La reducción en un 7,7% de la ratio alumnos por clase podría compensar parte del impacto negativo de la COVID-19 en la educación: Maimónides nueve siglos después (II)

Almudena Sevilla, Catedrática de University College London
Jorge Sainz, Profesor de Universidad Rey Juan Carlos y Bath University
Ismael Sanz, Universidad Rey Juan Carlos

En una entrada anterior mostramos que el incremento de la contratación de 38.252 docentes anunciado por las Comunidades Autónomas va a permitir que nuestro país reducir las ratios de 20,9 alumnos por clase en Primaria en centros públicos a 19,3. En la ESO la ratio podría disminuir desde los 24,9 alumnos por clase actuales a 23,0 todavía por encima de los registros de la UE que tiene una ratio de 21. A continuación, basándonos en la evidencia empírica disponible, concluimos que la disminución de la ratio de alumnos por clase que se va a llevar a cabo en España podría no tener resultados efectivos en el corto plazo, pero sí en el largo plazo. En concreto, la reducción del tamaño de las clases podría incrementar las tasas de graduación en España y que un mayor porcentaje de jóvenes españoles continué sus estudios al finalizar la ESO. Este incremento en el nivel de estudios alcanzado por los jóvenes de nuestro país sería muy bienvenido, dado que España tiene la tasa de abandono temprano de la educación y formación más elevada de la UE (17,3% por el 10,3% del promedio comunitario).

¿Compensará la reducción de la ratio alumnos por clase el impacto del Coronavirus?

Los cierres de los colegios debido al COVID-19 han resultado en una interrupción de la provisión de educación que producirá pérdidas de aprendizaje y a un aumento en la desigualdad educativa. Desde que en abril ( https://bit.ly/37dUSmm ) y septiembre (https://bit.ly/3j8zDnX) los mismos autores revisáramos el posible impacto del Coronavirus en la educación, han aparecidos nuevos estudios.

Woessmann et al. (2020, Informe del Instituto IFO https://bit.ly/2H75sk2 ) utilizan una encuesta a padres de niños en edad escolar para mostrar que en Alemania el tiempo que los niños dedicaron durante el cierre de los centros educativos a actividades escolares se redujo de 7,4 a 3,6 horas mientras que aumentaba el dedicado a televisión, videojuegos y teléfonos móviles. Solo el 6% de los estudiantes alemanes tenían lecciones en grupo en línea a diario y más de la mitad las tenía menos de una vez a la semana. Hanushek y Woessmann ( https://bit.ly/34WWoWU) elaboraron un Informe para la OCDE también en septiembre de este año 2020, en el que aproximan la pérdida de aprendizaje de los alumnos a partir de la estimación de que el progreso en un curso escolar es de cerca del 33% de la desviación estándar. Dado que en la mayoría de países europeos el cierre de los centros educativos se extendió hasta un tercio del curso, el efecto negativo se situaría en el 11% de la desviación estándar. A partir de la relación entre el nivel de competencias y los salarios que se extrae de PIAAC (una evaluación de la OCDE similar a PISA pero aplicado a población entre 15 y 65 años), Hanuskek y Woessmann llegan a la conclusión de que los estudiantes actuales perderán un 2,6% de ingresos a lo largo de su carrera profesional, similar a la estimación de entre el 2,0 y 2,5% que ya señalábamos nosotros en un post anterior en NeG (https://bit.ly/3md2s4Q)

Fuchs-Schündeln et al. (2020, NBER https://www.nber.org/papers/w27773 ) elaboran un modelo de equilibrio parcial de agente heterogéneo con una función de producción de capital humano, que requiere tiempo e inversión de los padres y el gobierno. El carácter acumulativo de la función de producción de capital humano hace que el logro de habilidades en una etapa más temprana del ciclo de vida aumente las habilidades en etapas posteriores. Por tanto, los niños más pequeños se verán más afectados por el cierre de colegios que los niños mayores, aunque habría que matizar que en edades críticas como las de finalización de etapa como la ESO y Bachillerato con la EBAU, el impacto puede ser también muy significativa y determinar la posibilidad de continuar los estudios o el tipo de formación que se sigue. La reacción de los padres ante el cierre de los centros educativos invirtiendo más tiempo y fondos amortigua el impacto negativo de los cierres de escuelas. Calibrando el modelo para EEUU, estos autores llegan a la conclusión de que se producirá una reducción del 3,8% en la tasa de graduación en secundaria entre los niños que actualmente se encuentran entre 4 y 14 años y una disminución del porcentaje de jóvenes con estudios superiores del 2,7%. El impacto negativo de la crisis sobre el bienestar de los niños es especialmente grave para aquellos con padres con bajo nivel educativo y bajos activos. Los cierres de escuelas en sí mismos son los principales responsables del impacto negativo del impacto de la Covid-19 sobre el bienestar a largo plazo de los niños (explicando el 87% del impacto), con la disminución de ingresos inducidos por la pandemia jugando un papel secundario.

Por el contrario, Maurin y McNally (2008 https://bit.ly/2IwBYfT ) analizan el “experimento natural” del efecto de las movilizaciones de mayo de 1968 en Francia en el futuro de la cohorte de estudiantes que se preparaban para hacer el examen de baccalauréat. Los exámenes no tuvieron en ese año el mismo nivel de exigencia que habían tenido antes y tampoco el que tuvieron después. Como resultado, la tasa de aprobados aumentó significativamente permitiendo que una proporción mayor de estudiantes nacidos en 1948 y 1949 pudiera alcanzar más años de escolarización. Los alumnos que se encontraban en el margen, que accedieron a la Universidad en ese año y que no hubieran alcanzado los estudios superiores en otras circunstancias, terminaron en buena medida sus estudios y alcanzaron en su carrera profesional salarios y puestos de responsabilidad mejores que si no hubieran aprobado la Selectividad. Este mayor progreso educativo de los jóvenes de esas cohortes se ha transmitido también a sus hijos. El estudio de Maurin y McNally analizan la flexibilización del acceso a la Universidad en un solo año y que además, como en el caso de la COVID-19 fue sobrevenida, habría que comprobar si una reducción de los niveles de exigencia permanente en el tiempo y que los alumnos puedan anticipar pudiera tener efectos negativos en la dedicación y esfuerzo de los alumnos.

Maldonado y de Witte (septiembre 2020, KU Leuven https://bit.ly/3nVOo1d ) presentan el primer estudio sobre el efecto del Coronavirus en el aprendizaje basado en pruebas externas y estandarizadas reales realizadas después del cierre de los centros educativos. Las predicciones presentadas hasta ahora se basan en datos recopilados previamente sobre interrupciones de las clases por reformas educativas (Pischke, 2007 http://econ.lse.ac.uk/staff/spischke/ksj_EJ_final.pdf ), meteorología (Goodman, 2015 https://www.nber.org/papers/w20221), huelgas de docentes (Jaume y Willén, https://bit.ly/3lR5kE5) o comparaciones internacionales de horas de instrucción (Woessmann, 2003, https://bit.ly/31asE8c) , y que situaban el impacto del Coronavirus en un pérdida en el aprendizaje del 6% de la desviación estándar. Pues bien, Maldonado y de Witte analizan las pruebas realizadas por alumnos de 6º de Primaria en el periodo 2015-2020 en la red de centros católicos de escuelas flamencas de Bélgica. Se incluyen los tests llevados a cabo en junio de 2020, es decir, después ya del surgimiento de la Covid-19. Estos autores encuentran que los estudiantes de la cohorte de 2020 han experimentado una pérdida de aprendizaje significativa en todas las materias evaluadas. Por ejemplo, en Matemáticas la pérdida se sitúa en el 18,6% de la desviación estándar y en Lengua en el 28,6%.

El impacto del 18,6% que se observa en la Tabla 1 para Matemáticas es más de la mitad de lo que se aprende en un curso escolar, que Hanushek y Woessmann sitúan en el 33% de la desviación estándar. Es un impacto, por tanto, más elevado al que le corresponde por el tiempo en el que han permanecido cerrados los colegios de tres meses, un tercio del curso escolar. Y es un efecto también superior al que se estimaba con simulaciones del 6% de la desviación estándar. Tan sólo el Banco Mundial y Zilibotti habían sugerido un impacto de la COVID-19 en el aprendizaje de los alumnos tan elevado de medio curso escolar. También Doepke y Zilibotti (2020, Psychology Today https://bit.ly/3517Dhm ) apuntaban a que la pérdida del último trimestre del curso 2019-20 habría que sumarle la constatada pérdida de competencias durante el verano pudiendo llegar el impacto negativo sobre el aprendizaje hasta la mitad de lo aprendido durante el curso. Maldonado y De Witte (2020) también muestran que la desigualdad en los resultados de los alumnos (medida a través del Índice de Gini, la relación entre el percentil 90 y el 10 o el índice de Entropía) dentro de los centros educativos flamencos aumenta un 17% en Matemáticas (20% en Lengua).

El efecto de la reducción del tamaño de las clases

A continuación vamos a analizar la medida en la que la reducción del tamaño de las clases podría compensar la pérdida de aprendizaje producida por el cierre de los centros educativos. Una de las estimaciones más altas es la de Alan Krueger (1999 https://bit.ly/31fgUkz ) que analiza el proyecto STAR que asignó a 11.571 alumnos de Tennessee entre 1985 y 1989 de forma aleatoria a clases pequeñas (de 15 alumnos en promedio) o a clases grandes (de 22 alumnos en promedio). Este autor llega a la conclusión que una disminución de 7 alumnos (de 22 a 15) mejora los resultados en un 22% de la desviación típica. Matthew Chingos (2012, https://bit.ly/2SXKpmu ) estudia la masiva reducción del tamaño de las clases en Florida y apunta a que la contratación en un mismo curso de muchos docentes, en lugar de hacerlo de forma gradual, conduce a la incorporación de profesores con menos experiencias y de una preparación promedio inferior, que podría atenuar el efecto positivo (de haberlo) de bajar el número de alumnos por aula.

Angrist, Lavy, Leder-Luis y Shany (2019 https://bit.ly/2Hf2M3B y https://www.nber.org/papers/w23486 ) estiman el efecto del tamaño de las clases en Israel en el rendimiento académico entre el 2002 y el 2011. La regla de Maimónides fija en 40 el máximo del tamaño de clase. Este máximo introduce una relación no lineal y no monótona entre la matrícula total del curso y el tamaño de la clase en las escuelas públicas. Y se utiliza la regla de 40 alumnos por clase de Maimónides para construir estimaciones de variables instrumentales de los efectos del tamaño de la clase en los resultados de las pruebas. Estos autores no encuentran un efecto significativo del tamaño de la clase en el rendimiento académico de los alumnos. Angrist et al. (2019) tienen en cuenta que hay cierta evidencia de manipulación de la matrícula en algunos centros de Israel, en el sentido de que hay demasiadas aulas con justo el número de alumnos que provoca su desdoble. Con una estrategia que usa la fecha de nacimiento de los estudiantes para calcular la matrícula y evitar el sesgo de manipulación también llegan a la conclusión de que no hay un efecto significativo del tamaño de las aulas en los resultados en las pruebas externas y estandarizadas. De hecho, con esta nueva estrategia econométrica Angrist et al. (2019) muestran que desaparece el efecto positivo que los mismos Angrist y Lavy (1999 https://economics.mit.edu/files/8273) encontraron de la reducción del número de alumnos por aula en los resultados académicos con datos más antiguos. Angrist et al. (2019) concluyen que la mayoría de la literatura que ha empleado el diseño de investigación de la Regla de Maimónides explotando los límites en el tamaño de la clase como fuente de variación cuasi-experimental no encuentra efectos significativos de la reducción del número de alumnos por aula en el rendimiento académico.

Es decir, que la reducción del número de alumnos por clase no conducirá a mejoras significativas en los resultados académicos de los alumnos españoles a corto plazo.

Pero, la literatura académica sí que predice beneficios en las habilidades no-cognitivas de los estudiantes de nuestro país que llevan a resultados positivos a largo plazo. Chetty et al. (2011 https://bit.ly/358i1nz ) analizan también el mismo proyecto STAR. Estar asignado a clases pequeñas incrementa en 1,8 puntos porcentuales la probabilidad de llegar a estudios superiores a los 20 años, una mejora significativa dado que la media era del 26,4%. Los estudiantes de clases más reducidas también tienen otros resultados positivos más a largo plazo como una mayor probabilidad de tener una casa en propiedad o ahorros en planes de pensiones. La evidencia empírica del trabajo de Chetty et al. (2011) supone una paradoja, pues el tamaño de la clase no parece incidir en los resultados académicos de los alumnos pero en el largo plazo sí afecta significativamente a la probabilidad de llegar a estudios superiores. Estudiar en clases reducidas podría no afectar tanto a las habilidades cognitivas, pero sí ser beneficioso para las habilidades no-cognitivas como la perseverancia, la motivación, el esfuerzo o la determinación. La escasa incidencia de las clases reducidas en la mejora de las habilidades cognitivas explicaría que el impacto del tamaño de las clases en los resultados académicos sea en todo caso modesto y desaparezca con el tiempo. Por el contrario, estudiar en clases con pocos alumnos mejora las habilidades no-cognitivas, un efecto que no se manifiesta en las pruebas externas y estandarizadas pero que tiene un impacto a largo plazo incrementando la probabilidad de llegar a estudios superiores y de gozar de una situación financiera más estable en la vida adulta.

Fredriksson, Öckert y Oosterbeek (2013, http://ftp.iza.org/dp5879.pdf) llegan a la misma conclusión de la importancia de las clases reducidas en la adquisición de habilidades no-cognitivas por parte de los alumnos. Estos autores explotan la variación en el tamaño de las clases que genera el límite máximo de alumnos por aula en Suecia y llegan a la conclusión de que las clases reducidas en los cursos de entre 4º a 6º de Primaria mejoraron habilidades no-cognitivas a los 13 años como la perseverancia, las aspiraciones en los estudios y la confianza y la seguridad en uno mismo. Los efectos de las clases reducidas Primaria en las habilidades no-cognitivas permanecen a los 18 años medido en esta ocasión en términos de perserverancia, carácter social, estabilidad emocional, disposición a asumir responsabilidades y llevar a cabo iniciativas

De hecho, Fredriksson, Öckert y Oosterbeek (2013) encuentran que el menor tamaño de las clases en los últimos cursos de Primaria incrementa significativamente la probabilidad de finalizar estudios superiores y aumenta los salarios entre los 27 y los 42 años. El gráfico extraído de este estudio muestra cómo afecta el tamaño de las clases en Primaria a la probabilidad de tener una salario más elevado que el percentil correspondiente en el eje horizontal. Se puede comprobar que un alumno más en clase en 4º, 5º y 6º de Primaria, reduce la probabilidad de tener salarios más elevados entre los 27 y 42 años particularmente a los que se encuentran en la media de la distribución salarial.