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La lotería, una alternativa viable para una distribución justa de los fondos de I+d+i

Por Javier S. Perona

Muchos de los que habitualmente tenemos que pasar por el calvario de solicitar financiación para nuestros proyectos de investigación, coincidimos en que el sistema tradicional de distribución de dichos fondos es injusto, ineficiente y dificulta la aparición de nuevas ideas. Debido a la hipercompetitividad del sistema científico actual, alcanzar un acuerdo para diferenciar qué proyectos de investigación merecen financiación y cuáles no se ha convertido una tarea descomunal. Es fácil saber cuáles son los proyectos muy buenos y cuáles son muy malos, pero poner el listón para separar un proyecto que merece financiación de otro que no, es extremadamente complicado. El sistema es ineficiente porque implica que los investigadores tengan que dedicar ingentes cantidades de tiempo a preparar solicitudes de proyectos, sobre todo cuando la solicitud es consecuencia de un anterior rechazo, ya que al tiempo perdido en la preparación del primer intento hay que añadir el tiempo empleado en corregir la propuesta.

Un estudio publicado en 2008 ya mostraba que los profesores de universidad de EE.UU. dedicaban una media de 5 horas semanales a preparar solicitudes de proyectos. El coste en términos de  tiempo y dinero dedicado a preparar proyectos es mayor aún cuando se trata de convocatorias con una baja tasa de éxito. Por ejemplo, en Australia, un estudio estimó que se necesitaban 550 años de trabajo para preparar 3727 propuestas que se presentaron en a la convocatoria del The National Health and Medical Research Council, lo que se traducía en costos salariales 66 millones de dólares australianos. La tasa de éxito de estos proyectos es del 21%. Se ha llegado a afirmar que algunos investigadores senior dedican el 50% de su tiempo a buscar financiación para sus proyectos. Así pues, en los programas con menor tasa de éxito, el coste económico del tiempo que los investigadores dedican a preparar propuestas puede ser igual o mayor que el presupuesto de esos mismos programas (véase aquí).

Además, el sistema actual de distribución de los fondos es ineficiente porque las puntuaciones obtenidas en las evaluaciones de las propuestas no correlacionan con la calidad de las investigaciones financiadas. Es decir, los proyectos con mejores puntuaciones en las evaluaciones no son necesariamente los estudios que mejor se publican, que tienen más impacto o que generan más y mejor conocimiento (véase aquí). Esto es lógico porque el éxito de una investigación es inherentemente impredecible.  Como señalaron Ferris C. Fang y Arturo Casadevall, el sistema actual es tan malo en la asignación de dinero que "en esencia es una lotería sin los beneficios de ser aleatorio".

Por otra parte, en los sistemas tradicionales de evaluación, las investigaciones disruptivas suelen no ser consideradas debido a la competencia y el rechazo hacia las nuevas ideas. Un estudio publicado en el Journal on Applied Analytics señala que “los evaluadores otorgan sistemáticamente puntajes más bajos a las propuestas de investigación que están más cerca de sus propias áreas de especialización y a aquellas que son muy novedosas”. Otro estudio, publicado en F1000Research, concluye que hay problemas de integridad profesional en el sistema actual, junto con sesgos de edad y género, y amiguismo.

Otra alternativa: las loterías

Debido a las anteriores limitaciones, es importante considerar alternativas al sistema tradicional de evaluación. Entre las múltiples posibilidades que se han planteado, una de las más sorprendentes sería adoptar un sistema de asignación al azar a partir de un nivel básico de calidad. Es decir, el sistema constaría de una especie de triaje, que actuaría como un primer filtro para asegurar unas mínimas condiciones de calidad. Las propuestas que hubieran pasado ese filtro entrarían en un sorteo. Aquellas que no sean agraciadas podrían volver a participar en la siguiente convocatoria sin necesidad de volver a pasar por el triaje.

Este sistema resuelve muchas de las limitaciones antes mencionadas y tendría varias ventajas:

1. El sistema aleatorio permite ahorrar tiempo a los investigadores en la tarea de corregir y reenviar las propuestas que no han recibido financiación en convocatorias anteriores.

2. También ahorraría tiempo para los revisores que, en definitiva, son los mismos científicos, puesto que solamente sería necesaria una revisión previa para confirmar que el proyecto tiene una calidad mínima (triaje).

3. Las agencias financiadoras obtendrían un importante ahorro económico, ya que verían reducidos los gastos para pagar a los evaluadores, así como los traslados de los miembros de las comisiones para las reuniones.

4. Se reduciría el hype, es decir, las expectativas exageradas generadas alrededor de los resultados de un proyecto. ¿Para qué exagerar los posibles beneficios de un proyecto si no hay un revisor a quien convencer?

5. Dado que no hay evaluación, los sesgos de los revisores dejarían de intervenir en la decisión sobre si un proyecto se financia o no.

6. Mayor apuesta por investigaciones novedosas y disruptivas ya que ,por azar, estas investigaciones también podrán ser seleccionadas.

7. El ahorro de tiempo implicaría que las convocatorias podrían resolverse mucho más rápidamente, lo que, además, facilitaría calendarios más estables.

8. Se acabarían las sospechas (si las hubiera) de que las evaluaciones puedan estar condicionadas o manipuladas.

9. Una de las mayores frustraciones que soportan los científicos y que perjudican a su salud mental es ver sus proyectos rechazados una y otra vez con puntuaciones cercanas a la frontera de la concesión. A Un sistema aleatorio, redundaría, por tanto en una mejor salud mental para los investigadores.

Efectivamente, un sistema de distribución aleatoria, es en definitiva, un sistema equitativo de reparto de los fondos, lo que suele denominarse “café para todos”. Los sistemas equitativos  han sido criticados porque se contraponen con el principio de mérito en la distribución. Sin embargo, la realidad es que el sistema actual tampoco está basado en el mérito y que tiene importantes defectos, como hemos visto. En cualquier caso, y aparte de las cuestiones epistemológicas, se ha estimado cuánto recibiría cada investigador del Reino Unido, Países Bajos y EEUU si todos recibieran fondos equitativamente. Con repartos equitativos, los investigadores podrían mantener los niveles actuales de empleo de los investigadores predoctorales y postdoctorales que tuvieran contratados, y aún tener a su disposición un presupuesto moderado (resultados en el Reino Unido) o considerable (resultados para Países Bajos y Estados Unidos) que pudieran dedicar a viajes y a la adquisición de equipos. Es más, los autores de este estudio, concluyen que “la preocupación de que el reparto equitativo conduzca a una dilución inaceptable de los recursos es injustificada.”

Aún así, es comprensible que para muchos esta propuesta sea demasiado arriesgada. Un estudio realizado en Nueva Zelanda, mostró que el sistema de distribución de fondos por lotería tenía el apoyo del 40% de los investigadores si se empleara para proyectos generales y el apoyo de un 63% si se empleara para proyectos “Explorer”, en la frontera del conocimiento.

Sin embargo, y a pesar de lo innovador y radical de la propuesta, varias agencias financiadoras internacionales ya están incorporando sistemas aleatorios para algunos de sus programas, como por ejemplo la Volkswagen Foundation, el Austrian Science Fund, el Health Research Council de Nueva Zelanda, la Swiss National Science Foundation y, más recientemente, la British Academy.

En conclusión, aunque la mayoría opta por el sistema tradicional, es necesario considerar las desventajas que este sistema tiene y buscar alternativas que permitan una distribución de recursos más justa y eficiente. Un sistema de asignación al azar a partir de un nivel básico de calidad podría ser una solución para aprovechar al máximo el dinero público y potenciar la innovación y la creatividad en la investigación científica. Es importante recordar que en la ciencia, como en la vida, a veces lo impredecible es lo más emocionante, sorprendente y eficiente.