Por Javier Terrero (@JTerreroDavila), Davide Luca (@d_t_luca), Jonas Stein (@TromsoJonas) y Neil Lee (@ndrlee)
La polarización entre zonas rurales y urbanas se ha convertido en una de las divisiones políticas más relevantes en las sociedades occidentales. Fenómenos como los “chalecos amarillos” en Francia o el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos ponen de manifiesto que los habitantes en áreas rurales pueden revelarse contra las “élites” urbanas, bien a través del voto o de la protesta política.
La revolución de los “lugares que no importan” - término acuñado por el geógrafo Andrés Rodríguez Pose - deriva de múltiples factores, como la falta de oportunidades laborales, la lejanía de los centros de decisión o el acceso a servicios públicos. Sin embargo, una pieza central en la polarización entre residentes rurales y urbanos no ha sido explorada en profundidad de forma empírica: los valores.
A menudo se da por sentado que las zonas rurales son más conservadoras que las urbanas, aunque la evidencia empírica es limitada (una excepción para Alemania aquí). Los sociólogos sugieren que las ciudades son capaces de propagar una visión más progresista y tolerante del mundo a través de varios mecanismos (ejemplos aquí, aquí, aquí o aquí). Por ejemplo, los núcleos urbanos promueven una mayor interacción entre grupos sociales muy diversos; amplían la posibilidad de adoptar estilos de vida diferentes; e incrementan la exposición a corrientes culturales que defienden la ampliación de derechos para grupos sociales considerados problemáticos en el ideario conservador, como el movimiento LGTBI o los colectivos feministas.
No obstante, sabemos poco sobre la magnitud de las diferencias en valores entre pueblos y ciudades, y sobre si la brecha es un fenómeno global o se da solo en países desarrollados. En nuestra investigación publicada en Urban Studies exploramos estas preguntas con microdatos de 66 países de todo el mundo y en diferentes estadios de desarrollo económico. Nuestra base de datos integra información comparable de dos encuestas: la World Values Survey y la European Value Study. El resultado son 80.000 observaciones que representan a la mitad de la población mundial.
La información
Los datos nos proporcionan información sobre la manera de pensar de residentes de localidades con diferente grado de ruralidad. Basándonos en más de 15 preguntas relacionadas con la tolerancia a la diversidad, el apoyo a la paridad entre hombres y mujeres y la visión sobre la inmigración, construimos una escala de pensamiento “progresista”. En un siguiente paso, analizamos si existen diferencias en cómo se distribuyen los residentes de poblaciones urbanas y rurales en esta escala.
Encontramos dos resultados interesantes:
1. Existe una brecha sustancial en el nivel de “progresismo” entre los valores de residentes urbanos y rurales.
2. La brecha es mayor en países desarrollados y desaparece en países de bajos ingresos.
Dos elementos merecen discusión antes de navegar los gráficos. Por un lado, definir lo que significa “rural” y “urbano” es complejo. En nuestros resultados principales categorizamos las localidades en grupos de diferente población (desde megaciudades de más 500.000 habitantes a pueblos de menos de 5.000). Sin embargo, el artículo también usa métodos más sofisticados para establecer el grado de ruralidad, como la geolocalización por coordenadas, alcanzando resultados similares.
Por otro lado, la simple comparación entre residentes urbanos y rurales plantea dificultades. Ambos grupos difieren en otras características - más allá del lugar de residencia - que también afectan a la manera de pensar, como son los ingresos, la edad o el nivel educativo. En nuestro análisis controlamos por estas y otras características observables. Sin embargo, no podemos descartar que una parte de la brecha que encontramos se deba a que personas más progresistas decidan emigrar a núcleos urbanos.
Los resultados
Lancémonos a los resultados. El gráfico a continuación muestra la magnitud de la brecha en valores entre residentes rurales y urbanos en comparación a las diferencias existentes entre otros grupos poblacionales. La línea vertical representa la posición en la escala de valores progresistas de residentes de ciudades de más de 500.000 habitantes (categoría de referencia), normalizada a 0. Como se puede observar, a mayor grado de ruralidad de una población, menos progresistas son sus residentes.
Lo más sorprendente, sin embargo, es la magnitud: la brecha es similar a la existente entre hombres y mujeres, personas mayores y jóvenes, ricos y pobres, y aquellos con educación terciaria y solo con educación primaria. El mensaje es claro: la división rural-urbana en valores es tan importante como otras brechas que reciben mayor atención académica y mediática.
La brecha entre residentes de grandes ciudades y zonas más rurales es sustancialAdemás de la brecha entre grandes ciudades (categoría de referencia) y lugares más rurales, la figura muestra la magnitud de otras brechas: entre mujeres y hombres (categoría de referencia), mayores y jóvenes menores de 30 años (categoría de referencia), personas con educación secundaria y terciaria y sin educación secundaria (categoría de referencia), inmigrantes y no inmigrantes (categoría de referencia), personas del decil superior, del decil medio y del primer decil de ingresos (categoría de referencia), desempleados y empleados (categoría de referencia).
Por otro lado, como muestra el segundo gráfico, esta brecha rural-urbana se mantiene cuando desagregamos los resultados para diferentes tipos de valores. Encontramos brechas similares en la tolerancia a la diversidad sexual y familiar, el apoyo a los idearios feministas y una visión de la inmigración positiva.
La brecha es similar para diferentes tipos de valores
El segundo resultado de nuestra investigación es quizás el más inesperado: la brecha en valores entre zonas urbanas y rurales es mayor en aquellos países con un alto nivel de desarrollo económico. El siguiente gráfico muestra una fuerte correlación entre la magnitud de las diferencias entre residentes de pequeños pueblos y grandes urbes, y el PIB per cápita del país. Algunos países como Japón o Kirguistán no siguen el patrón mayoritario, lo que indica que la relación no es universal.
En el artículo ahondamos en más detalle en este resultado. Encontramos que la mayor parte de la brecha a nivel mundial responde a diferencias entre residentes urbanos y rurales en países ricos. Sin embargo, en países de bajos ingresos esta diferencia es menor en magnitud y no llega a ser significativa.
La brecha es mayor en países ricos
A modo de resumen
¿Qué puede explicar que la magnitud de la polarización entre zonas rurales y urbanas dependa del desarrollo económico? Queda abierto el debate. En nuestro artículo señalamos que, en línea con algunas teorías sociológicas, un cierto grado de comodidad económica es esencial para que florezcan valores de carácter progresista. En países de bajos ingresos, las necesidades más primarias, como la seguridad física y alimentaria, ocupan gran parte de las preocupaciones de residentes tanto urbanos como rurales. En estos entornos, es difícil que las ciudades actúen como catalizadoras de valores progresistas. Sin embargo, existen otras explicaciones plausibles. Por ejemplo, que regímenes autoritarios, más comunes en estos países, supriman algunos mecanismos que facilitan que las ciudades propaguen valores progresistas, como la libertad de expresión o de asociación.
Sea cual sea el motivo, es inevitable que estos resultados nos dejen un sabor agridulce. Las ciudades occidentales son centros de tolerancia y valores progresistas en comparación a otros territorios. No obstante, están dejando atrás a poblaciones rurales. Las diferencias en la manera de entender la sociedad de pueblos y ciudades pueden derivar en tensiones políticas… con un coste social y económico para todos.