Por Luis Diaz-Serrano y Sabine Flamand
La familia monoparental está en aumento en todo el mundo. En España este tipo de familia también es un fenómeno importante. Según los últimos datos disponibles de la Encuesta Continua de Hogares, en 2018 los hogares monoparentales en España representaban ya el 10% de los hogares y en su mayoría estaban formados por una madre con hijos. El número de hogares monoparentales aumentó un 2% con respecto a 2017, mientras que los hogares monoparentales con un padre crecieron un 12,3%.
Un informe de 2015 de Save the Children revela que el 54% de los niños que viven en hogares monoparentales en España se encuentran en situación de pobreza, 12,5 puntos porcentuales más que la población general. Según este informe, estas familias enfrentan un mayor riesgo de caer en la pobreza, no solo por su situación económica sino también por cuestiones relacionadas con el empleo, la vivienda, la salud o la falta de una red de apoyo.
Actitudes hacia las familias monoparentales: ¿discriminación?
Un hallazgo consistente en la literatura es que, en comparación con las parejas heterosexuales estándar, tanto las madres como los padres solteros aún sufren actitudes sociales bastante negativas, o como poco menos positivas (Bryan et al. 1986 ; Bennett and Jamieson 1999 ; Valiquette-Tessier et al. 2016). Sin embargo, la evidencia empírica muestra que las actitudes hacia las familias monoparentales tienden a variar dependiendo de cómo se llegue a esta situación. En particular, los padres/madres solteros/as que nunca se han casado son vistos/as de manera más negativa que los que se han divorciado o enviudado Usdansky (2009).
Existe abundante literatura que reporta una menor participación de las madres solteras en el mercado laboral y varias formas de discriminación que pueden sufrir en el lugar de trabajo (e.g., González 2004). A su vez, la existencia de actitudes sociales negativas hacia las familias monoparentales puede traducirse potencialmente en discriminación contra ellas en diversas áreas. Tal discriminación puede incluso institucionalizarse, hasta el punto de prohibir el acceso a las tecnologías de reproducción asistida (TRA) a personas solteras o no casadas. Actualmente, solo la mitad de los países europeos permiten que las mujeres solteras usen las TRA y aún menos otorgan acceso a las mujeres lesbianas. Solo seis de los 22 países europeos informan que el matrimonio no es un requisito para el acceso a un TRA Präg and Mills (2017).
La mayoría de los estudios encuentran que los niños de familias monoparentales obtienen un peor rendimiento escolar y las pruebas estandarizadas, obtienen un GPA más bajo y completan menos años de escuela en comparación con los niños de familias con dos padres. En nuestro estudio conjeturamos que este podría ser un motivo para discriminar a los hijos de padres solteros porque las escuelas pueden pensar que estos niños tendrán un bajo rendimiento tanto desde el punto de vista cognitivo como conductual; y que por tanto, las escuelas privadas y concertadas pueden tener preferencia por los niños que provienen de estructuras familiares más convencionales.
Únicamente conocemos dos estudios que analizan la discriminación hacia las familias monoparentales, y reportan que este tipo de familia están discriminadas en el mercado de la vivienda en alquiler (Lauster and Easterbrook 2011 ; Murchie and Pang 2018). Los autores argumentan que los propietarios pueden percibir a los padres solteros como económicamente más vulnerables que las familias con dos padres. Es decir, las actitudes de los propietarios hacia las familias monoparentales pueden considerarse un caso de discriminación estadística en lugar de una discriminación basada en prejuicio. En el contexto de nuestro estudio, donde el 95% de los colegios son concertados, lo que significa que deben jugar con las mismas reglas que los colegios públicos, no pensamos que las familias monoparentales puedan ser discriminadas por motivos económicos. Sin embargo, dado que se ha denunciado que la mayoría de estos colegios cobran tasas ilegales, que son especialmente elevadas en Cataluña, no podemos descartar por completo esta posibilidad.
En el contexto de nuestra investigación, la discriminación basada en el prejuicio podría surgir porque una persona o institución considere reprobable un divorcio o ser madre/padre soltera/o que nunca se ha casado, haciéndolas reacias a interactuar con tales familias. Este tipo de prejuicio puede resultar de convicciones personales religiosas o de otro tipo. Sin embargo, y dado que en nuestros experimento no hacemos explícito el camino que conduce a la monoparentalidad, una explicación igualmente plausible es que los encuestados (religiosos o no) sientan empatía hacia los desafíos de la monoparentalidad, especialmente si contemplan la posibilidad de que se ha llegado a ella por caminos más dramáticos como la viudez, aumentando así la probabilidad de respuesta. Por lo tanto, en el contexto de la escolarización, tanto la discriminación negativa basada en el prejuicio como la positiva son alternativas plausibles.
Diseño experimental
El experimento se llevó a cabo en marzo de 2016 en una muestra compuesta de 95% de escuelas concertadas en Cataluña. Creamos tres perfiles familiares ficticios: pareja heterosexual (hombre y mujer), madre soltera y padre soltero. En todos los casos, la pareja tiene un hijo que va empezar la enseñanza primaria. Para contactar con las escuelas, creamos una cuenta de correo electrónico para cada tipo de familia a la que las escuelas pueden responder. También usamos nombres ficticios para los padres e hijos ficticios. Para evitar el sesgo de origen, les asignamos aleatoriamente un nombre (único de género) entre los nombres españoles más comunes.
Para evaluar la posible discriminación, dividimos la muestra de escuelas aleatoriamente en dos grupos (A y B) y enviamos dos correos electrónicos a cada escuela. El grupo A está compuesto por 305 escuelas, mientras que el grupo B está compuesto por 301 escuelas. Las escuelas del grupo A reciben un correo electrónico de una pareja y otro de un padre soltero, mientras que las escuelas del grupo B reciben un correo electrónico de una pareja y otro de una madre soltera. Dentro de cada par de correos electrónicos, también aleatorizamos cuál de los correos electrónicos se envía primero (el segundo correo electrónico se envía tres días después).
En los correos, hacemos explícita la estructura familiar (es decir, monoparental o no) en la firma de los correos electrónicos. En el cuerpo del correo electrónico se solicita una cita para visitar la escuela. Los tres correos electrónicos comparten una estructura común y no incluimos ninguna información adicional que pueda alterar la probabilidad de respuesta para cualquiera de los tres tipos de familias. Cada vez que una escuela responde a uno de nuestros correos electrónicos, rechazamos inmediatamente la invitación.
Resultados
De los colegios que recibieron los correos electrónicos pareja/padre soltero (Grupo A), el 11,5% respondió a ambos correos electrónicos, el 10,1% respondió solo a la pareja ficticia y el 16,4% respondió solo al padre soltero ficticio. Es decir, en comparación con las parejas, la probabilidad de recibir una respuesta es 6,3 puntos porcentuales mayor para los padres solteros. Para correos electrónicos pareja/madre soltera (Grupo B), estas cifras son del 4,6%, 4,3% y 18,6%, respectivamente. En este caso, en comparación con las parejas, la probabilidad de recibir una respuesta es 14,3 puntos porcentuales mayor para las madres solteras. En ambos casos, los resultados indican que la diferencia en las tasas de respuesta entre parejas y padres solteros es estadísticamente significativa al 5%. Los resultados econométricos, controlando por las características de la escuela, proporcionan las mismas diferencias, lo que sugiere que las diferencias en la respuesta hacia los diferentes tipos de familia por parte de las escuelas no varían en función de las características de las escuelas (confirmamos este último punto con un análisis de heterogeneidad). Esto a su vez confirma que ni la religiosidad ni el hecho de que la escuela sea financiada con fondos públicos parecen afectar la brecha de respuesta de las escuelas entre hogares monoparentales y parejas heterosexuales.
Conclusiones
Quizás sorprendentemente, estos resultados sugieren que las escuelas están más dispuestas a interactuar con hogares monoparentales que con hogares formados por parejas heterosexuales. Por supuesto, no podemos inferir de estos resultados si en vez de solicitudes de contacto por correo electrónico hubiesen sido solicitudes formales de admisión el resultado hubiese sido el mismo. Nuestro experimento no nos permite determinar con certeza por qué los hogares monoparentales reciben más respuestas que los hogares biparentales con parejas heterosexuales, pero podemos pensar en algunas explicaciones plausibles. Bien podría ser que haya un sentimiento de empatía hacia los hogares monoparentales, desencadenado por la percepción de que su vida es más desafiante en muchas dimensiones. Alternativamente, tales actitudes positivas podrían resultar de la creencia de que los padres solteros son más maduros o tienen mejores cualidades internas. Más trivialmente, podría ser que las escuelas se sorprendan con este tipo de composición familiar y respondan con más energía a estos correos electrónicos. En cualquier caso, las familias monoparentales parecen beneficiarse de actitudes más positivas hacia ellas dentro del sistema escolar que en otros entornos.