Por Pedro Gomes
En 1970, el año en que ganó el Premio Nobel, Paul Samuelson, uno de los padres de la economía moderna, calificó la semana de cuatro días de ‘invención social trascendental’. Su entusiasmo por la idea no es compartido por los economistas, que ignoran la idea en gran medida.
Cinco décadas después, empresas de diversos sectores están adoptando la semana de cuatro días como práctica de gestión, independientemente o en pilotos coordinados en todo el mundo, la idea está siendo debatida por sindicatos, partidos políticos y la élite económica de Davos, y aparece constantemente en las noticias. Cuando se pide opinión a los economistas, suelen expresar su escepticismo, aludiendo al modelo básico de Economía 101. Trabajar menos horas traerá utilidad (bienestar) del ocio, a costa de un PIB más bajo. Reducir el nivel de la actividad económica es el precio que hay que pagar si lo que se quiere es disfrutar de la buena vida.
Figura 1: Visión de la Economía 101 sobre la semana laboral de cuatro días
Los economistas utilizaron el mismo argumento en el siglo XIX contra la reducción de la jornada laboral a 8 horas, y más tarde, en los años 30, contra la semana de 5 días y 40 horas. Este razonamiento típico de los economistas es demasiado simplista: ignora la Historia y las características y problemas de la Economía actual. A estas alturas, ¿No debería ser más profundo nuestro análisis de la semana de cuatro días?
Efectos a nivel macro de más tiempo libre
En mi libro ¡Por fin es jueves! (del original Friday is the New Saturday), publicado ahora en español, sostengo que una innovación social tan masiva como la semana de cuatro días tendría profundas ramificaciones, con muchos mecanismos en juego más allá de lo que explica el modelo básico de Introducción a la Economía (Econ 101), y que podrían tener muchos efectos positivos en la economía agregada. Presento 8 argumentos económicos a favor:
- Porque es posible.
- Porque impulsará la demanda en las industrias del ocio.
- Porque aumentará la productividad.
- Porque potenciará la innovación.
- Porque reducirá el desempleo tecnológico.
- Porque favorecerá un aumento de los salarios y reducirá la desigualdad.
- Porque dará a la gente más libertad para elegir qué hacer con su tiempo.
- Porque reconciliará a una sociedad polarizada.
El orden no es jerárquico. Mas bien se corresponde con argumentos del lado de la demanda, del lado de la oferta, del mercado laboral y de la economía política. A diferencia del modelo de Economía 101, el tiempo libre aporta algo más que utilidad, porque contribuye, directa e indirectamente a la economía. En palabras del Premio Nobel James Tobin, ‘todo acto de ocio tiene una compensación económica para alguien’. Con más tiempo libre, la gente podría descansar más, lo que aumentaría su eficiencia en los días restantes. Podrían disfrutar de actividades de ocio que impliquen gasto, lo que estimularía las industrias del ocio, el entretenimiento, la cultura, la restauración o el turismo. Podrían aprovechar el día para formarse y adquirir nuevas habilidades que les ayuden a acceder a una ocupación más prometedora, algo especialmente importante cuando la tecnología cambia rápidamente. Podrían dedicar su tiempo a su pasión y tal vez crear las innovaciones del futuro o poner en marcha un negocio. Gracias a este espíritu empresarial asociado al tiempo libre nacieron empresas como Ford, Apple o Nike.
Mejorar la economía es también protegerla de riesgos, y uno de los mayores riesgos a los que nos enfrentamos en estos tiempos son los movimientos populistas, que se alimentan del descontento, fomentan la división y dañan la economía. Según un artículo publicado recientemente en American Economic Review, la elección de un líder populista reduciría el PIB en un 10% en 15 años, en relación con un contrafactual plausible. Medida por su popularidad, la semana de cuatro días es una idea que puede coordinar a las sociedades contemporáneas frente a las trincheras del descontento que cavan los populistas. En una encuesta reciente de El País, dos tercios de los españoles apoyaban la idea. Solo el 25% de los votantes de PP y el 29% de los de Vox rechazan la medida.
Aislados, cada uno de estos mecanismos tendría una importancia de segundo orden, pero actuando conjuntamente podrían tener efectos considerables. Además, los cambios estructurales de las últimas décadas están amplificando muchos de estos mecanismos que operan a través de los avances tecnológicos, el aumento de la participación femenina, el cambio en la estructura de la familia, la desaceleración de la productividad, el aumento de las enfermedades mentales como el estrés y el agotamiento, la ‘muerte’ del crecimiento, el estancamiento secular, el exceso de ahorro, el aumento de la desigualdad, el aumento del poder de mercado de las empresas, la explosión de la IA, el auge de los movimientos populistas. Son estos cambios estructurales en nuestras economías y sociedades los que pueden hacer que los beneficios económicos de una semana de cuatro días sean mucho mayores ahora que lo que podría haber sido hace 50 años. Lo suficiente como para compensar la reducción de horas de trabajo por trabajador, incluso si no queremos considerar en sentido amplio los beneficios de utilidad. También hacen que los efectos del tiempo de trabajo en la economía sean no lineales. Por ejemplo, muchos de los importantes beneficios de reducir la semana laboral de cinco a cuatro días, serían mucho menores o inexistentes si en algún momento cercano posterior pasáramos de cuatro a tres días.
Figura 2: Mi visión sobre la semana laboral de cuatro días
Los efectos a nivel micro sobre la productividad
El hecho de que muchas empresas estén probando la semana de cuatro días refuerza el argumento de que existen beneficios a ambos lados del mercado. ¿Por qué lo hacen las empresas?
Naturalmente, los trabajadores más descansados o satisfechos trabajan mejor, con mayor dedicación y concentración, y cometen menos errores. Los errores en el proceso de producción provocan desperdicio de materiales, quejas de los clientes o incluso litigios. Todo ello implica costes adicionales. En las ocupaciones manuales, la fatiga física provocada por largas jornadas de trabajo es causa de accidentes. Las empresas afirman que la reducción de la semana laboral disminuye las tasas de absentismo, tanto porque mejora la salud física y mental de los trabajadores como porque no tienen que faltar al trabajo para hacer sus gestiones cuotidianas. Un menor índice de absentismo reduce la necesidad de hacer horas extra para cubrir turnos o de contratar los servicios de empresas de trabajo temporal. También disminuye la rotación de trabajadores que desestabiliza a cualquier empresa e implica costes de contratación y formación. La reducción de los costes intermedios para las empresas aumenta su valor añadido.
Además, las empresas lo utilizan para cambiar procesos internos que mejoren la eficiencia. Estos cambios dependen del sector y pueden ser tan sencillos como reducir el número y duración de las reuniones, adoptar nuevas tecnologías o programas informáticos que faciliten el trabajo en equipo; automatizar procesos que suelen ser manuales; mejorar la comunicación; optimizar los turnos; analizar el flujo de clientes o el trabajo durante la semana, el mes o el año, de forma que los días libres adicionales tengan un impacto mínimo. Todos estos factores ya se están teniendo en cuenta en las muchas empresas que desde hace años están empezando a poner en marcha la experiencia.
¿Por qué no tantas empresas llevan a cabo estos cambios? La respuesta es: la mayoría de las veces no pueden. Por lo general, la mejora de los procesos o la adopción de nuevas tecnologías se enfrentan a la resistencia interna de los trabajadores, asustados por las implicaciones para sus perspectivas laborales. Si trabajan más eficazmente, ¿qué ganan? En el mejor de los casos, tendrán más trabajo. En el peor, la empresa no necesitará tantos trabajadores y algunos serán despedidos. Todos los que han intentado cambiar una institución saben lo difícil que es. La evidencia muestra que cuando estos cambios se hacen a la vez que una transición a la semana de cuatro días, los trabajadores aceptan los cambios y participan activamente en la reorganización porque el beneficio final es para ellos. Además, saben que la semana de cuatro días solo se mantendrá si también funciona para la empresa. La semana de cuatro días hace que muchos cambios organizativos sean compatibles con los incentivos de los trabajadores. Alinea los incentivos de directivos y trabajadores, por lo que en esencia no es tan diferente de dar primas como incentivo por el rendimiento.
El otro elemento importante es pensar en equipos y no en trabajadores individuales. Una empresa es un equipo, y un equipo puede fracasar por culpa de un trabajador o por problemas de comunicación u organización. La pregunta no es "¿Puede un trabajador producir lo mismo en cuatro días?", sino "¿Puede cada equipo mantener el servicio reduciendo las horas a todos los trabajadores si organizamos el trabajo en consecuencia?". La investigación del Prof. Emircan Yurdagul, de la Universidad Carlos III, constata que la complementariedad entre las horas de trabajo de los distintos equipos es una característica de las empresas canadienses.
Los ejemplos de empresas que experimentan con la semana de cuatro días muestran precisamente que no debe considerarse con una perspectiva contable. La realidad es que cambia todo, desde el compromiso y el esfuerzo de los trabajos, hasta la organización del trabajo en equipo, el uso de la tecnología, el control de los directivos, y la estructura de los costes. Por todo ello es importante comprender estos ajustes. En un próximo post les hablaré de lo que ya vamos aprendiendo de la práctica con la semana de cuatro días.
Economistas: sofisticación para dentro, ingenuidad para fuera
Si tuviera que resumir mi experiencia de estos años, desde 2019 en que empecé a analizar la cuestión de la transición a la semana de cuatro días, y mucho más intensamente desde que publiqué la primera edición de mi libro al respecto en inglés, es que es pura ironía. Cuando envío un artículo a una revista de economía, normalmente con un modelo matemático que pone de relieve un mecanismo concreto, recibo 3 o 4 informes de evaluadores que me piden que considere otros supuestos u otros mecanismos que podrían debilitar o reforzar el efecto original. En este terreno somos despiadados con nosotros mismos, hacemos que los artículos tarden años en publicarse, artículos que en general nadie más que los economistas académicos somos capaces de leer. En cambio, cuando se nos pide nuestra opinión sobre una transformación que se produce una vez cada siglo, con tantas ramificaciones y complejidades, lo que me he encontrado es que muchos de mis colegas han utilizado un modelo de Economía 101 para dar un veredicto, con la arrogancia que suele caracterizar muchas veces a los economistas, sin pensarlo dos veces.
La semana de cuatro días es demasiado compleja para analizarla con un simple modelo 101. Su complejidad la convierte en uno de los ‘pecados de omisión’ de la Economía que, según George Akerlof, premio Nobel, ‘llevan a la investigación económica a ignorar temas importantes que son difíciles de abordar de la manera "dura"’. Por eso, he presentado mi narrativa en forma de libro, reuniendo las distintas piezas. Léalo antes de dar su veredicto.
Hay 1 comentarios
Como padre siento que el debate de la semana laboral de 4 días puede adaptarse a las necesidades y deseos de algunos pero no de las mías y muchos padres como yo, que lo que necesitamos es trabajar menos horas al día, para poder acabar de trabajar antes de que nuestros hijos acaben las clases.
Es decir, siento que apenas se experimenta y se estudia otro tipo de reducción de la jornada laboral. Podríamos trabajar 30 horas, o poco más, con más beneficios que costes?
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