabla 1, los resultados revelan un impacto significativo de la prescripción de actividad física en la mejora de la salud mental. La probabilidad de padecer problemas de salud mental se redujo en un 7 % en la población general que recibió prescripción de actividad física. Entre los adultos de 40 a 70 años (población con mayor riesgo cardiovascular), la reducción fue del 6 %. Sin embargo, para la población objetivo del PAFES, la probabilidad de mala salud mental disminuyó en un 11 %. Esto sugiere que los beneficios de la prescripción de actividad física son especialmente pronunciados en la población objetivo del programa PAFES, individuos con enfermedades crónicas. A su vez, la existencia de efectos en población general sugiere externalidades positivas, que podrían darse porque los médicos formados prescriben más allá del target, los pacientes prescritos animan a amigos y familiares o porque los recursos públicos locales facilitan la práctica de actividad física para toda la población. La Tabla 2 muestra los resultados por género y vemos que las mujeres obtuvieron mayores beneficios en términos de salud mental, especialmente aquellas en el grupo objetivo del PAFES. Es resultado concuerda con estudios previos (ver aquí) que indican que ellas suelen experimentar mayores ganancias psicológicas con la actividad física. Estas diferencias de género se pueden explicar por tres razones: las mujeres reportan peor salud física y mental debido a una mayor prevalencia de enfermedades crónicas, acuden con mayor frecuencia a los servicios de atención primaria y se ha documentado que ser mujer y ser mayor están asociados con una menor práctica de actividad física vigorosa.
Tabla 1. Resultados principales
Tabla 2. Resultados por género
El estudio también analiza si el programa tuvo algún efecto en los niveles de actividad física, el sedentarismo y los minutos caminados al día, como mecanismos del efecto sobre salud mental. Los resultados muestran que los participantes en el grupo objetivo de PAFES tuvieron un 16% más de probabilidad de realizar actividad física de alta intensidad en comparación con quienes no recibieron la prescripción. No obstante, la intervención no redujo significativamente el sedentarismo ni incrementó el número de minutos caminados al día, lo que indica que, aunque las personas hacían más ejercicio, no cambió su estilo de vida sedentario.
Este estudio demuestra que el efecto de la prescripción de actividad física, enfocada para mejorar la salud física, también impacta positivamente en la salud mental. Estos resultados tienen importantes implicaciones para la política sanitaria. Las intervenciones tradicionales en salud mental suelen centrarse en tratamientos farmacológicos y terapia psicológica, que, aunque efectivos, pueden ser costosos y demandar muchos recursos. Los programas de prescripción de actividad física representan una alternativa complementaria prometedora, proporcionando una intervención no farmacológica, económica y escalable dentro del sistema de salud.