"Mejor con un poco de inflación" de Javier Andrés en El País

Reproducimos por su interés este artículo de Javier Andrés en El País.  Javier nos recuerda que con la productividad y la inflación, pasa como con el colesterol: lo hay bueno y lo hay malo.  ¿Más dieta  y más ejercicio? Dependerá del "atrevimiento" del BCE ...

La demanda interna va a estar limitada durante los próximos años en España por la necesidad de reducir nuestro endeudamiento. Por ello debemos perseverar en la devaluación interna, a pesar de las dudas que suscita y de los costes sociales que sin duda provoca. Lo ideal sería alcanzar un crecimiento sostenido de la productividad (de la buena, de la que aumenta cuando crece el empleo) y uno más moderado de salarios nominales y precios compatibles con una inflación inferior a la de la eurozona, pero no tan baja como para que el peso de la deuda se convierta en insoportable para familias, empresas y Administraciones públicas.

Por desgracia las cosas no van por este camino. Nuestras ganancias de productividad tienen todavía mucho que ver con la destrucción de empleo y las expectativas de baja inflación en Europa indican que la mayor competitividad tendrá que lograrse con una inflación doméstica cercana a cero.

Esto, que con unos mercados exteriores que conquistar no significa que estemos en deflación, complica, sin embargo, el proceso de ajuste de nuestra economía.

Un poco más de inflación en Europa no nos vendría mal si con ella podemos recuperar un crecimiento razonable del PIB nominal (PIB real más inflación), que ha sido un ingrediente imprescindible en los procesos de desendeudamiento que han tenido éxito en el pasado. Pero no cualquier tasa de inflación, ni cuanto más mejor, ni de una forma permanente, ni cambiando radicalmente el funcionamiento y objetivos del BCE.

Al igual que otros bancos centrales, el BCE ha aplicado durante estos últimos años una política monetaria impensable antes de la crisis. Aunque aún puede hacer más para impulsar el crédito a las pequeñas empresas de la periferia, ha ayudado a salvar al sistema bancario de un colapso sin precedentes y ha sostenido la deuda soberana en momentos críticos.

Con unos tipos de interés cercanos a cero y que se anuncian estables durante bastante tiempo, el BCE tiene todavía margen de maniobra para reducir los tipos de interés reales a largo plazo.

En concreto puede, como hizo en su momento la Reserva Federal estadounidense, despejar dudas sobre su reacción ante una eventual recuperación de la actividad económica, anunciando que está dispuesto a mantener su actual política expansiva incluso a costa de aceptar transitoriamente una inflación algo superior al 2% con el fin de alcanzar un objetivo determinado de desempleo.

¿No supondría este anuncio una violación del objetivo de estabilidad de precios, minando así la credibilidad del BCE que es uno de los principales éxitos institucionales de la vida del euro? En los años previos a la adopción del euro se debatió sobre si este objetivo debía estar definido en tasas, como una inflación del 2%, o en forma de un nivel de precios que creciera, por ejemplo, al 2% anual.

En tiempos normales, y por tanto en el medio plazo, ambas definiciones son equivalentes, pero dejan de serlo tras un shock que afecte a la tasa de inflación de forma significativa. Por ejemplo, si la inflación aumenta, el objetivo de tasa nos dice que el banco central debe tratar de volver cuanto antes a una inflación del 2%, mientras que si el objetivo es el nivel de precios la política monetaria debe permitir que la economía atraviese un periodo de inflación inferior al 2% para compensar la desviación al alza causada por el shock.

Esta última opción es mucho más agresiva ya que obliga a contracciones monetarias muy severas tras un shock inflacionario. Pero, por esa misma razón, sería más efectiva en momentos en que una inflación demasiado baja se convierte en el problema a evitar a toda costa.

Esta estrategia de política monetaria sería compatible con la actuación del BCE desde su nacimiento y acorde con el momento que atraviesa la eurozona. Es preciso alcanzar y mantener durante algún tiempo unas tasas de crecimiento del PIB nominal en Europa que compensen las caídas de estos últimos años. Para España esto sería particularmente importante porque permitiría mitigar las contradicciones que plantea la inevitable devaluación interna.

Nos está resultando difícil recuperar competitividad, pero lo será mucho más si tenemos que hacerlo en un contexto de crecimiento e inflación muy bajos en nuestros principales mercados exteriores. Ello exigiría un mayor ajuste nominal de nuestras rentas, dificultando el desendeudamiento. Un ajuste de precios y salarios que, además, no se consigue por decreto sino que requiere una gran flexibilidad en nuestros mercados, es decir, reformas de más calado de las llevadas a cabo hasta ahora, o una profunda recesión.

 

Hay 11 comentarios
  • ...O una profunda tercera recesión que nos lleva a graves confictos sociales, políticos y entre naciones. ¿Les suena la música?

  • Hola,

    Yo tengo tres preguntas

    (1) La primera es respecto la siguiente oración: "¿No supondría este anuncio una violación del objetivo de estabilidad de precios, minando así la credibilidad del BCE que es uno de los principales éxitos institucionales de la vida del euro?".

    Mi pregunta es: ¿no les parece que el BCE ya está violando su objetivo? El objetivo dice que la inflación debe de permanecer cercana al 2% ("The ECB aims at inflation rates of below, but close to, 2% over the medium term."). Y claramente no lo está.

    (2) Mi segunda pregunta es relacionada a la inflación per se, de media España sigue teniendo mayores tases de inflación que Alemania, Francia e Italia. Inclusive después de la severa contracción en la demanda interna y los salarios. ¿No crees que también habría que llevar a cabo un ajuste en precios y no solamente en salarios? I.e. menores costes salariales y (¡!) márgenes.

    (3) Mi tercera pregunta es relacionada a tu comentario de "Forward Guidance". Y, ¿en el corto plazo qué se hace?

    Saludos,
    E.

  • La deflación puede ser buena si consigue incentivar, de una vez por todas, a nuestra clase empresarial, a nuestra clase obrera-sindical y a nuestra clase gubernamental a comprender que tenemos que exportar más. (Hasta que la cuenta corriente tenga un saldo medio mensual por encima de 4.000 millones de euros aproximadamente -estimo-)
    Si hay que hacerlo reduciendo precios se hará así, pero si reaccionamos y nos volcamos en ello no será necesaria tanta reducción de salarios.
    De ese modo se reduce la deuda como debe reducirse: pagando euros y no como se quiere hacer que disminuya: reduciendo la ratio Deuda monetaria/PIB monetario.
    Pedir más inflación solo alarga la agonía porque incita a los agentes a sentarse a esperar que la corriente monetaria esté a favor y eso no es correcto: hay que remar contra la corriente.

    • Lo que dices no es más que masoquismo. Así puedes ganarte el Cielo, pero no resuelves las crisis. La idea de convertirnos de repente en la China de Europa, sin industria moderna y sin crédito para invertir, es absurda.

      • Y, a dos pasos de quebrar, ¿ quién te da el crédito para comprar las máquinas ?
        Era mejor no haber despilfarrado antes, pero...

  • "La demanda interna va a estar limitada durante los próximos años en España por la necesidad de reducir nuestro endeudamiento" a mi esto me suena como soplar y sorber al mismo tiempo. Está claro que con una deflación profunda como la que sufrimos, quien quiera engañarse con el IPC para decir que no es tal cosa me parece bien, una crisis de "apalancamiento" se torna en un suplicio. Todo el mundo, no entiendo porque, se siente satisfecho con la definición que sólo quiere decir que hemos generado más expectativas de las que podemos cumplir con la receta única del crecimiento del producto, sin importar los costes que no contabilizamos (externalidades) pero que no desaparecen porque los ignoremos. Pero aún ignorando esos costes no crecemos y seguimos el proceso de añadir más costes que no tenemos en cuenta (agotamiento, contaminación, protección social....). Está claro que con libertad de capitales, libre comercio y globalización sólo la formula de la devaluación interna puede funcionar y es, sin embargo, "self-defeating" cuando todos la quieren hacer al mismo tiempo. Con libre movimiento de capitales no hay ventaja comparativa, sólo ventaja absoluta. Corolario, hemos de ir a producir en el lugar de menos costes...contabilizados, cuantos más costes ignoremos mejor. En ello estamos.

  • Me resulta triste y a la vez incomprensible que, con todo lo que hemos vivido en los últimos años, ciertas ideas sigan imperando, como si fuéramos incapaces de aprender y de extraer conclusión alguna de lo ocurrido. Entre ellas, quizás éstas son que más me sorprenden:

    1. Inflación equivale a IPC: tremendo error que explica buena parte de las equivocadas decisiones de los Bancos Centrales previas a la crisis, y que fueron también causa de ésta.

    2. "Un poco de inflación es buena": esta idea ya fue la columna vertebral de la política monetaria del BCE (y de otros Bancos Centrales) hasta que estalló la crisis. Una idea que desprecia los efectos negativos de la inflación, o que más bien ignora, prefiriendo quedarse con los aparentemente positivos. Ahora estamos en un proceso necesariamente deflacionario desde hace muchos trimestres, porque lo que hemos vivido es una brutal crisis de endeudamiento, que no es otra cosa que el final abrupto de una vorágine de crédito masivo y barato. Y en esta fase de reducción de la deuda no puede haber sino deflación, porque deuda y dinero no son sino dos caras de una misma moneda (por mucho que el IPC se mueva en terreno positivo), y con esa losa habrá que salir adelante, salvo que algún demente quiera que la deuda acumulada vuelva a subir. Contar otra historia puede ser muy bonito, pero es un camelo alejado de la realidad.

    Un saludo,

    Manuel

  • ¿Seguir con el exceso de liquidez? Pienso que no es el camino y sino echen la vista atras.
    Saludos

  • Nos tenemos que frotar lo ojos, presas de la incredulidad, cuando leemos que la deflación es inevitable. Pero eso no es nada comparado con tener que leer... ¡que es buena!

    Vamos a explicarlo por enésima vez. Si Chindia, Alemania y otros países que juegan a ser muy austeros subieran salarios y aumentaran los días de vacaciones, sus habitantes vendrían a ver la Alhambra y a bañarse en nuestras playas. De esa manera les pagaríamos lo que les debemos: con la exportación de un producto. No sólo eso, sino que, además disminuiría el incentivo para producir cosas allí y aumentaría el incentivo para que esas cosas volvieran a producirse aquí. En resumen, sería bueno para todos. Ellos se lo pasarían bien. Nosotros volveríamos a tener empleo y devolveríamos la deuda. Esto es lo que se dice un comercio internacional virtuoso, un juego ganar-ganar.

    El problema es que aquellos países no parecen dispuestos a seguir el camino razonable. La austeridad gusta, enamora, hasta extremos patológicos. Mientras los países con superávit comercial no se decidan a subir salarios y a consumir más, nuestra deuda, nuestra deflación y nuestro desempleo son estructurales. No sólo eso, sino que, cuanto más opte un país cualquiera por la pobreza (para ser competitivo), más impondrá esa pobreza a sus vecinos. Lo sentimos, pero esto es de primero... de bachillerato.

    ¿Qué hacer? Lo hemos dicho muchas veces: desglobalizar. Aislarnos profilácticamente de los austeros, para poder no serlo nosotros.

    Por cierto: el proteccionismo es un remedio mejor y más selectivo que la inflación.

  • entiendo que todos SABEMOS que estas afirmaciones son brindis al sol. Que Alemania no va a estar jamás por la labor (el otro día alguien enlazaba por aquí que los alemanes siguen disminuyendo sus costes laborales), y que si fuera por Merkel a Francia le apretaría el cinturón varios puntos. Esa mayor inflación no va a llegar porque políticamente es imposible.

    Por tanto, ¿por qué escribimos sobre alternativas deseables pero imposibles? por ejemplo, sabemos que si se bajara el fraude fiscal a la mitad tendríamos un más que valioso balón de oxígeno, pero sabemos que eso es imposible y por tanto no perdemos el tiempo escribiendo propuestas sobre ello (eso lo dejamos para aquellos que creen que las buenas intenciones bastan para conseguir los objetivos deseados independientemente de las restricciones de la realidad). ¿Qué motiva entonces al autor (y a cualquier otro que lo haga) a escribir este artículo? la respuesta a esta pregunta me parece interesantísima, dando por hecho además que dicha motivación última escapa al escrutinio consciente de los propios proponentes de esta medida de mayor inflación.

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