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Las ventajas del primogénito

Por Marian Vidal Fernández

El título de este post suscitará sonrisas entre hermanos mayores a la vez que inquietudes entre los menores. Lo cierto es que la evidencia empírica sugiere que en países desarrollados como Estados Unidos o Noruega los primogénitos tienen un nivel de educación superior, un cociente intelectual más alto y ganan más que el resto de sus hermanos. Esta relación negativa entre el orden de nacimiento e inteligencia, educación y salario es además proporcional al orden en el que naciste.

Existen muchas teorías acerca del origen de esta desigualdad familiar. Por ejemplo, las familias con menos recursos económicos y educación suelen tener más hijos. Por consiguiente, este efecto del orden de nacimiento se podría explicar por el mero hecho de que sólo observamos individuos con un orden mayor en familias más numerosas y por ende más pobres. También es cierto que las madres se van haciendo mayores a medida que tienen más hijos y puede que tengan más dificultades durante el embarazo. Además la renta familiar per cápita disminuye a medida que aumenta el número de niños en el hogar. Sin embargo, éstas y otras hipótesis han sido refutadas por la literatura existente y aún no está claro el origen de estas diferencias.

En mi artículo junto a mis colegas Jee-Yeon K. Lehmann y Ana Nuevo-Chiquero, empleamos una base de datos longitudinal (C-NLSY79) con información muy completa de encuestas bianuales a madres e hijos durante más de 25 años en Estados Unidos para analizar la aparición y evolución de diferencias fraternales, así como las posibles raíces de las mismas.

En nuestro artículo mostramos que las diferencias en adultos se observan también en niños y adolescentes a edades muy tempranas. Entre hermanos biológicos, cuanto más alto es el orden de nacimiento, peores son los resultados en test cognitivos medidos a la misma edad. En el gráfico podemos observar diferencias a través del tiempo por orden de nacimiento (2º, 3º y 4º) con respecto al primogénito. Todos se sitúan bajo la línea roja en la que el efecto sería nulo. Así pues, todos ellos puntúan menos que el primogénito a cualquier edad.

También se puede apreciar la relación proporcional negativa entre el orden de nacimiento y el resultado cognitivo: cuanto posterior es el orden de nacimiento, mayor es la diferencia con respecto al primogénito. Para aquellos interesados en la magnitud del efecto, hemos normalizado los resultados con una media de 0 y una desviación estándar de 1, con lo que podemos interpretar las diferencias en medidas de desviaciones estándar con respecto a la media. Por ejemplo, a la edad de entre 5 y 6 años, el segundo hijo puntúa 0.2 desviaciones y el tercero y cuarto hijo 0.4 desviaciones menos que el primogénito. Estas diferencias, a edades tan tempranas, son de una magnitud sustancial.

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Estos efectos no se deben a diferencias en características fijas de las familias con más hijos (ya que comparamos resultados entre hermanos), ni a circunstancias socio-económicas que cambian en una misma familia al tener más hijos tales como la edad de la madre cuando da a luz, la distancia temporal entre embarazos, la renta familiar per cápita, la presencia del padre o la participación laboral de la madre.

¿Es éste pues un fenómeno biológico? Al contrario de lo que uno podría esperar, no parece ser así, ya que los hermanos más jóvenes nacen con una ventaja relativa en términos de salud: suelen tener, por ejemplo, un peso al nacer mayor y son más altos (de la importancia del peso al nacer nos ha hablado Libertad en el blog aquí o aquí). Por lo tanto, si existe una razón biológica que sitúe a los más jóvenes en desventaja, ésta puede estar latente pero no parece evidente al nacer.

¿Es, por el contrario, el comportamiento de los padres el que cambia cuando hay más hijos presentes en el hogar? Si analizamos una medida de la calidad de la estimulación cognitiva (Cognitive Home Observation Measurement of the Environment) por parte de los padres durante la infancia encontramos alguna pista: en media, los progenitores dedican menos recursos a hijos de orden superior que a los primogénitos a la misma edad. Igual algunos de nuestros lectores están en desacuerdo, pero puede que no sea tan fácil leer con el pequeño cuando el mayor necesita ayuda en matemáticas…

¿Explica esto último el efecto del orden de nacimiento? Si tenemos en cuenta nuestra medida de inversión cognitiva, la mayoría de las divergencias en resultados cognitivos a temprana edad desaparecen. Así pues, sin entrar en el debate de las razones (falta de tiempo, límites a la atención, estrés, etc.) por las cuales los padres invierten menos en el desarrollo de sus hijos más jóvenes, todo parece indicar que estas diferencias son un mecanismo importante para explicar las diferencias laborales y educativas entre hermanos pasada la adolescencia.

Ahora bien, no todo son malas noticias para los padres de varios hijos. Las diferencias por orden de nacimiento sólo están presentes en habilidades cognitivas. Igual les suena eso de que los hermanos mayores son responsables y los pequeños unos rebeldes sin causa. Sin embargo, en medidas de habilidades no cognitivas igualmente importantes que también están relacionadas con la personalidad y el éxito laboral adulto, nuestra investigación (y no sólo la nuestra) no encuentra ninguna diferencia entre hermanos.

Y para finalizar, otro dato que tranquilizará a algunos lectores con más de un hijo: también observamos que los padres no proporcionan distintos grados de soporte emocional a sus hijos según el orden en el que nacieron. Muchos considerarán que la tarea primordial de los padres es precisamente apoyar a los hijos para fortalecer su crecimiento personal, y, en este aspecto pueden estar tranquilos ya que no parece que los hijos más jóvenes sufran ninguna desventaja con respecto a sus hermanos mayores.