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La gobernanza económica de la UEM ¿Para cuándo la competitividad?

Una de las consecuencias positivas de las tensiones que está sufriendo la Unión Económica y Monetaria (UEM) es que los países miembros han tenido que reforzar seriamente los mecanismos de gobernanza económica de la misma. El programa de préstamos al gobierno griego tuvo un proceso de maduración lento y complejo que, no obstante, ha tenido la virtud de desvelar la profundidad del problema fiscal al que se enfrentaban este y otros países del Euro. Además engrasó la maquinaria para que la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno propusiera la creación del Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera y la revisión del Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento (PEC) para evitar futuras crisis de este tipo. La mejor coordinación fiscal que se apunta se verá reforzada por el protagonismo que ha adquirido el Banco Central Europeo con sus últimas medidas, impensables hace unos meses.

En esta oleada de decisiones no faltan continuas referencias a las reformas necesarias en los mercados para reforzar la homogeneidad de estructuras económicas dentro de la UEM, evitando así las enormes disparidades en la competitividad que se han ido acumulando en los últimos años.

Un sistema de relaciones internacionales con tipos de cambio fijos necesita algún tipo de control más o menos formal para evitar grandes disparidades en las cuentas corrientes de los distintos países. Incluso en un contexto de baja integración económica, reducida movilidad de capitales, elevado proteccionismo y sesgo hacia el consumo de bienes de producción doméstica, la ausencia de dicho instrumento no sería muy grave porque los desequilibrios tenderían a acumularse muy lentamente. Sin embargo todas esas condiciones han cambiado y hoy nos encontramos con extraordinarias discrepancias en las posiciones externas de los países que, aunque moderadas por la propia recesión, pueden reabrirse rápidamente cuando las economías vuelvan a crecer.

Hemos prestado mucha atención últimamente a los llamados desequilibrios globales, caracterizados por la novedad de la irrupción de algunos países emergentes como oferentes netos de ingentes volúmenes de ahorro en dirección a los países de la ‘anglosfera’ –en especial Estados Unidos. Pero lo que sucede en Europa es algo de naturaleza diferente como puede apreciarse en el gráfico. Tras un pequeño saldo agregado que oscila entre el 0% y el 0.4% del PIB mundial, se aprecia una gran divergencia de las posiciones exteriores desde la entrada en vigor del Euro y la progresiva integración de los países del este de Europa. Pero, a diferencia de lo que ha ocurrido a escala planetaria, la posición de la mayoría de los países se ha mantenido desde hace muchos años. Con la excepción de ciertos episodios fácilmente identificables con shocks específicos -la burbuja en los países escandinavos ó la integración Alemana, por ejemplo- países como Italia, España, Irlanda, Portugal y Grecia aparecen en general entre los países con déficits más recurrentes y han tenido en su conjunto un saldo exterior negativo que sólo se mitigó por el esfuerzo realizado para acceder al Euro, disparándose desde entonces. Además los flujos de capitales que aparecen como contrapartida de estos déficits de cuenta corriente se canalizan a través de sistemas bancarios convencionales en los que los nuevos instrumentos financieros han tenido un menor protagonismo. La cuestión de hasta qué punto los desequilibrios entre EEUU y China tienen su origen en fallos de mercado de carácter financiero –escasez de activos seguros, mantenimiento artificial del tipo de cambio por parte de China, etc.- es en este caso menos relevante y las disparidades crecientes en la UEM responden básicamente al progresivo deterioro de la competitividad de algunos países por la elevada presión de la demanda interna y la continua desviación de su tipo de cambio real.

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Aunque los problemas recientes de la UEM parecen centrados en la deuda pública, sabemos que en un contexto de crisis financiera el desapalancamiento privado y los necesarios rescates de sectores financieros y no financieros repercuten directamente en las cuentas públicas. No es casual que los países objeto de mayor rigor por parte de los mercados financieros estos meses atrás sean también aquellos que han acumulado mayores déficits exteriores desde la entrada en vigor del Euro. Por ello un factor crucial de estabilidad de la UEM debe ser la prevención de estos déficits elevados y persistentes evitando fuertes apreciaciones del tipo de cambio real de sus miembros. Esto requiere la realización de cambios en los mercados para buscar más homogeneidad de las estructuras productivas de los países de la Eurozona.
Los mecanismos de los que dispone la Unión para lograr este objetivo son, hoy día, claramente insuficientes. Las reformas de los mercados de bienes y servicios en pos del mercado único han sido numerosas, pero en lo relativo al mercado laboral el progreso ha sido mucho menor. La regulación de las relaciones laborales es fundamentalmente nacional ya que estas responden -entre otros factores- a la historia, a la cultura, a la estructura productiva y a las preferencias sociales de cada país. Por ello la opción de imponer una regulación similar a todos los países es impensable y, seguramente, indeseable. Sin embargo estas diferencias son cruciales para la estabilidad de una unión monetaria cuando devienen en discrepancias estructurales en los tipos de cambio reales. Por ello la evaluación del grado de eficacia en la aplicación de las reformas estructurales puede llevarse a cabo mediante el seguimiento, y corrección en su caso, de las balanzas por cuenta corriente de los distintos países de la Unión.

Una posibilidad para hacer operativo este control, que parece estar encima de la mesa tras la propuesta de reforma del PEC encargada por los jefes de gobierno de los países de la UEM, es la inclusión de la posición exterior de cada país como un factor añadido en el seguimiento de la disciplina fiscal. De esta forma los países con desviaciones negativas ‘excesivas y duraderas’ de su cuenta corriente tendrían que hacer una mayor consolidación fiscal. Seguramente este puede ser un mecanismo efectivo, aunque depende fundamentalmente de la eficacia del renovado PEC, que en su versión actual ha sido claramente insuficiente. Además la asignación de límites cuantitativos a la posición de cuenta corriente es más compleja y de difícil justificación teórica, por lo que es posible que la persecución de dos objetivos con un único instrumento –a no ser que este estuviera muy bien diseñado- acabe dificultando la consecución de ambos.

Otra posibilidad es la imposición de límites al crecimiento salarial en países con apreciaciones recurrentes del tipo de cambio real, de forma, por ejemplo, que el crecimiento nominal estuviera indiciado por el crecimiento de los precios en la Eurozona -HICP- en vez de por el IPC nacional. Esta norma podría aplicarse al conjunto de la negociación salarial de un país o, si chocase con dificultades legales por interferir en la autonomía de las partes, a los salarios públicos, aunque en este caso su impacto sobre el conjunto de precios y salarios del país deficitario sería más lento.

Con las medidas recientes la UEM ha ganado un tiempo necesario para reforzar su cohesión interna. La consolidación fiscal es un elemento importante de dicha cohesión. Sin embargo, el logro de una convergencia efectiva a medio plazo depende crucialmente de que encuentre un mecanismo eficaz para asegurar que las divergencias de competitividad observadas en el pasado se reducen rápida y, sobre todo, permanentemente.