De James Simpson y Juan Carmona
Los conflictos rurales en las regiones de latifundios y jornaleros sin tierra del Sur de España se ha considerado a menudo un factor clave para explicar el levantamiento militar y la Guerra Civil en 1936. Para Paul Preston, el conflicto agrario, "que había sido endémico durante siglos" fue el más importante de los "enfrentamientos de diferentes componentes", mientras que el trabajo clásico de Edward Malefakis, escrito durante la guerra de Vietnam, llevaba el sugerente título de Reforma Agraria y Revolución Campesina en España. Sin embargo, los latifundios solo aportaban poco más del 3 por ciento del PIB español en 1930 y, por dramática que fuera su situación, los trabajadores sin tierra representaban apenas alrededor del 5 por ciento de la población activa del país. A primera vista, no resulta por tanto evidente cómo un problema regional de esta escala pudo haber tenido consecuencias políticas tan devastadoras.
Nuestro nuevo libro, titulado Why democracy failed: The agrarian origins of the Spanish Civil War, sostiene que los gobiernos tuvieron que resolver no uno, sino más bien varios problemas agrarios, a menudo contradictorios entre sí. Gran parte de España en la década de 1930 era un país de pequeños agricultores familiares, y sería la respuesta política de este grupo heterogéneo lo que decidiría el destino de la República. Incluso en el Sur, los agricultores familiares superaban en número a los trabajadores sin tierra. Como la agricultura era, con mucho, el sector económico más grande, y empleaba a la mitad de la población activa, nos ofrece un microcosmos útil para comprender el rápido paso de la euforia por la llegada de la nueva República en 1931 a un país amargamente dividido en 1936.
Todos los gobiernos de la Segunda República se enfrentaron a inmensos problemas, no solo porque muchos contemporáneos exigían una ruptura política definitiva con el pasado, sino también porque era necesario encontrar respuestas a las grandes dificultades causadas por la depresión económica. Sin embargo, a todos estos gobiernos les resultó difícil implementar reformas porque la capacidad estatal que heredó la República era, con la posible excepción de Portugal, significativamente más débil que en cualquier otro lugar de Europa occidental. Fue el fracaso del estado en administrar las reformas de manera eficiente y justa lo que condujo rápidamente a la desilusión generalizada con la nueva república.
¿Por qué la capacidad del estado era tan débil? Una razón fundamental fue la neutralidad de España durante la Primera Guerra Mundial. La guerra requería que todos los países desarrollaran las capacidades necesarias para administrar la producción de armamentos y alimentos para sus enormes ejércitos que se encontraban, a menudo, a cientos de kilómetros de distancia en suelo extranjero. La experiencia de la hambruna experimentada en las ciudades alemanas muestra que, incluso en los países más preparados, les resultó muy difícil desarrollar estas capacidades. Sin embargo, todos los países emergieron de la Guerra con un estado más grande y más eficiente, especialmente en el área de la recopilación estadística y su interpretación. Otro problema para los gobiernos republicanos fue la persistencia de la figura del cacique en los pueblos, y su excesiva influencia en la implementación de políticas gubernamentales, no solo en el sur, sino en gran parte del país.
La Ley de Reforma Agraria de 1932 ilustra bien hasta dónde podían llegar las consecuencias de esta débil capacidad estatal. Muchos republicanos vieron la reforma agraria como una solución tanto al desempleo estructural causado por la concentración de tierras, como un medio para resolver la importante pobreza rural causada por la depresión económica. Sin embargo, fue solo después de la aprobación de la Ley de Reforma Agraria que se hizo evidente que el estado carecía de información, incluso básica, sobre cómo se cultivaban los latifundios en aquel momento. Además, nadie sabía, ni siquiera aproximadamente, cuánta tierra había disponible para asentar las familias campesinas, o cuál era el número de familias realmente necesitadas. De hecho, se descubrió, no solo que los latifundios estaban razonablemente bien cultivados, sino que había muy pocas nuevas tierras susceptibles de ponerse en cultivo. Del mismo modo, la necesidad generalizada del uso de técnicas de cultivo de secano no permitía un cultivo más intenso sin el uso del regadío. Por lo tanto, no solo muchos propietarios se sintieron amenazados por la reforma agraria, sino que los propios trabajadores sin tierra se desilusionaron con mucha rapidez. El resultado fue que una proporción significativa de estos dos grupos influyentes empezó rápidamente a retirar su apoyo a la República.
Los agricultores familiares de la mayor parte de los países europeos del período de entreguerras no se alinearon siempre políticamente con los propietarios de tierras y, a priori, no parece haber una razón por la que sí deberían haberlo hecho así en España. Sus dificultades económicas eran mucho menos visibles que las de los jornaleros sin tierra, pero muchos de ellos también sufrieron dificultades considerables para alimentar a sus familias debido a los bajos precios de sus productos. Políticamente estaban mal organizados y, aunque representaban alrededor de un tercio del electorado, sus intereses quedaron sin representación en el gobierno de 1931 y en la nueva Constitución. Al igual que con la capacidad del estado, la explicación a su fracaso para organizarse y crear grupos de presión efectivos también se encuentra en los años anteriores a la República. Las élites tradicionales (los terratenientes y la Iglesia) en España, y a diferencia de las del norte de Europa, fueron capaces de mantener su control político sobre el ejecutivo y manipular las elecciones parlamentarias hasta 1931. En consecuencia, no contaban con los incentivos para forjar partidos políticos de masas competitivos, o ayudar de forma activa a los pequeños agricultores para organizarse en cooperativas de crédito y de producción eficaces, o constituir grupos de presión.
Esto cambió repentinamente con la Segunda República, y tras las elecciones de noviembre de 1933, el nuevo gobierno de centroderecha llegó al poder gracias al apoyo de muchos agricultores familiares. Sin embargo, este gobierno tuvo tan poco éxito a la hora de ayudar a sus electores como los anteriores en ayudar a los trabajadores sin tierra. En especial, el esfuerzo por hacer cumplir los precios mínimos del trigo resultó ser un enorme fracaso. Los agricultores buscaron reducir los costos de producción contratando solo a los trabajadores que realmente necesitaban y pagando salarios más bajos. Además, tras las huelgas generalizadas de jornaleros durante las cosechas y las invasiones de tierras, tampoco resulta sorprendente que muchos agricultores decidieran no contratar ni arrendar tierras a aquellos involucrados en actividades sindicales.
El problema subyacente era que no había suficiente tierra, ni trabajo, para la creciente población agrícola de España. Los pueblos se dividieron entre aquellos grupos de arrendatarios y trabajadores sin tierra que permanecieron fieles a los sistemas paternalistas tradicionales de ayuda, y aquellos que prefirieron unirse a organizaciones socialistas o anarquistas, que asignaban estos escasos recursos entre sus propios miembros. Por tanto, las invasiones de tierras que se extendieron en el oeste de España en marzo de 1936 no pueden explicarse solamente como un simple conflicto de clases entre latifundistas y trabajadores hambrientos, sino más bien entre dos grupos políticos, cada vez mejor organizados, que intentaban proteger a sus clientes. Los conflictos también se hicieron cada vez más comunes en áreas de pequeñas explotaciones agrarias como, por ejemplo, las 30 huelgas organizadas solo en la provincia de Valladolid por el sindicato agrario socialista FNTT durante la cosecha de 1933. Los resultados electorales de febrero de 1936 muestran así cuán divididos se habían vuelto los municipios rurales y el país.
Hay 12 comentarios
Estimado James,
Como alumno tuyo de la Carlos III me permito plantear lo que aparece más abajo.
Espero que no sea mal interpretado. Te considero, con diferencia, el mejor profesor que tuve durante la licenciatura. También creo que eres el investigador más honesto que he conocido a la hora de presentar sus resultados (incluidos aquellos que piden honestidad para otros). Por ello me tomo la libertad de plantear lo que aparece abajo.
Tal y como está redactado este artículo da la impresión que Francisco Franco fue elegido democráticamente en unas elecciones. Sin embargo, la versión más arraigada y extendida de la Guerra Civil es que fue un golpe de Estado originado por una parte minoritaria de la población (muy concentrada en el o entorno al ejército). Como no tenía el apoyo de la población esta parte tuvo que recurrir a apoyo (tecnológico) externo, básicamente alemán, para poder ganar la guerra.
Quizás podrían aclarar en qué medida su análisis difiere de lo anterior.
Atentamente,
Hola Carlos, yo creo que lo que transmite el profesor no es "blanquear" el franquismo sino mostrar realidades de una España dividida en esa época. Creo que la historia es más compleja que pensar que Franco con unos cuantos dio un golpe de estado y punto. Necesitas un apoyo social que encontró en la derecha española (la otra mitad).
Necesitas un apoyo social --> No, necesitas armas, y tropas acostumbradas a usarlas. Un ejército. Si además hubieran tenido apoyo social, siquiera la mitad de la que hablas, no habría habido una guerra de tres años. Contaban con ese apoyo social para dar un rápido golpe de mano, y el pueblo se echó a las calles para parar el golpe. Donde se abrieron los armeros, las unidades golpistas fueron rápidamente vencidas por las clases populares que defendían sus intereses.
Es que esa visión de guerra entre una minoría privilegiada y una mayoría desposeída es falsa. Las medidas revolucionarias no afectaban negativamente a una minoría sino a una amplia capa de pequeños propietarios tanto rurales (agricultores o no) como ciudadanos. Si bien las elecciones de 1936 las ganó el Frente Popular, el segundo partido más votado fue la CEDA y la diferencia de votos no fue aplastante.
Y luego ya en los militar; resulta que el ejército de Franco tuvo más voluntarios que el ejército republicano. Hubo más carlistas y falangistas que se alistaron voluntariamente para ir a la guerra que anarquistas, socialistas y comunistas.
La “versión más arraigada y extendida de la guerra civil”...se te olvida terminar la frase: “por lo menos en mi casa”.... De ningún modo fue un grupo minoritario de militares. Fue una masa que alcanzaba, como poco, a la mitad de la población.
En la mayoría de las versiones que he leido sobre la Guerra Civil se explica que la CEDA, uno de los partidos más votados en las elecciones de 1936, apoyó el golpe. Y el éxito inicial de los golpistas en casi toda Castilla y León, Galicia o Navarra desde luego no se puede achacar al apoyo tecnológico alemán. A mi la que me parece sorprendente es una version de la Historia que niege la existencia de amplios sectores sociales descontentos con la Segunda República, sobre todo en 1936.
"el éxito inicial de los golpistas en casi toda Castilla y León, Galicia o Navarra" --> Se debió a la renuencia de algunos gobernadores civiles a entregar armas al pueblo para defender la República. En las provincias es que sí que hubo esta distribución, las unidades golpistas fueron rápidamente derrotadas. Obviamente, sin ese acceso a las armas, el pueblo poco podía hacer frente a la insurrección del ejército, que era quien tenía las armas.
"amplios sectores sociales descontentos con la Segunda República" --> Con la II República o con el Frente Popular, por supuesto que había ciudadanos descontentos, igual que también hoy hay ciudadanos descontentos con el gobierno o la monarquía parlamentaria. Ahora bien, tanto hoy como ayer los que deseaban una guerra eran una minoría.
Una minoría, pues La Falange, el partido fascista español, obtuvo menos del 1% de los votos en las elecciones de Febrero. Y la CEDA nunca llevó en su programa político el golpismo, si bien sus dirigentes tuvieron que significarse al quedar claro que la asonada militar había fracasado y empezaba una cruenta guerra. Por los planes de los golpistas era hacerse rápidamente con el control de la situación, siguiendo el modelo decimonónico de proclamaciones a golpe de espadón: pero no contaban precisamente con el rechazo de amplias capas de la población, que por primera vez sintieron que ese golpe de Estado les privaba de algo que les pertenecía: la soberanía popular.
La participación de dirigentes de la CEDA en los preparativos del golpe está bien documentada. Efectivamente, casi nadie quería una guerra, ni siquiera entre los propios militares golpistas; pero había muchos que querían un cambio de régimen. Y cuando tuvieron que elegir entre apoyar la revuelta o defender a la República, cientos de miles optaron por lo primero alistándose en las tropas franquistas. Eso no justifica el golpe, por supuesto, pero idealizar la Segunda República minimizando la existencia de una fuerte oposición contra ella, o limitándola a unas élites pequeñas, es un error desde el punto de vsita histórico.
Estas confundiendo el apoyo a la República con el apoyo al frente popular. Incluso muchos de los generales sublevados lo hacían en nombre de la República, y son las intrigas de Franco las que consiguen engañar a las distintas facciones para asegurarse el poder.
En cuanto al artículo principal, supone que el golpe militar fue la consecuencia de una Reforma Agraria mal articulada. Siguiendo el título del libro: Es la democracia la que falló, no el fascismo el que la liquidó. Murió por sus defectos. ¿No será más bien que murió por el embargo de armas al que hipócritamente las potencias europeas la sometieron, mientras que Italia y Alemania se volcaban incluso enviando divisiones enteras como los Flechas Negras fascistas? Porque la alternativa al golpe de Estado era haber respetado la decisión popular, y esperar a las próximas elecciones para recuperar el gobierno, si el pueblo accedía.
No fueron los pequeños productores agrarios los que apoyaron el golpe, por cierto pequeños propietarios que paradógicamente fueron la base social del PCE que se quería presentar como garante de la pequeña propiedad privada frente al colectivismo anarcosocialista. De nuevo, si la masa de pequeños campesinos hubieran apoyado el golpe, hubiera triunfado, pues efectivamente eran mayoría en la sociedad española de la época. Si tuvieron que traer las tropas de África es precisamente porque la mayoría de la población civil se opuso al atropello de sus libertades civiles: demasiados siglos de servidumbre.
Obviamente cada jugador en el bando golpista tenía sus objetivos, pero hay tres puntos clave que llevaron a esa minoría a promocionar la sublevación militar:
1) Que la Reforma Agraria fue un éxito, al cumplir limitadamente su objetivo de racionalizar la propiedad agraria. Por eso se unieron los latifundistas al golpe.
2) La II República supuso una fuerte subida en el coste de la mano de obra, aún parcialmente interrumpida en el Bienio Negro, se retomó tras la victoria del FP. Como el punto anterior, esto provocaba ganadores y perdedores. Los perdedores, la burguesía, también participó en el golpe.
3) El decidido empeño en apartar a la Iglesia de la enseñanza hizo temer al clero por la continuidad de la cadena de reproducción de su dogma, al serles apartados del acceso a la población infantil, materia prima vulnerable. Por eso bendijeron los cañones de los golpistas.
Recomiendo revisar la extensa literatura al respecto, y que cada cual valore qué tesis tienen más acomodo con los hechos históricos, si las propuestas por los autores o las que desgrano aquí.
Excelente articulo. A los interesados en el tema de la guerra civil en el ámbito rural de Andalucía sugiero este excelente libro de autor pro-republicano donde cuenta con pelos y señales la historia en Lucena y que se que descargar libremente por internet.
https://arcangelbedmar.files.wordpress.com/2013/07/repc3bablica-guerra-y-represic3b3n-lucena.pdf
Como bien indica el articulo, y también en el libro de referencia, en el campo había hambre porque no había trabajo suficiente.
Luego la República en su periodo izquierdista comente un error. En vez de dar un seguro de paro o subsidio agrario a los jornaleros desempleados financiándolo con impuestos, obliga a los terratenientes arbitrariamente a darles comida y alojamiento, fomentando de esta manera los enfrentamientos sociales.
Se ve en el libro la orgía de odio que desata la guerra civil, y como desde los primeros días en un pueblo andaluz normal como Lucena, decenas de civiles, y en un mes ya centenares, participan voluntariamente en el control del pueblo y su comarca para el bando Franquista, así como en decenas de detenciones y fusilamientos de izquierdistas. También queda acreditado como la cuando se organiza la represión en base a consejos de guerra militares bajan muchísimo el numero de fusilamientos, abundando condenas de carcel que en su mayoría duraron en la realidad poco.
Esto contradice la historia típica de la guerra civil en su versión pro-republicana.
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