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Prácticas académicas externas: ¿favorecen la inserción laboral?

Por Gisela Di Meglio, Andrés Barge-Gil, Ester Camiña y Lourdes Moreno

Desde hace un tiempo, se está discutiendo cómo la (recientemente regulada) formación dual universitaria permitiría estrechar los vínculos entre los centros de estudios superiores y las empresas, potenciando la empleabilidad (aquí, aquí, aquí y aquí). Estos vínculos no son nuevos, ni mucho menos. De hecho, una de las formas más importantes de colaboración entre la comunidad universitaria y la empresarial son las prácticas académicas externas (PAE) o prácticas profesionales curriculares que se realizan antes de la graduación como una asignatura más del Título.

Las PAE han ganado popularidad entre los estudiantes, las universidades, los gobiernos y las empresas desde la creación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Los datos del Eurobarometer de una encuesta realizada a jóvenes (18-35 años) de la UE27 en 2013 muestran que el 46% de ellos habían realizado al menos una práctica curricular. ¿Qué puede motivar la elección de este tipo de prácticas? El aumento de capital humano de quien las realiza -que se traslada a productividad- (aquí), la señalización de diversas capacidades a los potenciales empleadores (aquí), o bien la obtención de redes y contactos profesionales (aquí) que podrían resultar útiles en la futura búsqueda de trabajo.

Uno de los objetivos fundamentales de las PAE es favorecer la inserción laboral y las condiciones del empleo de los futuros graduados, pero ¿lo hacen? La pregunta es relevante en el contexto español, teniendo en cuenta que la situación de los jóvenes (16-25 años) es uno de los problemas crónicos del mercado laboral (aquí y aquí). Sus tasas de paro son persistentemente altas y volátiles al ciclo económico llegando al 55,5% en la gran recesión (2013) y al 38,3% durante la COVID19 (2020). Además, la tasa de temporalidad es mucho más acentuada entre ellos, creciendo a diferencia de otros grupos durante la gran recesión. Otro de los problemas señalados es el alto grado de mismatch (sobrecualificación) que afecta a los jóvenes con altos niveles de educación (aquí y aquí).

La mayoría de la evidencia empírica que analiza esta cuestión se basa en información cualitativa, percepciones de estudiantes, empresas y tutores académicos. En estos trabajos, los encuestados declaran beneficios de las PAE en el desarrollo de las habilidades técnicas y comunicativas, en la satisfacción en el trabajo y en el salario. Sin embargo, la investigación empírica cuantitativa sobre la realización de prácticas curriculares e inserción laboral de los graduados es muy escasa.

El principal reto de los estudios cuantitativos es controlar la endogeneidad de la decisión de realizar PAE (aquí). Esto es, las características (observables y no observables) de los estudiantes que explican su participación en esta experiencia afectan también a sus logros en el mercado de trabajo. Los resultados encontrados en este tipo de investigaciones no son concluyentes: algunos trabajos no encuentran efecto de las PAE ni en el tiempo de búsqueda de empleo ni en el salario de los graduados (aquí), otros encuentran un efecto positivo en la probabilidad de ser entrevistado (aquí  y aquí) y en los salarios (aquí y aquí).

En un artículo reciente, analizamos el impacto que las prácticas curriculares tienen en el desempeño laboral de los graduados españoles, tanto en el primer empleo (corto plazo), como 4 años después de acabar la licenciatura o la diplomatura (medio/largo plazo). Ello nos permite valorar si las prácticas tienen efectos persistentes en el tiempo.

Para ello, utilizamos la primera Encuesta de Inserción Laboral de los Titulados Universitarios del INE (EILU, 2014), que abarca 30.379 licenciados y diplomados en 2009/2010. Nótese que el EEES acababa de implantarse por lo que solo un 3% de la muestra son graduados de 4 años. El 64% de los encuestados señaló haber realizado una práctica curricular antes de graduarse y el 7,6% consiguió su primer empleo como una continuación de la práctica.

Nuestra estrategia de identificación se basa en la utilización de efectos fijos de titulación (120 titulaciones), junto con efectos fijos regionales y un amplio conjunto de factores observables que pueden simultáneamente influir en la decisión de realizar PAE y en la inserción laboral de los graduados. Esta estrategia no nos permite descartar la existencia de variables omitidas que puedan sesgar los resultados. Por ello, complementamos el análisis utilizando el método propuesto por Oster (2019).

Efectos sobre el primer empleo

Las estimaciones muestran que las PAE incrementan entre 3 y 4 puntos porcentuales (pp) la probabilidad de encontrar un primer empleo en menos de 3 y 6 meses. Como el 33,5% y 49,3% de los graduados en 2010 encontraron el primer empleo en menos de 3 y 6 meses, el efecto relativo de las PAE es del 10,5% y 6,5%, respectivamente.

Una potencial explicación a este resultado sería que los graduados permanecen en la empresa cuando finalizan la práctica. Cuando se controla por esta variable obtenemos que, aproximadamente la mitad de este efecto se explica por este hecho. La otra mitad es debida a diferentes razones que no podemos identificar: mejoras de competencias de los estudiantes, mejor señalización en el mercado de trabajo o un desarrollo de redes que les resulte útil en el proceso de búsqueda de empleo.

Las PAE también favorecen la adecuación al puesto de trabajo en el primer empleo, ya que mejora la probabilidad de trabajar en un área relacionada con los estudios (matching horizontal) en 3,1 pp. Como el 74,6% de los encuestados declaran matching horizontal, el efecto relativo es del 4,2%. También se incrementa la probabilidad de aplicar las habilidades adquiridas en la universidad, en concreto en 4,2 pp. Como el 68,1% señala un buen matching de competencias, el efecto relativo de las prácticas es un 6,2%. Aproximadamente 1/3 de ambos efectos se explican por la permanencia del graduado en la empresa donde hizo la práctica.

La adecuación en términos de cualificación requerida (matching vertical) en el primer empleo solo se produce para los estudiantes que permanecen en la misma empresa tras las prácticas.

Efectos a medio/largo plazo

La EILU también ofrece información sobre la situación de los graduados 4 años después de la obtención del título. En base a ella determinamos que la probabilidad de estar desempleado a los 4 años de acabar el grado es entre un 5,3% y un 7,5% menor para los estudiantes que han realizado prácticas en relación con quienes no las realizaron. La primera de las estimaciones se basa en los datos administrativos de Seguridad Social disponibles en 2014, y la segunda de ellas en la información reportada por los encuestados.

El impacto sobre el matching horizontal es mucho menor que en el primer empleo y, además, no se aprecian efectos sobre el matching vertical ni sobre los salarios obtenidos 4 años después de la graduación.

Reflexiones finales

Nuestros resultados muestran que las prácticas curriculares de los graduados (con datos de 2010) abren las puertas al mercado de trabajo: reducen el tiempo de búsqueda e incrementan la probabilidad de una buena adecuación al primer empleo. Su efecto positivo en la probabilidad de estar empleado no desaparece en el medio/largo plazo. Sin embargo, las prácticas no construyen un puente hacia la integración laboral en términos de matching o salarios 4 años después de la graduación.

Estos resultados apuntan que los programas de prácticas curriculares pueden mejorar la inserción laboral especialmente después de la graduación. Ello es muy relevante en un país donde la transición de la educación al primer empleo es más lenta que en el resto de Europa (ver aquí). Para saber si estos resultados se mantienen en el tiempo, estamos analizando la segunda ola de la EILU que está centrada en los graduados en el 2014 bajo el EEES.