Por Eduard Alonso-Paulí, Pau Balart, Lara Ezquerra e Iñigo Hernandez-Arenaz
Los residuos son subproductos que se generan como consecuencia de las actividades humanas de consumo y producción. La generación de residuos constituye una fuente importante de emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero, aunque menos conocido que otros como el dióxido de carbono (CO2). De hecho, su capacidad de atrapar calor en la atmósfera es 28 veces mayor a la del CO2 en un periodo de 100 años y 84 veces mayor en uno de 20 años (fuente). De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos las emisiones de metano provenientes de los vertederos representaron el 14,3% del metano generado en EEUU en 2021, un impacto comparable al que producirían las emisiones de CO2 derivadas del consumo anual de energía de 13,1 millones de hogares (fuente).
Esta breve introducción pretende dejar claro la importancia que la correcta gestión de los residuos tiene, no sólo para aliviar la presión que ejercemos sobre el medioambiente, sino también para desarrollar un modelo exitoso de economía circular. En esta entrada, nos centraremos en describir qué soluciones se proponen para mejorar la gestión de los residuos, qué problemas de implementación tienen estas soluciones y revisaremos, de forma general, las contribuciones desde la ciencia económica para soslayar dichos problemas. En la entrada de la semana que viene, describiremos dos intervenciones que hemos realizado en Palma con este mismo objetivo.
Bien pues, empecemos preguntándonos cómo podemos reducir el problema de los residuos. La Unión Europea apuesta por avanzar hacia una jerarquía de residuos. Tomando como base la estrategia de las tres R (Reducir, Reusar, Reciclar), la jerarquía de residuos desarrolla una estrategia para gestionar mejor la basura que se genera. Se basa en una serie de pasos que priorizar en primer lugar la prevención, luego la reutilización, el reciclaje, la valorización de los residuos (su uso energético) y, como último recurso, su eliminación (vertido o incineración). Implementar esta jerarquía de residuos no sólo reduce el impacto climático de nuestras acciones, también genera riqueza directa, contribuyendo hasta al 1,9% del PIB y al 2,3% del empleo español según un estudio de la Fundación BBVA (fuente). Por otra parte, no debemos olvidar que los residuos ya son un recurso en sí, por lo que su reciclado permite evitar la extracción de nuevos recursos (con su coste monetario y medioambiental asociado).
La separación de residuos es un proceso clave para el reciclaje y, por extensión, para la correcta aplicación de esta jerarquía de residuos. Imaginemos que la materia orgánica se mezcla con el plástico: el compost resultante sería de baja calidad, incluso perjudicial para los cultivos, y a la vez se dificultaría el reciclaje del plástico. En este escenario, esos residuos no separados descenderían en la jerarquía y estarían destinados a ser desechados. Separar en origen es la mejor opción, ya que la separación en destino (en vertederos) es compleja, costosa e incluso imposible por la contaminación entre distintos tipos de residuos. No obstante, la separación en origen requiere de la participación voluntaria de ciudadanos, empresas y otras entidades. De este modo, la separación de residuos en origen reproduce, en esencia, uno de los problemas más estudiados en economía: la provisión de bienes públicos. La preservación del medio ambiente a través de la separación de residuos en origen repercute positivamente sobre el conjunto del planeta, pero su coste recae sobre quien la acomete. Si los retornos individuales de separar son inferiores a los costes soportados, como el tiempo y esfuerzo dedicado a la separación y el almacenamiento de los residuos, se generará un problema de free-riding; los individuos pueden decidir aprovecharse del esfuerzo de los demás sin contribuir con el suyo propio, resultando en unas tasas de separación y reciclaje inferiores a las socialmente deseables.
Esta predicción de la teoría económica parece cumplirse en España. De acuerdo con los últimos datos recogidos por la AIReF, “el porcentaje de recogida separada se ha incrementado en España de manera gradual desde un 17% en 2013 hasta alcanzar el 25% en 2020, aunque todavía alejado del objetivo del 50% a conseguir en 2035” (fuente). Esta baja tasa de separación es una de las principales causas de que en el año 2021 (el último con datos) sólo el 42,24% de los residuos municipales fueran reciclados, mientras que el 46,9% terminaran en vertederos y el 10,86% restantes fueran incinerados (fuente).
¿Cómo mejorar la participación ciudadana en la separación de residuos? Una serie de artículos que analizan el reciclaje de botellas de plástico (Viscusi et al. 2011, 2012 y 2013), muestran que un elemento eficaz para mejorar las tasas de reciclaje es la implantación de sistemas que lo faciliten, como la recogida puerta a puerta (véase también esta entrada en el blog sobre el tema) o la mayor disponibilidad de puntos de recogida. Otra política con resultados positivos es la introducción de incentivos monetarios a través de sistemas de depósito. Viscusi et al. (2011) observan que esta política tiene resultados tanto para el reciclaje de aquellas fracciones en las que se aplica el depósito (típicamente envases) como para el resto. Otra categoría de mecanismos son los que emplean técnicas de nudging (véase esta entrada de Pedro Rey-Biel al respecto). Estos mecanismos, que incluyen una gran variedad de propuestas como campañas de persuasión, feedback, promesas, etc., tienen la ventaja de tener un bajo coste, si bien su efectividad es variable. Puede encontrarse una extensa revisión de la literatura sobre todos estos mecanismos en el metaanálisis de Varotto y Spagnolli (2017).
La principal dificultad con la que se topan todos los estudios en este área es la escasez de microdatos. El reciclaje es una actividad tradicionalmente anónima, sobre todo en zonas urbanas y densamente pobladas donde se genera gran parte de los residuos. Por ejemplo, los estudios antes mencionados de Viscusi y coautores utilizan respuestas a cuestionarios como medida de participación en el reciclaje. Muchas de las intervenciones aleatorizadas analizadas por Varotto y Spagnolli (2017) utilizan muestras bastante específicas y de tamaño reducido para poder observar quién recicla y quién no; por ejemplo, barrios de viviendas unifamiliares, residencias de estudiantes o residencias de personas mayores. Esta especificidad de la muestra limita la generalización de las conclusiones de esos estudios. Por otra parte, la anonimidad en el reciclaje también dificulta la instauración de sistemas de incentivos como los que propone la Directiva 2018/851 de la Unión Europea.
Sin embargo, las nuevas tecnologías permiten que los residuos dejen de ser anónimos. Si bien esta ruptura del anonimato puede ser percibida por algunas personas como una amenaza a su privacidad, también abre un abanico de oportunidades. Entre ellas, la implementación de incentivos al reciclaje y la posibilidad de realizar evaluaciones a través de ensayos aleatorizados de distintas políticas y alternativas para su promoción. En nuestra próxima entrada, tal y como anunciamos al inicio de la entrada, les hablaremos de cómo la instalación en Palma de un sistema de contenedores inteligentes nos ha permitido realizar una serie de intervenciones para evaluar algunos de estos mecanismos.
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https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-06-05/la-guardia-civil-advierte-del-incremento-de-los-incendios-aparentemente-intencionados-en-las-plantas-de-reciclaje-de-plastico.html
¿Conocéis esta problemática?. La verdad es que llama mucho la atención. Quizás habría que poner el foco aquí en lugar de en las familias. Gracias.
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