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Midiendo la desigualdad de oportunidades en Europa

Por Rafael Carranza (@rcarranzan).

Cuando se discute sobre desigualdad, muchas veces la primera pregunta que surge es ¿desigualdad de qué? Es decir, qué entendemos por desigualdad. A grandes rasgos, podemos pensar en desigualdad de resultados – ya sea salud, ingreso, educación, riqueza u otros, la cual refleja la forma en que estos factores se distribuyen en la sociedad. Por otro lado, podemos hablar de desigualdad de oportunidades, en cuyo caso no solo nos preocupa cómo se distribuye un resultado, sino también el cómo llegamos a dicha distribución. En particular, la desigualdad de oportunidades hace la distinción entre factores normativamente justos o injustos.

La desigualdad de oportunidades, al menos en la forma que ha sido operacionalizada por economistas como John Roemer, entre muchos otros, distingue dos grandes determinantes de la desigualdad. El primero son las circunstancias, factores que heredamos, por los cuales no somos responsables y sin embargo influyen en nuestra vida. El segundo es el esfuerzo, las decisiones, preferencias y acciones autónomas, y por las cuales somos responsables. La desigualdad debido a circunstancias es lo que conocemos como desigualdad de oportunidades.

Hay dos grandes razones para que nos preocupe la desigualdad de oportunidades. Primero, nos puede importar desde un punto de vista normativo. Existen desigualdades que nos parecen peores que otras, pues las vemos como injustas. Muchas de las demandas sociales por menor desigualdad tienen este motivo detrás. Por otro lado, nos puede preocupar la desigualdad de oportunidades por sus consecuencias, por ejemplo, sobre el crecimiento económico. Es decir, nos puede preocupar la desigualdad de oportunidades porque es injusta, pero también porque es ineficiente.

Mi artículo se concentra en la primera razón. En particular, el rol de la forma en que medimos la desigualdad de oportunidades y en cómo la entendemos. Estas mediciones son importantes pues de ellas derivan conclusiones en cuanto a comparaciones entre países y a través del tiempo. Para esto, presento medidas de desigualdad de oportunidades para 32 países europeos, entre 2005 y 2019.

Cómo medir la desigualdad de oportunidades

Hay múltiples formas de medir la desigualdad de oportunidades. Una de las más tradicionales se centra en la relación entre resultados y circunstancias. Para esto necesitamos un resultado  – en este caso, el ingreso del hogar, y un set de circunstancias . Circunstancias que incluyen variables como la educación y ocupación de los padres, el país de nacimiento, la nacionalidad, la composición del hogar durante la adolescencia, entre otras. Con estas variables, se estima la siguiente ecuación (o su versión equivalente en logaritmo):

Una vez estimada, nuestro interés se centra en la predicción . Es decir, en las diferencias en ingreso que se deben exclusivamente a diferencias en circunstancias. Si tomamos una medida de desigualdad, por ejemplo, el coeficiente de Gini o el Mean Logarithmic Deviation (MLD), y lo medimos sobre nuestra predicción , tendremos así nuestra medida absoluta de desigualdad de oportunidades. Alternativamente, podemos presentar una medida relativa de desigualdad de oportunidades, dividiendo la medida absoluta entre la desigualdad total.

En el caso de este artículo, la elección final de circunstancias sigue un proceso de machine learning, concretamente a través de bosques de inferencia condicionada. Esta metodología reconoce la existencia del sesgo a la baja, por omitir circunstancias, al igual que un sesgo al alza, por sobre ajustar la regresión. Esto puede pasar cuando el número de observaciones es bajo y el número de circunstancias alto, reduciendo los grados de libertad. Así, el algoritmo elige un subgrupo de circunstancias que maximice la capacidad predictiva. Este enfoque se ha usado con anterioridad, por ejemplo, para el estudio de desigualdad de la riqueza.

El problema con esta medida, independiente de cómo se estima, es que inevitablemente tendremos circunstancias omitidas. Esto nos dará una cota inferior del verdadero rol de las circunstancias. Como respuesta, medimos cotas superiores de desigualdad de oportunidades. A diferencia de la cota inferior, esta metodología usa datos longitudinales para estimar efectos fijos individuales, los cuales son utilizados reemplazando el vector  de la ecuación 1. Esta medida de desigualdad de oportunidades captura todas las características que no varían en el tiempo, tanto circunstancias como esfuerzos, por lo que representa una cota superior. Juntas, ambas estimaciones nos proveen un rango posible para el ‘verdadero’ valor de la desigualdad de oportunidades.

La desigualdad de oportunidades en Europa

La figura 3 muestra los niveles de desigualdad de oportunidades usando el MLD y datos de la European Union Statistics on Income and Living Conditions (EU-SILC) para 2019. Los triángulos grises representan la cota inferior, los triángulos huecos representan la cota superior, y el cuadrado negro es el nivel de desigualdad de ingresos, o desigualdad total. Vemos que España presenta los mayores niveles de desigualdad de oportunidades medidos a través de la cota inferior. De la misma forma, la cota inferior y la desigualdad total también posicionan a España dentro de los países de mayor desigualdad en la región. Otros países de alta desigualdad de oportunidades son Rumania, los países bálticos, Italia o Portugal. Por otro lado, tenemos a países como la República Checa y los nórdicos con niveles bajos de desigualdad de oportunidades y resultados.

También podemos estudiar la evolución de la desigualdad a través del tiempo. La Figura 4 agrupa los 32 países en 5 grupos (más un grupo que incluye a todos los países), reportando la serie completa para la cota superior y para la desigualdad de resultados, al igual que los tres años para los cuales tenemos cotas inferiores (2005, 2011 y 2019). A nivel agregado, vemos una pequeña caída posterior a la gran recesión, seguida de un aumento constante hasta 2014, estabilizándose en ese nivel hasta el final de la serie. La cota inferior sigue una tendencia similar, con un alza entre 2005 y 2011, y una ligera caída en el 2019. Vemos además que la cota superior e inferior no siempre siguen la misma tendencia. Por ejemplo, mientras la cota inferior en el sur de Europa muestra una caída, la cota superior muestra un alza, aumentando así la brecha entre ambos estimadores.

La Figura 4 muestra que los países nórdicos presentan niveles bajos de desigualdad de resultados y de oportunidades, mientras el sur de Europa y los bálticos muestran niveles mucho mayores. Entre ambos se encuentra Europa occidental, central y oriental. A diferencia de las demás regiones, el sur de Europa experimentó un incremento en la cota superior en los últimos años, lo que explica los altos niveles en España, Italia y Portugal. A modo de conclusión general, vemos que la desigualdad de oportunidades en Europa aumentó luego de la gran recesión, y ha mantenido esos niveles desde entonces.

Conclusiones

Este artículo provee medidas de desigualdad de oportunidades en Europa, estableciendo comparaciones entre países y a través del tiempo. El artículo destaca la importancia de proveer rangos de valores y no solo estimadores únicos, por tres razones. Primero, las dos cotas no siempre siguen la misma tendencia, lo que sugiere que capturan información complementaria. Segundo, la cota superior puede ser estimada para múltiples años mientras que la cota inferior nos da información sobre la importancia relativa de cada circunstancia, analizando así distintas aristas de un mismo problema. Finalmente, el reportar ambas permite calcular la brecha entre las cotas, informando sobre la precisión de nuestras estimaciones. Junto con las medidas de desigualdad de resultado, estas cotas brindan un panorama sobre la evolución de la desigualdad en la región.

Comencé esta columna mencionando una distinción entre desigualdad de oportunidades y desigualdad de resultados. Sin embargo, es válido preguntarse hasta qué punto es esta una dicotomía. ¿Tenemos que elegir entre una o la otra? La discusión política muchas veces parece asumir que sí. La evidencia, por otro lado, sugiere que estamos en presencia de dos caras de la misma moneda. Así lo muestra empíricamente la curva del Gran Gatsby, al igual que la correlación positiva entre la desigualdad de oportunidades (para ambas cotas) y desigualdad de ingresos. Es decir, si la movilidad social es representada por una escalera que podemos subir o bajar, la desigualdad de ingreso determina la distancia entre los peldaños, determinando la dificultad de subir, y lo duro de las caídas.