Monedas digitales públicas (II): Ventajas, inconvenientes e implicaciones

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Por David Tercero Lucas

Es creencia popular que los primeros bancos públicos de la historia emitían solamente billetes y monedas como medio de pago, pero en la Baja Edad Media, autoridades monetarias tales como la Taula de Canvi de Barcelona o la Casa San Giorgio de Genova ya emitían depósitos. El público tenía acceso directo a un pasivo del banco público, pudiendo abrirse una cuenta en esa institución. Ulrich Bindseil agrega en su nuevo libro (aquí), que el acceso a depósitos en el banco central continuó durante más de cinco siglos, hasta hace solamente 70 años. Eran, sin embargo, las restricciones tecnológicas las que hacían que todos los agentes no pudieran tener una cuenta en el banco central. Empero la constante revolución digital ha propiciado que este hecho ya no sea una limitación.

El Banco de Pagos Internacionales de Basilea (BIS por sus siglas en inglés) lleva años advirtiendo a los bancos centrales que deben ponerse al frente de la revolución digital. Sin embargo, ha sido la Libra de Facebook (criptomoneda privada) la que ha desatado un debate sobre las monedas digitales estables (o stablecoins), a la vez que se ha profundizado en la discusión sobre si se debe emitir o no una moneda digital pública (central bank digital currency, CBDC). A finales de enero, el BIS publicó una nueva encuesta (aquí) en la que destaca que un 80% de los bancos centrales encuestados están trabajando en el tema. Los motivos alegados para emitirla, que dependen de si el banco central pertenece a una economía avanzada o en desarrollo, van desde incrementar la estabilidad financiera y usar la CBDC como instrumento de política monetaria hasta aumentar la eficiencia de los pagos domésticos e internacionales y mejorar su seguridad (véase la figura 1).

Figura 1. Motivos para emitir una moneda digital pública para todos los públicos.

Fuente: Boar et al. (2020).

En mi post anterior (aquí), analicé sucintamente las características y el diseño que podría presentar una moneda digital pública emitida por un banco central. En éste voy a examinar algunas de sus posibles ventajas e inconvenientes. Sin embargo, es importante insistir en que las implicaciones que una CBDC pueda tener, van a dependen también de su diseño.

Aunque existe una miríada de ámbitos que se van a ver afectados por la posible introducción de una moneda digital pública, diferenciaremos cuatro bloques fundamentales: i) sistemas de pagos, seguridad e inclusión financiera, ii) intermediación y estabilidad financiera, iii) otros aspectos y iv) consideraciones de política monetaria. En este artículo se abordarán los tres primeros y en otro post ulterior, el cuarto.

Sistemas de pagos, seguridad e inclusión financiera

La constante evolución de la tecnología ha permitido mejorar significativamente, en la última década, los medios de pagos digitales. De las tarjetas de débito o crédito al pago directamente con el teléfono móvil u otros dispositivos, los pagos digitales son cada vez mayores en todos los países del mundo. Con una moneda digital pública o sin ella, esta tendencia no muestra síntomas de reversión. No obstante, algunos autores (aquí) argumentan que la principal ventaja de una CBDC, al ser un medio de pago prácticamente sin coste, incrementará considerablemente la eficiencia de los sistemas de pagos electrónicos y reducirá la concentración del riesgo de liquidez y de crédito de los sistemas de pagos (aquí). Se entiende por un sistema de pagos eficiente aquel en el que las transacciones pueden realizarse de acuerdo con las necesidades de los usuarios de manera rápida, segura y a un coste relativamente bajo. Asimismo, podría mejorar el sistema de pagos minorista transfronterizo, que suele ser más lento y caro y menos transparente que el sistema de pagos minoristas nacional.

La seguridad es otro aspecto primordial a la hora de considerar si se debe emitir o no una moneda digital pública. La emisión de una CBDC llevaría consigo la necesidad de mejorar la estructura y la ciberseguridad de los bancos centrales con el fin evitar ciberataques y posibles fraudes. Además, el efectivo es inmune a cualquier posible problema derivado del uso de la electricidad, algo que no ocurre con las monedas digitales. A su vez, el concepto de seguridad está íntimamente ligado al de privacidad. Una propiedad esencial del efectivo, destacada por Kiyotaki y Wright aquí, es que ni el comprador ni el vendedor conoce su historia previa, otorgándole anonimato. Esto, por ende, plantea K. Rogoff en su último libro (aquí), facilita que las transacciones sean completamente anónimas, con el riesgo inherente a esta característica: la realización de actividades al margen -o fuera- de la ley y las regulaciones. La sustitución del efectivo o cash por una moneda digital pública, argumenta Rogoff, reduciría en gran medida la economía informal, la evasión fiscal, la corrupción y el terrorismo. Sin embargo, esto dependerá de si la CBDC está basada en tokens (alto grado de anonimato), en cuentas (menor grado de anonimato) o un híbrido entre ambas modalidades.

Los efectos de la emisión de una CBDC sobre la inclusión financiera son también relevantes para los bancos centrales, especialmente para aquellos de países emergentes. Con una moneda digital pública, individuos que no tenían acceso al sistema financiero podrían tenerlo de una manera mucho más sencilla y accesible (al tener una cuenta en el banco central). Sin embargo, como argumenta Fernández-Villaverde aquí, sería necesario valorar hasta qué punto tener un banco central abierto a todo el mundo es necesariamente bueno. Por otro lado, las personas de edad avanzada o bajas rentas son las más vulnerables a cambios tecnológicos disruptivos en los sistemas de pagos que podrían hacer que quedaran en exclusión.

Intermediación y estabilidad financiera

Quizás la intermediación y la estabilidad financiera, junto a la política monetaria, son los bloques que más controversias suscitan en el análisis de las monedas digitales públicas. Si la CBDC estuviera basada en cuentas en el banco central, los patrones actuales de intermediación financiera podrían verse alterados – Fernández Ordoñez, en su nuevo libro (aquí) aboga por la desaparición de los bancos cuando se alcance el nuevo estado estacionario–, al producirse una salida de depósitos de los bancos comerciales. Para prevenir esta posible salida de depósitos, la banca podría incrementar su rentabilidad (acrecentando, por ejemplo, las comisiones de transacción o las comisiones por la retirada de dinero) o buscar otro tipo de financiación. El BIS (aquí) alerta de que los bancos, para compensar el aumento del coste de su financiación, podrían llevar a cabo compras de activos más arriesgados, incrementando el riesgo de inestabilidad financiera.

Dyson y Hodgson (aquí) van más allá, al considerar que el sistema financiero sería más seguro, pues la importancia de los bancos de riesgo sistémico se vería reducida por la ya mencionada reducción de la concentración de liquidez y el riesgo de crédito en los sistemas de pagos, así como los problemas de riesgo moral inherentes al sector financiero. Sin embargo, Kumhol y Noone (aquí) agregan que aunque una moneda digital pública podría servir para resolver en mayor medida fugas de depósitos de instituciones individuales, las corridas bancarias sistémicas tendrían una magnitud y velocidad mucho mayor, independientemente de la proximidad geográfica. La autoridad monetaria competente podría actuar de manera más inmediata cuando se fuera a producir una salida masiva de depósitos de alguna institución particular, nutriéndose de las ventajas de información que supone una account-based CBDC. Asimismo, su papel en la prevención de liquidez y las subsiguientes crisis de solvencia se vería reforzado y las actuaciones como prestamista de última instancia podrían ser más veloces.

No obstante, este análisis tiene cabida siempre y cuando siga existiendo el sistema financiero que conocemos. La banca comercial tendrá que adaptarse a un cambio de paradigma si quiere sobrevivir, con la entrada de nuevos competidores que transformarán el sector financiero.

Otros aspectos

A corto plazo, la sustitución del cash por una moneda digital pública supondría la eliminación de las comisiones por sacar dinero en efectivo, la supresión de los costes de almacenamiento y transporte del efectivo, el cese de los costes de acuñación y unos mayores ingresos por señoreaje. No obstante, es necesario recalcar que la emisión de una CBDC puede tener limitaciones geográficas, es decir, al principio será aceptada solo por el país que la emita.

Como se ha podido comprobar, es muy difícil saber sí las ventajas de emitir una moneda digital pública superan a sus inconvenientes. El resultado dependerá de un gran número de factores, empezando por su diseño y abarcando las características del país en el que se ha emitido. Su relevancia, en cambio, es cada vez mayor. Desde Brookings (aquí) hasta el Foro Económico Mundial (aquí), han brotado las publicaciones sobre el tema. El debate no ha hecho más que empezar.

En el siguiente y último post, se analizarán las posibles implicaciones de política monetaria de una CBDC.

Hay 4 comentarios
  • Buenas David,

    En primer lugar, muchas gracias por las referencias provistas en el texto. Me parecen muy interesantes. La introducción me resultó realmente singular y probablemente indague en el tema. Los artículos que aportan curiosidades son excelentes.

    Me preguntaba, por otro lado, si consideras que el hecho de que una CBDC basada en cuentas no tenga tanta privacidad como una CBDC basada en tokens, es un problema de cara a su futura implementación.

    Muchas gracias y saludos.

    • Buenas tardes Víctor y muchas gracias. En efecto, existe un trade-off entre la privacidad y si la CBDC está basada en cuentas o tokens. Como bien has expuesto, una CBDC basada en tokens facilitaría que las transacciones, los intercambios, fueran completa y absolutamente anónimos.

      Honestamente, y habida cuenta de que tanto el Bitcoin como otras monedas digitales privadas basadas en tokens se utilizan, normalmente, con fines no muy éticos, considero que la privacidad no debería ser un impedimento para el desarrollo de una CBDC basada en cuentas.

      Sus beneficios son claramente expuestos por Rogoff en su libro: la reducción en gran medida de la economía informal, la evasión fiscal, la corrupción y el terrorismo.

      • La PRIVACIDAD no es una cuestión de si se usa un TOKEN de una DLT o no, la privacidad va más allá de eso, bitcoin da trazabilidad y se puede saber de quién es cada transacción.

        La privacidad puede llegar a través de la Identidad Soberana o a través de otros mecanismos operativos. Por ejemplo del uso del Paper Wallet o de coldWallet.
        Pero no es la tecnología quien la garantiza, sino como esta es configurada.

  • Hola, David.

    La idea central, creo que sería eliminar al intermediario financiero y sistemas de privilegio de la banca.

    Se podrían crear una estructura descentralizada (no privada) – Con una Autoridad Monetaria Distribuida.

    Empoderar al agente económico (persona física o jurídica) como emisor y receptor de crédito. Mediante una aplicación, con un sistema de credenciales o acreditaciones, y un rating que permita un sistema autoregulatorio, dentro de una red de transacciones e intercambio P2P.

    Unificando las siguientes características:

    Registro de transacciones y sistema de transparencia perfecta (Pasarela de Pago Universal, conectividad instantánea de Smart Contracts e infraestructura Blockchain).

    Identificación única del agente económico (IUA) y servicio de encriptado confiable.

    Infraestructura de red: se podría tomar como base Internet, y mantener conectividad planetaria mediante satélites, 5G y otros (minimizando el LAG).

    Modelos y servicios como el P2P Crowdfunding y el P2P Crowdlending serían perfectamente armónicos en este ecosistema de Red Económica Distribuida. (RED).

    Un cordial saludo.

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