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La mortalidad por covid19 en España y la campaña de la gripe.

De Matilde P. Machado

Ya se habló en este blog de las muchas razones por las cuales el impacto de la COVID-19 fue desigual por CCAA (ver aquí). Podríamos analizar otros varios factores, como por ejemplo la densidad poblacional, el uso del transporte público, el porcentaje de personas mayores viviendo en residencias, o la realización de eventos masivos en las semanas anteriores al estado de alarma. En este post, sin embargo, me gustaría concentrarme en una medida concreta de salud pública, la vacunación contra la gripe estacional y su relación con la mortalidad atribuida a la COVID-19.

La vacunación contra la gripe es muy desigual por territorios, tanto entre países, como también entre regiones dentro de un mismo país. En España, por ejemplo, observamos grandes divergencias por CCAA:, en la Rioja un 64,6% de los mayores de 65 años se vacunaron contra la gripe en la campaña de 2018-2019, mientras que en Ceuta o Baleares, la tasa ha sido de apenas 29,8% y 41,5%. Seguramente esta variación se debe, en parte, a diferencias en la incidencia de la gripe por CCAA. Sin embargo, incluso entre regiones colindantes la diferencia puede llegar a ser elevada, como es el caso de la Rioja y el País Vasco con 6.6pp de diferencia o de Navarra y Aragón, con 5.6pp.

¿Es posible que la mortalidad por COVID-19 en las CCAA esté relacionada con sus tasas de vacunación de la gripe estacional? La relación no es obvia. Por un lado, una mayor tasa de vacunación puede indicar una asistencia sanitaria más robusta, con un mayor énfasis en la prevención, lo que podría contribuir a una mejor respuesta a la pandemia actual. Se ha especulado también si la vacuna contra la gripe podría generar cierta protección contra la COVID-19, una hipótesis similar a la avanzada para la vacuna BCG contra la tuberculosis (ver aquí). Por otro lado, las personas salvadas por la vacuna contra la gripe (generalmente mayores de 65 años), son más vulnerables a la COVID-19, lo que aumentaría la mortalidad en esta crisis. Cualquier relación empírica que observemos es, naturalmente, el resultado de todos estos efectos contrapuestos.

Tomando los datos de MoMo ya mencionados y analizados en este blog (ver aquí y aquí), calculo el exceso de defunciones por CCAA acumulado entre el 15 de Febrero y el 2 de Mayo para los mayores de 65 años. Más concretamente, la diferencia entre las 'defunciones observadas’ y las 'defunciones esperadas’ entre las personas mayores de 65 años, dividida por las 'defunciones esperadas’ también para este grupo de edad. La variabilidad es muy grande: desde -0,31% en Canarias (es decir, menos muertes de lo esperado entre los mayores de 65 años) al 124,7% en la Comunidad de Madrid, con un promedio a través de las CCAA de 38%. Este exceso de mortalidad en relación a lo esperado se ha atribuido, directa o indirectamente, a la COVID-19.

Por otro lado, utilizo los últimos datos disponibles de 2018-2019 como proxy de la vacunación observada el ultimo otoño. La relación entre las dos variables se puede ver en el siguiente gráfico[1]:

Se ve claramente que la relación es positiva, es decir, cuanto mayor es el porcentaje de mayores de 65 años vacunados, mayor es el exceso de defunciones atribuidas directa o indirectamente a la COVID-19. Para asegurarnos de que los datos de la Comunidad de Madrid, un dato extremo evidente, no determinan esta relación, repetimos el grafico anterior excluyendo los datos de Madrid. Como demuestra el gráfico siguiente, la relación positiva se mantiene.

La relación entre la vacunación y el exceso de mortalidad es algo más acentuada para los hombres, pues la mortalidad por COVID-19 es más elevada entre este grupo, pero la relación es parecida para las mujeres.

Por último, confirmamos que esta relación entre los datos es excepcional en periodo de COVID-19 y no existe en años más normales caracterizados por periodos de gripe estacional, más o menos mortales. Para ello, elijo los datos de exceso de mortalidad del 15 de Febrero al 2 de Mayo de 2019. El gráfico siguiente revela una correlación nula con la vacunación de la gripe.

Este pequeño y sencillo análisis sugiere que una mayor mortalidad por la COVID-19 no debería atribuirse por completo a una mala gestión sanitaria, sino que, paradójicamente, en parte puede reflejar una efectiva campaña de prevención de otras enfermedades que aumentan la tasa de supervivencia de un colectivo más vulnerable al COVID-19. Por supuesto, siguen existiendo CCAA que presentan tasas de mortalidad por encima de lo anticipado en esta simple regresión, pero también hay CCAA con altas tasas de mortalidad que, sin embargo, se ubican por debajo de lo que se desprendería de este análisis. Finalmente, cabe destacar que para poder establecer causalidad entre la efectividad de la campaña de vacunación de la gripe y la mortalidad por COVID-19 sería necesario un estudio mucho más complejo.

[1] Se excluyen Ceuta y Melilla del análisis.