Por Miguel Artola y Francisco Melis
Vivimos una era de múltiples retos para los países más desarrollados. Desde 2020 se han producido fuertes cambios en las condiciones económicas como atestigua el impacto de la pandemia, la guerra en Ucrania, el repunte de la inflación y el cambio en la política monetaria. El otro gran reto ha sido la propia medición de estas alteraciones pues, ante cambios sin precedentes y de una magnitud inaudita, los procedimientos estadísticos para medir la actividad, el empleo o los precios han sufrido una gran tensión. Los autores de esta entrada hemos argumentado que España era un caso paradigmático de estos retos. En 2022, cuando el ambiente imperante indicaba que nuestro país iba muy regazado con respecto a sus vecinos europeos, nosotros argumentamos que el problema fundamental no era económico sino de medición. La recuperación era un hecho y el problema estaba en la estimación del PIB. Creemos que el tiempo ha demostrado que la crítica constructiva a la Contabilidad Nacional ha sido un hecho positivo y, como argumentaremos, debería seguir siendo una característica que acompañase al análisis económico. Asimismo, la infraestimación no ha sido corregida, como apuntaremos en las conclusiones.
El artículo de hoy busca abordar otro tema clave como es la evolución de la productividad. En un medio como Nada es gratis resulta casi ocioso señalar la importancia que tiene el incremento de la productividad para apuntalar el crecimiento económico en el largo plazo y, por extensión, mejorar el bienestar de las personas. En España la productividad tiene, además, una especial importancia por dos razones. Primero, porque como está bien documentado, la productividad ha tenido un peor comportamiento con respecto a otras economías avanzadas durante las últimas tres décadas. Segundo, porque muchas políticas sociales emprendidas por el actual gobierno (como la reforma de las pensiones o la reducción de la jornada laboral) se sostienen implícitamente sobre la perspectiva de que la productividad tenderá a mejorar en los próximos años. En este contexto, cobra más sentido preguntarse por la evolución de la productividad desde 2019.
Antes de presentar los resultados, es necesario clarificar que en este trabajo vamos a concentrarnos en el estudio de la productividad del trabajo que se obtiene de dividir el PIB (o valor añadido de un sector) por el empleo. Un análisis más completo de la productividad incluiría una descomposición del crecimiento económico según la contribución del factor trabajo, del capital y de la productividad total de los factores (PTF). Sin embargo, no debe nunca olvidarse que la PTF se obtiene como residuo y que estos valores solo serán correctos si la contribución de los otros dos factores -capital y trabajo- ha sido medida correctamente. Como argumentaremos, la situación en España durante los últimos cincos años dista de este escenario por lo que es preferible empezar por el indicador básico referido a la productividad del trabajo[1]. La cuestión es además lo suficientemente compleja como para tratar por separado dos aspectos. En una primera entrada abordaremos la evolución del empleo en términos de la jornada efectiva media de los trabajadores a tiempo completo. La segunda entrada estará dedicada a analizar las horas totales y su importancia no solo para medir la productividad con los datos de la Contabilidad Nacional, sino también el valor añadido.
Tabla 1. Evolución reciente del empleo y las horas en España. Crecimiento porcentual.
El punto de partida de nuestro análisis es la evolución de los principales agregados del empleo y, en particular, del empleo equivalente a tiempo completo (ver tabla 1). Los resultados permiten llegar a tres conclusiones. Primero, el número de personas que trabajan en España se ha incrementado un 10% entre 2018 y 2023. Según la EPA son 1,85 millones de personas más y lo mismo en la afiliación a la Seguridad Social. La segunda es que este crecimiento se ha producido con un considerable incremento del empleo a tiempo completo. Un 11,3% en la EPA y un 13% en la afiliación. Esto quiere decir que el empleo equivalente a tiempo completo ha crecido más que el empleo. En la EPA los ocupados equivalentes a tiempo completo (OETC) han crecido un punto más que la ocupación[2]. La tercera idea la ilustramos en el gráfico 1. Desde 2012 a 2019 el PIB real se mueve en estrecha sintonía con el empleo medido por cualquiera de las fuentes: EPA, afiliación y la propia CN. Pero desde 2020 la sintonía se pierde.
Gráfico 1. Empleo y PIB en España, 2019=100
El gráfico 2 presenta la continuación de estas métricas en relación con la productividad. A primera vista se comprueba que la productividad por hora, por ocupado y por puestos de trabajo a tiempo completo ha tenido una evolución muy distinta desde 2019. La métrica conceptualmente más precisa[3], la productividad por hora trabajada, muestra un crecimiento moderado con una subida acumulada de 1,5 puntos. La productividad por ocupado ha tenido una peor evolución y ha descendido ligeramente en este periodo. Por último, la segunda mejor medida según el manual de cuentas nacionales –la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo– ha sufrido una caída sin precedentes al descender 3,2 puntos[4]. Las divergencias entre estos tres indicadores no deberían pasarse rápidamente por alto y optar por el indicador habitualmente más utilizado (productividad/hora) que, en este caso, es el más optimista.
Gráfico 2. La productividad del trabajo en España, 2019=100
Hace seis meses, Miguel Sebastián ya destacó en otro artículo las incongruencias de esta situación. Sebastián destacaba que, en España, las tendencias en la productividad por ocupado a tiempo completo y por hora iban en la misma dirección hasta 2018. Si están divergiendo en los últimos cinco años es por una razón muy sencilla: según la CNE, las horas efectivamente trabajadas por puesto de trabajo a tiempo completo han sufrido un descenso que no tiene precedentes recientes. Para ilustrar esta situación, el gráfico 3 recoge la jornada efectiva de los asalariados a tiempo completo que resultan de dividir las horas totales por el empleo a tiempo completo. Como todo indicador de la Contabilidad Nacional, esta cifra es una síntesis de la jornada en distintos sectores y ocupaciones. Incluso con estas prevenciones, conviene por un momento entender el significado de esta métrica. Del año 2000 al 2018, la CNE estimaba que los asalariados a tiempo completo trabajaban aproximadamente 1.800 horas al año. Esta cifra es fácil de reconciliar con la situación prototípica de un trabajador empleado ocho horas al día, cinco días a la semana y que disfruta de los festivos (14 días al año) y vacaciones (22 días) legalmente reglamentados[5]. Lo sorprendente es que, según la CNE, la jornada media de los asalariados a tiempo completo haya descendido hasta 1.727 horas al año en 2023, pues indicaría un descenso de 75 horas al año para un asalariado a tiempo completo. Es una magnitud muy considerable, se mire por donde se mire.
Gráfico 3. Horas por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo, asalariados.
Aquellos que hayan seguido los análisis de actualidad no deberían estar sorprendidos por encontrar un descenso en la jornada efectiva de trabajo o, de forma alternativa, por el aumento de horas no trabajadas. El Observatorio Trimestral del Mercado de Trabajo, elaborado por BBVA Research y Fedea viene documentando estas tendencias a partir de los datos de la EPA. Nosotros mismos argumentábamos en un artículo publicado a principios de 2024 que este fenómeno podía estar ocurriendo, pero que era más importante explicar las fuertes divergencias entre la EPA y otros registros. Básicamente porque las tendencias que muestra la EPA con respecto a la jornada efectiva de trabajo no coinciden con las estadísticas que preguntan a las empresas o utilizan registros de la Seguridad Social (principalmente, la Encuesta Trimestral de Coste Laboral y la nueva Estadística Trimestral de Horas Cotizadas).
La cuestión se comprende mejor si se analizan dos indicadores por separado. El primero es la jornada media efectiva de los asalariados. El segundo es el total de horas efectivas, que algunos registros proporcionan en términos agregados, o que se pueden calcular multiplicando el empleo total por las horas medias de los asalariados. Ambos indicadores tienen un valor por sí mismos. La jornada media de los asalariados a tiempo completo debería guardar una relación muy estrecha con las horas pactadas en los convenios colectivos o la jornada máxima legal una vez se restan situaciones sobrevenidas (ERTEs, horas extras, causas de fuerza mayor). El segundo indicador es una medida del empleo total en horas, una vez se tiene en cuenta la duración de la jornada media, el crecimiento en el número de ocupados y la proporción del empleo parcial.
Es en el primer indicador donde se originan las mayorías anomalías. En el gráfico 4A representamos la jornada media efectiva de todos los asalariados y, por separado, en el gráfico 4B la jornada de aquellos empleados a tiempo completo. Hasta 2019, las tendencias eran muy parecidas, pero es partir de ese momento cuando se producen las mayores diferencias. Si consideramos la jornada media de todos los asalariados, las tendencias mostraban un ligero descenso desde 2008 hasta 2019. A partir de ese momento, las horas en promedio cayeron en 2020, pero según la ETCL se recuperan en 2022. Por el contrario, la EPA muestra una caída permanente que ronda el 4%, mientras que la Contabilidad Nacional se sitúa en un escenario intermedio.
Gráfico 4. Jornada media anual de los asalariados
Las diferencias son aún mayores al comparar la jornada media de los asalariados a tiempo completo. Según la ETCL, el tiempo de trabajo de estos trabajadores ha caído un 1,7% respecto a los niveles previos a la pandemia. Este descenso moderado contrasta con el retroceso de un 4% de la CN, que documentábamos antes, y con el descenso aún más fuerte en la EPA (-5,2%). En horas de trabajo al año, las diferencias son más expresivas: la ETCL muestra un descenso de 28,5 horas, la CN de 75 horas y la EPA de casi 94 horas.
Las diferencias entre la EPA y la ETCL no tienen precedentes. Al lector interesado en entender esta divergencia, le invitamos a leer lo que escribimos a principios de este año para conocer más detalles sobre esta discrepancia. Por el momento basta con reiterar que la ETCL debería ser vista como la fuente de mayor calidad sobre el tiempo de trabajo de los asalariados. La estadística nace para armonizar la medida del coste laboral por trabajador en los países de la Unión Europea e incluye un Índice de Coste Laboral Armonizado (ICLA) que lleva implícito un cálculo muy preciso de la jornada pactada y de la efectiva. No es casualidad, por tanto, que la ETCL sea la heredera de la antigua Encuesta sobre el tiempo de trabajo en España. Además, en términos de diseño, la ETCL no tiene equivalente con la EPA. Es una encuesta con una muestra de 28.500 centros de cotización a la Seguridad Social y con información directa de tres millones de asalariados. Está estratificada por el número de trabajadores y cubre todo el espectro de empresas, inclusive de las más pequeñas (de 1 a 3 trabajadores). Por último, la información depende directamente de los registros de control de horario que tienen las empresas, que desde 2019 son obligatorios. La EPA en este caso depende de la respuesta de las personas entrevistadas, que pueden no conocer con precisión la jornada de trabajo en la semana de referencia y, de ahí, que los microdatos se observe una preferencia por valores redondos (por ejemplo, 40 horas a la semana) y una fuerte dependencia de los casos atípicos (cero horas trabajadas en la semana de referencia por vacaciones, incapacidad temporal, ERTE, u otras causas).
La Contabilidad Nacional se aproxima a la ETCL en cuanto a las tendencias de la jornada media de todos los asalariados, pero diverge notablemente en los últimos años con respecto a la jornada media de aquellos empleados a tiempo completo. Es ahí donde se esconde el misterio de la productividad que mencionábamos antes. Y aunque puede parecer un pequeño detalle técnico, como veremos en la siguiente entrega también existe una gran divergencia en el total de horas trabajadas según la nueva Estadística de Horas de la Seguridad Social y la Contabilidad Nacional.
[1] Tampoco hay espacio en este artículo para hacer referencia a otros aspectos que pueden ser relevantes como el efecto composición de los distintos sectores en la productividad aparente ni la dificultad del cálculo de esa productividad en algunas actividades (como en las Administraciones Públicas), cuestiones que, por otro lado, tampoco están bien resueltas en análisis más complejos como el de la PTF.
[2] Recordamos que la forma más sencilla de medir los ocupados a tiempo completo (OETC) consiste en sumar los ocupados a tiempo completo y una fracción de los ocupados a tiempo parcial. Fracción formada con la jornada media a tiempo parcial en el numerador y la jornada media a tiempo completo en el denominador.
[3] El sistema europeo de cuentas nacionales (ESA 2010) establece en su párrafo 11.27 que "el total de horas trabajadas es la medición del insumo de trabajo más apropiada en las cuentas nacionales".
[4] El mismo manual de la UE establece en otro párrafo (11.34) que si las horas no están disponibles el Empleo Equivalente a Tiempo Completo (EETC) puede ser la mejor aproximación posible a la productividad. Este EETC puede calcularse de una manera sencilla, como hemos visto -y como indica la Encuesta Estructural de empresas-, sumando los trabajadores a tiempo completo con los trabajadores a tiempo parcial ponderados con la fracción que trabajan de una jornada completa. O de una manera más precisa y exigente informativamente, como establece el párrafo 11.32, dividiendo el total de horas trabajadas por la media anual de las horas trabajadas en puestos de trabajo a tiempo completo.
[5] Una jornada de 5 días a la semana equivaldría a 225 días laborales (365-104-14-22=225). 1800 horas entre 225 días da exactamente 8 horas al día, sin decimales.
Hay 1 comentarios
Interesante y didáctica entrada, gracias.
Dada mi contrastada ignorancia en el tema me gustaría introducir una metáfora para verificar si he captado bien algunos conceptos clave.
Considero la economía como la locomotora que avanza (crece) sobre unas vías a futuro, el empleo es lo que alimenta la caldera de la producción, y el número de kilos de carbón en cada palada representa a la productividad.
Sin empleo no hay producción y el tren aminora hasta detenerse. Por el contrario una velocidad máxima de las vías y una capacidad máxima de las calderas representan los límites de la potencia real de la locomotora.
La jornada está pues delimitada por un patrón biológico de sostenibilidad del esfuerzo del empleo, es decir por la frecuencia de paladas más la cantidad de carbón en cada palada.
Esta intermitencia, producto del diferencial de intensidad, desde mi punto de vista hace muy complejo capturar el valor real en un periodo de tiempo dado.
Un cordial saludo.