La población en España se encuentra mucho más dispersa en el norte que en el sur. La Figura 1 muestra la densidad de asentamientos en las provincias españolas. Este indicador mide el porcentaje de celdas de cuadrícula de 10-km2 habitadas en cada una de ellas. El contraste es significativo. Por ejemplo, el 53% de las celdas de 10-km2 están pobladas en Zamora, mientras que solo el 14% en Ciudad Real. La densidad de asentamientos en el sur de España es realmente baja en perspectiva europea. Un dato interesante es que las provincias de Ciudad Real, Albacete y Badajoz tienen menor densidad de asentamientos que la región finlandesa de Laponia.
¿Qué factores explican las diferencias regionales en las formas de poblar el territorio? ¿Por qué la densidad de asentamientos es tan baja en gran parte del sur de España? En un artículo publicado recientemente exploro las raíces históricas de este fenómeno (Oto-Peralías, 2020). Si bien las diferencias climáticas y geográficas tienen relevancia a la hora de explicar la estructura espacial de la población, hay un factor importante que se remonta muy atrás en el tiempo, a la Edad Media, cuando la meseta sur fue escenario de una cruenta guerra fronteriza entre reinos cristianos e imperios musulmanes. Una hipótesis existente en la historiografía plantea que esta guerra fronteriza medieval fue un determinante significativo de la manera en la que se repobló el territorio. En palabras de Charles J. Bishko (1975), “a la persistencia durante tanto tiempo de una frontera abierta de guerra y conquista puede atribuirse en gran medida [...] el predominio de ciudades amuralladas y castillos sobre comunidades de aldeas dispersas”.
Para analizar empíricamente esta hipótesis me centro en el territorio alrededor del Tajo (Figura 2). Tras la conquista de Toledo (1085), este río separó la vanguardia fronteriza (al sur) de la retaguardia (al norte) durante el periodo más violento de la Reconquista, cuando los reinos cristianos peninsulares tuvieron que hacer frente a los imperios Almorávide y Almohade (Rodríguez-Picavea, 2005; García Fitz, 2016). Durante casi siglo y medio, el territorio al sur del Tajo fue un campo de batalla que estuvo sujeto a una mayor inseguridad y violencia que el área al norte. Por otra parte, ambos márgenes del río son similares en cuanto a características geográficas y climáticas. Ello permite realizar un análisis de discontinuidad espacial, para lo cual me centro en el área a 50 kilómetros por cada lado del río.
Que el territorio al sur del Tajo sufrió más inestabilidad militar que el territorio al norte puede mostrarse a través del recuento de conflictos militares (aunque esta medida es muy aproximada), contando cuántas veces los pueblos y castillos al sur y al norte cambiaron de manos durante dicho periodo, y analizando los retrocesos en la frontera cristiana. Estas tres vías señalan que el área al sur experimentó, en efecto, una mayor inseguridad militar.
La validez del análisis requiere que no existan diferencias relevantes entre ambos márgenes del río en cuanto a variables geográficas y climáticas. En variables tales como las precipitaciones, la temperatura, la altitud, el desnivel, etc., ambos márgenes del río son bastante similares. También es importante que no existan diferencias previas en cuanto al poblamiento. Aunque este punto no es fácil de probar, la evidencia mostrada en el artículo apunta a que el poblamiento a ambos lados era parecido. Así fue, por ejemplo, en términos de densidad de calzadas romanas o presencia de asentamientos musulmanes.
Una vez discutidos los requisitos para poder implementar el análisis de discontinuidad espacial, la Figura 3 muestra que la densidad de asentamientos, entidades de población y municipios es menor al sur del Tajo. Por ejemplo, el porcentaje de celdas de 10-km2 pobladas es 25 puntos porcentuales (pp) menor al sur. Esta baja densidad de asentamientos se traduce en una mayor concentración de la población: el porcentaje de población que vive en el 1% más poblado (de cada celda de 250-km2) es 24 pp mayor al sur. En cuanto a la densidad de población, también se observa que esta es más baja al sur, aunque la discontinuidad a este respecto es menos robusta (véase Tabla 3 en Oto-Peralías, 2020).
Estos resultados muestran que la discontinuidad en inseguridad militar durante los siglos XI-XIII coincide con una discontinuidad en los patrones de poblamiento actuales. ¿Qué explicación existe para ello? ¿Por qué un factor tan lejano es todavía determinante? La razón es que la violencia e inseguridad militar propia de la guerra de frontera medieval: i) dio lugar a una ocupación militarizada del espacio basada en la concentración de la población en unos pocos asentamientos bien defendidos, y ii) favoreció la ganadería sobre la agricultura, ya que el ganado es más fácil de proteger ante una incursión enemiga y es menos intensivo en factor trabajo. Ambos mecanismos, una vez establecidos, tienen el potencial de persistir en el tiempo y retroalimentarse, perpetuando el efecto de la guerra de frontera medieval.
Varios factores pueden explicar la persistencia del patrón inicial de poblamiento. Uno fue el predominio de la ganadería, que generó intereses para mantener los pastizales con el mismo uso. Así, una vez que la ganadería se convirtió en la principal actividad económica, y los terratenientes (órdenes militares y nobles) y oligarcas urbanos invirtieron en ganado, existieron incentivos para mantener la misma estructura económica. En este sentido, al hablar sobre la escasez de asentamientos y el histórico pobre estado de la agricultura, Brenan (1950) señala que “una y otra vez uno encuentra a las Cortes exigiendo que la tierra que había sido recientemente arada debía volver a destinarse al pasto”. Otro factor fue que la frontera experimentó una gran expansión hacia el sur justo en el momento en que desapareció la amenaza enemiga, ralentizando aún más el proceso de repoblación, por lo que el carácter ganadero de la economía y el patrón inicial de poblamiento tuvieron más tiempo para arraigarse. Un tercer factor fue que buena parte del territorio al sur del Tajo cayó en manos de las órdenes militares, que fueron agentes repobladores menos dinámicos. El 80% y el 50% de la tierra en Ciudad Real y Badajoz, respectivamente, estaba en sus manos a principios del siglo XVI.
El artículo aporta evidencia adicional para apoyar mi interpretación de los resultados. En concreto, se muestra que: i) la discontinuidad en la densidad de asentamientos también se observa con datos de entidades de población correspondientes a los siglos XVI y XVIII; ii) solo existe una discontinuidad clara en el Tajo, pero no en los otros ríos peninsulares; iii) las jurisdicciones y pastizales de las órdenes militares tenían más importancia en el margen izquierdo del río; iv) la presencia de pastores y ganaderos a finales del siglo XVIII era también mayor en dicho margen; y v) la intensidad en el uso de la tierra a principios de los 80 era menor al sur del río. Toda esta evidencia es consistente con que la guerra de frontera medieval originó la discontinuidad actual observada en el tipo de poblamiento.
Para concluir, este trabajo se suma a otros que subrayan la importancia de la Reconquista como proceso histórico crucial para explicar ciertos rasgos importantes de la España actual (Oto-Peralías y Romero-Ávila, 2016, 2017; Beltrán y Martínez-Galarraga, 2018; Tur-Prats, 2019; Bycroft et al., 2019; algunos de los cuales contados aquí, aquí y aquí). La lengua, la religión, la propiedad de la tierra, los patrones de poblamiento, el perfil genético de la población, entre otras características destacadas, tienen mucho que ver con la manera en la que los reinos cristianos peninsulares conquistaron y repoblaron el territorio en poder de los musulmanes en la lejana Edad Media.